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La Trompeta

Autobiografía de Herbert W. Armstrong: La campaña se pone en marcha, a pesar de la oposición

Capítulo 32: La campaña se pone en marcha, a pesar de la oposición

Continuación de La pura verdad es publicada

“Nunca llegará lejos, Sr. Armstrong”, dijo un residente del vecindario de Jeans a quien conocí en la carretera un día. Fue durante el tiempo que tenía tres reuniones por semana en la escuela de Jeans, a 12 millas al oeste de Eugene, Oregón. Esto fue luego de las reuniones de seis semanas en la escuela Firbutte y la formación de la nueva Iglesia de Dios local que se reunió en la escuela Jeans.

“¿Por qué dice eso?” le pregunté.

“Porque usted está predicando exactamente lo que dice la Biblia. La Biblia corrige y reprende a la gente. Las personas no quieren que se les diga que están equivocadas. A la gente no le gusta la corrección. Lo que usted predica es muy fuerte para ellos. La gente jamás lo apoyará”.

Sonreí.

“Si yo buscase el apoyo de la gente, tendría que predicar lo que la gente quisiera oír”, le respondí. “Yo lo he aprendido por experiencia. Pero no fui llamado a este ministerio por la gente. La gente no me enseñó este evangelio que predico. La gente no me colocó en el ministerio. Jesucristo lo hizo. No soy empleado de la gente ni de ninguna organización del hombre. Yo he sido llamado por Jesucristo, y enviado con Su evangelio. Él es mi empleador. Confío en Él por apoyo. Él me ha dado la promesa escrita de que Él suplirá todas mis necesidades. Creo que Él es capaz, ¡y que así lo hará!”

El hombre me miró con incredulidad. Se quedó sin habla.

Pero ahora, casi 40 años después, puedo decir que Jesucristo apoyó Su Obra por medio de Su siervo. Otorgó sus necesidades (casi insignificantes al principio, aumentando gradualmente, pero siempre en aumento). Por supuesto, Dios trabaja por medio de instrumentos humanos. Él ha movido los corazones de aquellos que estuviesen dispuestos a convertirse en colaboradores con Él y conmigo en esta Obra, ahora grande y de alcance mundial.

La campaña en Eugene empieza

Durante las reuniones de julio y agosto en la escuela Firbutte, y durante el invierno, cuando continuaban las reuniones con la nueva iglesia local en la escuela Jeans, a 12 millas [como 19km] al oeste de Eugene, mi esposa e hijos se habían quedado en Salem. Yo había vivido con la familia Elmer Fisher en su granja a siete millas [como 11km] al oeste de Eugene.

Pero a finales de marzo, había alquilado una casa en West Fourth. Creo que el alquiler era de unos siete dólares por mes. Había hecho los arreglos para que las reuniones empezaran en el “Antiguo Templo Masónico” en la Séptima Avenida. Luego una noche, mi esposa y mis hijos llegaron a Eugene con nuestros muebles y mobiliario en el camión de Ed Smith. Esa noche, hicimos arreglos para que mi familia durmiera en colchones en el segundo piso de la Antigua Sala Masónica.

El año y tres meses que pasé en Astoria, con un promedio de tal vez cinco horas de sueño por noche, y con alrededor de tres días y tres noches sin dormir, me había dejado en una condición que se me hacía difícil dormir por la noche. En esta noche en particular, desesperado por un buen sueño de una noche completa, había probado unas pastillas de barbitúrico para dormir. En este tiempo, estas píldoras para dormir no requerían receta médica. Nunca olvidaré la experiencia. Fue mi primera y la última con las pastillas para dormir.

Bueno, dormí la noche completa. Pero fue una sensación rara. No fue natural, sino que un sueño inducido. Me dejó asustado. Al igual que había renunciado el tabaco de masticar a los 5 años, ahora renuncié para siempre a los barbitúricos para inducir el sueño.

Unos cuantos días siguieron ocupados, limpiando este auditorio del Antiguo Templo Masónico prácticamente abandonado. Junto con mi esposa e hijos, el Sr. y la Sra. Fisher, uno o dos más de la Iglesia se sumaron a la limpieza.

La Campaña de Tres Puntos estaba lista para adelantarse en los tres puntos. La emisión había empezado el primer domingo de enero de 1934. La Pura Verdad, mimeografiada, hizo su primera aparición el 1° de febrero. Y ahora, el primero de abril, las reuniones se iniciaron en el centro de Eugene, en el Antiguo Templo Masónico.

