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¿Qué hace falta para que Dios llegue a usted?

BETTMANN/GETTY IMAGES

¿Qué hace falta para que Dios llegue a usted?

El mundo está sufriendo maldiciones cada vez más intensas. ¿Cómo va a responder usted?

En 1889, Johnstown era una próspera ciudad de carbón y acero que, sin saberlo, estaba a punto de ser arrasada por un monstruoso muro de agua que parecía sacado de una película de catástrofes de gran presupuesto.

Había sido construida en las montañas del oeste de Pensilvania por un grupo de industriales extraordinariamente ricos que buscaban un refugio de la ciudad, y ahora tenía una población de unos 30.000 habitantes que disfrutaban de los hermosos alrededores y, a un corto trayecto en carro hacia el norte, de un sereno lago.

El lago era un embalse formado por una presa en el río Conemaugh. Lo habían construido bien, pero su mantenimiento era deficiente. Su propietario había vendido sus tres tuberías de descarga de hierro fundido como chatarra. De vez en cuando había fugas. A veces se corría la voz de que la presa se iba a romper, pero ¡vaya!, eran falsas alarmas. Parchaban las fugas con barro y paja. Una fuerte tormenta abrió un hueco bastante enorme. Años más tarde, finalmente repararon la presa, pero no lo hicieron ingenieros, sino una cuadrilla de constructores ferroviarios.

Un día, una tormenta derramó cerca de 25 cm de lluvia sobre Johnstown en 24 horas. Algunos hombres vieron que el lago estaba a punto de rebosar la presa y trataron frenéticamente de despejar los desagües bloqueados, y luego intentaron cavar uno nuevo. Sus esfuerzos fracasaron. Un hombre cabalgó hasta la oficina de telégrafos para alertar a South Fork, cerca de la presa, y a Johnstown, unos kilómetros más abajo. Pero lo consideraron otra falsa alarma y no ordenaron la evacuación.

Alrededor de las 3:10 p. m. del 31 de mayo, la presa se rompió. Veinte millones de toneladas de agua se precipitaron por el río Little Conemaugh. Los residentes de South Fork oyeron el estruendo que se acercaba. La mayoría se refugió en zonas altas, pero cuatro personas murieron. La crecida devoró 18 metros más de cauce por segundo y alcanzó una altura de 12 metros. Se abalanzó sobre Johnstown, destruyendo y arrastrando árboles, rocas, postes telefónicos, vagones de ferrocarril, negocios, casas y personas. En 10 minutos, la ciudad estaba inundada. Murieron unas 2.200 personas.

La gente se sentía segura, se mantenían ocupados y confiaban en sus líderes, estaban conformes con parchar los problemas, insensibles a las advertencias y disfrutando de la vida como si fuera a continuar, todo ello mientras se acumulaban 20 millones de toneladas de tragedia.

Usted se encuentra en una situación similar. El dique de la civilización moderna está surcado de grietas. Las lluvias caen a cántaros y crecen en intensidad. Los que conocen los acontecimientos actuales y la historia ven que se está gestando una catástrofe. La realidad de que algo poderoso y maligno está sucediendo a nuestras sociedades se ha vuelto ineludible.

¡Y la Biblia está transmitiendo serias advertencias! Dios ha profetizado que se avecina una avalancha de violencia, brutalidad, barbarie y destrucción, y nos está advirtiendo a través de una “voz”, como lo describe Isaías 40.

Pero la gran mayoría de la gente está ocupada, confiada en sí misma, conforme con parchar los problemas y insensible a las advertencias.

¿Lo está usted? Si Dios estuviera tratando de alcanzarlo a usted, ¿lo reconocería?

Un silbo apacible y delicado

En 1 Reyes 19, Dios hizo que el profeta Elías fuera testigo de un viento poderoso, un gran terremoto y un fuego abrasador. Sin embargo, en lugar de hablar a través de esos eventos, habló a través de “un silbo apacible y delicado”.

