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REESE ZOELLNER/LA TROMPETA

La apostasía del primer siglo

La verdadera historia de la verdadera Iglesia de Dios Y su guerra de 2,000 años con la gran iglesia falsa (Capítulo 3)

Continuación de El origen de la gran iglesia falsa

Aunque se titula los “Hechos de los Apóstoles”, el libro de los Hechos trata esencialmente de los eventos que rodean el ministerio de un apóstol: de Pablo. Él fue llamado especialmente para llevar el evangelio a los gentiles (Romanos 15:16). La mayor parte de la historia en Hechos trata de los episodios que rodean a las iglesias gentiles que Pablo levantó. Geográficamente, la mayoría de los eventos tienen lugar al norte y noroeste de Jerusalén. Esta geografía incluye el territorio conquistado por el Imperio Romano.

Estos hechos son necesarios para entender por qué Lucas escribió este libro. El propósito de Hechos era exponer un movimiento religioso creciente, profetizado de ser una amenaza a la Iglesia de Dios. Ese sistema religioso iniciado por Simón el Mago y que se llamaba a sí mismo cristiano, era una nueva versión de la antigua religión de los misterios babilónicos. A fin de cuentas, este movimiento fraudulento formó una alianza política y religiosa impía, centrada en Roma. Su objetivo final era sofocar la verdad de Dios, acabar con Su pueblo, ¡y convertirse en la única iglesia “cristiana” del mundo!

Ninguna otra iglesia cristiana falsa se acercó al tamaño y poder de la que Simón el Mago levantó.

Jesucristo les había advertido a los discípulos diciendo: “Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra” (Juan 15:20). ¡Inmediatamente las palabras de Jesucristo se volvieron completamente ciertas!

La persecución impulsa la Obra

Dios usó la persecución de Su pueblo para un propósito importante. “Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos. Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús. Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor” (Hechos 11:19-21). Dios usó a estos cristianos dispersos para convertir a un “gran número”. Los discípulos se volvieron más fervientes. Ellos sabían por qué estaban siendo perseguidos; ¡por obedecer a nuestro Dios de amor! Esto les hizo darse cuenta más profundamente de cuán malvado es este mundo. Por eso se dedicaron con más urgencia a ayudar a la Obra de Dios. De esta manera, la persecución causó que el evangelio fuera llevado al norte y al occidente, hacia Europa.

Esta historia tiene una lección alentadora para nosotros hoy. A menudo Dios impulsa Su Obra en medio de la persecución.

Los discípulos fueron expulsados de la comunidad judía. Como resultado, ¡ellos comenzaron a predicar el evangelio al mundo! Bajo la dirección de los apóstoles, la Obra y la Iglesia se trasladaron gradualmente a los límites del Imperio Romano.

Dios comisionó a Pedro, el apóstol jefe, a supervisar el anuncio del evangelio a las 10 tribus perdidas de la casa de Israel y a los judíos. Esta comisión llevó a Pedro al norte y al occidente de Jerusalén, incluso hasta las Islas Británicas. Los otros 11 apóstoles ayudaron a Pedro a difundir el evangelio a las 10 tribus (Mateo 10:5-6).

La historia y la tradición secular nos dicen que Andrés fue a la zona norte de Asia Menor y trabajó en el área del Mar Negro y Crimea. Juan trabajó en la región del Mediterráneo oriental. Jacobo, el hermano de Juan, se quedó en Jerusalén y fue martirizado por Herodes allí (Hechos 12:1-2). Felipe trabajó en Escitia y en la Galia (Francia). Mateo también trabajó en Escitia y Etiopía. Bartolomé fue a Silesia, Armenia y alrededor del Mar Caspio. Tomás fue a la meseta iraní y posiblemente llegó incluso a la India. Tadeo fue a las regiones de la alta Mesopotamia y de Asiria. Matías fue a Macedonia, Dacia y Europa central. Jacobo Alfeo fue a España, Gran Bretaña e Irlanda. Simón el Zelote fue al norte de África y a Gran Bretaña.

Pablo tenía un llamado especial aparte de los otros 12 apóstoles. La comisión principal de Pablo era llevar el evangelio a los gentiles. Jesucristo le dijo directamente que no podía trabajar en Jerusalén (Hechos 22:18-21). En muchos sentidos, ésta fue una decisión muy práctica. Pablo no podía ser usado efectivamente en Jerusalén o en Judá por dos razones. Primero, porque había hecho tanto daño a la Iglesia, que hubiera sido difícil para los hermanos aceptarlo. Su conversión fue recibida inicialmente con una mezcla de emociones. Podría un hombre empeñado en destruir a la joven Iglesia de Dios, ¿convertirse en uno de sus líderes confiables? Y segundo, su conversión enfureció completamente al sumo sacerdote y al concilio judío; esto los puso en ridículo junto con sus planes de detener la Obra de Dios.

