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La Trompeta

Autobiografía de Herbert W. Armstrong: El programa de ‘El mundo de mañana’ comienza

Capítulo 30: El programa de ‘El mundo de mañana’ comienza

Continuación de El verdadero comienzo de la obra actual

La idea literal de un demonio invisible con poderes sobrenaturales, es considerada como dudosa por el clero “liberal” y por la mayoría de los llamados “educados” de hoy. Pero usted puede probar que la Santa Biblia es en realidad la mismísima Palabra inspirada del Eterno Dios Creador. ¡La Biblia revela que existe un demonio! También revela en estos últimos días, que él está extremadamente enojado y decidido a tomar acción en contra de los verdaderos siervos de Dios, que guardan Sus mandamientos y tienen la fe de Jesucristo (Apocalipsis 12:12, 17).

Un demonio furioso

También es revelado que la estrategia de Satanás es engañar, y que él y sus demonios tienen el poder de poner pensamientos, sugerencias o impulsos en las mentes humanas desprevenidas, a menos que estemos alerta y en guardia contra éste.

El Maestro Rival invisible había inculcado en los corazones de los ministros asociados, un espíritu de competencia en contra mía, incluso antes del comienzo real de esta Obra de Dios actual en esa pequeña escuela de Firbutte.

La segunda vez en mi vida que “prediqué”, si se le pudiera llamar así a esos primeros esfuerzos, apareció un ministro opositor que dedicó la mayor parte de su sermón en un esfuerzo por arruinar lo que yo había predicado en el primer sermón del día, justo antes de su sermón. Otro ministro había tratado de evitar que mis artículos aparecieran en la publicación Bible Advocate (Promotor de la Biblia) de la Iglesia de Dios. Otros dos ministros tramaron un complot, durante las reuniones de Salem, Oregon, con acusaciones falsas para desacreditarme y sacarme de la nómina de esta iglesia de la Conferencia de Oregon.

Y ahora, al comienzo de lo que iba a continuar expandiéndose constantemente hasta convertirse en una fuerza global dirigida y potenciada por Dios, Satanás trató de (más cruelmente que nunca) detener esta Obra, mientras era aún pequeña. Seguramente ninguna actividad podría haber comenzado más pequeña. Las cosas de Dios, deben comenzar desde lo más pequeño, cuando el Eterno trabaja a través de instrumentos humanos, como un grano de mostaza. Pero estos crecen. ¡Ningún poder, ninguna agrupación de poder, ya sea satánico o humano, puede detener o evitar el propósito de Dios! Satanás puede ser mucho más poderoso que el hombre. Pero Dios es incomparablemente más poderoso que Satanás, y el diablo no puede hacer más de lo que Dios le permite.

Supongo que estos ministros opositores pensaron que estaban haciendo lo correcto. Hay una manera que le parece correcta a un hombre. Dios dice que estos caminos son incorrectos y terminan en la muerte. Pero un hombre engañado no puede comprender eso. No deseo imputar motivos. No podía leer los corazones de estos hombres. Pero sí sé que, independientemente de la intención, ¡sus acciones buscaron en todo momento destruir lo que por sus frutos ha demostrado ser la verdadera Obra de Dios! Hoy en día, los poderes humanos, mucho más poderosos y formidables, se están organizando en contra de ésta. Hoy, así como los fariseos y los saduceos odiaban el evangelio que Jesús predicaba, las iglesias organizadas modernas odian ese mismo evangelio idéntico que ahora se derrama como una avalancha sobre todos los continentes en la Tierra, preparando el camino antes que Cristo venga a gobernar a todas las naciones con las leyes de Dios.

Por lo tanto, ¡la profecía está siendo cumplida!

La obsesión ‘porcina’

La oposición durante la primavera y el verano de 1933 llegó a través de los dos ministros que se habían mudado a Oregon desde California: los ancianos Sven (Sam) A. Oberg y A. J. Ray. El Sr. Ray estaba desarrollando, durante el verano, una especie de obsesión contra el consumo de carnes “impuras”, como la carne de cerdo, el jamón, tocino, mariscos y los etiquetados como “impuros” en Levítico 11. El énfasis que él puso casi con vehemencia continuamente en esta doctrina, más bien daba la impresión de que, a sus ojos, el consumo de carne de cerdo, que era de su mayor condena, era el mayor de los pecados.

