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¿Ya se vacunó?

ISTOCK.COM/JAE YOUNG JU

¿Ya se vacunó?

Las vacunas han sido aclamadas como el milagro que ayudará a la sociedad cansada de la covid a volver a la normalidad. Pero en su lanzamiento ha faltado un ingrediente: honestidad.

La respuesta del gobierno estadounidense y de nuestros medios de comunicación a la covid-19 está revelando mucho sobre nuestra sociedad y sobre nosotros mismos. Nos está mostrando lo rápido que puede cambiar el mundo, lo mucho que damos por sentados nuestros derechos y lo mucho o poco que valoramos la verdad.

La covid-19 fue el tema del primer discurso que pronunció Joe Biden tras acceder a la Casa Blanca. Contó cómo innumerables estadounidenses han perdido sus trabajos, negocios y hogares; cómo el cierre de las escuelas ha retrasado a los niños un año; cómo se han cancelado graduaciones, bodas y reuniones familiares. Presentó a estas personas como víctimas de la covid, cuando en realidad eran víctimas de los cierres impuestos por el gobierno. Luego, afirmó que si los estadounidenses obedecían la nueva tanda de restricciones, el gobierno podría permitirles disfrutar de barbacoas en sus patios con sus familias para, irónicamente, el Día de la Independencia.

Intencionalmente o no, quedó en evidencia que la gigantesca y opresiva “cura” del gobierno ha sido peor que la enfermedad. Pero nadie en el sistema radical dirá eso. Como era de esperar, los principales medios de comunicación elogiaron el discurso, y continúan apoyando la agenda radical del gobierno al destacar su cobertura para la covid y sus rastreadores de mortalidad. Están ayudando a hacer que los estadounidenses por miedo y vergüenza usen una mascarilla, y luego dos, se paren como peones de ajedrez sobre marcas en el suelo con 2 metros de separación, no salgan de sus casas, renuncien a sus negocios e ingresos y sacrifiquen sus derechos constitucionales.

La campaña está coordinada por los liberales de la política, los grandes medios, los gigantes tecnológicos, las grandes empresas y muchos más. Muchos de sus partidarios más virulentos llaman a su partido político “el partido de la ciencia”, y acusan de ignorancia, odio y mentira a los que no creen en su causa (“¿Es siempre malo mentir?”, página 20).

Ahora la campaña ha pasado a presionar a todos para que se vacunen. Incluye una mezcla de publicidad de sensación de bienestar, vergüenza y alarmismo. Y está marcada por las mismas técnicas propagandísticas y engañosas que se utilizaron para la campaña de confinamiento.

Muertes por vacunas

Muchos funcionarios del gobierno cuentan como muerto por covid-19 a cualquiera que haya fallecido a pocas semanas de haber dado positivo para el virus. Éstas son algunas de las cifras que vemos en los ominosos boletines de “muertes por covid” del gobierno y de los medios de comunicación.

Por otro lado, muchas personas del común creen que morir con covid es muy diferente a morir de covid. Dicen que hay factores que complican la situación; que muchos de los que se someten a la prueba tienen un mayor riesgo de muerte en primer lugar; que cada día en EE UU hay miles de muertes por todas las causas, y que muchos de los que mueren tras un resultado positivo de covid en realidad murieron por otras causas (algunas tan obvias como heridas de bala). Pero las élites liberales rechazan estas objeciones.

Sin embargo, la verdad es que algunas personas han muerto después de que sus cuerpos absorbieran no el virus sino la vacuna.

Entonces, ¿se clasifica como “muerto por vacuna covid” al que fallece entre 28 y 60 días después de vacunarse?

No. Los mismos funcionarios, periodistas, expertos, comentaristas y otras élites que quieren que usted piense que morir con covid es lo mismo que morir de covid insisten estridentemente en que morir con la vacuna es muy diferente a morir de la vacuna. Dicen que hay factores que complican la situación; que muchos de los que se vacunan tienen más riesgo de morir en primer lugar; que cada día en EE UU hay miles de muertes por todas las causas, y que muchos de los que mueren después de una vacuna en realidad murieron por otras causas.

Se contradicen directamente, ¡y le presionan a usted para que crea ambas contradicciones! Esto no es un accidente. Es deshonestidad. Y es deshonestidad en busca de una agenda radical que le afecta a usted personalmente.

Desde que las vacunas covid-19 se desarrollaron y distribuyeron “a velocidad máxima” y comenzaron a administrarse en EE UU el 14 de diciembre de 2020, se han suministrado más de 219 millones de dosis a más de 135 millones de estadounidenses. Sin embargo, mientras la administración Biden-Harris insta a los 197 millones de estadounidenses restantes a seguir el ejemplo, surgen detalles inquietantes sobre los efectos secundarios de la vacuna.