Cristo también le dijo a Pablo que él sería llevado ante reyes, y que también llevaría el evangelio a los hijos de Israel (Hechos 9:15). Cuando habló de Israel, Cristo no se refería sólo a los judíos. Para ese entonces, las 10 tribus perdidas habían sido dispersadas al norte y noroeste de Jerusalén. (Como prueba, solicite nuestro libro gratuito Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía). En otras palabras, la mayor parte del trabajo de Pablo a los gentiles y a los hijos de Israel lo llevaría lejos a los límites del Imperio Romano (leer el recuadro: “El trabajo de los apóstoles del primer siglo en las Islas Británicas”, al final del capítulo).

El libro de Hechos y las cartas de Pablo proporcionan una gran cantidad de historia sobre la Iglesia primitiva. Debido a que el libro de Hechos se enfoca en el ministerio de Pablo, sabemos más sobre él que sobre los otros apóstoles.

Evangelio a los gentiles

Lo que Cristo logró a través de Pablo es asombroso. Incluso la Iglesia primitiva estaba asombrada. “Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles” (Hechos 15:12). Pablo y los que trabajaron con él cumplieron algunas de las profecías más asombrosas de la Biblia acerca de los gentiles. Una gran luz fue traída a los gentiles a través de ellos (vea Isaías 11:10). Por medio de Pablo, Cristo estableció iglesias en todo el mundo gentil.

Pablo muestra que la Iglesia está “edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor” (Efesios 2:20-21). El trabajo de los apóstoles y de otros ministros principales, difundió el evangelio al mundo conocido en ese momento. Pablo da testimonio de este hecho. Él escribió a los colosenses diciendo: “no os alejéis de la esperanza del evangelio que habéis oído y que ha sido predicado a toda criatura que está bajo el cielo, del cual yo, Pablo, he sido hecho ministro” (Colosenses 1:23, vkj). El trabajo de los apóstoles dio frutos considerables. Iglesias de Dios fueron establecidas en todo el mundo conocido. El libro de Hechos nos muestra la ubicación geográfica de muchas de las iglesias que Pablo estableció.

Sin embargo, por muy positivos que estos avances hayan sido, el crecimiento de la Iglesia del primer siglo se detuvo antes que terminaran los 30 años posteriores a su inicio.

Arrepiéntete: haz las primeras obras

¡Ésta es una historia increíble! La Iglesia del primer siglo no pudo haber tenido un mejor comienzo. Jesucristo y los hombres que lo conocieron a Él personalmente le dieron a la Iglesia todo lo que ella necesitaba para florecer. Pero la Iglesia desarrolló una falla fatal.

En Apocalipsis 2:1-5 leemos acerca de esta falla en el mensaje de Cristo a la Iglesia: “Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido”.

El mayor problema de esta era fue que el pueblo de Dios había perdido su primer amor. Ese es un problema común entre el pueblo de Dios, incluso hasta hoy. Esto se aplica a cada uno de nosotros. Los miembros más antiguos deben preguntarse a sí mismos: ¿Sigo teniendo todavía ese primer amor, y aún más, por la verdad de Dios, la Palabra viva de Dios? ¿Aún tengo ese espíritu del primer amor, anhelando más y más de la verdad y el entendimiento de Dios con hambre de justicia? Las personas en la era de Éfeso lo perdieron. Ellas comenzaron a pensar: Sí... yo ya escuché eso antes... ya lo entendí. Pero en realidad no entendieron nada.

Recuerde que éste es un mensaje para todas las eras de la Iglesia. Todos podemos perder nuestro primer amor. ¡Si no tenemos cuidado, lo perderemos! En este tiempo del fin, el 95 por ciento del pueblo de Dios y el 99 por ciento de los ministros, ¡definitivamente perdieron ese primer amor! ¡Qué mensaje tan penetrante! ¡Qué advertencia tan colosal! ¡Cuán importante es que mantengamos nuestro primer amor! ¡Es extremadamente vital que los verdaderos ministros de Dios proporcionen a las personas un gran ejemplo de amor vibrante, celoso y divino!

