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Un estudio expone el desprecio del establecimiento científico por la ciencia

(KENA BETANCUR/GETTY IMAGES)

Un estudio expone el desprecio del establecimiento científico por la ciencia

‘Seguir la ciencia’ se convirtió en una cuestión de estar de acuerdo con una narrativa predeterminada.

En enero, el Instituto Tecnológico de Massachusetts publicó un estudio titulado “Viral Visualizations: How Coronavirus Skeptics Use Orthodox Data Practices to Promote Unorthodox Science Online” [Visualizaciones virales: Cómo los escépticos del coronavirus utilizan prácticas de datos ortodoxas para promover la ciencia no ortodoxa en línea], llevado a cabo mediante la observación de grupos antimascarilla en Twitter y Facebook. Éste descubrió que los escépticos del uso de mascarillas y de los encierros generalmente empleaban más razonamiento científico que sus homólogos a favor de las mascarillas y de los encierros.

En la mayoría de los casos, el estudio descubrió que los grupos informales, antimascarillas y antiencierros demostraron un nivel inesperadamente alto de conocimiento de los datos, es decir, la capacidad de entender y extraer significado de los datos sin procesar. También se observó que, en la mayoría de los casos, los grupos utilizaban los mismos conjuntos de datos que los funcionarios sanitarios. El estudio incluso reconoció que en muchos casos estos grupos informales seguían el proceso científico más de cerca que en los círculos profesionales, y que se utilizaban muchos elementos visuales para mostrar los datos de una forma clara y fácil de entender.

El estudio no sólo reconoce que los científicos están sujetos a prejuicios, sino que implica que los hechos sobre el coronavirus han sido manipulados intencionalmente: “Las personas antimascarillas suelen parecer más sofisticados en su comprensión de cómo se construye socialmente el conocimiento científico que sus adversarios ideológicos, quienes defienden un realismo ingenuo sobre la verdad “objetiva” de los datos de la salud pública”.

Cuando la ciencia deja de ser objetiva, se convierte en una “construcción social”. Las opiniones y las agendas se convierten en “la ciencia” que hay que seguir.

La afirmación central del estudio es que se estaban aplicando principios científicos “ortodoxos” para producir resultados “no ortodoxos”, es decir, resultados que desafían la narrativa popular impulsada por las autoridades sanitarias y los medios de comunicación.

Considere lo que escribieron los investigadores:

Este estudio encuentra que los grupos que se oponen a las mascarillas practican una forma de amplio conocimiento de los datos; aquí, los puntos de vista no ortodoxos no son el resultado de una deficiencia de ese conocimiento. Las prácticas sofisticadas de conocimiento de los datos resultan ser un medio para consolidar y promulgar puntos de vista que van en contra de la ortodoxia científica.

Entre otras iniciativas, estos grupos abogan por el acceso abierto a los datos del gobierno (alegando que los cdc [Centros de control y prevención de enfermedades] y los departamentos de salud locales no publican suficientes datos para que los ciudadanos puedan tomar decisiones informadas).

En definitiva, son conscientes de la subjetividad de la interpretación humana, y los lleva a analizar los datos por sí mismos.

Fundamentalmente, los grupos que estudiamos creen que la ciencia es un proceso, y no una institución.

La última afirmación suscita la pregunta: ¿consideran los científicos que su oficio es una institución y no un proceso imparcial y racional?

Según el American Heritage Dictionary, una institución es una “costumbre, práctica, relación o patrón de comportamiento de importancia en la vida de una comunidad o sociedad”. También puede significar una “organización o fundación establecida, especialmente una dedicada a la educación, el servicio público o la cultura”.

Al llamar a la ciencia una institución, y no un proceso, la expone a tener prejuicios y a trabajar para cumplir una determinada agenda. Este es un reconocimiento revelador.

Esta misma tendencia aparece en un documento de investigación de 2017 de la Organización Mundial de la Salud (oms), titulado: “Best Practice Guidance: How to Respond to Vocal Vaccine Deniers in Public” [Guía de mejor práctica: Cómo responder a los negadores de las vacunas en público], y su objetivo declarado es ofrecer sugerencias a los representantes de la oms sobre cómo responder a quienes se niegan a ser vacunados.

Aunque pretende contrarrestar el pensamiento anticientífico, no promueve el uso de hechos científicos para responder a las críticas a las vacunas. En su lugar, algunas de las técnicas utilizadas incluyen la “investigación psicológica de la persuasión, la investigación en salud pública, estudios de comunicación y las directrices de comunicación de riesgos de la oms”.

También se habla de la “formación retórica” y de los fundamentos de la buena oratoria, como la confianza, la expresión, los gestos, la convicción moral, el uso de historias y otras técnicas.

Desde que apareció el coronavirus hace más de un año, los funcionarios sanitarios y gubernamentales no han dejado de afirmar que sus políticas se basan en pruebas científicas sólidas. Hablan de cómo la política gubernamental debe “seguir la ciencia”. Sin embargo, el estudio indica que cualquier prueba que contradiga el “consenso científico” (diciendo que las mascarillas pueden perjudicar la salud, o que la vacuna contra el coronavirus está causando más muertes que todas las demás vacunas en los últimos 28 años) ahora “excede los límites del establecimiento científico”.

El estudio de Instituto Tecnológico de Massachusetts llega a decir que los grupos antimascarilla “movilizan políticamente las visualizaciones para conseguir fines poderosos y a menudo horrorosos”.

¿Por qué es “horroroso” trabajar para determinar la verdad?

Gerald Flurry, el redactor jefe de la Trompeta, escribió un artículo en la edición de mayo-junio de 2020 titulado “Una peligrosa nueva era de la ‘Adoración a la voluntad”. En él, explicó el peligro de ignorar los hechos y las pruebas en favor de nuestras propias opiniones. Él advirtió que en cuanto los seres humanos hacen caso omiso de la verdad, comienzan a crear su propia versión de la realidad.

El rechazo de los hechos y las pruebas en favor de la opinión y la emoción tiene su origen en una fuerza poderosa pero invisible que afecta a la mente humana. “Cuando los seres humanos rechazan la verdad de Dios, comienzan a adorar sus propias opiniones”, escribió el Sr. Flurry. “Cuando este tipo de pensamiento se arraiga lo suficiente, la gente deja de preocuparse incluso por la diferencia entre lo verdadero y lo falso. Empiezan a tratar mágicamente de ‘crear realidad donde no hay realidad”.

“¡Este pensamiento se está apoderando de la escena política de EE UU!”, escribió. “¿Puede usted reconocerlo?”.

Lo mismo puede decirse ahora de la escena científica de Estados Unidos, la cual se está mezclando cada vez más con los objetivos políticos. Para saber por qué está ocurriendo esto, y cómo liberarse de esta dañina forma de pensar, lea “Una peligrosa nueva era de la ‘Adoración a la voluntad”. 

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