Como antes he mencionado, las reuniones todavía se hacían tres veces por semana en la escuela Jeans, los martes, jueves por la noche y sábados por la mañana. Por lo tanto, las reuniones en el centro de Eugene se llevaban a cabo el domingo, miércoles y viernes por la noche. Éste fue nuestro primer experimento en hacer reuniones evangélicas públicas tres veces por semana. Estas reuniones se llevaron a cabo por cinco meses y medio.

De esta experiencia aprendimos que tener reuniones sólo tres veces por semana no es tan fructífero como las que se llevan a cabo consecutivamente seis veces por semana.

Más tarde, íbamos a saber que lo mismo sucede en la radiodifusión. Una emisión una vez a la semana, o hasta tres veces por semana, no produce resultados comparables a la radiodifusión diaria de seis o siete veces por semana.

Para esta campaña en Eugene, repartí volantes mimeografiados y lo anuncié en el programa de radio. Se mantuvo una asistencia de aproximadamente 100 personas hasta las últimas dos semanas. Pero esto fue mucho menos que las campañas de más adelante con servicios consecutivos de seis días a la semana.

Aquí, como en las reuniones de Salem con el anciano Oberg, los “pentecostales” agresivos, con sus gritos y alboroto eran muy evidentes al principio. Pero para este tiempo, yo me había dado cuenta que ellos estaban interesados principalmente en estimular una manifestación emocional. No les interesaba aprender la verdad bíblica, de obedecer los mandamientos de Dios, ni de someter sus vida a ser cambiadas y transformadas de acuerdo a la Palabra de Dios por un Cristo vivo que hace Su obra salvadora dentro de nosotros. Unos cuantos sermones vigorosos sobre la obediencia a Dios, de superación, y de vivir de acuerdo a toda palabra de Dios pronto los desanimó. La mayoría de ellos dejaron de venir.

Incidente “pentecostal”

Una grande iglesia “pentecostal” emitió una hora y media completa de su servicio en kore la noche del domingo. Durante uno de estos servicios transmitidos, su pastor dijo que, si alguno de los miembros deseaba visitar cualquier otra iglesia, sería muy bien, con la excepción de los servicios que yo daba. Les advirtió de que no asistieran a nuestras reuniones.

Poco después de que nos habíamos mudado a la casa en West Fourth Avenue, tres de los pentecostales que habían asistido a las reuniones de carpa en 1931, presentadas por el anciano Taylor y yo, vinieron a nuestra casa. Eran un marido y su esposa de mediana edad y la hermana de uno de ellos. Una de las mujeres decía que tenía un malestar o enfermedad de algún tipo. Me pidieron que ungiera a esta mujer y que orara por su sanación.

Les invite que entraran a la casa.

“¿Por qué?”, pregunté yo, “ya que ustedes dicen que tienen el bautizo del Espíritu Santo y que yo no lo tengo, que pretenden estar en un plano espiritual más alto que yo, que su pastor y su iglesia me denuncian, y dicen que no soy el ministro de Dios, que ustedes afirman que su predicador “pentecostal” tiene el Espíritu de Dios y poder que yo no tengo, ¿por qué vienen conmigo en busca de la unción y la sanación en vez de con su propio pastor?”

“¡Hmm! resoplaron, ¿Con quién iríamos allá?”

“Bueno”, proseguí un poco más, “en 1 Juan 3:22, Dios dice que cualquier cosa que pidamos la recibiremos de Él porque guardamos Sus mandamientos y hacemos esas cosas que son agradables delante de Él. Esta obediencia a los mandamientos de Dios es una condición vital para ser sanado. Ustedes no obedecen los mandamientos de Dios a pesar de que asistieron a nuestras reuniones de carpa en 1931 casi todas las noches por seis semanas, y escucharon la verdad hecha muy clara. Ahora bien, o ustedes son deliberadamente rebeldes y se niegan a obedecer a Dios, o de lo contrario han sido tan ciegos en su carnalidad que de alguna manera la verdad en realidad nunca les llegó aunque la hicimos muy clara; y en realidad ustedes nunca la comprendieron. ¿Cuál es?”

“Supongo que simplemente no lo vimos, hermano”, fue la respuesta.

“Muy bien”, dije. “Como yo no puedo leer su mente y corazón como Dios puede. Tengo que tomar su palabra. Puesto que afirman que conscientemente no han llegado a entender la verdad, y que no se rebelaron ni desobedecieron a sabiendas. Los ungiré”.

