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Is Killing us

JIM WATSON/AFP/GETTY IMAGES/GARY DORNING/TROMPETA

La cura nos está matando

El covid-19 desaparecerá con el tiempo, pero ¿cuál será el impacto a largo plazo de las drásticas contramedidas tomadas para combatir la enfermedad?

En dos rapidísimas semanas de marzo, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Israel y otras poderosas naciones del mundo pasaron de la cautela a la histeria y el encierro . Uno pensaría que las personas estaban cayendo muertas en las calles por millones.

No es así. De los 7.800 millones de personas en la Tierra, sólo unos pocos miles habían muerto por el virus de Wuhan. Sin embargo, estos gobiernos se volcaron hacia el pánico a gran escala.

Claro que este coronavirus en particular parece especialmente contagioso, y presenta un riesgo significativo para las personas con problemas de salud crónicos. Las proyecciones iniciales de los expertos sobre las tasas de mortalidad fueron sorprendentemente altas, algunas de ellas en decenas de millones.

Sin embargo, mientras los políticos, la prensa y el público se obsesionaban con los índices de infección y los recuentos de muertes, la evidencia de que la letalidad del virus era mucho menor de lo que originalmente se creía, fue ignorada. Cuando destacadas autoridades se retractaron de sus peores escenarios, prácticamente nadie lo reportó. El mundo estaba demasiado ocupado ejecutando la respuesta más estricta a una enfermedad nunca antes vista.

Cada día surgían nuevas y más severas restricciones, y las intervenciones más descabelladas tales como: ligas deportivas, suspendidas; vuelos, en tierra; escuelas, cerradas; reuniones públicas, disueltas; compras no esenciales, prohibidas; salir de casa, ilegal; billones de dólares, gastados. Los planes de emergencia del gobierno eran más draconianos que cualquier otra medida moderna en tiempo de paz, y más caros que cualquier otro en la historia.

Sin duda estas medidas salvarán vidas que habrían sido interrumpidas por este virus. Pero también tienen un costo incalculable para nuestras economías, nuestros modos de vida, nuestras libertades civiles, nuestra cohesión social e incluso nuestra salud mental y física. En muchos sentidos parece que las ramificaciones de la reacción al coronavirus apocarán su daño y vivirán más tiempo que el propio virus.

El dios de este mundo

Cuando las personas caen en pánico, tienden a hacer cosas irrazonables. Sea cual sea el grado en que esto haya ocurrido a escala nacional y mundial con esta pandemia, es importante que entendamos por qué este peligro es potencialmente mucho más grave que la amenaza física de un virus contagioso.

Para comprender esto, usted debe entender una verdad fundamental revelada en la Biblia: ¡Éste no es el mundo de Dios! Sí, Dios creó la Tierra y los seres humanos, e interviene en los eventos mundiales para asegurarse de que Su voluntad y Sus profecías se cumplan. Pero Dios no creó los gobiernos, las instituciones y las leyes de este mundo. Usted está viviendo en el mundo de Satanás. Por eso es que la Biblia describe a nuestro mundo actual como malo y dice que el mundo entero está engañado (Gálatas 1:4; Apocalipsis 12:9). Satanás es el dios de este mundo (2 Corintios 4:4). Sin darse cuenta, nuestro mundo moderno de hecho adora a Satanás.

Efesios 2:2 describe a Satanás como “el príncipe de la potestad del aire”. Herbert W. Armstrong comparó al diablo con un maestro de la difusión. Es como si Satanás llenara todas las frecuencias radiales con sus actitudes de egoísmo, venganza, impulsividad, imprudencia, negatividad, engaño y violencia.

“Las personas no se dan cuenta del tremendo poder de Satanás”, escribió él en El misterio de los siglos. “El espíritu humano dentro de cada ser humano está automáticamente sintonizado con la longitud de onda de Satanás” (énfasis añadido en todo). Por eso el mundo es lo que es: un mundo empapado de pecado y sufriendo todas las formas de enfermedades físicas y espirituales (vea Isaías 1:4-6; Jeremías 17:9; Apocalipsis 18:5).

En su artículo de la Trompeta de marzo de 2020, “Estados Unidos ha sido ‘fundamentalmente transformado” (laTrompeta.es), mi padre escribió que mientras Satanás está lleno de odio por la humanidad, su odio por el Israel físico y espiritual es especialmente brutal e irracional. Después de haber sido arrojado a la Tierra alrededor del tiempo de la muerte del Sr. Armstrong en 1986 (Apocalipsis 12:9-12), Satanás inmediatamente lanzó un ataque contra la Iglesia de Dios, la cual es el Israel espiritual (versículo 13). Después de destruir a la Iglesia de Dios Universal y de engañar a la mayoría del pueblo de Dios, Satanás lanzó entonces un aluvión de ataques a las naciones modernas que descendían del antiguo Israel: principalmente EE UU, Gran Bretaña y el Estado judío en Oriente Medio.

La Biblia muestra que Dios ha hecho Su obra a través de los tiempos por medio del Israel físico y luego el Israel espiritual. Por eso, ¡el principal objetivo de Satanás consiste en borrar incluso el nombre de Israel!

Pero el odio y la furia de Satanás no están dirigidos sólo hacia Israel. Como mi padre escribió: “Satanás odia a todo lo que se refiere a Dios”. Él odia el plan de salvación de Dios. Odia que el hombre esté hecho a imagen y semejanza de Dios. Odia que el hombre tenga el potencial de nacer en la Familia de Dios. Odia que Dios se esté reproduciendo a través del hombre. Odia que Jesucristo ya haya calificado para reemplazarlo, y que pronto Cristo establezca el Reino de Dios en la Tierra y gobierne a todas las naciones con vara de hierro (Apocalipsis 2:26-27; 11:15; 19:15). Éste es el verdadero mensaje del evangelio que Jesús proclamó durante Su ministerio terrenal.