Así es como Dios está hablando hoy. En medio de toda la distracción y la conmoción hay un “silbo apacible y delicado”, que le advierte de parte de Dios.

Entre cientos de canales y 24 horas al día, siete días a la semana, hay una voz que habla en La llave de David, con Gerald Flurry. Entre los miles de emisoras de radio que llenan las ondas, está kpcg. Entre cientos de millones de sitios web, está latrompeta.es.

¿En medio de la cacofonía, puede usted reconocer la voz que habla por Dios?

La historia es, como escribió Winston Churchill, un “largo y lúgubre catálogo de lo infructuoso de la experiencia y de la confirmada imposibilidad de educar a la humanidad”. La naturaleza humana es dura. Lucharemos furiosamente para evitar admitir que estamos equivocados. Nos resistiremos enérgicamente a la necesidad de cambiar nuestras actitudes y acciones.

Jesucristo nos llamó la atención por esta tendencia autodestructiva. “He aquí yo os envío profetas y sabios y escribas”, dijo, “y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis…”. Eso es lo que Jesús dijo incluso a los que eran religiosos. “De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación. (…) ¡que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta” (Mateo 23:34-38).

No mucho después de que entregara esa advertencia, la gente lo mató. Jesucristo estaba advirtiendo, mostrándole a la gente dónde estaba equivocaba, diciéndoles que cambiaran las cosas que los llevaban a la destrucción. Y en lugar de arrepentirse, ellos lo persiguieron, lo torturaron y lo asesinaron.

Si la gente está cometiendo rebelión y pecado, que los destruye a ellos y a otros, Dios les advierte. Pero si no escuchan Su corrección, ¿qué puede hacer Dios?

En este momento, en el lúgubre catálogo de la humanidad, estamos sufriendo un virus, opresión gubernamental viral, agitación política paralizante, temblores económicos, división social, desintegración familiar, posibilidad de guerra y cosas peores. La advertencia bíblica está saliendo, a través de una sola voz. Pero la gente en su conjunto ni se acerca al arrepentimiento. Por el contrario, piensan que pueden resolver los problemas y seguir atrincherándose en sus pecados.

¿Qué hace falta para que Dios llegue a ellos? ¿Qué hace falta para que Él llegue a usted?

Advertencia de que lo peor está por llega

Después de que Cristo diera esa advertencia, Sus discípulos le preguntaron: “¿Cuál será la señal de tu venida, y del fin del mundo?” (vea Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21). Él respondió que las condiciones del mundo empeorarían, con guerras, rumores de guerras, naciones levantándose unas contra otras, brotes de enfermedades e incluso terremotos en varios lugares. Luego dijo: “Todo esto será principio de dolores”.

¡Estos acontecimientos terribles son en realidad advertencias de lo peor que vendrá! Cristo explicó cómo las condiciones continuarán intensificándose al punto que “habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; más por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:21-22).

Así que Jesús mismo advirtió sobre un período de calamidad y sufrimiento sin precedentes en los anales manchados de sangre de la historia humana. Este período marcará el fin del mundo tal como lo conocemos y precederá inmediatamente a la Segunda Venida de Jesucristo para establecer Su Reino en la Tierra.

Cristo estaba afirmando lo que varios profetas del Antiguo Testamento habían predicho. El profeta Daniel escribió que en el tiempo del fin, la humanidad sufriría un “tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces”. El profeta Jeremías escribió: “¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob”. Jacob es el antepasado de las naciones modernas de Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel y otras naciones relacionadas.

¡Esto describe el tiempo del peor sufrimiento en la historia de la humanidad! Y si usted ve las condiciones profetizadas que conducen a eso, puede ver que estamos muy cerca de ese tiempo. La presa se está rompiendo. Y la gente está ignorando la advertencia.

Entonces, ¿qué debe hacer Dios?

