Reciba nuestro boletín gratis

HWA Portrait

La Trompeta

Autobiografía de Herbert W. Armstrong: Primeras campañas de evangelización —las adversidades y las pruebas

Capítulo 33: Primeras campañas de evangelización —las adversidades y las pruebas

Continuación de La campaña se pone en marcha, a pesar de la oposición

La actividad que estaba destinada a expandirse constantemente hasta llegar a tener alcance y poder mundial, ahora estaba surgiendo rápidamente. Ninguna actividad podría haber comenzado más pequeña; Ninguna podría haber tenido un comienzo más humilde e incierto.

Pero, con una promesa insignificante de $1,35 dólares a la semana para pagarle a la radiodifusora, y con lo que entonces parecía ser una cantidad monumental adicional de $1,15 dólares a la semana, que se recibirían totalmente por fe, la Iglesia de Dios por Radio había comenzado sus transmisiones el primer domingo de 1934. Estábamos en lo peor de la Gran Depresión.

Sin embargo, la fe recibió su recompensa, y los otros $ 1,15 dólares semanales siempre llegaron, a veces sólo una media hora antes de la radiodifusión.

Me había dedicado varios años a adquirir experiencia con los periódicos y publicaciones nacionales. Ahora, por fin mi sueño de producir una “revista de comprensión” que hiciera clara la verdad revelada en la Biblia y que estuviera disponible a todos los que la solicitaran sin costo para ellos, se había convertido en realidad. El 1 de Febrero de 1934, se publicó (¿o debería escribir “se publicó”?) a tiempo el Volumen I de la primera edición de Plain Truth (La Pura Verdad).

Ninguna publicación tuvo un debut más humilde ante el público.

Después que la primera edición fue mimeografiada, por cortesía del comerciante de la Compañía local A.B. Dick en uno de sus mimeógrafos, logramos comprar (creo que por $10 dólares), un antiguo “Neostyle” de segunda, ancestro del mimeógrafo. Éste se operaba totalmente a mano con manivela y se alimentaba manualmente. ¡Sin duda era la más humilde de las imprentas! Por unos pocos años La Pura Verdad se produjo en ese antiguo Neostyle, antes de que pudiéramos comprar un mimeógrafo de segunda, y bastante tiempo antes de que pudiéramos pagar para que la imprimieran.

Finalmente habíamos emprendido totalmente la “Campaña de tres puntos” con las reuniones de evangelización en el centro de Eugene. Estas reuniones continuaron por 5 meses y medio, hasta mediados de septiembre.

Ahora, a mediados de septiembre, se estaban iniciando planes para otra campaña.

Luego Alvadore

La pequeña comunidad de Alvadore estaba entre 19 y 24 km al noroccidente de Eugene. Alvadore ni siquiera era una villa. Probablemente había solo un almacén grande. Pero había una escuela de dos pisos. La escuela de Alvadore consistía de dos salones de clase en el primer piso y una sala de reuniones en el segundo.

El Sr. Elmer Fisher y yo sentimos que éste era el sitio para la siguiente campaña. Logramos hacer un trato para usar la sala de reuniones prácticamente sin costo.

No recuerdo si estas reuniones se llevaron a cabo por un periodo de seis u ocho semanas. El único registro que tengo disponible afirma que la campaña comenzó en noviembre de 1934 y terminó en enero de 1935. Probablemente comenzamos a finales de noviembre y terminamos a comienzos o mediados de enero.

De cualquier forma, habíamos aprendido una seria lección acerca de por qué no tener servicios tres veces por semana. En Alvadore regresamos al programa de seis noches por semana.

La asistencia fue buena. El interés fue muy bueno. Hacia ese tiempo yo estaba adquiriendo habilidad para hablar debido a la experiencia de hablar virtualmente entre seis a ocho veces a la semana desde julio de 1933.