Satanás odia esta verdad. Él quiere borrarla. En 2 Corintios 4:4 dice que Satanás cegó a los seres humanos a la verdad del evangelio de Cristo. Satanás es el padre de la mentira (Juan 8:44). Él quiere ocultar la verdad sobre el futuro gobierno de Dios. No quiere que este mundo busque en Dios y en Su ley de amor las soluciones a sus problemas y dificultades. Quiere que permanezcamos sumergidos en la rebelión y la iniquidad (1 Juan 3:8). Satanás es el que está detrás de la hostilidad de la humanidad contra la ley de Dios (Romanos 8:7).

Saber este conocimiento revelado nos permite dar sentido a la histeria provocada por esta enfermedad. Durante los últimos meses se ha visto una gran variedad de comportamientos marcados por la huella del diablo. Comenzó con las prácticas erróneas que produjeron esta enfermedad en los seres humanos. Continuó con la propagación de la enfermedad debido a la ignorancia de las leyes bíblicas de la salud, la sanidad, de higiene y cuarentena. Continuó con el encubrimiento por parte del estado policial del gobierno de China, que trabajó con más ahínco para detener la propagación de las noticias sobre el virus, que para detener el propio virus.

Una vez que el virus se extendió más allá de China, vimos a la Organización Mundial de Salud (oms), una agencia de las Naciones Unidas, proporcionarle tapujo al gobierno comunista chino. El director general de la oms minimizó la gravedad de la enfermedad en enero y dijo que el gobierno de China había hecho un excelente trabajo para contener el virus.

En febrero, tras el juicio político del presidente de EE UU, Donald Trump, vimos inmediatamente a sus enemigos en los medios de comunicación propagando el pánico por el coronavirus. Una avalancha de expertos médicos entró en la escena, equipados con datos incompletos, especulaciones descabelladas y comparaciones aterradoras. Dijeron que millones estaban a punto de morir. Ante las demandas desesperadas de los expertos médicos y de los medios, los gobiernos comenzaron precipitadamente a cerrar economías enteras. Los derechos de los ciudadanos desaparecieron. Una tras otra, como fichas de dominó, naciones enteras se fueron cerrando.

El pánico se generó, no sólo debido a la enfermedad, sino también porque el gobierno se extralimitó. Acaparadores y especuladores vaciaron las estanterías de los supermercados y cargaron sus despensas y armarios con productos de limpieza y rollos de papel higiénico. Al parecer, todos se aprovecharon de la crisis. Los que no lo hicieron, parecían contentos de seguir al confuso y desorientado rebaño hacia el despeñadero.

Enterrada profundamente bajo esta histeria colectiva estaba la primera víctima de este contagio: la verdad; enterrada bajo la información sensacionalista y politizada, bajo el exceso autoritario y un atrevido asalto a la libertad.

El encubrimiento comunista

A mediados de diciembre de 2019, la ciudad china de Wuhan comenzó a presenciar un aumento en los casos de neumonía. Los médicos locales se dieron cuenta que estaban lidiando con una nueva enfermedad y comenzaron a hacer sonar la alarma. Ellos fueron rápidamente silenciados por el gobierno chino.

A finales de mes, después de un brote de varias semanas, China finalmente alertó a la oms de que se trataba de una enfermedad contagiosa desconocida. Durante esas semanas cruciales, 5 millones de personas habían viajado a través de Wuhan. El 15 de enero, el primer caso llegó a EE UU.

El 23 de enero, con la enfermedad ya mucho más allá de sus fronteras, el régimen de China decidió cerrar Wuhan. Hizo cumplir la cuarentena como se esperaría de un gobierno autoritario: drones de la policía vigilaban el tráfico peatonal y gritaban órdenes a las personas que no llevaban mascarillas. El gobierno comenzó a rastrear los teléfonos inteligentes para monitorear a los individuos que pudieran haber estado expuestos al virus. Aquellos que habían estado expuestos no podían simplemente auto aislarse: imágenes de video revelaron que la policía arrastraba a las personas desde sus hogares para ponerlos en campos de cuarentena.

El 30 de enero, el director de la oms, Tedros Adhanom Ghebreyesus, un marxista de Etiopía sin experiencia médica, pero con una notable lealtad a China, declaró la emergencia de salud pública. Él tuiteó: “En muchos sentidos, China está estableciendo un nuevo estándar para la respuesta al brote. Nuestra mayor preocupación es la posibilidad de que el virus se extienda a países con sistemas de salud más débiles...”.

El día siguiente, el presidente Trump tomó la primera acción seria para detener la propagación del contagio al restringir los viajes a EE UU procedentes de China. Un médico citado por el New York Times dijo que esta decisión era “más bien una reacción emocional o política”. El candidato presidencial Joe Biden dijo más tarde que era una histeria y acusó al presidente Trump de xenofobia y alarmismo. Otros detractores llamaron racista al Presidente. Incluso el director general de la oms criticó la prohibición de viajar. El 4 de febrero, dijo: “Tales restricciones pueden tener el efecto de aumentar el miedo y el estigma, con poco beneficio para la salud pública”.

Mientras tanto, los principales medios de comunicación no mostraban interés en el covid-19. El 1 de febrero, el Washington Post publicó este titular: “Contrólate, EE UU. La influenza es una amenaza mucho más grande que el coronavirus, por ahora”. El USA Today aseguró que “El coronavirus es aterrador, pero la influenza es más mortal y más generalizada”. En ese momento, los líderes de la opinión estaban demasiado ocupados tratando de condenar al presidente Trump de abuso de poder y obstrucción del Congreso, y así poder destituirlo de su cargo.