La respuesta se revela en el libro del Apocalipsis. Allí el apóstol Juan describe los acontecimientos que concluyen la era del hombre en términos de Jesucristo abriendo un libro sellado con siete sellos. A medida que se abre cada sello, ocurre un evento catastrófico. A los cuatro primeros se les suele llamar los Cuatro Jinetes del Apocalipsis. Representan el poder destructivo de la religión falsa, la guerra, el hambre y la peste (Apocalipsis 6:1-8). El quinto sello representa la “gran tribulación” de dos años y medio, un tiempo de sufrimiento sin precedentes en todo el mundo. A esto le seguirá el “día del Señor”, un período de un año de plagas y maldiciones aún más graves, cada una de ellas señalada por un toque de trompeta (Apocalipsis 8-9; 11:15-19). Dios juzgará con justicia a este mundo por su maldad. ¡Estas profecías muestran cuán enojado está Dios por los males e injusticias de este mundo! ¡Este es el Dios de juicio!

Pero el objetivo de Dios al castigar nunca es vengativo, siempre es correctivo. Busca llevar al mayor número posible de personas al arrepentimiento (2 Pedro 3:9).

La única razón por la que todos los horrores de la Tribulación y el Día del Señor son necesarios es porque la humanidad es tan dura, tan incorregible. ¡El hecho es que Dios no castiga con más dureza de la necesaria!

Los que se arrepientan ahora, antes de la Tribulación, serán protegidos en un lugar de seguridad. Aquellos que se arrepientan durante la Tribulación serán protegidos del Día del Señor. Aquellos que se arrepientan durante el Día del Señor serán protegidos de un castigo mayor. Dios no se complace en la muerte de los impíos (Ezequiel 33:11). ¡Sólo quiere que la gente se vuelva a Él!

Dios da estas advertencias con mucha antelación, si tan sólo la humanidad hiciera caso.

Apocalipsis 9:18 revela que en la brutal guerra final entre los ejércitos de Europa y Asia, ¡una tercera parte de la humanidad restante será masacrada! ¡Eso es más de mil millones de personas! Y, aun así, ¡la gente no se arrepentirá! (versículos 20-21).

¿Qué hace falta para que Dios llegue a la gente? ¡Esto demuestra lo inflexible y obstinada que es la naturaleza humana!

Y usted y yo tenemos la misma naturaleza humana. ¡Debemos luchar contra ella, y estar seguros de que estamos respondiendo a la corrección de Dios!

Los últimos capítulos de Apocalipsis presentan una imagen extraordinaria de la dramática intervención final de Dios en los asuntos del mundo, y de cómo Dios va a obligar al hombre a reconocer que ha sido un fracaso al gobernarse a sí mismo y cuánta miseria, injusticia y derramamiento de sangre ha causado. ¡E incluso si nunca se arrepienten, Dios se asegurará de que este mundo sea limpiado de su suciedad! Apocalipsis 16 registra las siete últimas plagas que Dios envía.

Y en Apocalipsis 18:4 hay una declaración esclarecedora, dirigida a usted, y a todos los que están dispuestos a escuchar la advertencia de Dios: “Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas”.

Estas horribles plagas están llegando, pero Dios nos da la manera de evitarlas: ¡Salga de este mundo ahora! ¡Escuche a Dios hoy! Permita que Dios llegue a usted. ¡Arrepiéntase ahora! Aplique la corrección de Dios, mientras Él se la da a través de un silbo apacible y delicado. Permita que Dios purgue los pecados en su vida ahora.

Lo verdaderamente hermoso es que todos estos sucesos de pesadilla conducen al evento más importante de la historia: el regreso de Jesucristo. “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mateo 24:30).

Un día será la era del hombre, y muy repentinamente —al día siguiente— ¡será la era de Dios! Los reinos de este mundo se convertirán en los reinos de nuestro Dios.

¡Este acontecimiento está a punto de llegar! Y si usted permite que Dios le alcance hoy, usted estará allí para ayudarle a traer a este mundo la justicia y la paz que tanto necesita.


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