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MOSQUE

ISTOCK.COM/NAIYANADONRAMAN

Oriente Medio: El teócrata o la tribu

La democracia ha fracasado. El gobierno de un hombre fuerte o el tribalismo religioso parecen ser las únicas opciones.

Durante la Primavera Árabe de 2011, había esperanza de que la democracia se arraigara en Oriente Medio. Comenzando en Túnez, extendiéndose a Libia y Egipto y luego saltando a Siria y Yemen, movimientos masivos de personas que querían que sus voces fueran escuchadas se levantaron contra los dictadores de toda la vida. Se pensó que Oriente Medio y África del Norte estaban experimentando un cambio fundamental de gobierno.

Ahora, casi una década después, queda claro que esa esperanza era ingenua. Todos los intentos por llevar la democracia a Oriente Medio han fracasado, y probablemente fracasarán en el futuro.

Lo que ocurrió en Egipto provee un convincente caso de estudio del porqué.

El coqueteo de Egipto con la democracia

En 2011, la conmoción social masiva en Egipto, combinada con una creciente campaña internacional de presión dirigida por el presidente estadounidense Barack Obama, forzaron la dimisión del anciano autócrata Hosni Mubarak. Por fin, el pueblo egipcio tendría su opinión colectiva.

Entendamos: si la democracia pudiera introducirse efectivamente en la región, su mayor posibilidad de éxito estaría en Egipto. Comparado con las diversas etnias que conforman a otros Estados, Egipto tiene una población en gran medida homogénea. En teoría, esto haría que el gobierno democrático fuera más fácil de administrar.

Poco después de la salida de Mubarak, los egipcios pudieron realizar votaciones en lo que muchos consideraron la única elección libre en Egipto en sus 5.000 años de historia. El resultado: el ascenso de la Hermandad Musulmana, una institución de unos 100 años de existencia que cree en la supremacía del islam. Varias veces en la historia de Egipto, este grupo ha sido reprimido o prohibido por gobernantes autocráticos que temen los peligros de un gobierno islámico. Sin embargo, cuando la democracia tuvo su oportunidad en Egipto, el pueblo se volvió a este partido islamista.

Poco después de convertirse en el presidente de Egipto, el líder de la Hermandad Musulmana, Mohamed Morsi, hizo cambios hacia una nueva constitución y gobierno islamista. Como es lógico, las relaciones con la teocracia en Irán se volvieron cordiales, presagiando lo que venía para Egipto.

Apenas había transcurrido un año del mandato de Morsi y estallaron las protestas contra su apropiación del poder. El ejército, el bastión de un Egipto secular, lo expulsó de la presidencia. En poco tiempo la nación volvió al gobierno autocrático del hombre fuerte. Para la mayoría de los egipcios, esto trajo consigo la supresión de las libertades que en Occidente se dan por sentadas. Pero además evitó el ascenso de otro poder islámico fundamentalista.

El papel del islam

No se puede hablar de la gobernabilidad en Oriente Medio sin entender la centralidad del papel del islam. En ninguna otra región del mundo la religión es tan fundamental para la vida diaria y la gobernabilidad. Como lo aclaró por décadas el difunto experto en Oriente Medio, Bernard Lewis, la separación de iglesia y Estado es imposible. “Si vamos a entender entonces algo sobre lo que está sucediendo en el mundo musulmán (…) es que hay dos puntos esenciales que necesitamos comprender”, escribió en 1976. “Uno es la universalidad de la religión como un factor en las vidas de los pueblos musulmanes, y el otro es su centralidad” (“The Return of Islam”; El retorno del islam).

Hay otros factores que contribuyen a los fracasos de los gobiernos en Oriente Medio, tales como la corrupción y el nepotismo. Pero la verdad, por más impopular que pueda ser decirlo hoy, es que estos gobiernos solo experimentan paz, aunque limitada, en la medida en que puedan separar el islam de la política.

Jordania presenta una fachada de gobierno democrático, pero el poder definitivo recae en el rey, quien, para apaciguar a la población descontenta, regularmente despide al parlamento. Las monarquías del Golfo tienen la apariencia de estabilidad, pero solo porque la vasta riqueza de petróleo mantiene a su gente alejada de las calles. En los Estados fallidos del Líbano e Irak, los años de infiltración islámica iraní sin control están motivando disturbios y protestas masivas.

Cuando el pueblo realmente recibe el gobierno islámico, como en el caso de Irán, las libertades son restringidas, e inevitablemente el pueblo se rebela.

Hambre de cambio

Oriente Medio es famoso por su inestabilidad. Si bien se ha puesto de moda culpar de eso a las fronteras nacionales artificiales impuestas en la región después de la Primera Guerra Mundial, la historia muestra que el gobierno cruel e inefectivo que restringe las libertades individuales y la prosperidad no comenzó entonces.

Ninguna región ha sufrido más derramamiento de sangre y más luchas internas en los últimos cien años que ésta. De hecho, considerando la historia de la región, es probable que hoy en día no haya ninguna familia en la que la violencia incesante no haya cobrado la vida de un ser querido, o algo peor.

Considerando las protestas que llenan las calles de Irán y de muchas otras naciones en toda la región, queda claro que hay un deseo de cambio. Estas personas se merecen algo mucho mejor que eso por lo que han tenido que sufrir. Al final, dados los cientos de años de gobiernos fallidos que han experimentado, quizás aquellos en Oriente Medio serán mucho más receptivos al gobierno de Dios cuando éste llegue pronto. 

Boletín, AD