El 5 de febrero, el Senado absolvió al Sr. Trump. Las redes de los medios de comunicación demócratas, se volcaron inmediatamente hacia la historia que habían ignorado durante semanas: el coronavirus.

Convirtiendo la crisis en un arma

El 12 de febrero, el Dow Jones Industrial Average alcanzó un máximo de 29.551, su marca más alta en la historia. No se quedó allí por mucho tiempo. Para ese momento, el covid-19 ya se estaba extendiendo rápidamente en Irán y en el sur de Europa. Hasta ahí, el presidente Trump había sido el único líder occidental en tomar medidas para contener el brote. Pero de repente, los entendidos comenzaron a decir que él no estaba haciendo lo suficiente.

En un mitin de campaña en Carolina del Sur el 28 de febrero, el presidente Trump acusó a los demócratas y a los principales medios de utilizar la epidemia para tratar de destruir su presidencia. “Éste es su nuevo fraude”, dijo él. La izquierda radical lo acusó rápidamente de haber dicho que el propio virus era un fraude.

A finales de febrero, el columnista Roger Kimball predijo: “Nadie sabe exactamente hasta dónde o a qué velocidad se propagará el coronavirus. Ni tampoco nadie sabe aún cuál será el número de víctimas. (...) Pero esos que están prediciendo (a veces sus ansias hacen que parezca que lo están deseando) algo tan mortal (…) como la epidemia de gripe española de 1918 (en la que murieron unos 50 millones de personas), es probable que se decepcionen” (Spectator, 28 de febrero).

El día después de su mitin en Carolina del Sur, el presidente Trump pidió la calma. “Pedimos respetuosamente a los medios y a los políticos que no hagan nada que incite al pánico”, dijo. “No hay ninguna razón para que haya pánico en absoluto. Esto es algo que está siendo manejado profesionalmente”.

En Europa, muchos líderes de opinión entraron en pánico por otras razones. Los expertos médicos decían que la enfermedad se estaba propagando tan rápidamente que los sistemas de salud nacionalizados de Europa se verían rebasados de pacientes enfermos. Era necesario hacer algo drástico para “aplanar la curva”.

Una tormenta perfecta

El 3 de marzo, Tedros, el director de la oms, quien había alabado a China por contener el virus y criticado al presidente Trump por la prohibición de viajar, hizo este impactante anuncio: “A nivel mundial, cerca del 3,4% de los casos de covid-19 reportados han muerto. En comparación, la gripe estacional generalmente mata a mucho menos del 1% de los infectados”.

Resulta que Tedros estaba asustando al mundo con matemáticas deshonestas. Él basó la tasa de mortalidad de la influenza en el número estimado de personas infectadas con la gripe común cada año. Él basó la alarmante cifra del 3,4% en el número de casos conocidos de coronavirus, aquellos que realmente dan positivo para la enfermedad. (La gran mayoría de los infectados nunca se hacen la prueba). Otros expertos emitieron predicciones de tasas de mortalidad aún más atroces, algunas tan altas como el 4 y el 5%.

Para su crédito, el presidente Trump descartó estas predicciones aterradoras. Él dijo el 5 de marzo que la tasa de mortalidad del 3,4 era un “número falso” debido a todos los casos leves de coronavirus que nunca se reportaron a los médicos. En cuanto a la tasa de mortalidad real, el Sr. Trump dijo que creía que el número estaría “muy por debajo del 1%”. Fue acusado de ser ignorante e irresponsable debido a esto. Él ni siquiera cree que el virus sea real, dijo la izquierda radical.

El 9 de marzo, los medios de comunicación anti-Trump de EE UU ya habían visto lo suficiente. El principal corresponsal médico de cnn, Sanjay Gupta, dijo: “A partir de hoy, notarán que cnn está usando el término pandemia para describir el actual brote de coronavirus. No es una decisión que tomamos a la ligera. Aunque sabemos que suena alarmante, no debería causar pánico”; lo que precisamente ocurrió de inmediato. Ese mismo día, la bolsa de valores de EE UU se hundió más de 2.000 puntos.

¿Por qué cnn se adelantaría a la Organización Mundial de Salud y a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades al declarar el covid-19 como pandemia? Porque, al igual que mucho de lo que cnn hace ahora, su objetivo organizativo no es informar sobre las noticias, sino fabricarlas. Y gran parte de ellas para perjudicar al Presidente.

La comentarista de Fox Business, Trish Regan, lo notó en su programa el mismo día que Gupta estaba inflamando la histeria del coronavirus. Ella acusó a la izquierda radical de usar la crisis de salud como un arma contra Donald Trump sin importar cuánto pudiera perjudicar a la economía de EE UU y a los estadounidenses en general. Esto provocó una tormenta de críticas y, al final de la semana, los ejecutivos de Fox News habían suspendido a Regan, sometiéndose a la presión de los izquierdistas que denunciaron a la cadena por “restarle importancia” a la crisis y encubrir la “mala gestión” del presidente Trump. Más tarde la despidieron.

La oms siguió el ejemplo de cnn el 11 de marzo, declarando el covid-19 como una pandemia mundial. El presidente Trump respondió ampliando la prohibición de viajar para incluir los vuelos procedentes de Europa. El 13 de marzo, declaró emergencia nacional.

Pero las medidas adoptadas, por muy drásticas que fueran, apenas habían comenzado.

