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Sunset

pixabay/FelixMittermeier

Venga Tu Reino

¿De qué otra manera puede uno responder a la creciente enfermedad del pecado en este mundo?

Portland es una hermosa ciudad de la Costa Oeste que he visitado varias veces. Investigaciones realizadas por Priceonomics (empresa que estudia datos) revelan que tiene la industria comercial sexual legal más grande per cápita en EE UU. Los Angeles tiene 1,3 clubes de striptease [estriptis] por cada 100.000 residentes; San Francisco tiene 1,4; Dallas tiene 2,1; sin embargo, dentro de los límites de la ciudad de Portland, hay 8,9 clubes de striptease por cada 100.000 residentes.

Eso ya es bastante malo, pero mucho más desagradable es lo que apareció en un artículo del Washington Times titulado “El oscuro mundo del tráfico sexual infantil de Portland”, donde se revela que muchos de esos establecimientos son sólo “fachadas para la explotación de menores”. Una combinación de horribles factores ha convertido a esta ciudad en una meca para pervertidos que quieren usar niños para el sexo.

Este tipo de cosas me hace sentir enfermo de este mundo miserable.

Muchos adolescentes—niños y niñas por igual—son vendidos por sus propios padres por unos pocos miles de dólares para volverse esclavos sexuales personales. El Reporte de Tráfico de Personas del Departamento de Estado del año 2019 dice que la mayoría de las víctimas del tráfico sexual infantil en EE UU son explotadas de dentro del sistema de hogares de acogida (orfanatos).

El fbi calcula que 300.000 menores, son empleados en la prostitución cada año en Estados Unidos. Asombroso. Uno de cada mil personas. Un grupo de defensores llamado Shared Hope International estima que la edad promedio es de 13 años.

Trece años. En promedio.

Trate de concentrar su mente en esto. El Departamento de Justicia dice que hay proxenetas que ganan dinero con niñas tan pequeñas como de 5 y 6 años.

El año pasado EE UU, junto con México y Filipinas, fue clasificado como uno de los peores lugares en el mundo para el tráfico de personas. Mundialmente, millones de niños viven en esclavitud. La unicef dice que como 2 millones más son traficados cada año, la mayoría para sexo. Las Organización Internacional del Trabajo (oit) de la ONU estima que, en un momento dado, al menos 40,3 millones de personas, incluyendo niños, están en labores forzadas, trabajos de esclavitud, y servidumbre sexual comercial. Cuatro de cada cinco son mujeres. La mitad son niños.

La oit cree que el tráfico de esclavos es un negocio de $150 mil millones de dólares, saturado de codicia incontrolable, corrupción y abuso. Y vergonzosamente, es la industria de más rápido crecimiento en el mundo.

En algún punto aquí, la imaginación de muchos de nosotros alcanza su límite. No estando expuestos a realidades tan grotescas, difícilmente podemos concebirlas.

Sin embargo, ésta es sólo una de literalmente incontables maneras en que las personas ponen a otras personas en un tormento indescriptible. Crueldad. Tiranía. Corrupción. Robo. La mala administración de recursos que da como resultado la hambruna, pobreza y enfermedad. Racismo. Persecución religiosa. Violencia de todo tipo. Guerras candentes.

La mente humana sólo puede digerir hasta cierto punto. Y en esta era saturada de información, noticias de personas maltratando a seres humanos llegan en tal torrente que fácilmente podemos insensibilizarnos al respecto. Y a decir verdad, no somos capaces de hacer nada práctico para detenerlo. Estas plagas son dolorosamente endémicas a la condición humana, resistentes contra prácticamente todo esfuerzo por detenerlas.

Sin embargo hay alguien que lo ha visto todo, que nunca ha sucumbido a la apatía, y que le pondrá un alto total a esto.

Cuando Jesucristo caminó por la Tierra, fue testigo del indescriptible sufrimiento humano, e hizo lo que pudo para aliviarlo. Fue movido con compasión, viendo a las personas como ovejas sin pastor (Mateo 9:36).

Él trajo la buena noticia de un reino que desarraigaría a los reinos corruptos de este mundo, que cumpliría las profecías de las Escrituras: “Juzgará a los afligidos del pueblo, salvará a los hijos del menesteroso, y aplastará al opresor” (Salmos 72:4).

Continuamente dirigió a Sus discípulos a buscar ese Reino, presionar hacia éste poniendo sus corazones en preparación. Cuando ellos le preguntaron cómo orar, respondió: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:9-10).

Hasta el día de hoy, los discípulos de Cristo mantienen estas palabras en sus labios. Cuando vemos opresión, sufrimiento, inmoralidad y males impronunciables apoderándose de nuestras ciudades, de las mentes y cuerpos indefensos de niños siendo abusados con impunidad decimos: Venga Tu Reino. Estamos “[e]sperando y apresurándoos [o esperando fervientemente] para la venida del día de Dios” (2 Pedro 3:12).

Así, incluso como Cristo dijo: “Ciertamente vengo en breve”, nosotros decimos, al igual que el apóstol Juan al cerrar las palabras de las sagradas Escrituras: “Amén, así sea. Ven, Señor Jesús”.

En su magistral folleto The Wonderful World Tomorrow—What It Will Be Like [El maravilloso mundo de mañana, Como será, disponible en inglés], Herbert W. Armstrong explicó sobre las muchas Escrituras con descripciones inspiradoras del utópico mundo que Dios creará. Es totalmente refrescante el leer una dulce canción en medio del estruendo y el clamor de este mundo. Usted debe leerlo por sí mismo, sólo pídalo y le enviaremos una copia gratuita.

“Deleite sus ojos por un momento en la imagen del Mundo de Mañana, que el gobierno de Dios producirá—como lo haremos ahora”, escribió él, “y cuando usted quite los ojos de este libro, y mire nuevamente a este mundo gris, feo, enfermo de pecado y corrupción, violencia y sufrimiento... se sentirá enfermo del corazón”.

“¿Pero no le impulsa esto a querer gritar de alegría, al darse cuenta qué civilización y mundo bello está realmente por venir?”

“¿No le hace querer vaciar su corazón en oraciones, rogando fervientemente: ‘¡Oh, Dios! ¡Venga Tu Reino! ¡Hágase tu voluntad en la Tierra, así como en el cielo!?”.

Claro que lo hace.

Boletín, AD