Aprendiendo a hablar en público

Hablando, uno aprende a hablar ante el público. Recuerdo cuando alguien le preguntó a Elbert Hubbard cómo fue que él aprendió a escribir. Respondió que escribiendo, aprendió a escribir. Un pianista aprende a tocar el piano tocando el piano; ocho horas al día, si uno va a poder convertirse en un pianista de conciertos.

Si había algo que nunca había esperado llegar a ser, era el de ser un predicador o un evangelista. He explicado a principios de esta autobiografía cómo, a los 18 años, me hice un autoanálisis con el libro titulado Escogiendo una vocación. Esta prueba de auto-evaluación indicaba que yo tenía una mente analítica, una curiosidad intelectual, un deseo de entender, y una aptitud algo natural para la escritura. Ese análisis me apuntó hacia la profesión de la publicidad. Aquellos años de experiencia en la publicidad y el periodismo, escribiendo editoriales, y escribiendo artículos de revistas, me habían preparado para el llamamiento al ministerio de Dios.

Pero pasaron dos o tres años después de la conversión, antes de darme cuenta que fui llamado para predicar. Me acabo de topar con una copia en carbón de una carta que había escrito, con fecha del 11 de julio de 1928 (fue incluso antes de que nuestro primer hijo naciera), para el Sr. A.N. Dugger, en aquel tiempo líder principal de la Iglesia de Dios en Stanberry, Missouri. Ésta muestra que, en ese entonces, un poco más de un año después de mi conversión, al parecer me di cuenta de que Dios me estaba llamando para una misión determinada, para la cual yo estaba siendo preparando. No sabía lo que iba a ser. Me di cuenta que todavía no estaba listo. Y supuse, en aquel momento, que sería en el campo de la escritura, no de la oratoria. Creo que muchos de los que están leyendo esta historia de mi vida, pueden encontrar interesantes algunos extractos de esa carta.

El anciano Dugger me había invitado a unirme a su Iglesia. He explicado anteriormente que nunca me uní formalmente. Aquí hay porciones de esa carta. “Le agradezco su amable invitación a afiliarme activamente con la organización de la Iglesia de Dios. El anciano Stith también me abordó con el mismo asunto...”.

“No obstante, para el presente inmediato, hasta nueva novedad, no me siento guiado a unirme a ninguna organización, y creo que no debo tomar el asunto en mis propias manos de prisa. Creo que el Señor está trabajando conmigo, preparándome para un llamamiento y misión muy activo y definido, y que hasta que las cosas se hayan revelado más allá, debo hacer como Jesús mando a los apóstoles, esperando hasta que haya recibido una completa preparación y poder. … Creo que es absolutamente necesario que nos permitamos ser guiados por el Espíritu Santo, y no tratar de lanzarnos en algo sólo entrenados a medias, tomando el asunto en nuestras propias manos antes de estar seguros de que esa es la voluntad del Señor. Sin embargo, no sé exactamente, cuál será mi misión o llamamiento, o cuál ha de ser el método de llevarlo a cabo. Sin duda se requerirá un esfuerzo organizado, en lugar de intentar llevar a cabo la misión sólo y sin ayuda”.

Escribiendo, no hablando

“Esto sí puedo asegurar: me parece que es en el campo de la escritura, más que de la oratoria o la predicación”, mi carta continúa.

“Creo que el Señor concede dones y llama a los hombres poderosamente de acuerdo a sus talentos naturales y experiencia, dándoles dones espirituales según esos mismos talentos…”.

“Toda mi experiencia en los negocios ha sido en el campo de la investigación, análisis, adquirir un entendimiento a problemas de negocio, rectificación de situaciones, y en la escritura. Sea cuál sea el talento natural que tengo, es en ese sentido. Sé algo acerca de la oratoria, porque he estudiado libros en esta área y tuve contacto con profesores de oratoria en las Universidades de Illinois y Michigan, quienes son los autores de los textos utilizados en la mayoría de las universidades, y entrené a un cuñado a ganar un gran concurso de oratoria. ... Pero él tenía la voz, y otros atributos personales necesarios para hablar en público”.

