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ISTOCK.COM/DEMAERRE/GARY DORNING/TROMPETA

Usted puede sobrevivir al coronapocalipsis

¿Está Dios enojado con la humanidad? ¿Ayuda la oración? ¿Cómo debería responder un cristiano?

¿Por qué está sucediendo esto? El coronavirus ha detenido al mundo.

¿Está Dios enojado con la humanidad? ¿Está cumpliendo esto la profecía bíblica?

¿Qué podemos aprender de este extraordinario evento? Tal perturbación y prueba contiene lecciones. No deberíamos simplemente tropezar y esperar a que todo termine rápidamente para que podamos regresar a la vida exactamente como antes.

¿Qué dice la Biblia? ¿Cuál debería ser la respuesta de un cristiano? Usted necesita saber cómo reaccionar, física y espiritualmente, porque vienen crisis aún peores.

Oración y pánico

El presidente de EE UU, Donald Trump, declaró el domingo 15 de marzo un “Día Nacional de Oración por todos los estadounidenses afectados por la pandemia del coronavirus, y por nuestros esfuerzos de respuesta nacional”. Ésta fue una proclamación bastante liviana, pidiéndole a la gente que orara por “más sabiduría, consuelo y fortaleza”, que orara por aquellos afectados por la enfermedad, y “porque la mano sanadora de Dios fuera colocada sobre la gente de nuestra nación”, y “orar por la salud y el bienestar de todos nuestros conciudadanos estadounidenses, y por recordar que ningún problema es tan grande para que Dios lo resuelva”. No dijo nada acerca de por qué Dios podría estar permitiendo esta pandemia. Evitó hablar de humillarnos delante de Dios o de buscar restaurar el favor de Dios. No mencionó nada sobre el arrepentimiento, o de apartarse del pecado. Solamente recomendó pedirle a Dios consuelo, fortaleza, protección, salud y sanidad.

Sin embargo, muchas personas reaccionaron con visceralidad. Ridiculizaron la oración como “anti-ciencia”. Una mujer tuiteó: “La ilusión no va a hacer disponible la detección y el cuidado para aquellos que están enfermos. La ilusión no va a alimentar a la gente o a pagar sus cuentas. No va a mantenernos tibios o a salvo del daño”. Otros demandaron la separación de la Iglesia y el Estado, como si motivar las oraciones voluntarias estuviera de alguna manera forzando una religión de Estado. Una mujer tuiteó: “Esto va contra todo lo que los padres fundadores defendieron”; ella, ignorante de que los fundadores nacionales eran profundamente religiosos y que a menudo convocaban días nacionales no sólo de oración, sino también de humillación y arrepentimiento.

En la conversación nacional general en las noticias no se habla de Dios. En su lugar, están todos los doctores, científicos, celebridades y comentaristas hablando acerca de medidas de contención y proyectando los peores escenarios. Los expertos están especulando sobre infecciones en masa, cierres prolongados y millones de muertes.

Eso está creando mucha histeria. La mayoría de los golpes a los mercados de valores no han venido de los problemas existentes, sino del temor de posibles problemas. La escasez en las tiendas de víveres y en general no se debe principalmente a interrupciones en el suministro, la producción o la distribución, sino al temor, al pánico y al acaparamiento. Suficiente alimento, papel higiénico y otros productos básicos aún existen, pero la gente está tomando frenéticamente más, velando por sí mismos y por los suyos.

Esto está exponiendo algunas feas verdades sobre nosotros; verdades que seguramente serán extremadamente relevantes en el futuro. Estamos obteniendo un anticipo de cómo la gente reacciona en una crisis, y la profecía bíblica dice que vendrán muchas más crisis y mucho peores.

¿Qué sucedería si una enfermedad más letal o un desastre ambiental o financiero realmente interrumpieran la cadena de suministro? ¿Si terremotos u otros fenómenos naturales destruyeran la infraestructura o destruyeran la producción de alimentos, o una depresión económica de largo plazo golpeara, o colapsaran las divisas, o sufriéramos un embargo energético, o un despliegue terrorista de armas biológicas, químicas o nucleares en varias ciudades? Tales amenazas son muy reales.