En el momento en que comenzó la reunión escolar de Firbutte, el 9 de julio de 1933, el Sr. Ray comenzó a apuntar sus armas “anti cerdo” directamente hacia mí. Él exigió que yo declarara definitivamente mi postura sobre esta cuestión. Le había escrito una exposición bíblica del tema, demostrando que se trataba de una cuestión de alimento físico, en lugar de un tema espiritual o del evangelio. A menos que un hombre rompa el Décimo Mandamiento al codiciarlo, comer carne de cerdo no viola los Diez Mandamientos, que constituyen una ley espiritual.

Cité Marcos 7: 15-23, donde Jesús explicó que el pecado es un principio espiritual, lo que está saliendo del corazón de un hombre, pensamientos malvados que conducen a acciones de adulterio, asesinato, robo, engaño, blasfemia, orgullo, violaciones de los diez mandamientos; pero que nada de afuera, entrando en su boca, contamina al hombre espiritualmente. Jesús estaba hablando de principios espirituales, y el pecado como ofensa espiritual.

Le expliqué que sabía muy bien que los animales inmundos eran inmundos incluso antes del Diluvio; pero no algo que Moisés pronunció de repente. También le expliqué que estaba muy consciente del hecho que todavía son inmundos y no aptos para el proceso digestivo físico; que la visión de Pedro de la sábana fue dada, no para limpiar animales inmundos, sino para mostrarle a Pedro que no debería considerar inmundo a ningún hombre gentil (Hechos 10:28).

También que entendí bien que 1 Timoteo 4: 1-5 no hizo que los alimentos inmundos fueran digeribles y saludables, sino solo aquellos que son “criaturas de Dios” y “santificados”, lo que significa apartados, “por la palabra de Dios y la oración”. La Palabra de Dios no santifica la carne de cerdo, ni la aparta para uso santo, sino que prohíbe su uso como alimento. Y que indudablemente, millones de personas han contraído enfermedades por comer carnes inmundas.

Pero le señalé que todavía seguía siendo una violación física, pero no un pecado espiritual. El Reino de Dios (Romanos 14:17) no es carne ni bebida; sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo, las cosas espirituales.

Y le expliqué que fui comisionado para predicar el Reino de Dios al mundo exterior, y que éste no es el predicar comida o bebida. Le expliqué que ni yo, ni ninguno de mi familia comíamos carnes inmundas; que les enseñé a todos los conversos a no comer carnes inmundas, como una cuestión de buena salud. Pero le pregunté si podía mostrarme en la Biblia dónde yo estaba equivocado, o cualquier comisión bíblica para predicar sermones a los inconversos sobre el consumo de carne de cerdo. Le dije que me negaba a hacer de esta cuestión alimenticia un tema para sermones a los no convertidos, a menos que él pudiera mostrarme motivos bíblicos para hacerlo.

Él no pudo responder. En cambio, salió con celo renovado para desacreditarme y sacarme del ministerio.

Hubo una reunión de ministros un domingo por la tarde, unas cuatro semanas después que comenzaron las reuniones de Firbutte, en la escuela de Jeans a cuatro millas al oeste de Firbutte. Tanto el Sr. Ray como el Sr. Oberg vinieron a hablar conmigo. No fueron amistosos. El Sr. Ray, especialmente, estaba iracundo.

Incubando un nuevo complot

Luego se convocó una reunión general de negocios de la Conferencia estatal para el domingo siguiente, en el edificio de la iglesia en Harrisburg. Se me indicó que no les avisara a los Fisher ni a ninguna de las personas del distrito de Firbutte o Eugene.

Conocía bien el propósito de la reunión. En la escuela rural de un sólo salón en aquel distrito rural escasamente asentado, yo estaba teniendo una asistencia mayor que la que tenía el Sr. Oberg en el edificio más grande de la iglesia en la ciudad de Harrisburg. Ya tenía tres o cuatro conversiones, y él no tenía ninguna.

En esta reunión con el Sr. Ray y el Sr. Oberg, ellos se opusieron enérgicamente a que yo bautizara a los nuevos conversos, antes de que les predicara en contra del cerdo, y que obtuviera pruebas de que lo habían abandonado. Sabía que los Sres. Oberg y Ray tenían la intención de usar esto en mi contra en la reunión de negocios, como su último intento de sacarme de la nómina de pago.

