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ISTOCK.COM/REKINC1980

Una ley para aumentar su felicidad

Pone en orden sus prioridades y mantiene en paz pensamientos.

La mayoría de la gente está de acuerdo con el Sexto Mandamiento: No matarás. Muchos están cambiando su actitud hacia los otros mandamientos, como los que prohíben el adulterio, el robo y la mentira. Sin embargo, la gente rara vez piensa en el Décimo Mandamiento. Pero quebrantar este mandamiento perjudica todo nuestro sistema económico, nuestro mundo y nuestros pensamientos cotidianos.

“No codiciarás…” (Éxodo 20:17). La palabra hebrea traducida como codiciar significa simplemente desear o complacerse. El Salmo 19:10, por ejemplo, usa la misma palabra hebrea para decir que debemos desear, o codiciar, las leyes de Dios. ¡Dios quiere que deseemos las cosas correctas! Pero hay cosas que no debemos desear. Por eso el Décimo Mandamiento especifica no desear las casas, los cónyuges o las propiedades de otras personas. Estas son cosas que están fuera de nuestro alcance, son ilegales o se toman a expensas de otros. Observe que este mandamiento no prohíbe el acto de robar o cometer adulterio, como el Octavo y el Séptimo Mandamiento, sino el deseo.

Este mandamiento prohíbe la actitud del obtener. Nos prohíbe involucrar nuestras mentes en deseos materiales. ¿Por qué? Porque esto aleja nuestra mente de Dios.

La mayoría de los cristianos afirma que el Antiguo Testamento es un conjunto de normas anticuadas, basadas en la letra de la ley. Sin embargo, este mandamiento gobierna explícitamente nuestras mentes y nuestros corazones. Forma parte del propio modo de vida de Dios, el que siempre ha existido y siempre existirá.

Los pensamientos correctos conducen a comportamientos correctos; los pensamientos incorrectos a comportamientos incorrectos. Dios exige que eliminemos estos últimos. Nuestra naturaleza humana siempre tiende al egoísmo y al descontento. El Décimo Mandamiento pretende frenar esa tendencia. Todos los mandatos de Dios son para nuestra felicidad, pero esto es especialmente evidente con este mandamiento: Obedecerlo le hace feliz; desobedecerlo le hace miserable.

La sociedad actual quebranta con entusiasmo el Décimo Mandamiento. ¡Qué males trae esto! La codicia alimenta el materialismo y la avaricia. Alimenta nuestros enormes problemas de deuda, a nivel individual como nacional. Los políticos y los fabricantes constantemente incitan el espíritu de codicia, diciéndonos que merecemos más y mejor; así, a pesar de tener tanto, estamos insatisfechos, siempre anhelando y exigiendo más.

Sin Dios, estamos incompletos. Cada uno de nosotros tiene un vacío espiritual. Si tratamos de llenar ese vacío con cosas materiales, nunca se llenará. Sin embargo, en todas partes la gente hace precisamente eso, siguen sintiendo el vacío y piensan, ¡Eso debe significar que no he conseguido suficientes cosas! Quedaré satisfecho si sólo puedo consigo eso, y tal vez esto y aquello. Este ciclo produce una miseria incalculable. Provoca conflictos entre las personas y dentro de las familias, ¡y guerras entre las naciones!

En una profecía notablemente precisa sobre “los postreros días”, el apóstol Pablo escribió que “habrá hombres amadores de sí mismos, avaros” (2 Timoteo 3:1-2). Esta es una característica de nuestros tiempos. El versículo 2 también dice que la gente en nuestros días sería “ingrata”, un resultado directo de la codicia.

El versículo 4 describe perfectamente otro efecto destructivo: la gente se vuelve “amadores de los deleites más que de Dios”. Nuestro mundo ama el placer. ¡No tiene suficiente! Funciona como si el placer personal fuera el objetivo más alto en la vida. Sin embargo, no se puede amar simultáneamente las cosas y a Dios. La codicia paraliza la mentalidad espiritual, asfixia la fe y destruye su poder espiritual.

Otra profecía en Ezequiel 33:30-32 expone este peligro espiritual. Cuando nuestras mentes se centran en adquirir cosas físicas, nuestro pensamiento se vuelve más superficial e incapaz de un verdadero crecimiento espiritual. ¡Este es un gran obstáculo para que la gente responda a la verdad de Dios! “Hacen halagos con su boca”, escribe Ezequiel, “pero su corazón anda en pos de su avaricia”. La gente escucha la corrección de Dios, pero luego simplemente sigue adelante. Otra cosa viene a ocupar sus pensamientos y su tiempo. La codicia nunca está satisfecha. Siempre busca, insatisfecha, la siguiente cosa.

El apóstol Pablo escribió: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:2). Aunque crea que puede, no puede buscar ambas cosas al mismo tiempo. Cuando la búsqueda material absorbe sus pensamientos, usted aparta a Dios. No puede servir a Dios y a las cosas (Lucas 16:13-14). Sin embargo, es natural poner la mira en los intereses terrenales, y luchar por apreciar las cosas de arriba.

La solución es acabar con esas tendencias carnales, incluyendo “la avaricia, que es idolatría” (Colosenses 3:5). Sí, en su raíz, la codicia es idolatría (vea también Efesios 5:5). Quebrantar el Décimo Mandamiento es en realidad quebrantar el Primer Mandamiento, porque pone alguna cosa material y el placer que espera obtener de ello por encima de Dios.

El Décimo Mandamiento nos ayuda a asegurarnos de que nuestras prioridades en la vida son correctas y que buscamos primero el Reino de Dios y Su justicia (Mateo 6:33).

Pablo también escribió sobre cómo “los que quieren enriquecerse” caen en muchas trampas espirituales y llenan de sufrimiento su propia vida (1 Timoteo 6:9-10; Revised Standard Version). Pero él dio un antídoto maravilloso contra la codicia: “la piedad acompañada de contentamiento” (versículos 6-8). El contentamiento y la gratitud son lo opuesto a la codicia. Si se encuentra cayendo presa del “dame, dame”, ¡deténgase y cuente sus bendiciones! Pídale a Dios la paz mental que viene con el contentamiento.

Obedezca el Décimo Mandamiento acabando con la codicia y frenando los pensamientos materialistas. Cultive el contentamiento, ¡y experimentará la bendición y el beneficio que la ley de Dios supone para su felicidad! 

Este artículo fue traducido del artículo “A Law to Boost Your Happiness” de theTrumpet.com.


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