Observe el comportamiento de la gente en esta crisis comparativamente menor. El mundo nunca ha reaccionado a una pandemia como lo está haciendo ahora. Incluso si los escenarios mucho peores no se materializan, esto revela cuán rápidamente un desastre no esperado puede aparecer de la nada, y alterar completamente el panorama global.

Corrección

Este es un tiempo en que necesitamos días nacionales de oración. Necesitamos sinceramente estar buscando a Dios, no sólo por consuelo, fortaleza, protección, salud y sanidad, sino también por guía y, sí, también por corrección. Necesitamos ver esto desde Su punto de vista. Debemos ver cuán involucrado está Dios, y qué está tratando de enseñarnos.

Sin embargo, la noción de que Dios esté involucrado en algo como una enfermedad pandémica es completamente ajena para la gente.

“Para los cristianos, este terrible virus no es un castigo sino una prueba de nuestra fe y amor”, escribió el Telegraph el 16 de marzo. Este autor ridiculiza la idea de un castigo divino, y explica cómo el razonamiento “del Siglo de las Luces” ha superado al pensamiento “medieval”. “Muy pocos líderes cristianos han culpado al pecado (incluso si hay mucho de éste) por el coronavirus, y algunos clérigos han estado tan entusiasmados en desmotivarnos de ir a la iglesia, para que no tosamos ante la congregación, que uno se pregunta qué tiene que ofrecer la fe cuando la naturaleza se vuelve loca”. La solución que este autor provee es que los cristianos deberían velar por otras personas.

Ayudar al necesitado es ciertamente noble, ¿pero podemos desestimar casualmente la idea de que una crisis como ésta pudiera ser una maldición de Dios?

Suponga que Dios quiso corregirnos. Suponga que Él aborrece el pecado y cómo éste nos daña. Suponga que Él quiere que veamos cuán egoístas, codiciosos y materialistas somos, y cuán saturados de deportes y entretenimiento estamos. Suponga que Él quiere que cambiemos, que salgamos del pecado y nos volvamos a Él, y vivamos mejores vidas.

Suponga que Dios quiere mostrarnos que los lujos y las comodidades modernas están dominando nuestras vidas y apartándonos de lo espiritual. Suponga que Él quiere ayudarnos a ver cómo confiamos demasiado en nosotros mismos y que nos demos cuenta cuán frágil es realmente la civilización que hemos construido, lo débil que es el tejido social.

Suponga que Dios quiere que consideremos nuestra naturaleza humana y ayudarnos a ver que no somos de tan buen corazón como pensamos. La adversidad y la carencia tienden a revelar nuestro verdadero carácter; ¿qué si Dios quiso mostrarnos cuán pocas privaciones se necesitan para comenzar a exponer nuestras feas tendencias como el egoísmo, el tribalismo y el faccionalismo?

¿Qué si Él quería advertirnos de que vienen pruebas más grandes, y darnos una probada de esas, y darnos una dosis de la realidad? ¿Qué si Dios quiso detener nuestra adoración al deporte, para que presionáramos el botón de pausa en nuestra adicción al entretenimiento, para desacelerarnos un momento, para permanecer en casa con nuestra familia, y pensar y considerar nuestros caminos? ¿Qué si en realidad Dios quiso corregir a Sus hijos de sus pecados, y llevarlos al arrepentimiento?

¿No está dentro de lo posible que Él pudiera usar esta enfermedad pandémica para hacerlo?

Nuestra guía de navegación

Dios nos da más claramente las respuestas a todas estas preguntas, en Su revelación para la humanidad: la Biblia.

La Palabra de Dios nos dice por qué los eventos como éste están sucediendo. Explica por qué Dios permite tales pruebas, a veces a escala masiva, para lograr propósitos específicos. También nos dice lo que Dios espera de nosotros. Nos dice cuáles son Sus estándares y cómo reconocer cuando estamos descarriados. Desenmascara la maldad en nuestros corazones y explica cómo combatirla. También está llena de ejemplos históricos y proféticos de cómo Dios ha corregido a personas por medio de pruebas; incluso con enfermedades y pruebas de salud.

