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La Trompeta

Autobiografía de Herbert W. Armstrong: El primer sermón (primera parte)

Capítulo 20 - El primer sermón (primera parte)

Continuación de Tratando de convertir a familiares

Este capítulo de la Autobiografía está siendo escrita en Roma. Se me ocurre que hay un significado intrigante en el hecho de que yo esté aquí en el preciso tiempo en que este capítulo debe ser escrito.

El apóstol Pablo escribió algunos de los libros de la Biblia aquí en Roma. Era entonces la sede del antiguo Imperio Romano pagano. Esta era la sede mundial de la religión pagana.

Hoy es la sede mundial de la iglesia cristiana profesa más grande y poderosa.

Ahora llegamos al momento, de recordar las experiencias de mi vida, cuando fui desilusionado tristemente acerca de la “cristiandad” tradicional organizada. Como en capítulos anteriores lo he explicado, mi esposa, a principios del otoño de 1926, había comenzado a observar el sábado (el séptimo día). Para mí era el fanatismo más vergonzoso que ella pudiera haber abrazado. Sin embargo, seis meses de estudio intensivo y determinado de la Biblia, día y noche, fallaron en encontrar la autoridad para la observancia del domingo que yo estaba seguro ésta contenía.

“Todas esas iglesias no pueden estar equivocadas”, había afirmado. Estaba seguro que todas las enseñanzas, fueran católicas o protestantes, provenían directamente de la Biblia. No me di cuenta entonces que la Iglesia Católica Romana no hace tal afirmación, pero sí afirma que esa iglesia en sí misma es la única autoridad oficial e infalible. Las muchas denominaciones, supuse, así como millones todavía suponen, seguían siendo diferentes partes de la única iglesia cristiana verdadera.

Desilusionado y perplejo

Ya le he mencionado repetidas veces cuán duramente fui desilusionado. Había visto, con mis propios ojos, que las verdaderas enseñanzas de Cristo, de Pablo, de la Biblia, no eran las enseñanzas de la “cristiandad” tradicional de nuestro tiempo. Nada había sido más impactante para descubrir. Por increíble que parezca, las creencias y las prácticas de las iglesias en la actualidad, descubrí, estaban lejos de las enseñanzas y costumbres de la verdadera Iglesia como Cristo la organizó. ¡De hecho, en la mayoría de las cosas esenciales, eran la mismísima antítesis!

Enfáticamente, ésto no era lo que yo quería creer.

Me había dejado mi cabeza flotando. ¡Estaba aturdido y desconcertado!

Empecé a preguntarme: “¿dónde entonces está la verdadera Iglesia que Cristo fundó?”

El verdadero EVANGELIO

Mi descubrimiento impactante, decepcionante y que me abrió los ojos al verlo en la Biblia por mí mismo, había revelado con absoluta claridad que las enseñanzas del cristianismo tradicional eran, en la mayoría de los puntos básicos, todo lo contrario a las enseñanzas de Cristo, de Pablo y de ¡la verdadera Iglesia original! ¿Podría la original y única Iglesia verdadera haberse desintegrado y desaparecido?

¿Podría haber dejado de existir? No, porque leí donde Jesús dijo que “las puertas del hades [de la tumba]” nunca prevalecerían contra ella. También dijo a Sus discípulos que formaron Su Iglesia, “he aquí yo estoy con vosotros todos los días…”.

¡Entonces vi que el único propósito de la Iglesia era predicar el EVANGELIO de Cristo! Es Su Cuerpo. ¡Su instrumento por el cual Él continúa la Obra de Dios!

Miré cuidadosamente ese evangelio, cuando Cristo mismo lo predicó y lo enseñó a Sus primeros ministros. Está registrado en los cuatro libros de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. En casi todos los puntos de enseñanza enunciados por Jesús, las enseñanzas de los cuerpos cristianos tradicionales de hoy son todo lo contrario.

No estaban predicando el mismo evangelio en absoluto, ¡sino un mensaje totalmente opuesto! ¡Ésto fue impactante, increíble! Sin embargo, ¡me vi obligado a ver que era verdad!