¡Debo repetir que recibía un salario de $3 por semana! Los miembros agricultores le proporcionaban a mi familia en Salem, una cierta cantidad de alimentos además del salario.

No lo he mencionado antes, pero en abril de 1933, durante las reuniones de Salem, comencé a emitir un boletín mensual para los miembros de la Conferencia. Éste era mimeografiado. En Salem había contratado el boletín mensual impreso en la tienda local de mimeógrafos. En la casa de los Fisher, después de comenzar las reuniones de la escuela Firbutte, pedí prestada una máquina de escribir, y el vendedor de mimeógrafos Eugene me permitió usar uno de sus mimeógrafos sin costo, aunque tuve que comprar las plantillas (esténcil) y el papel. Estos costos fueron pagados por la tesorería de la Conferencia.

Después que comenzamos las reuniones al oeste de Eugene, algunas personas en esa área comenzaron a darme pequeñas cantidades de dinero ocasionalmente, que comencé a usar para los gastos y el envío de este boletín de la Conferencia.

Una carta para mi esposa

Durante esta semana (entre la conferencia con los dos ministros y la reunión de negocios en Harrisburg), le escribí una carta a mi esposa. Yo estaba temporalmente desanimado, y estaba exasperado e indignado por las tácticas de estos ministros, que profesaban ser los ministros de Jesucristo. Simplemente sentí que tenía que desahogarme de mi justa indignación. Algo de la naturaleza humana salió a flote.

Realmente “lo saqué de mi pecho” en una carta de seis páginas a espacio simple que le escribí a mi esposa en esa máquina de escribir prestada. Luego, después de “sacarlo de mi sistema” doblé la carta. Pero no la envié por correo. Debo haber olvidado destruirla, porque me he encontrado con la carta en un viejo archivador polvoriento. Me había abstenido de enviársela a mi esposa, porque sabía que ella me reprendería por “quejarme”. Sentí que me había “quejado” como los quejumbrosos hijos de Israel que salían de Egipto bajo Moisés.

Sin embargo, aunque parte de esta carta refleja una humanidad de la que me avergoncé, esto da testimonio (escrito en aquel momento) del sentimiento mismo de la situación.

Subí la colina hasta mi roca de oración y saqué las quejas de mi corazón. Allí se me ocurrió que debía preparar una defensa escrita de mi acción, de haber bautizado a los cuatro convertidos hasta ahora en Firbutte.

Pero la verdad es que Dios prosperó la obra que comenzó en el área de Eugene. Con la Iglesia levantada en Eugene, Dios comenzó una Obra a través de nosotros que Él podía prosperar, ¡y la prosperó! ¡Todavía la está prosperando de una manera poderosa!

La ‘lucha de todo un día’

El Sr. Fisher me llevó a la reunión de negocios en Harrisburg el domingo por la mañana. Pero él, siendo excluido, regresó a casa.

Tanto el Sr. Ray como el Sr. Oberg tenían ánimos de lucha. Esta vez estaban decididos a sacarme de la Conferencia. Uno de ellos predicó por la mañana una hora y media o dos, hasta el mediodía, en una larga afrenta contra mí. El otro siguió en la sesión de la tarde, con otra denuncia de dos horas sobre mi manera de bautizarlos luego del arrepentimiento y fe, antes de que se les diera una educación completa sobre la ley de Dios, y antes de que se les instruyera contra el consumo de carne de cerdo. Como de costumbre, no se dieron muchas Escrituras, sino sólo argumentos emocionales basados en el razonamiento humano, y agitados con un tono alto.

Sabía que habían influido en algunos de los hermanos para que creyeran que yo había hecho mal al bautizar a estas personas según las enseñanzas bíblicas.

Luego pedí que me permitieran defenderme y presentar la razón bíblica por la cual bauticé como lo hice, de acuerdo con la enseñanza bíblica. Inmediatamente, los señores Oberg y Ray se pusieron de pie en señal de protesta.

“Si al hermano Armstrong se le permite hablar, tomará demasiado tiempo”, argumentaron.