La era de Éfeso comenzó con gran poder. El amor por la verdad estaba alimentando su poder. Este amor ayudó a los miembros a refutar falsos apóstoles y falsos líderes. Sin embargo, la era de Éfeso perdió su primer amor. Pronto, la Iglesia cayó presa de muchos ministros falsos.

Mientras completaba su comisión, Pablo tuvo que trabajar contra una intensa persecución. Él tuvo que luchar personalmente contra los judíos airados y el gobierno romano. Y lo que la mayoría de las personas no entiende, es que Pablo también luchó contra el creciente y falso movimiento “cristiano” de Simón.

La influencia maligna de Simón

Retomemos nuestra historia sobre Simón el Mago. Justino Mártir, Ireneo y Eusebio son los tres principales historiadores seculares que registraron las actividades de Simón el Mago, después del relato de Lucas en Hechos 8. Usted puede verificar la siguiente información en cualquier enciclopedia bíblica o secular buena.

En el año 45 d.C., Simón el Mago surgió en Roma. Esto fue durante el reinado de Claudio César. El rechazo que Pedro le dio, no detuvo los esfuerzos de Simón por ganar influencia dentro del nuevo movimiento judío, llamado por primera vez cristiano en Antioquía (Hechos 11:26). Entre el año 33 d.C. y el momento de su llegada a Roma, Simón usó el nombre de cristiano para su propio movimiento. Sin embargo, los escritores del primer siglo aún se referían a la gente de él, como miembros del Simonianismo. Simón se apropió el nombre de Cristo, y a través de la filosofía del sincretismo él se esforzó por mezclar los conceptos religiosos del Antiguo Testamento y del nuevo cristianismo, con la religión de los misterios babilónicos. Simón también desarrolló un grupo de líderes y ganó seguidores. Uno de sus líderes más famosos fue un hombre llamado Menandro, que también era un mago de Samaria.

Ireneo afirmó que después que Pedro lo rechazó, Simón se asoció con una prostituta llamada Elena. Simón adoptó un lenguaje “cristiano” y enseñó a los judíos que él era el Hijo de Dios y a los samaritanos que era el Padre. También enseñó que Elena era la madre de todas las cosas. Simón enseñó que él mismo había creado a los ángeles.

Durante este mismo período, el ministerio de Pablo estaba haciendo fuertes incursiones en Asia Menor y en el occidente a través de Europa. Se habían formado iglesias en Corinto, Éfeso, Galacia, Colosas, Tesalónica, Filipos, Creta e incluso Roma, por nombrar algunas. Este crecimiento de la Iglesia estaba ocurriendo sin que el Imperio Romano lo notara mucho, pero Simón el Mago lo sabía. Amargado por no poder ser parte de la verdadera Iglesia, él concibió un plan para tomar el control de estas congregaciones.

Cuando estaba en Roma, Simón el Mago se ganó la admiración y el respeto de Claudio, del Senado Romano y del pueblo a través de su magia. Él comenzó a ser adorado como un dios. Claudio lo honró con una estatua; y llegó a ser conocido como “Simón Pedro”. En la religión pagana de Roma, el nombre “Pedro” era usado para ciertos dioses y objetos de adoración idólatra.

Simón el Mago se convirtió en una falsificación confusa del apóstol Simón Pedro a quien Cristo puso a cargo de la Iglesia que Él fundó (Mateo 16:16-19; Marcos 3:16). La Biblia deja claro que Cristo puso a Pedro en el cargo de máxima autoridad dentro de Su Iglesia. Ésta es la forma de organización gubernamental que Dios usa. (Usted puede probar esta verdad por sí mismo pidiendo una copia gratuita de nuestro artículo “Was Peter the Chief Apostle? [¿Fue Pedro el apóstol jefe?]”, o leyéndolo en línea en theTrumpet.com/4944, disponible en inglés). Satanás usó a Simón el Mago para crear una versión falsa de esa estructura gubernamental dentro de su iglesia falsa.

Simón el Mago es el supuesto Simón Pedro de la iglesia católica.

Entre los primeros escritores cristianos, Simón el Mago empezó a ser conocido como el “padre de la herejía”. Él enseñaba una religión libertina llena de promiscuidad sexual. Su movimiento creció en número y popularidad. Usando su nueva influencia ganada en Roma, él quería infiltrarse y ganar poder sobre la verdadera Iglesia de Dios.