Ciencia basura

Conjuntamente con la izquierda radical, la red demócrata de los medios, la oms y el gobierno comunista de China, muchos científicos y expertos médicos occidentales estaban disponibles para crear modelos, tablas, gráficos e informes aterradores para mostrar que el covid-19 era una catástrofe en potencia. Para EE UU y Gran Bretaña, el equipo de expertos más autorizado e influyente provenía del Imperial College de Londres. El New York Times escribió: “Con vínculos con la Organización Mundial de la Salud y un equipo de 50 científicos encabezados por Neil Ferguson, un prominente epidemiólogo, el Imperial College es tratado como una especie de estándar de oro, y sus modelos matemáticos contribuyen directamente a las políticas gubernamentales” (17 de marzo).

¿Qué descubrió el “estándar de oro” de la investigación científica acerca del covid-19 y su amenaza a la sociedad? Según el modelo Imperial, si no tomamos medidas para detener la propagación del virus, 510.000 personas en Gran Bretaña y 2,2 millones en EE UU morirían de la gripe de Wuhan. “Este tipo de cifras son muy preocupantes para los países con sistemas de salud de primer nivel”, escribió el Washington Post. “Son aterradoras para los países menos desarrollados, dicen los expertos en salud mundial” (17 de marzo). En otras palabras, si EE UU y Gran Bretaña pierden 2,7 millones de personas, piensen en lo que eso significa para el resto del mundo.

El informe de Ferguson del 16 de marzo comenzó diciendo que la amenaza a la salud pública del covid-19 “es la más grave que se ha visto en un virus respiratorio desde la pandemia de gripe H1N1 de 1918”. Decía que si los gobiernos de Gran Bretaña y EE UU usaran medidas más ambiciosas para mitigar la propagación (aislamiento de los enfermos, cuarentena en los hogares y distanciamiento social de los ancianos), podrían reducir el número de muertes a 1,1 millones en EE UU y a 260.000 en Reino Unido.

“Por último”, declaró el Post, “si el gobierno británico rápidamente hiciera todo lo posible para suprimir la propagación del virus con el objetivo de invertir el crecimiento de la epidemia y reducir el número de casos a un nivel bajo, el número de muertos en el país podría caer por debajo de los 20.000. Para ello, dijeron los investigadores, Gran Bretaña tendría que imponer un distanciamiento social para toda la población, aislar todos los casos, exigir la cuarentena de hogares enteros en los que alguien esté enfermo y cerrar todas las escuelas y universidades”.

En otras palabras, hagan lo que los chinos hicieron en Wuhan: encierro total. Recuerden que la represión de China fue elogiada por Tedros como un “nuevo estándar” para enfrentar los brotes. Y los representantes occidentales ven al equipo de epidemiólogos de Ferguson como el “estándar de oro” de la investigación científica y la teoría. No fue sorpresa ver que el equipo Imperial (con sus “vínculos con la oms”) llegara a la misma conclusión que la oms.

Ferguson le dijo al New York Times: “Basado en nuestras estimaciones y las de otros equipos, realmente no hay otra opción que seguir los pasos de China y reprimir”. Sigan el ejemplo de la China comunista, o millones y millones de personas caerán muertas.

¿Y por cuánto tiempo los gobiernos occidentales tendrían que imponer cierres al estilo comunista? El modelo del “estándar de oro” recomendó que hasta 18 meses. Cierres, distanciamiento social de toda la población, imponer una cuarentena a los enfermos y sus familias... ¡durante un año y medio! Aun así, la proyección de muertes en Reino Unido sería de 20.000 personas. Según la bbc, este escenario representaba un “buen resultado” para Gran Bretaña.

Los grupos de trabajo del covid-19 en Londres y Washington aceptaron el catastrófico pronóstico del Imperial sin objetar. Como el New York Times opinó: “No fueron tanto los números en sí mismos, por más aterradores que fueran, sino quién los reportó: el Imperial College de Londres”.

El “estándar de oro” había hablado: el encierro es nuestra única opción.

El gobierno de los expertos

Antes que el Imperial hablara, los gobiernos de Gran Bretaña y EE UU estaban a favor de promover directrices de sentido común: lavarse las manos con frecuencia, estornudar o toser en el brazo doblado, quedarse en casa si se está enfermo, etc. Tanto el presidente Trump como el primer ministro británico Boris Johnson, se mostraron reacios a usar agencias del gobierno para hacer cumplir directrices más estrictas. El virus podría propagarse más rápidamente sin medidas estrictas, razonaron ellos, pero la gran mayoría de las personas sobrevive y desarrolla una mayor “inmunidad colectiva”, que ayuda a proteger al público de la enfermedad en caso de que ésta regrese la próxima temporada.

Durante el fin de semana del 14 y 15 de marzo, las administraciones de Trump y Johnson fueron informadas sobre el pronóstico del Imperial College. El repentino y profundo impacto que este modelo tuvo en ambos países, y en el mundo, fue desastroso.

El propio especialista médico del Presidente, el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, Anthony Fauci, estuvo en los programas del domingo 15 de marzo diciendo: “Si parece que usted está exagerando, probablemente está haciendo lo correcto”. Incluso si usted es joven y saludable, dijo él, podría ser un “portador” que puede propagarlo sin darse cuenta.

El 16 de marzo, el grupo de trabajo covid-19 del presidente Trump lanzó su campaña de 15 días para “detener la propagación”. Durante la sesión informativa, el Presidente hizo hincapié en las directrices de sentido común, pero también advirtió a todos los estadounidenses que evitaran las reuniones de más de 10 personas y eliminaran los viajes no necesarios; también pidió a los ancianos y a las personas vulnerables que se pusieran en cuarentena.