“Anticipé eso”, respondí. “Tengo mi respuesta a estos largos discursos del hermano Ray y el hermano Oberg, escritos a máquina. Lo he cronometrado. Tarda exactamente 15 minutos en leerlo. ¿Van a permitir que estos hombres pasen horas, toda la mañana y toda la tarde, acusándome, y luego negarme sólo 15 minutos para responder a sus acusaciones y demostrar por las Escrituras, quién tiene razón?”

Con la promesa de que no tomaría más de 15 minutos, me permitieron leer mi defensa.

En resumen, fue esto: que la mente natural no convertida no puede entender la Biblia, y no se acata a la ley de Dios, ni tampoco puede estarlo. No hay ninguna promesa en la Biblia que Dios dará su Espíritu Santo a nadie antes del bautismo, aunque lo hizo en el caso de Cornelio (Hechos 10: 44-48). La orden de Dios es: 1) arrepentirse, 2) bautizarse como señal de fe en Cristo, y 3) recibir el Espíritu Santo. El arrepentimiento significa la rendición incondicional a Dios, y a la voluntad de Dios y a Su modo, o lo que Él ordene. Esto significa quebrantar la rebelión en el corazón humano contra la obediencia a Dios. Significa sumisión total a Dios, y a todo lo que Él instruye en Su Palabra. Aquellos que yo había bautizado se habían ARREPENTIDO.

En Mateo 28: 19-20, la orden de Dios es: 1) ir y predicar el evangelio (compare con la versión de Marcos, las mismas palabras de Jesús, Marcos 16:15); 2) bautizar a los que se arrepienten y creen; luego, después de eso, 3) enséñeles a observar los mandamientos. Dado que las personas no pueden comprender completamente la verdad de los mandamientos y la enseñanza de la Biblia hasta después de recibir el Espíritu Santo, y dado que no hay promesa de que Dios dará el Espíritu Santo hasta después del bautismo, por lo tanto, los bauticé después del arrepentimiento y la fe, tal como lo instruye la Biblia; y luego, después de imponer las manos en oración para recibir el Espíritu Santo (Hechos 8:12, 14-17; Hechos 19: 5-6; 1 Timoteo 4:14; 2 Timoteo 1: 6, etc.), les enseñé los mandamientos de Dios, y el de no comer carnes inmundas, etc. Todo converso que yo había bautizado, había obedecido todas las verdades tan pronto como se las enseñé. Eran sumisos, enseñables, se rindieron a Dios, hambrientos de Su verdad. El conocimiento del Señor es algo para enseñar a las personas convertidas cuyas mentes son abiertas por el Espíritu de Dios. Debemos crecer continuamente en este conocimiento.

La traición

Tan pronto como terminé, el auto del Sr. Fisher había llegado para llevarme de regreso a la escuela Firbutte para la reunión de la tarde. Me vi obligado a irme de inmediato. Dadas las circunstancias, les pedí a los miembros de la junta y a los ministros si pospondrían cualquier acción hasta otra reunión cuando pudiera estar presente. A esto estuvieron de acuerdo.

Aproximadamente la mitad de los hermanos presentes estaban claramente de mi lado. Cuando salí de la iglesia, esta mitad se levantó y salió para asegurarme su simpatía, y que resistirían cualquier acción en mi contra.

Pero tan pronto como yo y todos los que me apoyarían salimos, los señores Ray y Oberg rompieron su palabra e inmediatamente ofrecieron una resolución en la que se me exigía, si permanecía en la Conferencia, bautizar a las personas a su manera en lugar de como la Escritura, y los que quedaban dentro del edificio de la iglesia fueron obligados a votar por ello.

Tan pronto como escuché sobre la acción tomada, inmediatamente escribí una carta cancelando el salario de $3 por semana, y sugiriendo que se lo dieran a los Sres. Oberg y Ray. No renuncié a la Conferencia. Pero rechacé los salarios subsecuentes.

Mi esposa estaba totalmente de acuerdo conmigo.

“En cuanto a mí y mi casa”, dije firmemente, “serviremos al Eterno nuestro Dios, y solo a Él serviremos. Si hombres nos pagan un salario, incluso de sólo $3 por semana, ahora sabemos que debemos predicar sólo lo que esos hombres nos ordenan. Pero si vamos a trabajar para Dios, debemos mirar a Dios como nuestro empleador y confiar en Él para suplir todas nuestras necesidades materiales. Y luego”, agregué, “si no le servimos como Él lo ordena, Él detendrá nuestros ingresos”. Algo así le escribí a mi esposa.