Al momento que empecé a orar, los tres, fieles a la costumbre “pentecostal” pagana y no bíblica, empezaron a tratar de interrumpir mi voz con sus fuertes expresiones de “¡O alabanza a ti Jesús! ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios!” etc., etc., en una babilonia de ruidosa confusión. Inmediatamente después, la mujer que yo ungía se volvió en una carcajada loca, ruidosa, y fuera de control. Esto parecía ser una nueva moda en ese entonces entre los “pentecostales” en Oregón. Le decían “la risa santa”.

Instantáneamente, puse las manos en la cabeza de ella, y en una voz fuerte le pedí a Dios, por la autoridad de Jesucristo, a silenciar esta obra de Satanás, ¡y expulsar a estos espíritus demoniacos de mi hogar!

Al instante, como fulminado por un rayo, la risa histérica y no natural de la mujer, fue silenciada, al igual que los gritos de los otros dos. Todo estaba tranquilo.

Se pusieron de pie.

“Bueno, de todos modos”, dijo con desprecio la mujer que estaba “enferma” supuestamente, “¡Ya estoy curada pues!” Y rápido salieron de la casa.

En otra ocasión, un miembro de esta iglesia “pentecostal” vino corriendo hacia mí en una calle de Eugene por la mañana de un domingo.

“Hemos tenido una docena de hombres buscándolo por todas partes”, jadeó. “¡Por favor, venga rápido! La esposa de nuestro pastor se calló hacia atrás “bajo el poder” durante la oración, y está inconsciente, y no podemos revivirla. Nuestro pastor nos mandó a recorrer la ciudad para encontrarlo. Por favor venga a orar por ella, para que se reviva. ¡Tememos que se está muriendo!”

Me apresuré a esta iglesia “pentecostal”. Allí estaban, probablemente cuatrocientos o quinientos de ellos, retorciéndose las manos en la desesperación, todos gritando en la confusión que Dios reviviera a la mujer afectada.

Les hablé con voz alta de autoridad para que todos se callaran. Entonces en unas muy breves y pocas palabras le pedí a Dios que tuviera misericordia de su paganismo tonto, y que reviviera a esta mujer. Me agaché, puse las manos en ella, y revivió. La tomé de la mano y la levanté, y me marché de su iglesia mientras reinaba un silencio asombrado.

Nunca he podido comprender por qué tantos, a través de los años, que me han denunciado y afirmado que ellos eran espiritualmente superiores, han venido conmigo para la oración cuando necesitaban a alguien lo suficientemente cercano a Dios para que hubiera respuesta.

Visitando la cárcel

Durante las reuniones en el Antiguo Templo Masónico, alguien me dijo de un hombre en la cárcel del condado, que había pedido que lo visitara. El prisionero era el hermano y “oveja negra”, de la familia de un hombre muy respetable.

Este prisionero parecía dar la bienvenida a mi visita. Él estaba agendado para ser liberado en un par de días, y prometió asistir a los servicios. Dos noches después, llegó a la reunión, con una chica que presentó como su esposa.

Como creo que ya se ha mencionado anteriormente, en esos días yo seguía la costumbre de evangelización de dar “llamado al altar”. Fue una de esas cosas que daba por sentado sin pensar y sin buscar pruebas de algún origen bíblico o divino. Todos hemos descuidadamente asumido, aceptado, y seguido más costumbres, ideas y maneras de lo que pensamos. A medida que han transcurrido los años, he aprendido a ser mucho más cuidadoso para investigar y probar todas las creencias y prácticas. Más tarde, cuando investigué de nuevo sobre el ministerio de Jesús, de Pedro, Pablo, y de los demás apóstoles y evangelistas del Nuevo Testamento, se hizo evidente que ellos nunca practicaron ni iniciaron tal costumbre. Así que lo dejamos inmediatamente.

Pero en ese entonces, yo todavía estaba aprendiendo, y dando las acostumbradas llamadas al altar del evangelismo. Y estos dos jóvenes, el hombre y la mujer, se acercaron. Parecían estar muy arrepentidos. Pasé algún tiempo con ellos después. Ellos demostraron un espíritu de buena voluntad para obedecer a Dios completamente, y de iniciar una nueva vida de superación a través de la fe en Cristo, viviendo de toda palabra de la Biblia. Al día siguiente, los bauticé.