El primer ministro Johnson también alentó al público británico a tomar medidas más drásticas para detener la propagación. Después de su discurso público, el equipo de Johnson informó a los reporteros (fuera de cámaras) sobre “números astronómicos de algunos de los principales modelistas británicos de enfermedades infecciosas”; se referiría a la predicción de 20 páginas de Neil Ferguson sobre sus 2,7 millones de víctimas sólo en EE UU y Gran Bretaña. Según el Washington Post, el pronóstico de Ferguson fue “rápidamente aprobado por el gobierno de Johnson” y “también influyó en la planificación de la administración de Trump”.

En la sesión informativa de Trump en Washington, la Dra. Deborah Birx se refirió a los modelos en los que el grupo de trabajo del coronavirus había estado trabajando con “grupos en el Reino Unido”. Fue el pronóstico de Ferguson, escribió el New York Times, el que “desencadenó un cambio repentino” en la “respuesta comparativamente relajada de EE UU y Gran Bretaña al virus”. Por lo tanto, fue el modelo del Imperial College (basado esencialmente en el modelo de la oms, el cual se basó esencialmente en el modelo de la China comunista) lo que “empujó” a EE UU y al Reino Unido a tomar las medidas que los transformarían fundamentalmente, de un modo que una enfermedad contagiosa jamás podría haberlo hecho.

‘World War Flu’

La semana anterior a la publicación del modelo Imperial, el primer ministro italiano Giuseppe Conte impuso una cuarentena nacional en Italia. Esto sucedió después de los cierres anteriores en las regiones de Lombardía y Lodi. El 14 de marzo, España y Francia cerraron sus fronteras, cerraron negocios y expulsaron de las calles a la gente.

En EE UU, el cambio fue rápido. El 10 de marzo, el alcalde de la Ciudad de Nueva York, Bill de Blasio, dijo que para la mayoría de las personas, esta enfermesdad “básicamente actúa como un resfriado común o gripe” y que los ancianos y los enfermizos eran los más vulnerables. Él dio directrices de sentido común para que los residentes de la ciudad recordaran proteger a los ancianos. Pero en general, los neoyorquinos son “bastante resistentes”, dijo, y añadió que “no podemos encerrarnos a causa de un temor excesivo”. Sólo cuatro días después, este mismo alcalde dijo que su personal estaba en una “situación de crisis total” y que habían entrado en una “dinámica de tiempo de guerra”.

Muchos gobernadores de estados [departamentos] y alcaldes de ciudades siguieron un patrón similar. Ese mismo fin de semana, el gobernador de Ohio, Mike De Wine, ordenó cerrar todos los bares y restaurantes. Él tuvo que tomar esta acción porque su principal asesor médico le dijo que Ohio ya tenía 100.000 casos de covid-19 y que se duplicarían cada seis días. Dijo que los hospitales tenían que prepararse para la inundación. Apenas unos días de la crisis y el covid-19 ya estaba cerrando a EE UU de una manera que la Segunda Guerra Mundial nunca lo hizo.

El sensacionalismo de los medios jugó un papel importante en avivar el miedo y el pánico. La columnista Peggy Noonan escribió el 12 de marzo: “El ‘no entrar en pánico’ es un pésimo consejo” y escribió que “A veces la paranoia es sólo sentido común”.

El 14 de marzo, el New York Times “informó” que hasta 214 millones de estadounidenses podrían estar infectados, que 21 millones podrían requerir hospitalización y que 1,7 millones podrían morir. Este asesino invisible causaría estragos durante meses, quizás más, y tendríamos que declararle la guerra para detenerlo.

El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, dijo el 13 de marzo: “Creo que esto podría ser un asunto de seis, siete, ocho, nueve meses, observando la trayectoria del virus”. El coronavirus, dijo un titular de Bloomberg, cambiaría durante años la forma en que compramos, viajamos y trabajamos.

La solución: el socialismo

¿Será una coincidencia que estas alarmantes predicciones tengan importantes ramificaciones políticas? ¿Será una coincidencia que las soluciones exigidas por la prensa y la izquierda política sean intervenciones socialistas masivas? ¿Será coincidencia que desobedecer las directrices del covid-19 pareciera ser el nuevo racismo, y que los gobiernos estén animando a las personas a denunciar a sus vecinos por “crímenes” tales como tomar una caminata?

¿Está interrumpiendo la agenda de la izquierda radical la reacción del coronavirus, o es parte de ella?

En la semana siguiente a la publicación del modelo Imperial, el gobierno del primer ministro Johnson estableció las bases para un cierre total en Gran Bretaña. En promedio, todos los años mueren 17.000 personas en Reino Unido debido a la influenza; los expertos dijeron que el covid-19 sería mucho peor. El Guardian informó que la crisis sanitaria podría durar hasta bien entrado el próximo año y que 7,9 millones de personas podrían ser hospitalizadas. Al final, ¡hasta el 80% de los británicos podría ser infectado! Y con una tasa de mortalidad entre el 1 y el 3,4%, el número de muertes por covid-19 quedaría entre 500.000 y 1,8 millones de personas, sólo en el Reino Unido.

El ministro de Salud del Reino Unido dijo que cualquiera que tenga más de 70 años tendría que aislarse en sus casas durante cuatro meses. El director médico británico aconsejó a las personas que se prepararan para meses de restricciones de emergencia. “No se trata de dos semanas y ya”, dijo él. “Este es un período de tiempo significativo”. El 20 de marzo, Boris Johnson exhortó a todos los bares, restaurantes, cines y gimnasios a que cerraran. En ese momento sólo 177 personas en todo el Reino Unido habían muerto, a causa del virus.