Pablo denuncia un otro evangelio

En su profecía del Monte de los Olivos (Mateo 24; Marcos 13; Lucas 21), Jesucristo había dado señales de advertencia a Sus discípulos. Él había descrito los eventos que llevarían a Su dramática Segunda Venida, incluyendo los grandes problemas que ocurrirían en el mundo y en la Iglesia de Dios. En esta profecía, Cristo había advertido a los discípulos sobre el “engaño de hombres”, diciendo: “Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (Mateo 24:4-5).

Esta importante profecía del tiempo del fin se ha cumplido en tiempos muy recientes. No obstante, también hubo un cumplimiento en la Iglesia de Dios del primer siglo. Simón el Mago trabajó para infiltrarse en la Iglesia de la era de Éfeso con personas que vinieron en nombre de Cristo, y aun así difundieron engaños terriblemente destructivos. Lamentablemente, su trabajo fue demasiado exitoso.

Durante los últimos 10 a 20 años del ministerio de Pablo, varios problemas doctrinales severos comenzaron a plagar la Iglesia de Dios. Herejías concernientes a “la ley y la gracia” y el evangelio, estaban siendo sembradas sigilosamente entre el pueblo de Dios. En Hechos, Lucas reveló que el responsable de la herejía era Simón el Mago.

En sus escritos, Pablo también expuso las mentiras de Simón. Él escribió a los romanos: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:1-2).

Una de las doctrinas engañosas más destructivas que Simón el Mago y sus seguidores introdujeron, fue la de un evangelio falso. Ellos se enfocaron en la persona de Jesucristo y se apropiaron de Su nombre, mientras ignoraban lo que Cristo enseñó. Estos falsos ministros comenzaron a plagar la verdadera Iglesia, sembrando engañosamente sus ideas herejes. Debido a sus esfuerzos, surgió una controversia en torno al evangelio. La historia de la Iglesia muestra que las personas empezaron a discrepar violentamente sobre si la Iglesia debía proclamar un mensaje sobre Jesús, o proclamar el mismo mensaje evangélico que el propio Cristo proclamó.

Pablo nos dio una idea de las herejías propagadas por las regiones de su iglesia. Él advirtió repetidamente al pueblo de Dios que no se volviera hacia otro evangelio, o sea, a un evangelio de hombres en lugar del evangelio de Dios.

Unos 20 años después de la fundación de la Iglesia, el apóstol Pablo, inspirado por Cristo, escribió su epístola a los Gálatas. Vea lo que estaba sucediendo en la Iglesia. Pablo escribió en Gálatas 1:6: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente”. Pablo estaba escribiendo a las personas que habían sido llamadas a la Iglesia de Dios y que tenían el Espíritu de Dios, sin embargo, en un corto período de tiempo, ¡se habían alejado de “la gracia de Cristo para seguir un evangelio diferente”!

El versículo 7 muestra que había “algunos que os perturban”, y que estaban trabajando para “pervertir el evangelio de Cristo”. Falsos ministros estaban perturbando a la Iglesia al pervertir el evangelio de Cristo sobre el venidero Reino de Dios, convirtiéndolo en un mensaje acerca de Cristo. Este evangelio falso destruyó el conocimiento de que Dios es una Familia; destruyó la buena noticia (el evangelio) del inminente Reino o Familia, de Dios. Destruyó el conocimiento de que Dios planeó traer a toda la humanidad a Su Familia mediante la fe de Jesucristo.

¿Qué es un mensaje acerca de Cristo comparado con el propio mensaje de Cristo?

El Dios viviente instruye a Su pueblo a difundir al mundo el evangelio de Cristo, acerca del Reino de Dios. El mensaje centrado en la persona de Cristo es una falsificación monstruosa.

Pablo pronunció una doble maldición sobre estos falsos ministros. “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (versículos 8-9). Pablo era un guerrero experimentado cuando trataba con hombres predicando falsas doctrinas. Él lidiaba con la realidad y les dijo a los hermanos que cualquier hombre que predicara mentiras en el nombre de Dios está maldecido. Pervertir el verdadero evangelio es digno de una doble maldición.

Pablo exhortó a los hermanos a ponerse firmes y luchar por la verdad. Él quería que ellos siguieran su ejemplo. ¿Por qué Pablo luchó tanto para preservar el evangelio? ¡Porque él sabía que éste vino por revelación del Dios Todopoderoso! (versículos 10-12). Pablo también sabía que este evangelio debía ser proclamado al mundo por los muy elegidos de Dios.

Evangelio significa buena noticia. ¡Es la única buena noticia que este mundo tiene!