Si se me está dando alguno de los dones, es el del entendimiento de la verdad de las Escrituras. ... Pero aún no estoy totalmente preparado”.

Poco sabía en ese entonces de que Dios podía y usaría mi voz para llegar al público mundial de varios millones cada semana. Pero, de alguna manera, tenía la “sensación” de que Dios me estaba preparando para alguna misión definida, y Él me había dado la suficiente visión como para darme cuenta de que no sabía aun lo que era, y que aún no estaba preparado o listo, y que no me debía apresurar hasta que estuviera seguro de que Dios guiaba el camino. Sabía que no debía tomar el asunto en mis propias manos.

En realidad, mi primer “sermón”, la Sra. Armstrong me ha asegurado, no fue predicando sino sólo un tipo de conversación. Este recibió una respuesta entusiasta, no por alguna habilidad para hablar, pues no había ninguna, sino porque yo tenía algo importante que decir. Pasaron tres años después que la mencionada carta fue escrita, antes de que yo fuera ordenado como ministro.

Aún en ese momento yo no hablaba con ningún “empuje”, “fuego” o poder. Todavía más o menos solo “hablaba”. Pero había siempre, un mensaje importante. Después de todo, el mensaje, que viene de Dios, ¡es lo importante! No el orador ni siquiera la oratoria. Recuerdo que era durante (o poco tiempo después de) la primera campaña Firbutte a finales de 1933, que el mensaje comenzó a verter poco a poco algo de poder. Fue durante una de aquellas reuniones de todo el día realizadas una vez al mes en la pequeña iglesia en Harrisburg, Oregón (el edificio desde hace mucho fue demolido). Ese día yo estaba probablemente más sorprendido que la congregación. Tenía un mensaje ardiente, lo sentí intensamente, y de repente el mensaje comenzó a aumentar en poder. No lo “fingí”, más bien traté de mantenerlo bajo control. Me dijeron después que por primera vez gesticulé con las manos y los brazos. No me di cuenta. Mi mente estaba en la audiencia y en el mensaje que sabía que ellos necesitaban urgentemente.

Hoy en día trato de enseñar a los jóvenes futuros ministros a ser naturales, a dejar de pensar en sí mismos, sus gestos, su capacidad de oratoria. Les digo que nunca traten de encender el poder, sino que esperen hasta después de la experiencia cuando el poder dinámico esté allí de forma natural.

Interrumpido de nuevo

En este vecindario de Alvadore había tres o cuatro familias de los Adventistas del Séptimo Día. Ellos asistieron a las reuniones. Pronto aprendí que uno de ellos venía con el único fin de aprender lo que yo estaba predicando, para poder visitar a los otros durante el día y tratar de refutar todo lo que yo estaba diciendo. Él no parecía estar teniendo mucho éxito. Los otros continuaron viniendo cada vez con más interés.

Luego estaba el anciano Day, de la Iglesia Cristiana, su esposa y dos hijos terminando la adolescencia. El anciano Day tenía entonces unos 84 años. Era un caballero más bien académico de voz suave y tranquila. Después de dos o tres noches, sonrió mientras estrechaba la mano conmigo en la puerta, y dijo: “Bueno, he aprendido algo nuevo esta noche”.

Ésto continuó por el resto de las reuniones. Sin duda el anciano “brother Day” me conmovió. Cuando un hombre bien avanzado en sus 80 y pico está “aprendiendo algo nuevo” cada noche, él es un individuo excepcional y valioso. ¡Su cara siempre se iluminó felizmente con este nuevo conocimiento!

Pero a medida que llegábamos a las dos últimas semanas de la reunión, el Adventista del Séptimo Día, finalmente se volvió ruidoso. Yo estaba apenas comenzando el sermón una noche, hablando sobre la verdad de que Jesús estuvo tres días y tres noches, tal y como Él dijo, en la tumba después de la crucifixión, y que por lo tanto la crucifixión no fue el “Viernes Santo” y la resurrección no fue el domingo en la mañana.