Así que la Biblia es una guía invaluable a través de un evento como éste. Nos dice qué esperar y cómo navegar exitosamente estas aguas agitadas.

Primero, veamos por qué Dios está permitiendo esta durísima prueba.

Dios tiene un propósito magnifico para el hombre. Pero ese propósito requiere que tengamos libre albedrío; Dios no nos forzará a ir por Su camino. Al principio del libro, a nuestros primeros padres, Adán y Eva, se les dio a elegir. Dios se los explicó en detalle y los dejó escoger entre el árbol de la vida y el árbol de la muerte. Ellos escogieron la muerte (Génesis 3).

El resto de ese capítulo muestra que, a causa de su elección, Dios pronunció ciertas maldiciones sobre ellos. Él los desterró del Jardín de Edén y cortó su acceso al árbol de la vida. La decisión de ellos cortó a la humanidad de Dios, de Su verdad, y de Su conocimiento y guía. Desde entonces, el hombre ha estado construyendo una civilización apartada de Él, tratando de hacer que las cosas funcionen por nuestra cuenta. Por eso el mundo está tan lleno de miseria. Porque, con pocas excepciones, no nos estamos sometiendo a Dios. Estamos viviendo de una manera que nos está llevando a nuestra propia destrucción.

Es un camino que Dios profetizó que terminaría en nuestra propia aniquilación del planeta, ¡si es que Él no interviene! El Mismo Jesucristo profetizó esto con respecto al tiempo justo antes de Su Segunda Venida: “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fueses acortados, nadie sería salvo…” (Mateo 24:21-22).

Dios quiere restaurar en nosotros el asombroso potencial humano al cual Adán y Eva le dieron la espalda. Dios quiere convertir el corazón de cada persona en el mundo, para ayudarnos a ver nuestro error yendo en el camino equivocado, e inculcar en nosotros un amor por Su camino. “El Señor (…) no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).

Ese es Su objetivo: traernos al arrepentimiento.

¿Qué es el arrepentimiento?

Arrepentimiento significa compararnos con la ley de amor de Dios para ver dónde estamos pecando y fallando, entonces cambiar de dirección y obedecer esa ley.

La ley de Dios, por ejemplo, ordena que usted ame a Dios con todo su corazón, mente y fuerza (Deuteronomio 6:5; Mateo 22:37). Arrepentirse de no hacer esto significa esforzarse por cambiar. La ley de Dios prohíbe poner cualquier cosa antes que el Dios verdadero (Éxodo 20:2-3). Arrepentimiento significa buscar en su vida áreas donde está priorizando otros intereses, personas o cosas antes que a Dios. La ley de Dios prohíbe el adulterio (Éxodo 20:14; Mateo 5:27-28). Eso significa alejarse de todas las formas de sexo fuera del matrimonio, incluyendo la fornicación, la pornografía y toda lujuria y perversión (como lo define Dios, no como lo hace la sociedad).

La ley de Dios es perfecta y es liberadora (Santiago 1:25). Es una ley de amor (Romanos 13:10). La ley de Dios define cómo piensa Él, como vive, y quien es Él. Es la manera como Jesucristo vivió. “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos…” (1 Juan 5:3).

Nuestro propio pensamiento, razonamiento y caminos son fatalmente imperfectos. El mundo inestable, injusto e infeliz que hemos construido es prueba abundante de aquello. Dios quiere que cada uno de nosotros vea la realidad, “la plaga en su corazón” (1 Reyes 8:38). Él quiere evitarnos el sufrimiento que viene de depender de nosotros mismos y de compararnos con otros. Él quiere en cambio que vivamos por Su ley y que usemos a Cristo como nuestro estándar, porque eso es lo mejor para cada uno de nosotros, y para el mundo que habitamos.

