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Una esperanza viviente

Una esperanza viviente

El Apóstol Pedro fue crucificado alrededor del año 67 a 68 d.C.; dos o tres años antes del holocausto del año 70 d.C. en Jerusalén. Ese desastre fue sólo un prototipo de la próxima Gran Tribulación, que está a punto de explotar en la actual escena mundial. Pedro sabía que iba a ser crucificado poco después de escribir sus epístolas. Pablo había sido asesinado un año o dos antes de la muerte de Pedro. Los otros apóstoles también habían sido asesinados. Existía una tormenta de persecución. Mientras Pedro escribía su libro ellos estaban entrando en los tiempos más tenebrosos. Aún así, esto simplemente fue un prototipo del peor tiempo de sufrimiento que vaya haber en la Tierra, el cual está descendiendo sobre nosotros hoy. A pesar de todas estas malas noticias, Pedro tenía un mensaje lleno de esperanza. Él quería que el pueblo de Dios tuviera una actitud de esperanza para que pudieran continuar creciendo espiritualmente. El último versículo de las epístolas de Pedro (2 Pedro 3:18) enfatiza ese punto. No tenemos futuro si no estamos creciendo espiritualmente.

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