Pero aprendí una seria lección a través de esta experiencia. Después, descubrimos que estos dos no estaban casados. En realidad, habían pasado por una ceremonia de matrimonio, pero era bigamia. La muchacha se había casado anteriormente en otro estado con otro hombre, de quien no se había divorciado. Tenía una niña de 2 o 3 años, cuyo padre era un tercer hombre con quien nunca se había casado. Desde ese momento, hemos tenido mucho cuidado de comprobar el estado del matrimonio, el divorcio, y nuevo matrimonio de todos los candidatos para el bautismo. Dios quiere que aprendamos de la experiencia, además de la instrucción directa.

Le dije a la chica que tendría que dejar a este hombre.

“Bueno”, respondió ella, “Lo haré, tan pronto que pueda conseguir un trabajo”.

“No”, dije yo con firmeza, “¡tienes que dejarlo ahora!

“Pero no puedo dejarlo ahora”, protestó ella. “No tengo otro lugar adonde ir”.

“Ven con nosotros, entonces”, insistí. “La Sra. Armstrong te pondrá en nuestro cuarto para las visitas por esta noche, y mañana te ayudaremos a hacer arreglos permanentes”.

Ella era una débil, tanto como este hombre. Así que cedió a nuestra insistencia firme. A la mañana siguiente, la Sra. Armstrong entró a su cuarto a llamarla al desayuno. La cama estaba vacía. La ventana estaba abierta. La muchacha se había salido por la ventana y regresado a “su hombre”.

Sin embargo, pronto fueron separados a la fuerza otra vez. Habían comprado muebles y mobiliario bajo contrato de una mueblería local para una casa barata rentada. Este joven luego vendió mucho de éstos por dinero en efectivo, y falló en completar los pagos a la tienda.

Ayudar a un débil

Este chico estaba en la cárcel de nuevo y me llamó para pedir ayuda. Al visitarlo en la cárcel otra vez, me enteré de lo que había sucedido. Prometió ser bueno esta vez si tan sólo lo sacara de ahí. El comerciante de muebles dijo que entendía que el chico tenía un hermano de algunos medios.

“Retiraremos los cargos si usted va con su hermano a hacerle pagar la factura de muebles”, dijo el comerciante de muebles. “No queremos ser duros con el muchacho. Somos hombres de negocios. Sólo queremos nuestro dinero”.

Yo no tenía coche en esos días, pero viajé alguna distancia para ver al hermano de este muchacho.

Después de que le expliqué la situación, él dijo: “Sr. Armstrong... usted tal vez piense que soy un hermano duro de corazón, pero no lo soy. Voy a hacer lo que yo sé que es mejor para el propio bien de mi hermano. Si yo pago esto y lo saco de la cárcel, no pasarán 30 días antes que esté de nuevo en la cárcel. Mi hermano todavía no ha tenido suficiente castigo para aprender la lección. Yo creo que necesita estos 30 días en la cárcel para pensarlo bien”.

Sí que lo pensó, y logró mantenerse fuera de la cárcel por un año más o menos, después del cual perdí el contacto con él. Pero él y la muchacha eran demasiado débiles para mantenerse separados. Discutían y se peleaban cuando estaban juntos, pero no podían resistirse a seguir juntos.

La muchacha, rechazando todo el asesoramiento y consejo mío, obtuvo el divorcio de su primer marido, y luego tuvo una segunda boda por lo civil con este hombre bueno para nada, lo que, al menos, legalizó su vida adúltera ante la ley del hombre.

No sé lo que sucedió con ellos. La Sra. Armstrong y yo pasamos mucho tiempo tratando de ayudarles a enderezarse, pero eran como aquellos que Jesús mencionó en Lucas 8:13 en la parábola del sembrador. Escucharon y recibieron la palabra de Dios con alegría, pero no tenían “raíz” ni espina dorsal de carácter, y tan pronto que llegaba la tentación, eran demasiado débiles para resistir.