Mientras tanto, el ministro de Hacienda Rishi Sunak, preparó de prisa a Gran Bretaña para una rápida transición a una economía de guerra. El Spectator calificó el plan de Sunak como “uno de los experimentos más radicales de la teoría económica moderna” (20 de marzo). Esto les permitió a las empresas aplazar el impuesto sobre el valor agregado, a reducir los impuestos de los trabajadores independientes y obligó al propio gobierno a pagar el 80% de los salarios de los trabajadores que no pudieran trabajar debido a la cuarentena del gobierno. “Es la intervención más amplia en la economía jamás realizada por un gobierno supuestamente de libre mercado en cualquier parte del mundo. De hecho, pronto todos estaremos trabajando para el gobierno” (ibíd.).

Tanto los liberales como los conservadores pidieron al gobierno del Sr. Johnson que abrazara plenamente el socialismo para salvar la economía británica. ¡Y él lo hizo! Económicamente, sólo se necesitaron unos pocos días de histeria de covid-19 para convertir a Johnson y a los conservadores en un ejército de copias de Jeremy Corbyn.

El 23 de marzo, el Sr. Johnson bajó el nivel de la libertad británica. En un discurso televisado a nivel nacional, ordenó a los británicos quedarse en casa, excepto para “propósitos muy limitados”, y que evitaran las reuniones públicas de más de dos personas. Como parte de la prohibición nacional, el primer ministro también ordenó que se cerraran todas las tiendas que vendieran productos “no esenciales”.

Increíblemente, la nación de la Carta Magna, del Habeas Corpus y de la Carta de Derechos fue puesta bajo arresto domiciliario en masa. Más increíble aún, al público británico no pareció importarle. Una encuesta de YouGov reveló que el 76% de la población británica apoyaba “firmemente” el encierre nacional. La mayoría de los comentaristas y líderes influyentes también elogiaron las medidas.

La revista británica online Spiked, se maravilló de la casi total ausencia de disidencia sobre la decisión: “Los instintos autoritarios de las clases parlanchinas se han mostrado en toda su plenitud en esta crisis”, escribió el editor Brendan O’Neill. “Lo pueden ver en sus peticiones diarias para que Boris Johnson convierta el Reino Unido en un estado policial. Pueden verlo en sus miradas burlonas hacia las personas que visitan los parques o dan un paseo por la playa. Y lo pueden ver más inquietantemente en su implacable rabia contra cualquiera que se desvíe del guión del covid-19 y se pregunte si clausurar la sociedad es realmente lo correcto” (23 de marzo).

‘Se supone’ que debemos hacer

El día después que Boris Johnson cerró Gran Bretaña, Narendra Modi cerró la India. En ese momento, su nación de 1.300 millones de personas sólo había sufrido 10 muertes relacionadas con el covid-19. El decreto de Modi desencadenó una carrera inmediata a las tiendas en todo el país. La bbc informó que: “Los corresponsales dicen que no está claro cómo, o incluso si es que, se permitirá ahora que las personas salgan a comprar alimentos y otros artículos de primera necesidad” (25 de marzo).

El mismo día, un reportero cuestionó al presidente Trump acerca de las pesadas contramedidas de EE UU contra el covid-19. Él señaló a los expertos médicos. Dijo que “unas cuantas personas” entraron a su oficina y dijeron: “Tenemos que cerrar el país”. El Presidente añadió que, si no hubiera tomado estas medidas draconianas, EE UU habría sido “increíblemente criticado”. Luego hizo este comentario: “De alguna manera se corrió la voz de que esto es lo que se supone que debemos hacer”.

Esto nunca ha sido hecho antes, pero de alguna manera, se supone ser lo que todos debemos hacer. Ésta es la nueva normalidad. Ésta es “World War Flu” (la Guerra Mundial de la Gripe). Estamos luchando por nuestra supervivencia, y de repente todos hemos decidido que una especie de totalitarismo de salud pública es nuestra única esperanza.

La misma semana en que el presidente Trump dio a conocer su plan de 15 días para detener la propagación, el Departamento de Seguridad Nacional comenzó a distribuir pases a las empresas de comunicación que les permitían acceder a sus instalaciones, viajar “durante los toques de queda y los períodos de viaje restringidos”, durante estos tiempos de incertidumbre. Antes de 2002, la Seguridad Nacional ni siquiera existía. Actualmente, tiene 240.000 empleados y el poder de decidir qué estadounidenses son lo suficientemente importantes como para viajar sin ser molestados.

Luego, la última semana de marzo, el Congreso aprobó la Ley de Asistencia Social por 2,2 billones de dólares, el mayor proyecto de ley para gastos en la historia de la civilización humana.

La ley “cuida” de los estadounidenses en general, y también del Centro Kennedy, y de los Archivos Nacionales, de la nasa, del Servicio Forestal, la Fundación Nacional de las Artes y Humanidades, y del Instituto de Cultura y Desarrollo de las Artes de los Indígenas Norteamericanos y Nativos de Alaska, los cuales recibieron una generosa “ayuda” debido al coronavirus.

Kimberley Strassel escribió en el Wall Street Journal lo siguiente: “Un cálculo aproximado sugiere que el mayor receptor de dólares de los contribuyentes en esta legislación (que supera los 600.000 millones de dólares), es el propio gobierno” (26 de marzo). Como dicen a menudo los liberales, ¡nunca dejes que una crisis se desperdicie! (...) Esta legislación puede ser la mayor expansión en un solo día del poder gubernamental, en la historia”.