Puede parecer un paso que requirió de mucho valor para renunciar incluso a un ingreso de $3 a la semana, cuando eso era todo lo que teníamos. Por supuesto, algunas ofrendas me fueron entregadas personalmente en ese momento, pero generalmente eran de un dólar o menos, y tenían un promedio de menos del salario semanal de $3. Pero realmente eso no requirió ninguna valentía real. Mi esposa y yo sabíamos que estábamos obedeciendo y sirviendo a Dios. Nosotros sabíamos que Él nos estaba usando. Los frutos producidos daban un fuerte testimonio de esto. Dios nos había preparado para confiar únicamente en Él, mediante muchas respuestas milagrosas a la oración. Por lo tanto, sabíamos, en perfecta fe, que Dios supliría nuestra necesidad.

La prueba decisiva

En realidad, éste fue el punto de giro de toda mi vida; algo mucho más crucial de lo que me di cuenta en ese momento.

Esta fue la encrucijada; la última prueba crucial y punto decisivo antes de que el Cristo viviente comenzara a abrir las puertas a la comunicación en masa, a través de la cual la Obra de Dios por fin podría cobrar vida después de siglos de dormir, y salir con gran poder a todo el mundo, preparando el camino antes del regreso de Cristo a la Tierra, como gobernante sobre todas las naciones.

No me di cuenta completamente en ese entonces, de que este era un punto crucial en la historia de la Iglesia de Dios. Mi esposa y yo no salimos de la Iglesia. Esta era la Iglesia de Dios. De eso yo no estaba completamente seguro en ese entonces. Ellos se acercaban más a la verdad bíblica que a cualquier otra, pero su falta de poder y logros me perturbó seriamente.

Lo que realmente estaba sucediendo, aunque no lo entendíamos entonces, fue que una nueva era estaba comenzando en la historia de la Iglesia de Dios. Las palabras de Cristo se citan en el segundo y tercer capítulos del libro de Apocalipsis, prediciendo la historia de la Iglesia de Dios en siete eras o fases sucesivas. Los acontecimientos desde entonces han revelado que ésta es la era en la cual el mensaje de Cristo debe ir a todo el mundo, justo antes del final de ésta.

La Sra. Armstrong y yo continuamos teniendo compañerismo con estos hermanos. Yo continué trabajando con ellos y con sus ministros, en la medida posible. Los hermanos laicos continuaron buscándome por liderazgo para llevar la Obra de Dios al mundo. Pero desde aquella “disputa de todo el día”, yo quedé financieramente independiente de ellos y de sus ministros. Desde ese momento dependí únicamente de Dios. No pedimos ni solicitamos contribuciones financieras de nadie, excepto aquellos que voluntariamente se convirtieron en colaboradores financieros con nosotros. Y esta ha sido la política desde ese entonces.

Pero, desde ese momento cuando comenzamos a depender únicamente de Dios no solo para obtener apoyo financiero, sino también por orientación, dirección y resultados, la Obra comenzó un aumento anual fenomenal de casi el 30 por ciento durante los siguientes 35 años. La Obra se duplicó en tamaño, alcance y potencia en un promedio de cada 2²∕³ años. Ésta se multiplicó ocho veces cada ocho años, 64 veces en 16 años. Hoy, esta Obra es mucho mayor y más grande, que en aquel entonces.

¿POR QUÉ esta Obra ha avanzado de ser prácticamente nada, a tener un poder y un alcance mundial, multiplicándose continuamente una y otra vez?

Claramente yo no tenía la capacidad ni los recursos dentro de mí, para haber planeado, dirigido ni logrado algo remotamente similar, al desarrollo fenomenal que esta obra global ha alcanzado hoy.

De joven en mis veinte y pico años, yo había sido ambicioso, engreído, y confiado de mí mismo, suponiendo que estaría haciendo grandes cosas. Pero esa autoconfianza había sido perforada y completamente desinflada. Había sido tumbada por tierra con un fuerte estruendo. Me vi obligado a darme cuenta, en retrospectiva, de que simplemente había estado “dando vueltas en círculos”, incapaz de desarrollar ninguna organización o tomar un trabajo ejecutivo que requería la gestión y supervisión de otros. Había llegado a verme a mí mismo como “un pedazo de basura quemada”, ni siquiera digno de ser desechado en la pila de la chatarra.

