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Charlemagne, Roman

Patrik Stollarz/AFP/Getty Images

El profano Imperio Romano (segunda parte)

Alemania y el Sacro Imperio Romano: capitulo tres

Continuación de El profano Imperio Romano (primera parte)

Cimas y valles

Juan se refiere a las siete resurrecciones del Imperio Romano como “montes” en Apocalipsis 17:9-10. Pero entre cada “cima del monte” habían valles. Aunque estas resurrecciones fueron profetizadas para ser sucesivas conduciendo hasta el retorno de Cristo, había lapsos entre cada una de ellas. H.G. Wells describe eficazmente este escenario “de altos y bajos” en su libro El perfil de la historia: “El Imperio Romano se tambalea, cae, es sacado del escenario, y reaparece, y (si podemos llevar la imagen un paso más adelante) veremos que la iglesia de Roma es la que hace la vez de mago y mantiene este cadáver vivo”.

Antiguamente, el Imperio Romano estaba dividido en dos regiones: Roma era la capital en Occidente; Constantinopla la de Oriente. Asombrosamente, la imagen de Daniel 2 se refiere a las dos piernas de hierro, siendo éstas el Imperio Romano. Para el año 476 d. C., Roma había sido saqueada por feroces tribus bárbaras de origen germánico (recuerde, fueron los romanos los que apodaron a estos feroces guerreros como los Germani). El Imperio Oriental en Constantinopla estaba virtualmente sin poder. El Imperio Romano fue aniquilado oficialmente.

Para el año 554, el catolicismo había ganado suficiente fuerza como para dominar al mundo. A petición del papa, Justiniano, el más famoso de todos los emperadores en Oriente, movió su gobierno de la difunta división oriental hacia Occidente; a Roma. El imperio fue reavivado temporalmente como el “Sacro Imperio Romano”; a saber, una unión de naciones europeas con un papa romano montando sobre ellas, al igual que una mujer sobre una bestia.

El reinado de Justiniano en Europa Occidental fue efímero. Él murió en el año 565 y el imperio languideció. Fiel a la profecía de Juan en Apocalipsis 17, de su posición en la cima del monte, la bestia descendió a un valle donde entró en hibernación, pero no por mucho tiempo. Incluso antes que Justiniano muriera, había otra presencia política mucho más aterradora emergiendo; una que cambiaría para siempre la cara de la política y de la religión en Europa.

Carlos el Grande

Los francos fueron la primera tribu bárbara en abrazar el catolicismo, pero eso fue con un fin político, no religioso. Principalmente de origen germánico, los francos usaron a la iglesia para apoyar sus políticas de expansionismo, mientras que la iglesia se apoyaba en los gobernantes francos para su protección. Fue una unión basada exclusivamente en la política.

El Reino franco alcanzó el pináculo de su poder durante el reinado de Carlomagno (Carlos el Grande). Antes que Carlomagno emergiera como gobernante mundial, la escena política estaba muy dividida en Europa. Alemania estaba dividida en muchas tribus diferentes. Gran parte de Italia estaba ocupada por los lombardos. Y Bizancio fue reconocido como el sucesor en la región oriental del antiguo Imperio Romano. Carlomagno, junto con el trono papal, cambió más adelante todo eso; pero no sin un gran derramamiento de sangre.

Carlomagno sentía que era su deber defender la iglesia. En el año 774, a petición del Papa León III, Carlomagno entró en el norte de Italia y conquistó el reino lombardo, uniendo a Italia por primera vez en siglos. En 799 Carlomagno vino nuevamente en ayuda del Papa, quien había sido atacado, brutalmente golpeado y echado en prisión, por una banda de conspiradores. Con el apoyo militar de Carlomagno y sus tropas francas, el Papa fue exonerado de todo mal y reintegrado a su oficio eclesiástico.

Al año siguiente, en Roma, mientras Carlomagno estaba arrodillado en oración durante una celebración de la Navidad dentro de la antigua Iglesia de San Pedro, el Papa le colocó una corona sobre su cabeza, declarándolo “el [73avo] septuagésimo tercer emperador del cuarto imperio mundial”.

En este punto, debemos notar que a lo largo de toda la Edad Media, muchos eruditos, teólogos, incluso papas, sabían que el Imperio Romano era el cuarto reino de dominio mundial. Muchos de ellos incluso identificaban este cuarto reino con aquel del cual Daniel habló en su profecía. ¡Por eso los europeos y los católicos, siguieron intentando reavivar el Imperio! La Biblia dice que habría sólo cuatro imperios mundiales. Más adelante diremos más sobre esto.

Como rey de los francos, Carlomagno pudo subyugar a toda tribu germana excepto una: los sajones. Los sajones se aferraron a su propia fe y se negaron (incluso bajo pena de muerte), a someterse al catolicismo romano. Carlomagno estaba determinado a forzar sobre ellos por la espada, su estilo de cristianismo. Durante años los sajones resistieron obstinadamente. En un momento dado, a causa de su total frustración, Carlomagno ejecutó a 4.500 prisioneros sajones. Este acto bárbaro enfureció a los sajones más aún.

Le tomó 30 años a Carlomagno extinguir completamente el problema “sajón”, pero no antes de que muchos miles hubieran sido ejecutados por sus creencias religiosas. Después de más de 18 conquistas contra los sajones, Carlomagno finalmente predominó. Al final, los sajones o se sujetaban al gobierno de Carlomagno, o su desafío acababa en la muerte.

Como emperador del “Sacro” Imperio Romano, Carlomagno sentía que su deber era extender la fe cristiana usando cualquier medio necesario. La Nueva Enciclopedia Británica dice que, “los métodos violentos por los cuales esta tarea misionera fue llevada a cabo, habían sido desconocidos a comienzos de la Edad Media, y el sanguinario castigo administrado a aquellos que quebrantaban el canon de la ley, o continuaban comprometidos en prácticas paganas, provocó críticas aun dentro del propio círculo de Carlos” (Carlomagno, Emperador).

La violencia que Carlomagno usó para dar fuerza a la religión católica romana sobre sus súbditos, ¡era totalmente desconocida en los imperios anteriores! Él forzó sobre todos su marca de cristiandad. Su imperio bien pudo haber tenido lazos distintos a los romanos antiguos, pero ciertamente no era “santo”; incluso cuando tenía una gran iglesia guiándolo.

No obstante, en los siglos posteriores el objetivo de los emperadores subsiguientes era restaurar las tradiciones de Carlomagno, ¡en su afán de resucitar el Imperio Romano! 

Continúa en El profano Imperio Romano (tercera parte)

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