La frase “Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos” no se encuentra en la Biblia, como muchos creen, sino que es un dicho de Benjamín Franklin. Sin embargo, expresa un principio cristiano. Hace mucho tiempo, aprendí que no puedo llevar a otros hacia el Reino de Dios sobre mis hombros, ni los puedo arrastrar. Sólo puedo señalarles el camino, proclamar la verdad, darles consejo y asesoramiento, ayudarles en lo material de muchas formas, y orar por otros. Puedo dar auxilio y ayuda, pero cada quien tiene que pararse en sus propios pies ante Dios, y por una fuerte motivación entregarse a Dios para permitir que lo transforme y lo moldee en el propio carácter santo de Dios. Dios lo hace a través del poder de Su Espíritu Santo. Pero también tenemos nuestra parte al negarnos a nosotros mismos, al vencer, y al ¡hacer! Son los hacedores, no los que oyen solamente, que entrarán finalmente a Su Reino (Romanos 2:13).

Sin embargo, esta experiencia que acabo de relatar causó algo de reflexión y estudio de la Biblia para investigar cómo Dios lidiará con los humanos débiles como ellos. La respuesta se encuentra en la parábola de las minas y en la parábola de los talentos.

En la parábola de las minas, los 10 siervos de Cristo parecen haber tenido la misma capacidad, y a cada uno Dios le dio una porción igual desde el principio. El que multiplicó por diez las minas con que empezó (mediante la superación y el crecimiento en la gracia y conocimiento de nuestro Señor) recibió el premio de gobernar sobre 10 ciudades. El que las multiplicó cinco veces, sobre cinco ciudades.

Pero en la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30), Dios le dio a cada uno al inicio de su vida cristiana, de acuerdo con su capacidad natural. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y a otro solamente uno, según la capacidad natural de cada uno. El hombre con cinco talentos duplicó sus acciones espirituales. Al igual, aunque el hombre con dos rindió menos en número que el que tenía cinco, él también duplicó lo que tenía al inicio. ¡Logró lo mismo en proporción a su capacidad!

De consecuencia, encontramos la revelación de que al que mucho se le da, mucho se le requiere. A quien poco se le da, menos se le requiere. En otras palabras, Dios juzga a cada individuo de acuerdo a la superación, sumisión, desarrollo y crecimiento, ¡de acuerdo a lo que tiene para hacerlo!

Esta desafortunada pareja de débiles no nacieron con tanta inteligencia ni fuerza de carácter (potencialmente) como muchos otros. Por eso, Dios no requiere tanto de ellos. ¡Pero Él requiere el mismo esfuerzo en proporción a la capacidad! Tenemos nuestra parte en el desarrollo de la vida cristiana y el carácter.

La supuesta “organización bíblica”

Durante estos meses finales del invierno y la primavera de 1934, la oposición por parte de los ancianos Ray y Oberg no paró. Yo había rechazado seguir recibiendo los tres dólares semanales de “salario” de la Conferencia Estatal de Oregón después de la memorable reunión de la “disputa de todo el día” a principios de agosto de 1933. Pero esto en sí, no apaciguó la ira de ellos en contra mía.

En la reunión bianual de la Conferencia General de la iglesia en Stanberry, Missouri, que probablemente tuvo lugar en agosto de 1933, el anciano Andrew N. Dugger había perdido por un voto su control de hierro previo de la iglesia. Acto seguido, el Sr. Dugger inmediatamente se salió de la Conferencia y organizó una “Iglesia de Dios” en competencia bajo lo que él llamó “la forma de organización bíblica”.

Consiguió persuadir a la mitad o más de los ministros en la Iglesia a unirse a él en esta nueva “organización”, con el argumento de estar ahora restableciendo la forma de organización bíblica. Entre los que se unieron a él fueron el anciano C.O. Dodd de Salem, West Virginia, un anciano McMicken, el anciano Alexander de Kansas, el anciano Severson, y Otto Haeber de Hawthorne, California, a quien conocía yo como buen amigo. El Sr. Haeber no había, creo yo, hasta este momento, sido ordenado como anciano pero era un miembro influyente.

El Sr. Dugger había sido acusado de tener una dictadura, un caciquismo, y de ser deshonesto. Yo todavía no lo había conocido, y no lo juzgaba. Sin embargo, su nueva forma de organización tendía a desviar la crítica. Él afirmó que los 12 apóstoles originales estaban destinados a formar la parte superior de la dirección permanente de la Iglesia, como la organizó Cristo. Él llamó este consejo “los Doce”. El Sr. Alexander, el Sr. Haeber, y el Sr. McMicken, creo, fueron puestos en el “Consejo de los Doce” (a pesar de que nunca hubo 12). Pero el Sr. Dugger mantuvo su propio nombre fuera de lo que supuestamente era la junta de gobierno, para así evitar la acusación de que él estaba “manejando las cosas” como la cabeza.