La conversión había desinflado el ego y reemplazado la seguridad en mí mismo, ¡con la confianza que es la fe en Dios!

Y esta crisis fue el punto de giro, cuando mi esposa y yo en realidad y en práctica, comenzamos a depender únicamente de Dios, ¡ya no en nosotros mismos ni en los hombres!

¡Hasta que esos dos hitos se hubieran superado, Dios no podía abrir grandes puertas! La diferencia entre ESTA Obra de Dios y otras es solo eso, que ésta es la Obra de DIOS y no de los hombres. Ésta comenzó y continuó confiando en Dios, no en el hombre.

Yo había sido transformado; tuve siete años de estudio bíblico intensivo y crecimiento en conocimiento bíblico detrás de mí. Tuve cinco años de experiencia en la predicación. Me había vuelto bastante experimentado y confiando en Dios, en lugar de confiar en mí mismo o en los humanos. Sin embargo, a pesar de que fui empleado por hombres que me superaban, y que habían demostrado ser susceptibles a ser influenciados y persuadidos por ministros falsos, para actuar en contra de la Palabra de Dios, ¡yo todavía no era capaz de confiar sólo en Dios y ser completamente fiel a su Palabra!

¡El Cristo viviente simplemente no podía comenzar a abrir las puertas para Su Obra, hasta que yo fuera capaz de confiar únicamente en Él!

¡Ahora era libre! ¡Esta prueba crucial definitiva había demostrado que sería fiel a Dios y a Su Palabra, incluso luego de renunciar a todo!

Sé de evangelistas que probablemente son sinceros, suponiendo que están sirviendo a Dios, y que les gustaría ser libres para proclamar muchas verdades que retienen. Razonan algo como esto: “Si voy más allá y predico esas cosas, perderé todo mi apoyo. Me cortarían del ministerio por completo. Entonces no podría predicar nada. Mejor sirvo a Dios predicando la mayor parte de la verdad bíblica posible, que terminar no pudiendo predicar nada”.

Ellos dependen del apoyo financiero de hombres o de organizaciones de hombres. Cualquiera en esa situación es sirviente de los hombres, y no de Dios, se dé cuenta o no.

Un hombre me abordó mientras caminaba por el camino rural de grava entre la escuela Firbutte y la escuela Jeans, en el otoño de 1933.

“No llegarás lejos”, dijo. “Estás predicando la verdad directa de la Biblia. Eso ofende a las personas. La Biblia es como una espada afilada de dos filos. ¡Corta, reprende, corrige y regaña; la gente no apoyará ese tipo de predicación! No llegarás lejos”.

Pero yo no estaba dependiendo en el apoyo de la gente. Si la gente me pagara, tendría que servir a la gente. Si fuera a servir a Dios, ¡tendría que buscar únicamente el apoyo de Dios!

Por supuesto que Dios trabaja a través de instrumentos humanos. Pero tuve que confiar que Dios les pusiera en los corazones de las personas, el apoyar este tipo de predicación que obedece a Isaías 58: 1, clamando en voz alta, ¡levantando mi voz y mostrando a la gente sus pecados!

Nunca se tomó una decisión más importante que esa decisión de dejar de depender por completo en los hombres, y en cambio, confiar únicamente en Dios, no sólo para la verdad y la dirección, ¡sino también para el apoyo! Por esta razón nunca solicitamos contribuciones al público.

Muy rápidamente después de esa decisión, ¡el Cristo viviente comenzó a abrir las puertas! Muy pequeñas al principio. Luego, unas pequeñas adicionales, luego una gran puerta; luego, ¡más y más!

Y, para financiar lo que se abrió ante mí, agregó, lenta, gradualmente, pero consistentemente a la pequeña familia de colaboradores de trabajo que voluntariamente querían participar en la Obra de Dios, ¡cambiando corazones, cambiando la naturaleza humana, y prepararse para la venida de Cristo para cambiar y SALVAR el MUNDO! Pero no podía invitar a la gente a convertirse en colaboradores de la Obra. Pero sí podía darles la bienvenida con gratitud cuando Dios los hacía voluntariamente convertirse en colaboradores con Cristo; pero no hasta que ellos tomaran la iniciativa no podía pedirles. Ninguna otra actividad en la Tierra funciona de esta manera, y tal vez ninguna haya crecido tan seguramente.