Pero sucede que, dado que su tal “Señora White” tuvo un sueño o visión en la que ella afirmó que la resurrección ocurrió en la mañana del domingo, la doctrina de los Adventistas del Séptimo Día no puede aceptar nada contrario.

Yo apenas había comenzado el servicio, cuando este hombre imprudente se levantó y comenzó a interrumpir.

“Ese pasaje en Mateo 12 versículos 38 al 40 no significa que Jesús estuvo en la tumba”, dijo. “Significa que estaba en manos de los soldados romanos tres días y tres noches. ¡Además, la Biblia claramente dice que Jesús se resucitó muy de mañana en el primer día de la semana!”

Inmediatamente, acepté su cuestionamiento.

“¿Quiere decir que la expresión ‘en el corazón de la tierra’ significa ‘en las manos de los soldados romanos’?” le pregunté.

“¡Sí, eso mismo!”, atacó de regreso.

“¿Y usted dice que la Biblia claramente dice que Jesús realmente resucitó temprano en la mañana del domingo?”

“Si, desde luego”, afirmó.

“Bueno”, dije. “Ahora le diré lo que haremos: usted quédese sentado hasta el final del sermón, y empiece a buscar ese pasaje en su Biblia. No tendrá que escuchar el sermón, porque de todos modos usted no creerá ni una cosa de lo que digo, porque sólo escucha con el fin de ir por el vecindario tratando de confundir a los demás y refutar todo lo que estoy predicando. Ahora pues, le recomiendo con insistencia que utilice cada minuto entre ahora y el final del sermón buscando ese texto, porque va a necesitar mucho más tiempo que eso para encontrar lo que simplemente no está allí. Luego al final del sermón, voy a pedirle que se ponga de pie nuevamente y nos lea de la Biblia donde dice que Cristo realmente resucitó el domingo en la mañana”.

Al final del sermón, llamé a mi alborotador y le pedí levantarse para leer su texto. Se levantó y comenzó a hojear el Nuevo Testamento de su Biblia.

Yo estaba algo molesto por la oposición persistente de este hombre, y decidí hacer un ejemplo de él y de una buena vez ponerle fin a cualquier influencia posible que él pudiera tener.

“¡Ahora, venga!” dije. “Me doy cuenta que no hizo caso de mi consejo para dedicar todo el tiempo del sermón buscando el texto que no está allí. Debería haberlo estado buscando, y no estaríamos ahora teniendo que esperarlo como estamos. ¡Vamos! ¡Léalo! Lea donde la Biblia dice que Cristo resucitó el domingo en la mañana”.

Él simplemente se quedó allí, confundido y sonrojado.

“¡Estamos esperando!” le insistí.

Dejé transcurrir por lo menos tres minutos en silencio de muerte. Se sintió más bien como una hora. A propósito dejé que la situación se convirtiera bochornosa, para que la verdad de esa escritura se asentara en la audiencia.

Finalmente, dije: “Bueno, mientras este hombre está allí buscando la escritura que no existe, veamos ahora lo que él dijo acerca de que ‘en el corazón de la tierra’ quiere decir ‘en manos de los soldados romanos’. Observe la escritura que dice: … ‘Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches’. Ahora vean como Jonás fue un tipo de Cristo. En el vientre del gran pez, Jonás dice (Jonás 2:2): ‘Invoqué en mi angustia al Eterno, y Él me oyó; desde el seno del Seol clamé’ [En el hebreo, Seol es: la tumba]”.