Ésta es una ambición inmensa que Dios tiene, porque cada corazón humano está plagado de maldad (Jeremías 17:9). Pero Él realizará esta ambición por etapas. Dios aún no está tratando de llevar a la gente al arrepentimiento a escala masiva, pero Su plan maestro finalmente incluirá a todos.

Dios tiene un futuro asombroso para todos aquellos que voluntariamente lleguen al arrepentimiento. El verdadero arrepentimiento cierra la brecha entre un individuo y Dios. Así, el primer paso hacia una felicidad real y duradera es un arrepentimiento completo, profundo y genuino.

¿Se ha arrepentido usted alguna vez ante Dios? Muy, muy pocas personas lo han hecho. Pero ese es el primer paso hacia la verdadera felicidad y logros. Debemos reconocer nuestra propia incapacidad e incompetencia apartados de Dios. Ésta es la lección más importante que cualquiera de nosotros puede aprender.

Eso es lo que faltó en la declaración del presidente Trump al pedir un Día Nacional de Oración. Como 1 Juan 3:22 explica: “Y cualquier cosa que pidiéremos [en oración] la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él”. Sólo orar no es suficiente: también debemos volvernos a Él en arrepentimiento y obediencia. Sus oídos están atentos a las oraciones de los justos, “pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal” (1 Pedro 3:12). Esa es la razón principal de por qué tantas oraciones quedan sin responder, porque la gente simplemente no se ha rendido completamente a Dios. Porque aún están viviendo en rebelión. (Usted puede aprender más de esto en nuestro libro How to Pray, [Cómo orar; disponible en inglés]).

Bendiciones y maldiciones

Una vez que usted entiende que Dios está tratando de llevarnos al arrepentimiento, entonces muchas de las profecías de la Biblia cobran sentido.

Considere Levítico 26 y Deuteronomio 28, conocidos como los capítulos de las “bendiciones y las maldiciones”. Ellos registran las bendiciones que Dios dará, incluso a nivel nacional, a aquellos que le obedecen, y las maldiciones que vendrán para aquellos que no lo hacen. Estos capítulos están específicamente dirigidos a los israelitas y sus descendientes (los que hoy día incluyen principalmente a EE UU y Gran Bretaña), pero el principio aplica a todos nosotros, incluso individualmente.

“Pero acontecerá, si no oyeres la voz de [el Eterno] tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán. Maldito serás tú en la ciudad, y maldito en el campo (…). Y [el Eterno] enviará contra ti la maldición, quebranto y asombro en todo cuanto pusieres mano e hicieres (…) a causa de la maldad de tus obras por las cuales me habrás dejado. [El Eterno] traerá sobre ti mortandad…” (Deuteronomio 28:15-16, 20-21). La palabra mortandad describe varios tipos de destrucción y muerte; puede incluso ser violencia que cometamos unos contra otros.

Dios entonces se pone más específico, incluso habla de enfermedades: “[El Eterno] te herirá de tisis [enfermedades degenerativas crónicas], de fiebre, de inflamación [enfermedades contagiosas como la influenza; el coronavirus estaría incluido], y de ardor…” (versículo 22).

Ser maldecido por Dios, quien tiene poder total, ¡es aterrador! Pocos toman esta advertencia seriamente, pero éste es sólo uno de los muchos pasajes bíblicos que muestra cómo corrige Dios a Sus hijos cuando vamos por mal camino. Él es como cualquier padre que ama a sus hijos. Él intervendrá cuando los ve que se hacen daño.

A través de Deuteronomio 28, ¡Dios reiteradamente dice que estas maldiciones tienen como objetivo volvernos a Él! Si nos volviéramos, y tan pronto como nos volvamos, ¡las maldiciones se detendrían! Sólo porque nos rehusamos a arrepentirnos se volverán peor y peor.

Aislamiento e idolatría

En medio de esta crisis actual, ¿cuántas personas están buscando a Dios? ¿Cuántos se están auto examinando de acuerdo con la Palabra de Dios? ¿Cuántos están preocupados acerca de los pecados de nuestros pueblos que están trayendo estas maldiciones sobre nosotros?