La “cura” de EE UU para la crisis no es muy diferente a la de Gran Bretaña: ampliar el poder del gobierno central, expandir el estado de bienestar social, e hipotecar nuestro futuro y el de nuestros hijos.

El representante republicano Thomas Massie, cometió el error de aferrarse a un principio de gobierno constitucional representativo: él exigió que todos los miembros del Congreso estuvieran presentes en la votación del proyecto de ley de 2,2 billones de dólares, retrasando así la votación de la Cámara. Él dijo que los legisladores deberían ser responsables de alguna manera por el mayor gasto en la historia de la humanidad, al menos firmando sus nombres en él. A juzgar por la corrosiva reacción a Massie, se podría haber pensado que él era responsable por la propagación del covid-19. El presidente Trump llamó a Massie un “gran abanderado de tercera categoría” que sólo quería “publicidad”. Los republicanos pidieron a Massie que perdiera sus elecciones primarias, ante otro retador republicano en el próximo ciclo electoral. El exsecretario de Estado, John Kerry, dijo que Massie debía “ser puesto en cuarentena para prevenir la propagación de su estupidez masiva”.

Massie se convirtió en el hombre menos popular de Washington, por exigir un conteo registrado del voto en lugar del “voto verbal” anónimo dirigido por Nancy Pelosi (presidenta de la Cámara de Representantes) y preferido por casi todos los demás miembros poderosos del Congreso. Pelosi reunió rápidamente suficientes representantes en la cámara para derrotar a Massie y el voto verbal llevó fácilmente el proyecto de ley al gabinete del Presidente.

Más tarde, el representante de Nueva York, Peter King, afirmó que si alguien en el Congreso se infectara con el virus por tener que estar presente en el capitolio para derrotar a Massie, éste tendría las manos manchadas de sangre.

Así es como funcionan las cosas durante esta “dinámica de tiempos de guerra”. Las normas constitucionales son suspendidas. Los encierros son comunes. El gran gobierno determina quién es esencial. Y los rescates financieros obscenamente enormes, no encuentran resistencia en el Congreso.

Cualquiera que tenga el atrevimiento de cuestionar estas normas y reglamentos de tiempos de guerra, debe ser inmediatamente silenciado o tachado de hereje. Todos deben aceptarlo. Esto es lo que “se supone” que debemos hacer.

La aun evasiva tasa de mortalidad

El 21 de marzo, Medium publicó un artículo cuestionando muchas de las predicciones para el covid-19. Para el autor Aaron Ginn, un tecnólogo de Silicon Valley sin antecedentes en medicina ni enfermedades infecciosas, los números no cuadraban. Señaló que a medida que las pruebas de detección del virus aumentaran, la tasa de mortalidad inevitablemente disminuiría. EE UU y Alemania son los dos países que más se han sometido a pruebas de detección de la enfermedad y tienen tasas de mortalidad del 1,7 y 0,78% en el momento de escribir este artículo. Estas tasas eran más altas que las de la gripe de temporada, pero nada parecido a lo que Tedros predijo el 3 de marzo.

La tasa de mortalidad del 0,1 para la gripe de temporada se basa en el número estimado de casos de gripe, no en los pacientes que se someten a las pruebas. Como no sabemos el número de casos leves de covid-19 que no son reportados, la tasa de mortalidad real de la enfermedad es probablemente mucho más baja que el 1%. Éste fue el punto principal de la publicación de Ginn. Pero pronto fue borrado por violar las reglas de Medium.

A medida que surge más información sobre la crisis del covid-19, no es Ginn quien está demostrando estar equivocado, sino los expertos en salud pública.

El 25 de marzo, sólo nueve días después de publicar su aterrador informe, Neil Ferguson dijo a los miembros del Parlamento británico que el número de muertes en el Reino Unido podría terminar siendo “sustancialmente inferior” a 20.000. Además, testificó que el impacto general en las muertes en Reino Unido este año podría ser insignificante, porque de todos modos la mayoría de las víctimas del covid-19, habrían muerto por otras complicaciones de salud.

Si Ferguson hubiera dicho algo de esto sólo unos días antes, podría haber evitado que EE UU y Gran Bretaña se lanzaran de cabeza al abismo financiero.

Incluso con su pronóstico recientemente revisado, Ferguson cree que el gobierno del Reino Unido hizo bien en cerrar. Dijo que probablemente salvó al Servicio Nacional de Salud del desastre, pero reconoció que debido al impacto económico, estaremos pagando por esto “durante las próximas décadas”.

En algún momento, el covid-19 desaparecerá. Pero la “cura” permanecerá.

El día siguiente que Ferguson se retractara discretamente de su modelo Imperial, otro estudio en EE UU recibió mucha atención. Se titulaba: “Muertes por el virus en EE UU podrían superar las 80.000 a pesar del confinamiento”. Con la mayor parte de EE UU ahora pegada al rastreador de muertes diarias, este estudio fue usado para incitar más miedo e histeria. Sin embargo, la verdad detrás del titular es que representaba otro retroceso rápido de las proyecciones originales de una devastación similar a la gripe española. Ochenta mil muertes por coronavirus no es una repetición de la pandemia de 1918. Es más comparable a la feroz temporada de gripe de 2017-2018, cuando 45 millones de estadounidenses fueron infectados, 810.000 fueron hospitalizados y 61.000 murieron (tasa de mortalidad de 0,14%). Eso ocurrió hace dos años. Y a nadie le importó.

