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Hermann/Pixabay

¿Qué defiende usted?

Lleve una vida honorable, y tendrá una muerte honorable.

Las personas por naturaleza quieren vivir. Algunos hacen cualquier cosa para permanecer vivos : ignoran a una víctima herida para evitar provocar a un criminal violento; traicionan a un amigo para cumplir con las exigencias injustas de un dictador; se someten a un tirano en vez de alzar guerra.

Pero al final, todos morimos. Usted necesita preguntarse: ¿por cuál causa vale la pena morir?

¿Cuáles son sus valores fundamentales? ¿Es su sentido de lo correcto e incorrecto tan sincero y elemental que pondría su vida a riesgo por ello? Para vivir una vida verdaderamente honorable, usted necesita primero comprobar y luego ser gobernado por creencias inquebrantables, las cuales usted se rehúse a comprometer, cueste lo que cueste.

Tres jóvenes judíos comprobaron por sí mismos lo que era verdadero y correcto. Ellos estaban resueltos a permanecer fieles a Dios sin importar las consecuencias. Mientras se enfrentaban al hombre más poderoso y temible de la Tierra, quien estaba a punto de ejecutarlos por negarse a adorar un ídolo, ellos le hablaron a Nabucodonosor con inquebrantable convicción, diciendo: “No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3:16-18). Entonces el rey furioso lanzó vivos a Sadrac, Mesac y Abednego dentro de un horno ardiente. Solo entonces, después de haberse mostrado inquebrantables, Dios los liberó.

Si el mantenerse fiel a sus creencias causa su muerte, esa es una muerte honorable. Muchos de los profetas hicieron eso. Esteban lo hizo (Hechos 7:58). Juan el Bautista lo hizo (Marcos 6:27). Casi todos los apóstoles lo hicieron. Todos estos individuos esperan la resurrección a gloria. La convicción de Jesucristo lo motivó al punto de hasta sudar sangre, para poder evitar el pecado (Lucas 22:44; Hebreos 12:3-4), y sacrificar Su vida para que usted pudiera vivir.

Es tonto suponer que uno no tendrá que morir por una causa. El mundo cada vez se vuelve más peligroso. El salvajismo está expandiéndose globalmente, incluso asediando de forma inesperada áreas aparentemente pacíficas. El tiempo que queda en esta era del hombre se está acortando.

Usted necesita asegurar sus creencias fundamentales y comprobarlas ciertas más allá de toda duda, o pronto se encontrará a sí mismo en circunstancias donde ellas son puestas a prueba más allá de su punto de quiebre. Winston Churchill dijo: “Los motivos virtuosos, trillados por la inercia y la timidez, no son rival para la maldad armada y resuelta”.

Considere el ejemplo de las fuerzas Mar, Aire y Tierra (seals por sus siglas en inglés) de la armada de Estados Unidos, cuyo trabajo es enfrentar a la muerte. Si ellos no están absolutamente convencidos de la causa, no cumplirán su deber a la hora de ser llamados. Ellos cimientan esa convicción en una forma específica y práctica: memorizando los valores de las fuerzas seal de la armada de EE UU.

Una parte de esta dice: “Mi lealtad al país y al equipo es irreprochable. Yo humildemente sirvo como guardián a mis compatriotas estadounidenses, siempre listo para defender a aquellos que no pueden defenderse a sí mismos. (…) Yo voluntariamente acepto los peligros inherentes de mi profesión, poniendo el bienestar y seguridad de los demás antes que los míos. Yo sirvo con honor dentro y fuera del campo de batalla. (…) Nunca desistiré. Persevero y lucho en la adversidad. (…) Si me derriban, siempre me volveré a levantar. Usaré cada gota de fuerza que me quede para proteger a mis compañeros de equipo y cumplir nuestra misión. Nunca estoy fuera de combate”.

Esto muestra el poder de articular y codificar tales creencias. Estas palabras, grabadas en la mente de un soldado de las fuerzas seal, lo impulsan hacia adelante en las condiciones más inclementes. Él se compromete con esas creencias, y muestra su compromiso por medio de agotadoras rutinas diarias, entrenamiento, trabajo, sudor y dolor. Luego, cuando las crisis surgen, estos valores guía están tan encarnados en su fibra que el soldado es capaz de lograr actos de valor y coraje extraordinarios.

Usted necesita este tipo de claridad de propósito, y compromiso hacia ese propósito. Ello requiere pensar seriamente en las preguntas más grandes de la vida.

Tome tiempo verdadero para orar y pensar diligentemente en esto. Escriba sus pensamientos sobre los verdaderos principios guía por los que pueda tomar decisiones, establecer prioridades, evaluar sus acciones, medir el éxito y el fracaso, y evaluar su vida. Piense en lo que usted consideraría un honor morir defendiendo. Este no es un ejercicio enfermizo, sino aclarador.

No sea una persona que muera deshonrosamente, o que se salve a sí misma deshonrosamente, al exponer su falta de principios. Y no sea una persona que muere silenciosamente, arrepintiéndose por la vida desperdiciada y sin principios que deja atrás. Cave profundo hasta que choque con las doradas virtudes dignas de dedicarles la vida y la muerte. Luego láncese a servir a esas virtudes y cumplir el propósito de su vida, mucho antes que ésta termine.

Entonces podrá estar en el umbral de una muerte honorable, al mirar sobre su hombro hacia atrás una vida honorable, y decir con Pablo en 2 Timoteo 4:6-8: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida”. 

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