Ahora, Jonás estaba en esta tumba, al no haber sido vomitado, se trataba de una sepultura de muerte; tres días y tres noches, después de lo cual fue resucitado sobrenaturalmente al ser vomitado para convertirse en el salvador humano de la destrucción física de la ciudad de Nínive”. Del mismo modo Cristo estuvo en un sepulcro excavado, en el corazón de la tierra tres días y tres noches, después de lo cual Él fue resucitado para convertirse en el Salvador espiritual de toda la humanidad. La analogía es clara. El significado es claro y simple. Cristo fue resucitado de la tumba en el corazón de la tierra; ¡No fue resucitado de entre las manos de los soldados romanos!

“Ahora”, continué, “¿Cuántos de ustedes en la audiencia creen que ‘en el corazón de la tierra’ significa en la tumba de la cual Cristo fue resucitado? ¡Levanten la mano!”

¡Todas las manos estaban arriba, excepto la del hombre que estaba muy confundido!

“Bueno” le dije. “Tal parece que todos estamos equivocados excepto usted. ¿No ha encontrado todavía esa escritura, la que no está allí?”

Él simplemente parecía confundido sin poder hacer nada. Todo el mundo se reía de él. Lo tenía bien merecido y le debió haber sido un castigo provechoso.

“No podemos esperar más”, le dije. “Espero que ésta será una buena lección para usted. Puede sentarse”.

Esta ha sido la única vez que he hecho un hazmerreír de alguien delante de otros, que yo sepa. Pero este hombre había pasado semanas tratando de desacreditarme a mí y a la verdad de Dios. Yo sentí que ésta era la manera de defender la verdad por el bien de todos.

Encontrando más oposición

Una familia que asistía regularmente a las reuniones en Alvadore, y que aceptaba las verdades enseñadas, eran los W. E. Conn. El Sr. Conn era un agricultor de la zona, con un buen negocio de lácteos. Una verdad que parecía de enorme importancia para ellos era el hecho de que la resurrección fue en la tarde del sábado, y no en la mañana del domingo.

El domingo siguiente, después de predicar sobre el tema, la Sra. Armstrong y yo fuimos invitados a su casa para la cena. Después de la cena dos hombres llegaron. Uno de ellos era un predicador, al parecer, de una organización independiente, o de alguna secta local pequeña, quien había estado sirviendo como pastor de los Conn algún tiempo atrás, cuando habían vivido en Salem, Oregón. El otro era un hombre, también de Salem, quien aparentemente estaba asociado con el predicador religioso. Ellos habían oído que los Conn habían aceptado la verdad del sábado de Dios, siendo influenciados principalmente por el hecho de que la resurrección no fue en domingo. Esto había derribado el único dato que la tradición humana usa, para la observancia del domingo.

Este predicador, aparentemente vino buscando una pelea. Él estaba enojado. Dispuesto a enfrentarme.

“La Biblia dice que Cristo resucitó de la muerte en la mañana del domingo”, dijo bruscamente, airado.

Le di una Biblia.

“Léalo para mí”, dije, simplemente.

Él fue, como sabía que lo haría, a Marcos 16:9 [Versión KJ, traducción al español nuestra en todos]. Pero para mí total sorpresa, él no lo leyó como estaba escrito. Él mal-interpretó diciendo: “Ahora, cuando Jesús resucitó temprano el primer día de la semana”.

“Mi querido señor, usted no leyó esto tal como está escrito. ¿Quiere leer una vez más, y esta vez, leer exactamente lo que dice?” exigí.

“Ahora, cuando Jesús RESUCITÓ temprano el primer día de la semana”, repitió con énfasis en la palabra “resucitó”, lo cual no aparece en el texto.

Vi que él iba a persistir y decidí maniobrar en una trampa a este hombre deshonesto, empeñado en engañar adrede.

La expresión ‘el primer día de la semana’ está describiendo simplemente cuando Cristo apareció primero a María Magdalena”, le dije. “La puntuación no fue inspirada sino agregada por hombres sin inspiración, mucho tiempo después que la Biblia fue escrita. Esto se tradujo del griego. La coma pertenece después de la palabra ‘resucitado’”, le dije adrede aparentando discutir.