Después, utilizando a los “70” que Jesús nombró para una misión especial por una sola vez (Lucas 10), el Sr. Dugger, con el Sr. Dodd y el Sr. McMicken, establecieron “El Consejo de los Setenta” ministros principales. A este consejo designaron tantos nombres como pudieron. Sin embargo, nunca hubo 70. A este consejo habían incluido mi nombre, y también los de los ancianos Oberg y Ray de Oregón. El anciano Severson, creo, también estaba en este consejo.

Por último, observando que los primeros apóstoles habían designado a siete diáconos para atender el “trabajo” de servir las mesas y ayudar a las viudas prosélitas (Hechos 6:1-4), el Sr. Dugger ideó un “Consejo de los Siete” para manejar los negocios de la Iglesia, designándose a sí mismo el presidente de dicho consejo. La diferencia fue que los siete diáconos de los primeros apóstoles simplemente aliviaron a los apóstoles del “trabajo” físico de atender las mesas, servir alimentos, y en otras maneras servir las necesidades físicas de las viudas; en cambio el “Consejo de los Siete” del Sr. Dugger ¡manejaba todos los ingresos y finanzas de la iglesia! Por lo tanto, en realidad llevaba todo el poder real para gobernar. El Sr. Dugger tenía el control de los salarios de “los Doce”. La palabra “trabajo” [Hechos 6:3, en la vkj dice “business”] se encuentra en la traducción Reina Valera 1960. Pero la traducción rsv y la Moffatt dicen: “deber”.

La persecución continúa

Esta “forma de organización bíblica” atrajo a la mayoría de nuestros hermanos en el Valle Willamette de Oregón. Quedaban todavía dos facciones en el valle: Una de ellas aún leal a “Stanberry” como se le llamaba; la otra, que se había incorporado como la Conferencia de Oregón, estaba algo enamorada de la nueva “organización”.

El Sr. Dugger nombró a Jerusalén, Palestina la “sede mundial”, con la sede de Estados Unidos en Salem, West Virginia. Así que ésta llegó a ser conocida como la “iglesia de Salem”.

En aquellos días, un tema bíblico del cual yo estaba completamente empañado, era la cuestión de la organización y el gobierno de la Iglesia. Yo sabía que el patrón de “Stanberry” de una conferencia general no era bíblico. Sabía que el voto según la preferencia de los humanos no era bíblico. Veía claramente que Cristo eligió a sus apóstoles, que tanto ellos como los evangelistas, a su vez, eligieron y ordenaron a los ancianos en las iglesias locales. Por lo tanto, en la iglesia que ahora se reunía en la escuela Jeans, debido a que yo fui el evangelista que Dios usó para levantar a esta iglesia, elegí y nombré al Sr. Elmer E. Fisher como diácono, quedándome yo como pastor.

Pero exactamente cuál era la verdadera forma bíblica de organización no veía con claridad en ese momento. Estaba realmente confundido sobre la cuestión. Tenía serias dudas acerca de la certeza del Sr. Dugger sobre la “forma bíblica” de organización. Hablé sobre el asunto con el Sr. y la Sra. Fisher, el Sr. Claude Ellis, y otros de nuestra iglesia en Jeans. El Sr. Fisher no estaba “convencido” de ello tampoco. Él aconsejó ir despacio.

Mientras tanto, los señores. Ray y Oberg estaban haciendo todo lo posible para instar a la Conferencia de Oregón a integrarse con la nueva “organización” y mantenerme a mí fuera. Uno de los puntos básicos de la doctrina de la organización “Salem” era de abstenerse de la carne de cerdo y observar rigurosamente la ley alimentaria de lo “limpio e inmundo” de Levítico 11. El Sr. Ray ahora trató de desacreditarme en la nueva “organización” con su argumento contra el puerco.

Por lo tanto, el Sr. Fisher, el Sr. Ellis, los otros miembros en Jeans y yo decidimos que simplemente dejaríamos la respuesta en las manos de Dios. Oraríamos y pediríamos a Dios que nos enseñara de esta manera: Si la reorganización “Salem” me aceptara como “uno de los 70” a pesar de la oposición de los señores Ray y Oberg, nos integraríamos. De otra manera, seguiríamos siendo independientes.

La prueba

Por algunos meses la situación se mantuvo. Ni la aceptación ni el rechazo provenía de Salem. Entonces un día Otto Haeber vino acompañado por el anciano Alexander de Kansas a la oficina que yo había montado en una antesala en el Antiguo Templo Masónico.