Cuando Jesucristo revela la verdad, debemos dar nuestras vidas, incluso hasta la muerte, para preservar la verdad. Ésta es la misma gran lección que debemos aprender en esta última era de la Iglesia de Dios. Jesucristo le dio al Sr. Armstrong una revelación increíble. El verdadero evangelio fue una gran parte de esa revelación. Luego, muchos ministros, incluso en la verdadera Iglesia, comenzaron a predicar otro evangelio y otro Jesús. No debemos dejarnos engañar por nombres o rostros familiares. Si alguien viene predicando otro Jesús o un evangelio diferente, debemos huir de esa persona. ¡Debemos luchar por preservar lo que Jesucristo nos ha dado!

Al mismo tiempo, cualquier ministro que predique un falso evangelio debe ser advertido. ¡Los ministros laodicenos deben ser advertidos seriamente! Ellos son hombres maldecidos si no se arrepienten de enseñar una doctrina falsa (Malaquías 2:1-4).

Un ministerio falso

El apóstol Pablo predijo esta gran apostasía del primer siglo. Él trabajó intensamente contra estos falsos ministros. Sin embargo, con el tiempo, surgió la confusión sobre cuáles eran los verdaderos ministros. Incluso Pablo fue puesto a la defensiva.

Un ministerio falso estaba ganando fuerza dentro de la Iglesia de Dios. Aún peor, ¡algunos de los verdaderos ministros de Dios estaban empezando a unir fuerzas con ese ministerio!

Pablo escribió a los colosenses: “Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro (...) Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2:1, 8). Los propios ministros de Dios estaban “engañando” a los hermanos a través de sutilezas. (Solicite nuestro folleto gratuito de Colossians, para más información, disponible en inglés). Pablo también les escribió: “Decid a Arquipo: Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el Señor” (Colosenses 4:17).

En una conferencia ministerial en Éfeso, Pablo advirtió a los ministros de Éfeso: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno” (Hechos 20:29-31).

Por medio de revelación, Pablo sabía que gran parte del trabajo de los apóstoles iba a ser deshecho, aunque había trabajado día y noche para evitarlo.

¡Nunca debemos olvidar que los muy elegidos de Dios están siempre en una guerra feroz contra el diablo!

Advertencias de otros apóstoles

Pablo no fue el único apóstol que luchó contra estos problemas de destrucción de la Iglesia. El apóstol Pedro también advirtió a las iglesias: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aún negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme” (2 Pedro 2:1-3).

Dos de los principales apóstoles de Cristo pronunciaron profecías terribles. La Iglesia iba a sufrir el ataque paralizante de falsos ministros propagando herejías. Sin embargo, ¡el aspecto más increíble de estas revelaciones era que estos falsos ministros iban a surgir del interior de la Iglesia!

Herbert W. Armstrong mostró cómo estos problemas en la Iglesia en ese momento, eran en gran parte obra de Simón el Mago. El Sr. Armstrong demostró que Simón el Mago estaba trabajando en la iglesia de Corinto, y mostró cómo los escritos de Pablo y Pedro (así como los de Judas y, cual veremos en detalle, también los de Juan), revelan que todos estos apóstoles tuvieron que luchar contra la obra y la influencia de ese hombre.

En una carta al ministerio con fecha del 22 de febrero de 1974, el Sr. Armstrong habló de los diferentes libros bíblicos donde obviamente se puede ver a Simón el Mago y a sus seguidores: 1 y 2 Corintios, Gálatas, 2 Pedro, las epístolas de Juan y Judas.

Había un esquema: Era el mismo grupo de personas que causaba todos los problemas. Este poderoso Simón el Mago continuó viniendo, y los rebeldes siguieron creciendo y multiplicándose y causando continuos problemas en la Iglesia de Dios.

Muchas personas han estado confundidas, pensando que había varios grupos religiosos o “cristianos” diferentes causando esos problemas, ¡cuando en realidad era principalmente esa antigua religión de los misterios babilónicos tratando de eliminar la Iglesia de Dios y de apoderarse de ella!

Nosotros necesitamos entender esto, porque aclara mucho más aquello, con lo que la Iglesia de Dios hoy en día ha estado lidiando.