En vez de eso vemos gente acaparando, peleándose por los víveres en las tiendas, vendiendo en pánico, y buscando entretenimiento para olvidar la realidad. Surgieron reportes de que el tráfico en la Internet aumentó drásticamente, en gran parte aparentemente debido a que personas en casa bajo aislamiento obligado, jugaban videojuegos en línea.

Muchas de las cosas que la sociedad ama son en realidad ídolos: los deportes, conciertos, bares, comodidades y lujos, dinero y materialismo, nuestro trabajo, nuestros portafolios de inversión. Ninguna de esas cosas es mala en sí, pero mucha gente pone esas cosas delante de Dios, lo cual es una forma de idolatría. Ahora, repentinamente, muchos de estos “dioses” están siendo arrancados de nosotros por la fuerza.

Tal vez usted esté entre las muchas personas que no pueden ir a trabajar. Usted tiene tiempo extra en sus manos. Use esta oportunidad para dirigir su atención a las cosas más importantes de la vida, que con demasiada frecuencia se descuidan en medio del alboroto de las responsabilidades y distracciones de cada día.

¡Dios quiere que todos veamos el error de nuestros caminos y volvamos nuestros corazones a Él! Él quiere que la humanidad reconozca cuán fallida y defectuosa es la civilización que hemos construido apartados de Él. Y puede usar una crisis como ésta para tratar de llevar a la gente en esa dirección. Pero si la gente no responde, ¿qué más puede hacer un Dios amoroso?

Si uno mira desde la perspectiva de Dios, podrá ver porqué es virtualmente seguro que estos problemas se van a intensificar. Dios quiere llevar a la gente al arrepentimiento, para que Él pueda hacer posible el magnífico futuro que tiene para la humanidad. Por lo tanto, Él va a permitir que este mundo sufra aún más.

Por qué las pandemias

La Biblia incluye algunas profecías nefastas acerca de enfermedades pandémicas en el tiempo del fin. Incluso fuentes de noticias seculares han citado algunas de ellas.

En la profecía de Mateo 24, Jesús estaba prediciendo las condiciones que precederían Su Segunda Venida. Entre éstas Él habló de pestilencias, o enfermedades, brotando en varios lugares (versículos 6-8). En el Apocalipsis, el libro de profecía del tiempo del fin más detallado de la Biblia, se describen a los cuatro jinetes del apocalipsis, de los cuales el cuarto representa la enfermedad: “Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra” (Apocalipsis 6:8). Entre las armas que este jinete esgrime están las enfermedades epidémicas. Junto con los otros tres jinetes, este jinete de aspecto anémico sobre un caballo amarillo e inquietante dará muerte “a la cuarta parte de la tierra”. Con la población actual de 7,7 mil millones, ¡eso significa cerca de 2 mil millones de personas!

El coronavirus es sin duda un problema, pero comparado con la escala de lo que viene, es apenas significativo. ¡Dios profetiza de al menos decenas de millones de personas muertas como resultado de la pestilencia!

Pero no pierda de vista el porqué. Dios no está destruyendo indiscriminadamente. Él está castigando al mundo en amor y con medida; para a fin de cuentas ayudar a la humanidad a volverse de sus caminos de destrucción, ¡al camino de la verdad y la paz!

Dios está proclamando Su mensaje de advertencia del tiempo del fin a este mundo a través de esta obra, cumpliendo literalmente Su profecía de Isaías 58:1 que dice: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado”. Pero si Dios no puede traernos al arrepentimiento a través de palabras, entonces Él tratará de hacerlo a través de pruebas, aflicciones y desastres.

Cuando lleguen los problemas, finalmente algunos clamarán a Dios por Su intervención en sus vidas. Pero físicamente podría ser demasiado tarde. Debemos buscar a Dios “mientras puede ser hallado” (Isaías 55:6).