Los datos publicados el 16 de abril por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (cdc, por sus siglas en inglés) de EE UU afirman que 86.080 personas informaron de problemas de salud graves después de recibir la vacuna covid-19. Entre ellos se incluyen defectos de nacimiento (71 casos), discapacidades permanentes (1.217 casos), hospitalizaciones (6.271 casos) y muertes (3.186 casos). Hay informes algo similares de reacciones adversas y muertes en otros países.

Pero no hay boletines nocturnos informando las muertes por la vacuna covid-19.

Un estudio de enero de la misma agencia admitió que las personas que reciben las vacunas experimentan anafilaxia en una proporción 10 veces mayor que la vacuna contra la gripe. La anafilaxia es una reacción alérgica tan grave que provoca la muerte en el 0,7 al 2% de los casos. Este estudio nos da un primer indicio de que la vacuna covid podría ser 10 veces más mortal que la vacuna contra la gripe. Sigue siendo un porcentaje pequeño, pero los mismos políticos y comentaristas que se lamentan por cada muerte que pueden vincular vagamente a la covid-19 guardan un sospechoso silencio sobre cualquier inconveniente relacionado con las vacunas.

La organización anti vacunas Children’s Health Defense (Defensa de la salud de los niños) preguntó al cdc cómo estaban investigando los informes sobre las muertes causadas por la vacuna covid-19, pero no hubo respuesta.

‘Recuerde que las vacunas son seguras’

El número de muertes informadas relacionadas con las vacunas es pequeño, pero no tenemos ni idea de cuáles serán los efectos a mediano o largo plazo. Se desconocen muchas cosas, ¿entonces por qué tantos están tan parcializados? ¿Por qué los medios de comunicación liberales de la corriente dominante dan una cobertura total a todo lo relacionado con el virus (que sigue matando a menos estadounidenses al año que la enfermedad cardíaca o el cáncer), y sin embargo presentan titulares mucho más favorables sobre los posibles peligros de la vacuna, como “La vacuna covid de Pfizer probablemente no mató a una mujer de 78 años que murió poco después de recibirla”, “En Japón, muere mujer por hemorragia cerebral días después de la vacuna, pero la conexión es incierta” y “Hombre de 90 años del condado de Macomb, muere después de la vacuna covid-19, pero los médicos dicen que las inyecciones son seguras”?

¿Por qué se apresuran a subrayar que “no hay pruebas de que las vacunas covid-19 causen la muerte”? ¿Es porque quieren la verdad, o porque están promoviendo una agenda?

Miles de estadounidenses de la vida real cuyos seres queridos se vacunaron y murieron poco después por ninguna otra causa discernible, probablemente quisieran hablar con las élites que insisten en que “no hay evidencias”.

Algunos de ellos podrían ser de la familia de Kassidi Kurill. Tenía 39 años y murió a los pocos días de recibir su segunda dosis de la vacuna Moderna. Su padre dijo que ella estaba “sana y bien, luego se puso la inyección”, pero pronto empezó a sentirse mal. Después de dos días en cama, pidió a su padre que la llevara a urgencias. Los médicos le dijeron que su hígado no funcionaba. Antes de que pudieran hacer algo más, sus riñones y su corazón dejaron de funcionar.

En Estados Unidos, Canadá, Noruega, Portugal, Italia y Suiza, entre otros países, se ha informado de casos en los que las vacunas parecen haber matado a personas, incluyendo abortos y nacimientos de niños muertos. Gregory Michaels, de 56 años, murió de una apoplejía hemorrágica dos semanas después de recibir la vacuna, y su viuda afirma que murió “debido a una fuerte reacción a la vacuna covid”. La ex presentadora de noticias de Detroit, Karen Hudson-Samuels, de 68 años, murió un día después de recibir la vacuna, aunque los funcionarios de salud pública afirman que se desconoce la causa de su muerte. Daniel Thayne Simpson, de 90 años, murió un día después de ser vacunado, lo que llevó a los funcionarios de salud pública a repetir otra vez que no hay de qué preocuparse con las vacunas covid-19.

Un hombre entrevistado por abc News habló de “relaciones espurias” y dice que el hecho de que la enfermedad y la muerte ocurran “en proximidad” a algo no prueba que aquello haya causado la enfermedad y la muerte. Por supuesto que tiene razón en que algo que ocurre antes de otra cosa no suele ser su causa. Pero ¿por qué no se aplica la misma lógica a los recuentos de muertes de covid, que están diseñados para ser lo más altos y aterradores posible?

El denominador común

Muchas personas reciben estas vacunas y no parecen sufrir ningún efecto secundario negativo. Aparentemente, estas vacunas están impidiendo que millones de personas contraigan el coronavirus, y podrían facilitar el regreso de muchos a la normalidad anterior a la covid.