Sanjay Gupta de la cadena cnn también cambió su opinión el 27 de marzo: “La gran mayoría de las personas, incluso si son ancianas, no van a necesitar hospitalización. La gran mayoría se va a recuperar. La gran mayoría no va a morir”. Sólo una semana antes, Gupta había dicho que los hospitales de EE UU no estaban preparados para lo que estaba a punto de suceder. Y la semana anterior a eso, cuando Gupta declaró el covid-19 como una pandemia, se basó en estudios de casos en China que indicaban que el 5 por ciento de los infectados se ponían gravemente enfermos.

Incluso Anthony Fauci, que originalmente había dicho que el covid-19 era “10 veces más letal” que la gripe común, escribió en el New England Journal of Medicine del 26 de marzo: “Cuando se asume que el número de casos asintomáticos o mínimamente sintomáticos es varias veces mayor que el número de casos reportados, la tasa de fatalidad puede ser considerablemente menor al 1%. Esto sugiere que las consecuencias clínicas generales del covid-19 pueden ser, en última instancia, más parecidas a las de una influenza de temporada severa (...) o a una influenza pandémica”.

Después que el virus muera

A finales de marzo, el presidente Trump insinuó un posible fin a la locura del encierro, lo antes posible. “No podemos permitir que la cura sea peor que el propio problema”, dijo el 22 de marzo.

Dos días después, durante una reunión virtual de ciudadanos por Fox News, el Presidente habló de lo contagiosa y mortal que puede ser la influenza, pero que EE UU nunca se cierra. No podemos dejar que este virus destruya nuestro país, dijo. “Tenemos que volver al trabajo”. Él sugirió el 12 de abril como una posible fecha para reabrir la economía del país.

Esta declaración alarmó a los expertos. A pesar de que estaban reduciendo drásticamente sus proyecciones de víctimas mortales, EE UU aún estaba en grave peligro. Fauci corrió a los medios, diciéndoles que EE UU podría perder de 100.000 a 200.000 personas incluso bajo un estricto encierro. El Presidente nuevamente decidió aceptar ese consejo y extendió las directrices de distanciamiento social hasta finales de abril. Como ve, los expertos tienen razón, aun cuando se equivocan espectacularmente.

En cuanto a los medios de comunicación izquierdistas, ellos están comprometidos con causar el sensacionalismo con esta crisis durante el mayor tiempo posible. Cuanto más tiempo dure, más se beneficiarán sus ratings y sus objetivos políticos. Aunque las primeras encuestas sugerían que la mayoría de los estadounidenses estaban satisfechos con la forma en que el presidente Trump manejó la crisis, las redes de los medios demócratas, saben que la única posibilidad del éxito en las urnas en noviembre es si el número de muertes por el coronavirus sigue aumentando, y la bolsa de valores y la economía siguen bajando.

Cuando EE UU finalmente abra de nuevo sus puertas al trabajo, el Presidente parece confiado en que habrá un cambio de dirección: “Regresaremos fuertes”, dijo. Y eso bien pudiera ser verdad, al menos a corto plazo.

¿Pero cuál será el costo a largo plazo de todas estas “curas”? Una vez que el virus disminuya, ¿retirarán los gobiernos los programas socialistas y soltarán las riendas autoritarias? ¿Acaso la izquierda radical dejará de lado sus implacables, irracionales y viciosos ataques contra la presidencia y los principios fundamentales de EE UU? ¿Será éste el fin de los reportajes sensacionalistas y alarmistas? ¿Volverán los equipos de expertos a la universidad y corregirán los errores que ayudaron a incitar el pánico mundial y el colapso económico?

Ya hemos visto grandes cantidades de personas que se han excitado hasta la histeria. El mundo se ha vuelto cada vez más radical, emocional y lleno de pánico, especialmente en las últimas décadas. Pero nada ha ilustrado esto, como la reacción al covid-19.

Paramos el mundo, suspendimos nuestra república constitucional, paralizamos las economías, llevamos a millones de personas al desempleo, debilitamos la bolsa de valores, gastamos más dinero que nunca antes, expandimos masivamente y empoderamos al gobierno y aumentamos el tamaño del bienestar social estatal. Al final, ¿demostrará que todo será en rápida respuesta al equivalente de, como dijo el Dr. Fauci, una mala temporada de gripe?

Nada de esto tiene sentido, a menos que nos demos cuenta de que todo se debe a una causa. No estoy hablando de los izquierdistas en EE UU o en otros países, estoy hablando de la fuente original. Esa fuente singular es, Satanás el diablo.

Satanás es un ser espiritual maligno, verdadero y real. Él está activo en el mundo. De hecho, tiene poder para influenciar a las personas, y ha logrado engañar con éxito a todo el mundo. Como dice Efesios 2:2, el dios de este mundo no es Dios el Padre, ni Jesucristo. ¡Es Satanás! Eso es lo que dice la Biblia. ¿No es eso lo que usted está viendo en las noticias en este momento?

¡Es crucial entender cómo Satanás se aprovecha de las emociones fuera de control! “Siempre que hay gente peleando para sobrevivir y las emociones se desenfrenan”, escribió mi padre, “¡el diablo siempre va a aprovechar eso!” (Estados Unidos bajo ataque )

Ya sea que el covid-19 haya afectado o vaya a afectar su salud, su fuente de ingresos o sus libertades, es necesario que usted tome nota de lo que acaba de suceder en el mundo. La reacción inmensamente poderosa y autodestructiva a una mala temporada de gripe, muestra el poder de Satanás para aprovecharse de las emociones. Él puede causar estragos en todo el mundo. Y también puede hacerlo en su vida. La batalla aquí no es sólo contra un virus o la confusión o la desinformación o una agenda. Para el mundo y para usted individualmente, es contra Satanás. El mundo no lo verá hasta que sea demasiado tarde. Pero, ¿lo verá usted? 

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