La primera difusión por la radio

Las reuniones de seis semanas en la escuela de un sólo salón en Firbutte llegaron a su fin el domingo por la noche del 20 de agosto de 1933. Un total de más de 20 personas habían venido con nosotros, pero esto aparentemente incluía a los 10 miembros de las familias Fisher y Ellis, quienes eran miembros de la Iglesia antes de iniciar esas reuniones.

El Boletín del 1 de octubre de 1933 lleva el informe de que “con las familias Fisher y Ellis, más de 20 manifestaron su deseo de establecer una nueva Iglesia de Dios para guardar el sábado en ese distrito”.

En septiembre, muy pronto después de rechazar un salario y ser controlado y amordazado por los hombres, el Cristo viviente comenzó a abrir puertas para la proclamación masiva de su evangelio. Fue entonces cuando alguien me llamó la atención sobre el hecho de que la estación de radio local en Eugene, kore , en ese entonces con la potencia mínima más pequeña de 100 watts, tenía en su programación un devocional matutino, pero que tenía dificultades en conseguir ministros locales que lo condujeran. El tiempo aire era gratis, dado por la estación como un programa regular de 15 minutos de servicio al público, de 7:45 a 8 a.m.

Inmediatamente fui a la estación de radio. Una secretaria me dijo que estaba segura de que se alegrarían de que yo tomara el programa durante una semana. Tenía que volver a llamar más tarde para la fecha exacta.

En mi segunda llamada me asignaron la semana del 9 de octubre.

El 9 de octubre fue sin duda un gran día en mi vida, el día de mi primera experiencia ante un micrófono, ¡AL AIRE!

Aproveché esta oportunidad muy en serio. ¡Fue una oportunidad para hablar a varios cientos de personas a la vez! Nunca había hablado con tantos antes.

Pasé la semana anterior preparando notas y guiones bastante extensos. Era posible que nunca más pudiera volver a tener esta oportunidad, así que decidí atacar directamente al corazón del evangelio del Reino de Dios. Dado que el Reino de Dios se basa en las promesas hechas a Abraham, comencé el programa del lunes por la mañana, con las promesas hechas a Abraham.

Miedo al micrófono

Había escuchado mucho acerca de que todos le tenían miedo al micrófono la primera vez que salieron al aire. Me preguntaba si yo experimentaría esto. Ésta fue probablemente fue la aventura más emocionante de mi vida.

El lunes por la mañana, llegué temprano al estudio de la radio. El locutor no entró al estudio sino hasta 10 o 15 segundos antes de las 7:45.

¿Miedo al micrófono? ¡Por qué, pensé para mí mismo, estoy tranquilo y fresco como un pepino!

“¡Oiga!”, le dije rápido en voz baja al locutor. “Nunca he estado al aire antes. Si tiene alguna instrucción, será mejor que me la dé rápidamente. ¡Solo tenemos 10 segundos!”

Me miró con desdén y un poco aburrido.

“Solo párate frente al micrófono y comienza a hablar tan pronto como te anuncie”, respondió.

Unos tres segundos después me anunció. Mientras daba este breve anuncio al aire, pensé: Bueno, no le tengo ningún miedo al micrófono. ¡Estoy alegre de eso!

Entonces, por primera vez en mi vida, dije al micrófono:

“¡Saludos amigos!”

¡Pero de repente, algo había sucedido! Antes de que esas dos palabras terminaran, ¡algo me había golpeado por sorpresa! ¡Algo había comenzado a hacer mi corazón latir como un mazo! ¡Me sentía sin aliento! Durante esas dos palabras iniciales, ¡el miedo al micrófono me había apresado!

Luché con todas mis fuerzas para controlar mi respiración agitada, para que no fuera audible al aire. Fue una agonía, pero concentré mi mente en dos cosas con toda la fuerza que tenía: decir cuidadosamente las palabras de mi escritura mecanografiada tan naturalmente como pude, y controlar mi respiración agitada para que no sonara.

Después de dos o tres minutos, estaba haciendo buen progreso para ganar el control. Después de unos cinco minutos, mi respiración había vuelto a la normalidad y estaba muy enfocado en llevar este mensaje vital a la audiencia más grande de mi vida, a pesar de que esa audiencia era invisible, me olvidé por completo del miedo al micrófono.