Jesús comenzó la obra de predicar el mismo evangelio que Dios el Padre había enviado a la humanidad a través de Él. Él comisionó a sus discípulos, su Iglesia, para llevar este mismo evangelio a todo el mundo. ¡Y había dicho que nunca abandonaría el trabajo que había comenzado! ¿Pero dónde estaba sucediendo eso hoy?

Buscando una iglesia obediente

Ahora sabía que cuando encontrara la única Iglesia verdadera, encontraría una Iglesia obediente a Dios, una que guarda Sus mandamientos, una que tuviera el testimonio de Jesucristo, que es la verdad de las Escrituras.

Me había impresionado mucho con una descripción de la verdadera Iglesia, tal como se deberá encontrar en nuestro tiempo, justo antes de la Segunda Venida de Cristo. Ésta se encuentra en Apocalipsis 12. En el momento en que Satanás está lleno de ira contra la Iglesia de Dios, porque sabe que “tiene poco tiempo” (Apocalipsis 12:12). Satanás está haciendo la guerra con “el resto de la descendencia”. El “resto” significa la última generación en esta era. La Iglesia está definitivamente descrita. Son aquellos “que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (versículo 17).

Mi estudio intensivo había revelado una cosa claramente: “los mandamientos de Dios” significan “guardar el sábado” para la mayoría de las denominaciones tradicionales. Ellos dicen: “¡Los mandamientos han desaparecido!” Ellos rechazan “los mandamientos de Dios”.

Eso automáticamente descartó a todas las iglesias que observen el domingo. Hasta donde pude aprender, esto redujo la búsqueda a tres grupos pequeños: los Adventistas del Séptimo Día, los Bautistas del Séptimo Día y una pequeña iglesia casi desconocida llamada Iglesia de Dios, que mantenía una pequeña casa de publicación. en Stanberry, Missouri.

Así que examiné las enseñanzas de los Adventistas del Séptimo Día, así como hice con muchas otras denominaciones. Obtuve sus revistas, sus folletos, panfletos y su gran libro de lecturas de la Biblia, o el “instructor de casa” de la Biblia. La verdadera Iglesia es la única que vive por toda palabra de Dios, ¡las palabras de la Biblia!

Nunca un adventista

Parece necesario agregar aquí que nunca he sido miembro de la denominación Adventista del Séptimo Día. Han aparecido declaraciones falsas en varias revistas, folletos o tratados religiosos de que soy un ex Adventista del Séptimo Día. Obtuve gran parte de su literatura para compararla con la Biblia. La examiné y estudié con una mente abierta, y sin prejuicios. Me alegró descubrir que, como la mayoría de las denominaciones, tienen ciertos puntos de verdad. Ninguna es 100 por ciento libre de error.

Pero mi familiaridad con las doctrinas adventistas ha llegado completamente a través de su literatura publicada. ¡Nunca he asistido a un servicio regular de sábado de esa denominación!

Luego, examiné la enseñanza de los Bautistas del Séptimo Día. Descubrí que era prácticamente idéntica, excepto por la observancia de un día diferente de la semana, con otras denominaciones protestantes, especialmente los Bautistas.

Pero de estas tres iglesias, a las que se había reducido la búsqueda, solo una tenía el nombre correcto para la verdadera Iglesia. Esta era la pequeña y poco escuchada Iglesia de Dios cuya sede se encontraba en Stanberry, Missouri.

El NOMBRE verdadero

En el Nuevo Testamento encontré doce veces el nombre de la Iglesia que Cristo estableció simplemente mencionado como, “la Iglesia de Dios”.

Busqué esta palabra “iglesia”. Esta palabra en español es la traducida de la palabra griega ekklesia, que simplemente significa una congregación, una asamblea, grupo o multitud de personas. Descubrí que la palabra, por sí sola, no tenía connotación divina o espiritual. Por ejemplo, el nombre de “Iglesia Luterana” o, como podría decirse de otro modo, “Iglesia de Lutero”, ésta simplemente significa, la congregación o asamblea de personas de Lutero. Un nombre como “Iglesia Wesleyana” significa, simplemente, el grupo o congregación de Wesley, sin ninguna implicación religiosa, espiritual o santa.