La instrucción del Sr. Armstrong en esta historia es realmente vital. Cuando él se metía en temas como éste, casi siempre tenía el 100% de razón (por supuesto, él escribió poco sobre la era de Laodicea, la cual apareció en escena después de su muerte). ¡Debemos comprender cómo Dios usó al Sr. Armstrong y mantenernos cimentados en lo que él enseñó! Cuando uno encuentra a la persona a través de la cual Cristo restauró todas las cosas (Mateo 17:10-11), uno querrá aferrarse a esa verdad. Si nos fijamos en los temas realmente vitales (y el registro de lo que pasó en la Iglesia del Nuevo Testamento es definitivamente uno de esos temas), nos damos cuenta que el Sr. Armstrong los cubrió extremadamente bien. Tenemos esa maravillosa historia de la cual podemos aprender, ¡y que Dios nos ayude si no la usamos!

Pero aunque el Sr. Armstrong continuaba insistiendo en ese punto, muchos de los ministros y personas de la idu fallaron en hacerlo.

Carta a los corintios

Como dijo el Sr. Armstrong, el libro de 2 Corintios también revela a Pablo combatiendo este ataque satánico contra la Iglesia. La Iglesia de Corinto fue una de las primeras iglesias que Pablo había establecido; los historiadores fijaron la fecha en torno al año 50 d.C. como el comienzo de esa iglesia. Sus cartas a esta congregación, escritas alrededor del año 55 d.C., reflejan algunos problemas graves dentro de la Iglesia.

Pablo escribió: “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden [o perecen], está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:3-4). Gran parte de la Iglesia se estaba alejando del verdadero evangelio. Pablo reveló al verdadero criminal responsable de la difusión del falso evangelio. El “dios de este siglo”, Satanás el diablo, era quien cegaba a las personas respecto a la verdad. Él es el mismo culpable que actualmente trabaja en contra de la Iglesia de Dios.

Ésta fue una época oscura en la historia de la Iglesia de Dios. Como Edward Gibbon escribió: “Los escasos y sospechosos materiales de la historia eclesiástica rara vez nos permiten disipar la nube oscura que se cierne sobre la primera era de la Iglesia” (La Decadencia y Caída del Imperio Romano). Satanás estaba haciendo todo lo que podía para destruir la Obra de Dios, ¡y en poco más de dos décadas, el pueblo de Dios se estaba volviendo hacia otro evangelio! ¡Ésa es una realidad totalmente condenatoria y aterradora!

En realidad, había sólo un grupo que quería el verdadero cristianismo. Pero aquellos rebeldes odiaban el mensaje que Cristo proclamó. Ellos querían ser llamados cristianos, querían el nombre de Cristo, y estaban haciendo todo lo que podían por destruir a la verdadera Iglesia.

En El increíble potencial humano, el Sr. Armstrong escribió sobre cómo Pablo se refirió a esta apostasía. Él citó a 2 Corintios 11:2-4, que dice: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo. Porque si viene alguno [Aquí, el Sr. Armstrong puso entre paréntesis, (‘un ministro de Simón el Mago’)] predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu [el Sr. Armstrong puso entre paréntesis, (‘de rebelión y desobediencia’)], que el que habéis recibido, u otro evangelio...”. 

Los seguidores de Simón el Mago estaban enseñando acerca de otro Jesús, otro evangelio, otro espíritu. ¡Eso es destrucción total de lo que Dios les dio! ¿Cómo pudo pasarle eso a tantos del pueblo de Dios? ¿Cómo es que les ha sucedido a tantos miembros del pueblo de Dios hoy día?

La Historia de la Iglesia de Dios del primer siglo es un tipo de la Historia del último siglo. Por ejemplo, muchos del pueblo de Dios en el primer siglo se volvieron laodicenos, o tibios, como lo han hecho durante esta última era de la Iglesia de Dios laodicena. (Usted puede comprobarlo estudiando nuestro folleto Colossians. Solicítelo gratis, disponible en inglés).

No creo que ninguno de nuestros escritos en el pasado haya enfatizado lo suficiente en el libro de Corintios al hablar de Simón el Mago. Al menos no en la forma en que el Sr. Armstrong lo usó aquí. Un poco de sentido común le diría que el mismo grupo muy poderoso estaba causando la mayoría de los problemas al pueblo de Dios. Pero usted no encontrará ninguna referencia concreta a eso en el folleto de Herman Hoeh, titulado: Una Verdadera Historia de la Verdadera Iglesia.