Dicho esto, también hay evidencias de algunos peligros asociados a estas vacunas. Las preocupaciones son lo suficientemente importantes como para que más de 20 países hayan revocado sus autorizaciones para la distribución de ciertas vacunas covid (mientras permiten y promueven otras).

Sin embargo, el gobierno de EE UU, con el apoyo de los medios y de muchas empresas, ignora estas evidencias y sigue adelante con los esfuerzos para hacer que la vacunación sea universal. Por un lado, han demostrado estar dispuestos a tomar todas las medidas posibles para evitar las muertes por covid —incluso hasta el punto de paralizar la economía nacional— y por otro, cualquiera que exprese su preocupación por la seguridad de las vacunas es ridiculizado por su ignorancia. El contraste es chocante.

Pero el denominador común más destacado en ambas posturas es que implican que la gente sacrifique la libertad individual y que el gobierno adquiera más control sobre nuestras vidas. La presión es cada vez mayor para que se ignoren los riesgos y se reciba la inyección; para un número creciente de personas se está convirtiendo en una obligación si quieren conservar su trabajo (artículo, página 12). El derecho a elegir está siendo excluido. Y una vez que el gobierno adquiere tanto poder sobre los derechos de las personas, incluida su salud, ¡puede estar seguro de que no renunciará a éste!

Expertos como el médico forense jefe de Utah dicen que casi nunca se demuestra que una vacuna sea la causa de la muerte. ¿Será porque una vacuna casi nunca causa la muerte, o podría haber otras razones? Hay intereses poderosos en juego, de empresas farmacéuticas adineradas, de la industria médica y de la agenda de un gran gobierno cada vez más grande.

Estados Unidos ha llegado a desplegar tropas de la Guardia Nacional para inyectarles a millones de estadounidenses vacunas autorizadas de emergencia, que fueron desarrolladas y aprobadas deprisa estando todavía parcialmente en fase de prueba. Esto no es sólo el gobierno haciendo lo mejor ante una mala situación. Es el gobierno tomando una epidemia de gripe bastante estándar y manipulándola para expandir su poder y prepararse para una manipulación aún mayor. Incluso cuando al hacerlo podría estar matando a algunas personas.

Brebaje de brujas

¿Cómo pueden los funcionarios de salud pública tener tanta certeza de que estas vacunas son seguras? Normalmente se necesita una década de investigación y desarrollo antes de que los profesionales médicos declaren que una vacuna es “segura” para el uso humano. Tanto Pfizer como Moderna desarrollaron las vacunas covid-19 en sólo un año y escasamente las han sometido a pruebas en comparación con el proceso normal, el cual todavía no produce vacunas sin efectos secundarios.

En 1976, cuando los reclutas del ejército en Fort Dix enfermaron de una forma virulenta de gripe porcina, el presidente Richard Nixon apresuró un programa de vacunación. Unos 45 millones de estadounidenses recibieron una nueva vacuna experimental y 450 de ellos desarrollaron una rara afección neurológica llamada síndrome de Guillain-Barré. La conexión de este síndrome con la vacuna es debatida, pero no deja de poner de manifiesto los riesgos de la distribución de vacunas “a velocidad máxima”.

Este riesgo se vuelve aún más preocupante cuando se sabe que Pfizer y Moderna han desarrollado un tipo de vacuna totalmente nuevo. Las vacunas normales utilizan patógenos muertos o inactivos para que el cuerpo humano comience a fabricar anticuerpos contra ese patógeno. La vacuna covid es diferente. Es la primera vacuna de arn mensajero (arnm) de la historia. Utiliza una secuencia especializada de ácido ribonucleico que secuestra el mecanismo de fabricación de proteínas de una célula humana y le da instrucciones para que fabrique proteínas de coronavirus, concretamente la proteína de las puntas que dan al coronavirus su aspecto de corona. Así pues, en lugar de inyectar a las personas células muertas de covid-19, los médicos les inyectan ácidos altamente manipulados que hacen que las células humanas fabriquen proteínas de coronavirus en lugar de proteínas humanas.

Se trata de una tecnología revolucionaria y potencialmente peligrosa. A pesar de las afirmaciones en contra, los científicos todavía no tienen una idea real de cuáles serán las consecuencias no deseadas de inyectar a las personas con arnm. Tal Brosh, jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Samson Assuta Ashdod, declaró al Jerusalem Post: “Hay una carrera para vacunar al público, por lo que estamos dispuestos a correr más riesgos” (17 de noviembre de 2020). A continuación, señaló que existen riesgos únicos y desconocidos en las vacunas de arnm, como las respuestas inflamatorias sistémicas que podrían provocar enfermedades autoinmunes.