Nunca había conocido al Sr. Alexander. Pero porque yo había oído hablar mucho de él, y leído mucho sobre él en el periódico de la Iglesia, el Bible Advocate, me dio gusto conocerlo. Yo dirigía la conversación para conocernos, preguntando acerca de la obra en Kansas y conversación en general.

De repente, el Sr. Haeber interrumpió con bastante severidad.

“Sr. Armstrong”, dijo bruscamente, “parece que usted no comprende la importancia de esta reunión. ¡El Sr. Alexander es uno de ‘los Doce’! ¡El Sr. Alexander es un hombre muy importante! Su tiempo no debe ser desperdiciado con mera conversación amistosa. El Sr. Alexander es el hombre que tiene el poder de lograr su aceptación en el Consejo de los Setenta, si usted puede satisfacerlo con su posición en la cuestión de la carne “limpia e inmunda”.

Yo había conocido a muchos hombres importantes en el mundo de los negocios, y no había detectado nada en apariencia o personalidad del Sr. Alexander que fuera impresionante.

“¡Bueno!” exclamé. “¡No me había dado cuenta! Le pido perdón por gastar su valioso tiempo. Le diré mi posición en este tema en uno o dos minutos”.

“El punto número uno: he leído en las Escrituras que el pecado es la transgresión de la ley. En Romanos 7, Pablo dice que la ley que es pecado quebrantar es espiritual; una ley espiritual, no física. El punto dos: Jesucristo, al hablar de corrupción espiritual en Marcos 7, dice que el alimento físico al entrar en el estómago desde fuera no lo puede contaminar espiritualmente, sino lo que viene de dentro, del corazón: los adulterios, asesinatos, robos, las avaricias (las transgresiones de los Diez Mandamientos) contaminan al hombre espiritualmente. El punto tres: Las leyes de ‘limpio e inmundo’ de Levítico 11, son físicas y no leyes espirituales”.

“El punto cuatro: Cristo predicó el evangelio del Reino de Dios. Mandó a los apóstoles, y a nosotros hoy en día, a predicar el Reino de Dios. Ése es el evangelio que he recibido la orden de predicar. El punto cinco: Pablo dice claramente en Romanos 14 que el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, que es la obediencia a la ley de Dios”.

“El punto seis: Por lo tanto, no predico a los no convertidos ni comida ni bebida porque no es el evangelio. Pero, por otro lado, el cuerpo físico es el “templo del Espíritu Santo”, y somos enseñados a no contaminarlo, incluso físicamente”.

“Por último, el punto siete: Entiendo perfectamente que habían animales limpios e inmundos en el tiempo antes de la ley mosaica, incluso antes del Diluvio, y por lo tanto, desde la creación. Y Dios no creó a los animales inmundos para ser alimentos. Al igual que muchas plantas y hierbas son venenosas y no son alimentos, los animales inmundos no fueron hechos para ser digeridos correctamente ni para nutrir al cuerpo humano. No son criaturas de Dios destinados a la alimentación. No son santificados o apartados por la Palabra de Dios. La visión de Pedro de los animales inmundos en el lienzo se le dio (y lo dice claramente en Hechos 10) para mostrarle que no debería llamar a ningún hombre inmundo, y no para convertir a los animales inmundos en limpios. Por eso le enseño a todo converso y a cada miembro de la iglesia que no debe comer la carne inmunda. No la comemos en nuestra casa. Ninguno de los miembros de nuestra iglesia, ninguno de mis conversos, come carnes inmundas. Pero lo enseño como una cuestión física de la salud, no como asunto espiritual del verdadero evangelio”.

“Eso, en pocas palabras, anciano Alexander, es lo que la palabra de Dios dice y enseña y lo que yo creo. Ahora, siento mucho quitarle su valioso tiempo, y como es tan valioso, no le quitaré más. Buen día, señores”.

Y les abrí la puerta.

En realidad, pronuncié esta explicación de mi posición probablemente a un ritmo más rápido de lo que la mayoría de los lectores pudieron leerla. Ésta dejó al Sr. Alexander un poco desconcertado.

“Bueno, Sr. Armstrong”, consiguió decir cuando salían, “me parece que usted cree de la misma manera que la iglesia, pero puede ser que tenga una manera un poco diferente de declararlo”.