¡Él mordió el anzuelo!

¡Oh, no!”, exclamó con ira. “Usted no puede ir cambiándolo”.

“¿Quiere usted decir que debemos aceptar la versión King James, o la Versión Autorizada, tal como está, sin cambiar ni una sola coma ni la traducción?” le pregunté.

“¡Eso mismo!” respondió bruscamente. “Usted no puede cambiar nada”.

“Bueno, entonces, ¿por qué usted no lo lee tal como está, sin cambiarlo? Ahora quiero que lea Mateo 28, versículo 1”.

Él volvió las páginas para leerlo. Su rostro se le iba poniendo rojo de la ira. Dice así: “Al finalizar el día de reposo [el sábado], al comenzar a oscurecer [to dawn] hacia el primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro” [vkj].

“Bien, ahora lea el versículo 5 y 6, y recuerde que ésto es al finalizar del sábado, o sea, en la tarde; no el domingo en la mañana”.

“Yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado”, leyó. “No está aquí, pues ha resucitado, como él dijo” [vkj].

“Sí”, yo agregué, “cuando todavía era el atardecer, al final del día de reposo (sábado) que terminó a la puesta del sol”.

“Oh”, él comenzó a explicar. “Pero eso es un error de traducción. Esto no quiere decir que al final del sábado, sino al amanecer del domingo”.

¿No acaba de decir que uno no puede cambiar la traducción King James? ¿No acaba de decir que tengo que tomarlo como está, sin cambiar o retraducir ni una sola cosa?”

Él estaba empezando a perder prestigio. No tenía respuesta.

“Ahora”, dije, “vaya a Marcos 16:9 [vkj] y veamos si es lo suficientemente honesto para leerlo con honestidad”.

“Ahora, cuando Jesús RESUCITÓ temprano el primer día de la semana”, él exclamó.

Me volví hacia el Sr. Conn.

No me gusta hacer esto”, dije, “pero tengo que mostrarle cuán deshonesto es este hombre, y cómo ha estado engañándolo a propósito estos últimos años, en cuanto a lo que la Biblia dice.

Vea pues Sr. Conn, este pasaje dice el estado en el que Jesús ya estaba, temprano el primer día de la semana. Nos dice si Él estaba resucitando, o si ya había resucitado, porque Él había resucitado la noche anterior. Quiero que usted Sr. Conn lea esto. ¿Dice aquí que Jesús resucitó, o que temprano el primer día de la semana, Él ya había resucitado?”

Le entregué la Biblia al Sr. Conn. Sus manos temblaban el apenas podía sostenerla. Estaba muy nervioso.

Él leyó: “Ahora cuando Jesús estaba resucitado temprano el primer día de la semana” [vkj].

El predicador y su compañero se fueron furiosos de la sala dando grandes pasos, recogieron sus abrigos y sombreros y salieron por la puerta del frente sin decir una palabra. La Sra. Conn rompió en llanto.

“Espero que no haya sido demasiado duro con esos hombres”, dije en un tono de disculpa.

“Oh, usted no lo fue”, sollozó la Sra. Conn “Ellos fueron duros con usted. Pero le digo que duele tener que perder por completo la confianza, en los hombres que uno había visto como casi santos representando a Dios todos estos años. Verlos demostrar que son deliberadamente deshonestos y tratando de engañarnos es un golpe duro”.

Otra iglesia nueva

La campaña Alvadore terminó. Habían venido quince con nosotros, incluidos los Day y los Conn. Una nueva iglesia local se organizó, para reunirse en el auditorio de la escuela Alvadore los sábados en la mañana. Ordené a J. M. Day como anciano, y W.E. Conn como diácono.

Ahora me vi obligado a alternar entre Alvadore y Jeans, cada sábado de por medio en cada una, y en la tarde del sábado en nuestra casa en Eugene. ▪

Continuará...

Capítulo 34: El crecimiento constante de la Obra en Eugene

Boletín, AD