¿Debe usted sufrir junto con este mundo? No. El mismo Dios que controla los eventos mundiales es totalmente capaz de proteger individuos. Actúe mientras la advertencia aún se está emitiendo, no sólo después que las calamidades golpeen. Ponga atención a las palabras de Dios y vuélvase a Él ahora, y recibirá una liberación de sus maldiciones. Él promete perdonar y luego proteger a cada persona que se arrepienta. No espere para responder hasta la Gran Tribulación, que será el peor sufrimiento que la humanidad alguna vez haya experimentado.

Tome acción

La Biblia está llena de ejemplos de arrepentimiento y protección individual. El apóstol Pedro escribió: “el Señor sabe cómo rescatar a los piadosos de las pruebas, y reservar a los injustos para castigo hasta el día del juicio” (2 Pedro 2:9; traducción nuestra de la rsv). Esta lección impregna toda la Biblia: Dios protege a las personas justas y obedientes que buscan Su protección.

Dios tiene poder sobre las enfermedades. En Éxodo 15:26, Él dice que si lo escuchamos diligentemente y guardamos Sus leyes, “ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy [el Eterno] tu sanador”. Dios promete sanarnos si nos arrepentimos. “Bendice, oh alma mía, a [el Eterno], y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias” (Salmos 103:2-3). Esto no significa que usted nunca se enfermará. De hecho, esta promesa de sanidad no se aplicaría a alguien que nunca contrae una enfermedad o dolencia. El pueblo de Dios puede incluso contagiarse de coronavirus. Dios puede permitir eso como una prueba de nuestra fe.

Pero no debemos entrar en pánico durante tiempos como éstos. El mundo está histérico y temeroso, y ese pánico está dirigiendo a la gente a feos comportamientos y a decisiones políticas innecesariamente costosas. Pero aquellos que ponen su confianza en Dios están en paz. Ellos están llenos de fe, esperanza y consuelo. Dios promete esas cosas.

Él también promete absolutamente la sanidad. Sin embargo, algunas veces Dios permite que Su pueblo se enferme, incluso que muera en la fe, no habiendo recibido la promesa de sanidad en esta de vida (Hebreos 11:35-39). La sanidad es una promesa segura, y muchos de los que claman esa promesa son sanados, ¡incluso inmediatamente! Pero para algunos, esa sanidad tomará lugar en la resurrección. (Si usted quiere más información sobre esta inspiradora doctrina bíblica, solicite nuestro folleto gratuito, La pura verdad acerca de la sanidad divina).

Dios no promete que usted nunca morirá en esta vida física. En realidad, ¡Dios promete que usted experimentará pruebas! Pero con Cristo en usted, será capaz de pelear esas pruebas con fe. Eso hace toda la diferencia, cualquiera sea el resultado final.

Dios garantiza paz mental durante las peores crisis. Él tiene el control, y promete en Romanos 8:28 que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Podemos experimentar algunos de los mismos problemas que le caen al mundo, sin embargo, tenemos una sólida esperanza en el futuro que Dios ha prometido como un “ancla del alma” para mantenernos estables, aun en problemas.

¿Está usted listo para las crisis que vienen? Comience por arrepentirse ante Dios. Eso es lo que Dios busca por sobre todo. Para aquellos que se vuelven con corazón blando, Él ofrece protección individual (un escape) de las peores tormentas que vendrán (ej. Lucas 21:36). Ese es el único lugar seguro para invertir su fe.

Si usted quiere una guía sobre cómo arrepentirse y actuar de acuerdo con lo que está leyendo, podemos ayudarle. ¡Producimos mucho material que tiene como objetivo ayudarle a hacer el camino de vida de Dios su camino de vida! Un buen lugar para comenzar es leyendo el folleto de nuestro jefe editor Cómo ser un vencedor , comenzando con el Capítulo 1: “Arrepentimiento hacia Dios”, el cual le da instrucción práctica y vital de la vida cristiana que le ayudará a hacer cambios reales en su vida. Usted también puede encontrar educación útil y relevante en nuestra página de la Internet pcg.church [sitio web en inglés]. 

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