En Hechos 19: 23-41 hay un relato de una revuelta furiosa y hostil contra el Apóstol Pablo, instigada por paganos gentiles que se beneficiaron de los negocios de la venta de santuarios de plata a la diosa Diana. Tres veces en este pasaje, el idioma griego original inspirado, llamó a esta multitud de ciudadanos enojados una “ekklesia”. Aquí se traduce a la palabra inglesa “asamblea”. En el versículo 39 en realidad se refiere a una “asamblea legal” (traducción de Moffatt) en un juzgado. Ciertamente no era una iglesia cristiana reunida para adorar, ni tampoco santa.

Lo único que agrega santidad a la palabra “iglesia” es el verdadero nombre, “Iglesia de Dios”. Esa no es la iglesia de ningún hombre, sino la congregación de Dios, aquellas que pertenecen a y están gobernadas por Dios, a quien adoran y siguen.

En Efesios 3:15, hablando del Padre de nuestro Señor Jesucristo (versículo 14), leemos: “de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra”.

Jesucristo es la cabeza de la Iglesia, pero ésta lleva el nombre de Dios el Padre. Aunque Jesús es la Cabeza de la Iglesia, “Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11: 3).

En su última oración por su Iglesia, antes de ser apresado para ser crucificado, Jesús oró: “He manifestado TU NOMBRE a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. (...) Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en TU NOMBRE , para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en TU NOMBRE …” (Juan 17: 6-12).

Los de la verdadera Iglesia son hijos engendrados de Dios. Ellos se convierten en la Novia prometida de Cristo. Cristo es el hijo de Dios. Ésta es una Familia. La familia, propiamente, lleva el nombre de su padre. Los 12 pasajes, aparte de estas escrituras citadas aquí, claramente llaman a la verdadera Iglesia “la Iglesia de Dios”, o, colectivamente como congregaciones locales, “las Iglesias de Dios”, establecen el verdadero nombre.

¿Podría la Iglesia de DIOS estar sin fruto?

La única iglesia que había encontrado hasta ahora, que “guardaba los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesucristo”, y que al mismo tiempo llevaba el nombre de la verdadera Iglesia original, era esta pequeña Iglesia de Dios casi desconocida con su pequeña casa de publicaciones en Stanberry, Missouri.

Pero esto me dejó bastante confundido. Porque ésta era una pequeña iglesia, especialmente en comparación con la Católica Romana, la Metodista, la Bautista, la Presbiteriana, la Luterana u otras iglesias grandes que cuentan con millones de miembros. Entonces vi donde Jesús llamaba a su Iglesia el “pequeño rebaño”.

Pero aun así no estaba completamente satisfecho. Estaba profundamente preocupado. Oré mucho por eso. Porque aquí había una iglesia que, en comparación con las actividades a gran escala de los cuerpos católicos y grandes protestantes, era ineficaz. Pude ver que era imperfecta. Esta no poseía un gran poder. Jesús había dicho: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). ¡Leí cómo Jesucristo debía estar EN Su Iglesia! ¡Él la guía! ¡Él la dirige! ¡Él la empodera! Él dijo que su Iglesia recibiría poder (Hechos 1: 8).

Ninguna persona es miembro de la verdadera Iglesia a menos que haya recibido, y esté lleno y dirigido por el Espíritu Santo; ¡y el Espíritu Santo es el Espíritu de poder! Esta pequeña iglesia parecía impotente, ¡comparativamente impotente! ¡No pude ver que esta iglesia produjese fruto alguno! ¿Podría una iglesia infructuosa ser la única y verdadera Iglesia de Dios en la Tierra?

Estaba profundamente perplejo. Aquí había una pequeña iglesia, con miembros dispersos que probablemente suman menos de 2,000, principalmente en áreas rurales. Aparentemente, por lo que pude aprender, tenía solo un número muy limitado de iglesias locales, ninguna con más de 100 miembros, cuando comencé a entrar en contacto con algunos de sus líderes, estos parecían ser hombres de poca educación, sin títulos universitarios, su ministerio difícilmente podría describirse como un ministerio educado. Su predicación tenía cierto fuego, pero parecía carecer totalmente del poder que atrae audiencias considerables, que mueve a las personas, que agita corazones y cambia vidas. No pude ver resultados visibles.

¿Podría ser esta la única y verdadera Iglesia de Dios en la Tierra? ¡Hasta la pregunta parecía absurda!

Pero, ¿y dónde más?

Continuará...

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