¿Por qué estos hombres no se mantuvieron aferrados a lo que el Sr. Armstrong enseñó? ¿No se dieron cuenta ellos de que Dios estaba usando al Sr. Armstrong para guiarnos y darnos reflexiones extraídas directamente de la Biblia y de la mente de Cristo? Algunos de estos ministros estaban más interesados en exaltarse a sí mismos que en exaltar la verdad de Dios y al Apóstol de Dios. En muchísimos casos, esos hombres cayeron en su propio razonamiento y en el razonamiento de los eruditos mundanos, como si eso automáticamente tuviera mucha importancia. Los eruditos del mundo a veces pueden ser útiles, pero también pueden llevarnos por mal camino si no somos muy cuidadosos.

Éste es un problema que los ministros de Dios deben tener en cuenta al hablar y escribir. Si queremos educar al pueblo de Dios y darle una imagen real de lo que ha sucedido en el pasado y en el presente, debemos saber realmente de qué estamos hablando y apoyarnos en una base sólida. Debemos continuar trabajando donde Dios ya ha preparado el campo y la tierra.

Estamos comisionados por Dios para exponer a la gran iglesia falsa. ¡Esta religión de los misterios babilónicos ha sido usada por el diablo para contaminar al mundo entero! (Apocalipsis 17:15). Ésta tiene un poder espantoso sobre los reyes de la Tierra.

Disfrazados como ángeles de luz

Pablo continuó advirtiendo acerca de “falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia...” (2 Corintios 11:13-15). Pablo estaba lidiando con esto en el primer siglo d.C. La mayoría de los Corintios se apartaron muy rápidamente.

¿Debería sorprendernos que personas se disfracen engañosamente como apóstoles de Cristo? Ésta es la misma vieja historia con la que el pueblo de Dios ha tenido que combatir desde el principio. Lo vemos todo el tiempo. Hay personas que tratan de entrar a la Iglesia simplemente para causarnos problemas. Los ministros de Dios tienen que saber si realmente aquellos que buscan entrar a la Iglesia tienen el espíritu correcto, ¡y podemos hacerlo si nos acercamos a Dios de rodillas y le pedimos Su orientación! Ellos vienen como ángeles de luz. Las personas pueden actuar como si realmente creyeran en lo que les decimos, pero tal vez no lo hacen; quizá sólo están mintiendo. Satanás viene como un ángel de luz, pero miente.

Si usamos el Espíritu Santo de Dios, ¡discerniremos quiénes son estos mentirosos! Es una lucha aferrarse a lo que Dios nos ha dado.

Pablo sabía que los ministros de Satanás iban a arrasar con el rebaño. Sin embargo, él no permitió que eso sucediera tan sencillamente. Pablo los desafió y a sus doctrinas. Él hizo correr la voz de que ellos vendrían. Les dijo a los hermanos que tendrían que ser espiritualmente astutos para discernir quiénes eran los falsos ministros. En la superficie estos hombres parecerían justos, pero por dentro serían lobos rapaces.

Todo ser humano es susceptible a ser engañado. Pablo se dio cuenta que no podía hacer mucho por el pueblo de Dios. Cada miembro individual de la Iglesia debe ser responsable de protegerse del engaño.

Contando hasta el año 70 d.C.

Esta situación en la Iglesia de Dios empeoró. Pablo se enfrentó personalmente a la creciente oposición de los judíos, de los líderes del Imperio y de los falsos ministros de Simón.

Trágicamente, grupos enteros de personas comenzaron a rechazar a Pablo. Con el tiempo, él fue arrestado en el templo y enviado a Roma. Allí Pablo continuó predicando el evangelio.

Incluso se acercaban días peores para la Iglesia de Dios. Nubes tormentosas también se estaban formando sobre Judá y Roma en ese momento. Los años 60 al 70 d.C. resultaron ser volátiles. Nerón ascendió al poder en Roma a la edad de 17 años. Él fue el quinto emperador. Se cree que su madre, Agripina, envenenó a Claudio para que su hijo pudiera gobernar el Imperio. Cuando ella se quejó de la amante de su hijo, Nerón en cambio mató a Agripina.

Nerón era un ególatra inhumano y loco. En el año 64 d.C., Roma ardió hasta los cimientos. Durante seis días y noches, un gran incendio recorrió la capital. Miles de romanos aterrorizados quedaron sin hogar. El fuego redujo a escombros y cenizas las zonas más pobladas de la ciudad.