Es demasiado pronto para saber cuál será el efecto a largo plazo de esta nueva tecnología. Pero cabría pensar que la gente se tomaría más en serio estas advertencias.

“Ésta no es la vacuna normal contra la gripe”, señaló la Dra. Carrie Madej, especialista en medicina interna de Georgia. “Esto es algo totalmente diferente. Es un brebaje de brujas. Nunca he visto nada parecido en la ciencia o la medicina”.

Las versiones de Pfizer y de Moderna de la vacuna covid-19 contienen polietilenglicol, un producto petroquímico conocido por causar erupciones cutáneas, náuseas, vómitos, dificultad para respirar y shock. Y la versión de Astra-Zeneca se desarrolló utilizando células renales de un bebé abortado en 1973 y un virus causante del resfriado aislado de las heces de un chimpancé. Si se añadiera un ojo de tritón y un dedo de rana, la comparación de la Dra. Madej con un “brebaje de brujas” podría convertirse en algo literal. Sin embargo, millones de personas se están inyectando este cóctel de sustancias químicas y moléculas experimentales con la esperanza de que les proteja. En algunos casos, ¡este brebaje acaba por matarlos!



Sanación divina

Ahora es un buen momento para pensar en dónde pone usted su confianza para la salud y la sanidad. Todos ponemos nuestra confianza en algo. La mayoría la depositamos parcial o totalmente en el sistema médico: incluso cuando ese sistema está intrínsecamente limitado a lo que los seres humanos pueden descubrir científicamente, y cuando sólo meses o semanas después se comprueba que el descubrimiento fue erróneo; incluso cuando los avances en la ciencia son constantemente superados por los avances en la enfermedad; incluso cuando el método médico de “sanidad” no consiste en devolver el cuerpo a su estado natural, sino en hacerlo aún menos natural con productos químicos y bisturíes; incluso cuando gran parte de la industria médica no tiene nada que ver con la ciencia o la sanidad y todo que ver con los accionistas de las farmacéuticas y las agendas políticas.

En lo que respecta a su salud, su cuerpo, su vida, usted necesita entender la verdad. La verdad es que las leyes físicas y biológicas existen. Obedecerlas causa el efecto de una buena salud. Romperlas causa el efecto de una mala salud.

El fallecido Herbert W. Armstrong escribió en La pura verdad acerca de la sanidad divina: “La ‘ciencia’ médica opera principalmente con ese método: tratando, con medicinas, de evitar que tenga efecto la pena de la ley de Dios. En efecto, esa teoría dice que podemos transgredir la ley de Dios y luego evitar que ésta imponga su castigo. La teoría es que el enfermo tiene en su cuerpo un veneno, entonces nosotros agregamos otro veneno más en la forma de medicina. ¡Y un veneno más otro veneno da como resultado la ausencia de veneno!”. El despliegue de la vacuna covid-19 es la plena expresión de esta teoría distorsionada.

Es asombroso lo lejos que llegan los seres humanos para “curarse”, con tal de evitar someterse a las leyes del propio Creador de los cuerpos y las mentes humanas. La aritmética de Dios es que un veneno menos ese veneno es igual a la ausencia de veneno. Y sí, requiere obedecer las leyes, e incluso la intervención, del Creador.

Dios tiene poder para sanar. Él promete: “Si oyeres atentamente la voz de [el Eterno] tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy [el Eterno] tu sanador” (Éxodo 15:26).

Esto no significa que un cristiano verdadero nunca se enferme. Significa que un cristiano verdadero no tiene que entrar en pánico, inyectarse una vacuna y sufrir los efectos secundarios. La enfermedad es el resultado de la violación de las leyes físicas, y Dios promete sanar bajo la condición del arrepentimiento: “Bendice, alma mía, a [el Eterno], y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias” (Salmos 103:2-3).

Si está interesado en confiar y obedecer al Creador de la salud humana, solicite un ejemplar gratuito de La pura verdad acerca de la sanidad divina, por Herbert W. Armstrong. En él se explican las Escrituras que prueban que Dios quiere sanarnos, ¡y cómo reclamar la promesa de Dios de la sanidad! 


LA PURA VERDAD ACERCA DE LA SANIDAD DIVINA

¿Ha quedado atrás la época de los milagros? ¿Continúa el Dios vivo, hoy día, sanando a los enfermos, por virtud de la fe y de la oración? ¿O es que las curaciones milagrosas sólo fueron efectuadas por Cristo y los apóstoles originales? ¿Acaso Dios es responsable de haber hecho surgir la profesión médica para nuestros días? ¿Qué decir de los que actualmente afirman poder efectuar curaciones por la fe y de los servicios públicos religiosos de sanar?