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¿Qué hará usted con la verdad?

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¿Qué hará usted con la verdad?

Para hacer crecer las semillas de Dios en su vida, siga la fórmula de Cristo.

La obra de Dios es una sembradora que nunca descansa. Continúa avanzando por el campo, sembrando las semillas de la verdad de Dios. Todos los días publicamos artículos y vídeos en línea, hacemos publicidad y promocionamos una amplia biblioteca de materiales espirituales. Casi todos los días enviamos por correo libros, folletos, reimpresiones, revistas y lecciones bíblicas; grabamos y emitimos horas de programas de televisión y radio; respondemos a las preguntas de los lectores; enviamos correos electrónicos, todos ellos con granos de conocimiento espiritual. Cada semana gastamos miles de dólares transmitiendo por televisión y en línea. A cada momento, las semillas se esparcen en teléfonos y computadoras, en oficinas y hogares, en todos los condados, estados, provincias y países de todo el mundo.

Puede que usted se esté encontrando con su primera semilla de la verdad, o puede que lleve décadas creciendo espiritualmente. De cualquier modo, Jesucristo habló de usted en la historia del sembrador (Mateo 13; Marcos 4; Lucas 8). Si quiere que las semillas que Dios ha sembrado arraiguen, broten, florezcan y den fruto en su vida, preste atención a esta parábola.




Las primeras semillas caen a la orilla del camino y son devoradas por los pájaros. Esto representa a la gran mayoría, tal vez millones, que se encuentran con el mensaje de la obra de Dios. Oyen pero no entienden ni creen (Mateo 13:19). El diablo les quita la palabra antes de que se formen raíces (Lucas 8:12).

Las demás semillas echan raíces, pero sus resultados varían. Algunos aterrizan en las rocas, brotan brevemente y luego mueren por falta de humedad. Estos son oyentes con un entusiasmo inicial que resulta efímero. Las dificultades exponen su superficialidad y se marchitan. Para evitar este destino, debemos estar “fundados y firmes” en la verdad de Dios, “arraigados y sobreedificados” en Cristo (Colosenses 1:23; 2:7). Beba del agua viva del Espíritu de Dios y crecerá a pesar de las pruebas, la adversidad y la persecución.

Otro grupo brota, pero es ahogado por las espinas. ¿Qué representan? Cristo enumera tres “espinas” de la mundanalidad: “Los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas” (Marcos 4:19). “Cuando oyeron el mensaje, se bautizaron. Pero las preocupaciones y los intereses del mundo los ahogaron”, escribió Herbert W. Armstrong. “Seguían queriendo ser como el mundo. Eran liberales. No dieron ‘fruto a perfección” (Worldwide News, 24 de junio de 1985). Poner el corazón en cosas materiales le alejará de Dios e impedirá su crecimiento. Manténgase enfocado en las cosas de Dios (Colosenses 3:1-2).

Cristo muestra que dar fruto requiere que evite estos errores. Lamentablemente, la historia de la Iglesia muestra que muchos de los que responden al mensaje de Dios y empiezan a madurar no echan raíces profundas ni resisten las cosas del mundo. No dan fruto.

Entonces Cristo dio una fórmula práctica de tres partes para un suelo fértil que haga que esas semillas produzcan un aumento de 30, 60 y hasta 100 veces. “Más la que cayó en buena tierra, estos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia” (Lucas 8:15).

En primer lugar, debe escuchar la Palabra de Dios con “un corazón honesto y bueno”. Por naturaleza su corazón es todo lo contrario: engañoso y perverso (Jeremías 17:9). Santiago dice que debemos “apartar toda inmundicia y crecimiento de maldad y recibir con humildad la palabra implantada, que puede salvar [nuestras] almas” (Santiago 1:21; traducción nuestra de la versión Revised Standard). Deshágase de las cosas que ahogan y contaminan la Palabra de Dios en su vida. Sea manso y humilde (del latín humus, que significa tierra o suelo) para que Dios pueda implantar Su Palabra en usted. “Uno podría estudiar la Biblia intelectualmente por 10.000 millones de años y nunca entenderla”, escribe Gerald Flurry. “La única forma en que Dios puede implantar Su Palabra en nuestras vidas es si la recibimos ‘con mansedumbre’, es decir, si tenemos tierra suave y fértil, o sea, una mente dócil como de niño. Debemos entrar a nuestro estudio bíblico con una actitud mansa” (La Epístola de Santiago).

En segundo lugar, conserve esa palabra. Permanezca firme. Es fácil estar de acuerdo con una verdad y luego olvidarla. La mente humana es inconstante y fácil de distraer. Dios exige de nosotros no sólo “examinadlo todo”, sino también “retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21). Si no se aferra a la verdad, Satanás se la arrebatará. Usted se hace presa del engaño. Acepta desviaciones sutiles de la verdad, errores incrementales que conducen a errores mayores. Por eso Pedro fue diligente en recordar siempre al pueblo de Dios las doctrinas de Dios, aunque las conozcan (2 Pedro 1:12). El Sr. Armstrong volvía a lo básico una y otra vez y sin reparos. El Sr. Flurry comenzó El mensaje de Malaquías con “Un llamado a recordar” y ha hecho de afianzarse en lo bueno una práctica fundamental en esta obra del remanente. Debemos aferrarnos individualmente a los fundamentos y revisar las doctrinas del tronco del árbol. Asegúrese, después de “haber oído la palabra”, de “guardarla”.

En tercer lugar, dé fruto con paciencia. Las cosechas no brotan de la noche a la mañana. El crecimiento espiritual toma tiempo, bajo una administración constante y perseverante. “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gálatas 6:9). Crezca día a día en gracia (refiriéndose al carácter de Dios, que Él suministra a través de Su Espíritu) y en conocimiento bíblico mediante el estudio (2 Pedro 3:18). Tenga confianza en que los frutos espirituales, nutritivos y hermosos (amor, gozo, paz, poder, sensatez, sabiduría, comprensión, etcétera) aparecerán cada vez más (Gálatas 5:22-23; 2 Timoteo 1:7; Isaías 11:2).

Esta parábola contiene una gran cantidad de sabiduría práctica. ¡Cristo anhela ver un crecimiento centuplicado en usted! Al dar frutos abundantes, se muestra como Su discípulo y glorifica a Su Padre que está en los cielos (Juan 15:8).