Las tradiciones históricas dicen que Nerón observó esta increíble escena desde su balcón. ¿Por qué estaba él tan fascinado? Porque deseaba reconstruir la ciudad a una gloria aún mayor. Una Roma reconstruida y más gloriosa inmortalizaría el nombre de Nerón. El rumor de que Nerón mismo había quemado a Roma se extendió por la ciudad conmocionada. Temiendo por su vida, Nerón culpó del fuego a los cristianos. Los romanos le creyeron. Los cristianos ya eran vistos con desconfianza y menospreciados debido a sus creencias. Para un romano, los cristianos eran diferentes porque no veneraban a los antiguos dioses romanos. Se negaban a adorar al emperador como un ser divino, lo cual era interpretado como traición. La enseñanza cristiana de que Jesucristo regresaría como Rey de reyes sonaba como una revuelta. Para Nerón fue fácil plantar la idea de que el fuego podría ser el comienzo de una revolución. El loco emperador ordenó castigar a los cristianos por haber incendiado a Roma.

Comenzó entonces una persecución a gran escala. Nerón ideó personalmente algunas torturas horribles y ejecuciones para los cristianos falsamente acusados. Algunos cristianos fueron crucificados, otros fueron despedazados por perros salvajes en el Circo Máximo, y otros fueron quemados vivos en las fiestas de jardín de Nerón. Esto es lo que a veces sucede en este mundo malvado.

La persecución se prolongó durante años. Pablo fue ejecutado durante este período. A principios del verano del año 68 d.C., Nerón decapitó a Pablo y enterró su cuerpo en la Vía Ostiensis en Roma.

Nerón tuvo su propio trágico final también en ese mismo año. Las legiones gálicas y españolas y los guardias pretorianos se levantaron contra él. Nerón huyó de la ciudad. El Senado lo declaró enemigo público. Nerón se suicidó el 9 de junio del año 68 d.C., a las afueras de Roma.

Los ancianos de la Iglesia de Dios en Roma también fueron encarcelados y masacrados. En los años siguientes, la mayoría de los otros apóstoles también fueron martirizados. La tradición dice que el apóstol Pedro fue crucificado al revés en el mismo año que Pablo. Esto comenzó a crear un gran vacío en el nivel superior de liderazgo de la Iglesia. Uno por uno, los discípulos originales que habían sido testigos de la vida de Cristo, fueron martirizados.

La destrucción del templo

La iglesia de Jerusalén no podía hacer mucho para ayudar a la congregación de Roma. Jerusalén estaba en desorden total. En el año 66 d.C., los rebeldes judíos desafiaron al gobierno romano en Palestina. Estalló una rebelión general. En la primavera del año 69 d.C., el general romano Tito, arremetió desde el oriente del Jordán, al interior de Judea. Jerusalén fue rodeada por ejércitos. La Iglesia huyó hacia el noreste, a la ciudad de Pella, haciendo caso de la advertencia de Cristo (Lucas 21:20-21). Situada en las montañas de Galaad al oriente del río Jordán, Pella era un refugio seguro para el pequeño rebaño de Dios.

En el año 70 d.C., Tito conquistó Jerusalén. Su asedio a la ciudad fue bárbaro, descrito en detalle por el historiador Josefo y Eusebio. Mucha gente murió de hambre. Antes de terminar el asedio el canibalismo abundaba entre los habitantes. Una vez dentro de la ciudad, Tito supervisó la matanza de mucha gente. Quemó el templo hasta los cimientos. Tito arrasó completamente la ciudad. En total, ¡unas 600.000 personas fueron masacradas!

Los historiadores datan la epístola de Judas cerca del año 70 d.C. Él escribió a la Iglesia sobre el mismo peligro que Pablo y Pedro habían identificado. “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje [o desafuero] la gracia de nuestro Dios” (Judas 3-4). Hombres no convertidos estaban entrando encubiertamente a la Iglesia y causando serios problemas.

La Iglesia primitiva había sido infiltrada y prácticamente destruida por estos falsos ministros, hombres que no conocían a Dios el Padre ni a Jesucristo.

Sin embargo, Cristo no había abandonado a Su Iglesia. El apóstol Juan, el último sobreviviente de los 12 apóstoles originales, aún estaba vivo. Durante toda esa persecución, Juan siguió trabajando. Él era ampliamente conocido como “el discípulo a quien Jesús amaba” (Juan 21:7, 20).

Estos hombres habían sido entrenados por el propio Jesús. Cristo tenía un trabajo importante para ellos. Y Él pasó mucho tiempo con Juan en particular, noche tras noche, preparándolo para un trabajo muy especial; un papel vital en la Iglesia a finales del primer siglo. 

Continuará...

Capítulo 4: Juan lucha contra la iglesia de Satanás

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