La sorprendente respuesta

La segunda mañana no hubo miedo de micrófono. Estaba empezando a ganar confianza y podía hablar un poco más natural.

Debe haber sido alrededor del jueves por la mañana cuando el locutor me dijo que el dueño de la estación, el Sr. Frank Hill, quería verme en su oficina después, en la mañana.

Él había recibido varias cartas y llamadas telefónicas de los oyentes, solicitando copias de mis charlas. No había ofrecido literatura de ningún tipo. Ni había pedido ninguna respuesta por correo.

“Esto es bastante sorprendente”, dijo Hill. “Nunca antes tuvimos ninguna respuesta de ningún tipo, del programa devocional matutino. Me dijeron que usted no había invitado a nadie. Sin embargo, han venido. Le escuché esta mañana para ver qué lo estaba causando. Usted tiene una excelente voz de radio, y una forma de transmitir su mensaje que despierta interés y atrae a una audiencia.

“Ahora, Sr. Armstrong”, continuó, “quiero sugerirle que haga un servicio regular de iglesia los domingos por la mañana, condensado en media hora. Me gustaría ponerlo como un programa regular a tiempo libre, pero no puedo hacerlo sin ofrecerles el mismo tiempo a todas las iglesias de la ciudad. Sin embargo, le venderé el tiempo a un costo muy bajo de operación; $2.50 por media hora”.

¡Y esa sugerencia del Sr. Frank Hill es lo que me hizo pensar en la idea del programa El mundo de mañana!

En total, llegaron a la estación de radio 14 cartas y llamadas telefónicas solicitando copias de los mensajes que yo había transmitido.

Le agradecí y le dije que vería lo que podía hacerse.

¡Pero $2.50 cada semana! ¡WOW! ¡Eso era casi tanto como todo mi salario había sido! ¡E incluso yo acababa de renunciar a mi pequeño salario!

Hoy, $2.50 por transmisión de media hora parece increíblemente pequeño. ¡Hoy tenemos que pagar mucho más que eso por minuto en las estaciones! Pero eso parecía una barrera insuperable en ese entonces.

Sin embargo, sabía que esta era la Obra de Dios, no la mía. Yo sólo era un instrumento. Dios había prometido suplir toda necesidad.

¡Dios había abierto la puerta del evangelismo masivo! Sabía que Él quería que atravesáramos esa puerta. Sabía que de alguna manera suministraría ese $2.50 cada semana. También sabía que teníamos que hacer nuestra parte; sin relajarnos, ni dejar de trabajar y sólo esperar que Dios lo hiciera sin nosotros hacer ningún esfuerzo.

Seguía teniendo reuniones dos veces por semana en la escuela de Firbutte. Las tardes del sábado y los jueves por la noche.

Entonces, el 21 de octubre, en la casa del Sr. y la Sra. Ed Smith, al otro lado de la carretera de la escuela Jeans, a cuatro millas al oeste de Firbutte, se organizó una nueva Iglesia de Dios, con el Sr. E. E. Fisher como diácono y yo como pastor. Las reuniones continuaron a partir de esa fecha, tres veces por semana, martes y jueves por la noche y sábados por la tarde. La asistencia promediaba 22 personas. Una primera acción de la nueva Iglesia fue la decisión de seguir adelante con la transmisión. Estos nuevos miembros y los hermanos laicos de la Conferencia de Oregón lo aprobaron alegremente como una actividad de evangelismo efectivo de la Iglesia.

Entonces envié una carta a la pequeña lista de correo de miembros que teníamos para el Boletín. Les pedí a los hermanos comprometerse para ayudar a recaudar el $2.50 por semana. ¡Pero le pedí esto sólo al pueblo de Dios, a los hermanos en Cristo, no al público! A su debido tiempo, las promesas regresaron por solo la mitad, ¡aproximadamente $1.35 por semana! ¡Decidimos que confiaríamos en Dios en fe por los otros $1.15 por semana!

Se acordó con el Sr. Hill comenzar el nuevo programa de media hora todos los domingos ese nuevo año de 1934. ▪

Continuará...

Capítulo 31: Se publica ‘La pura verdad’

Boletín, AD