Poco tiempo después, me enteré que me consideraron como uno de “los Setenta”.

Cooperar, no participar

Así que nosotros de la Iglesia de Dios que nos reuníamos en la escuela de Jeans, al igual que nuestros hermanos de la Conferencia de Oregón, decidimos caminar con ellos en cooperación, pero nosotros, los de la nueva iglesia local cerca de Eugene, no nos “unimos” en el sentido de hacernos parte integral de ellos.

Entonces empecé a enviar informes de los ministros con regularidad. Cooperamos plenamente como hermanos en Cristo. Pero no acepté de ellos ni sueldo ni dinero para gastos. Ni ninguno en nuestra iglesia se puso bajo la autoridad de ellos. Nos mantuvimos libres para obedecer a Dios tal como está expuesto en las Escrituras, por si surgieran algunas diferencias. ¡Y más tarde, sí surgieron!

Después de la experiencia de ser ordenado a bautizar en contra de las Escrituras y de renunciar los tres dólares semanales de “salario”, nos manteníamos firmes de nunca más volver a estar en una posición de tener que obedecer al hombre en lugar de Dios.

Los resultados de las reuniones en Eugene

Las reuniones continuaron por dos meses en la sala del segundo piso del Antiguo Templo Masónico, justo al lado de la calle principal de Willamette y la avenida 7 oeste. Pero el Sr. Chambers, propietario del edificio, había hecho arreglos para remodelar y permitir ocupación permanente de la sala a partir del 1 de junio. Conseguí alquilar una sala en el segundo piso, al lado este de la calle Willamette entre la Séptima y la Octava, a partir del 1 de junio. Las reuniones continuaron allí por tres meses y medio hasta terminar a mediados de septiembre.

Las reuniones en el centro de Eugene habían continuado por cinco meses y medio. Los resultados en realidad fueron menos que en otras campañas de cinco o seis noches por semana. Definitivamente aprendimos que teniendo reuniones tres veces por semana en noches no consecutivas no desarrolla ni sostiene un interés comparable al de servicios todas las noches. Ésta fue una lección importante.

No obstante, hubo cosecha. Siempre había una cosecha. Ésa fue la razón principal de la oposición de los demás ministros. Nadie en la Iglesia (a quienes pude preguntarles) sabía de ningún “fruto” en absoluto que se hubiera producido en cualquier momento, por alguno de los otros ministros en la Iglesia en esa época. Sus celos y antagonismo, el espíritu competitivo y la oposición en contra de la única Obra que Dios estaba bendiciendo, eran un testimonio elocuente al motivo: la carnalidad y la falta de la verdadera conversión y sumisión a Dios. Dios puede usar sólo a los que se han rendido a ser instrumentos en Sus manos.

No recuerdo ahora cuantos parecían haberse arrepentido, y creído, y cuantos habían sido bautizados durante y al final de estas reuniones. Parece que fueron alrededor de 10 a 15. Pero varios de ellos eran del tipo a cual Cristo se refirió en la parábola del sembrador: el número mayor es comparable a los que estaban junto al camino. Jesucristo sembró la “semilla” —la palabra de Dios— por mi voz. Ellos fueron los que vinieron y oyeron, pero no entendieron ni creyeron; y Satanás quitó de sus corazones las verdades que oyeron, para que no creyeran y se salvaran (Lucas 8:12). Éstos, dejaron de asistir antes de la clausura de las reuniones. Algunos eran comparables con los del suelo pedregoso, entre ellos el joven y la joven ya mencionados. Recibieron el evangelio de Cristo con alegría y gozo, pero no tenían profundidad de carácter, y permanecieron sólo algún tiempo. Otros eran comparables a los que cayeron entre espinos; los afanes de este mundo y el deseo de las diversiones mundanas causaron que se apartaran.

Sin embargo, a pesar de que pocos de los que entraron durante esas reuniones, resultaron ser de la “buena tierra” y perseveraron, había alrededor de 10 o 15 otros que comenzaron la vida cristiana. Se organizó una nueva escuela sabática para ellos; se reunían en nuestra casa en la avenida Cuarta Oeste los sábados en la tarde. Los servicios de Sábado por la mañana continuaron en la escuela de Jeans. A menudo, varios de allí venían a Eugene para la clase por la tarde en nuestra casa. ▪

Continuará...

Capítulo 33: Las primeras campañas de evangelización —las adversidades y las pruebas

Boletín, AD