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‘Noticias falsas’ y el inestable panorama mediático

Flickr/Megane Callewaert

‘Noticias falsas’ y el inestable panorama mediático

La producción de noticias en Estados Unidos se está transformando de una forma que a menudo hace la verdad a un lado. Pero hay esperanza.

Luego de que en la noche del 8 de noviembre de repente quedara claro que Donald J. Trump había ganado las elecciones presidenciales de Estados Unidos, muchos estadounidenses sufrieron un gran impacto. “En este momento todavía me cuesta trabajo hacerme a la idea de estar en esta Tierra”, dijo Chris Matthews, comentarista de msnbc la noche siguiente. “Esta es una Tierra diferente a la de hace 24 horas”.

Antes de la votación, Matthews y otros cientos de miles habían existido dentro de una cierta versión de Estados Unidos. En ella, varias cosas estaban claras: el Sr. Trump era un individuo sexista y racista, tanto monstruo como payaso y sin posibilidades reales de victoria; y la derecha política estaba compuesta principalmente por supremacistas blancos destinados a tener que reconocer su culpabilidad por mano de la fuerza imparable de guerreros de la justicia social y otros progresistas.

Pero ese no era el verdadero Estados Unidos. No era real.

Era la narración de una versión inventada del país. La invención fue tan penetrante, la narración tan elaborada y tan cuidadosamente formada, que engañó incluso a muchos de los que estaban ayudando a tejerla; como a Matthews.

Para aquellos viviendo en esa versión de Estados Unidos, todas las encuestas y sondeos concordaban, así como todas las historias noticiosas. Todos los mensajes que vieron en sus fuentes de Facebook y Twitter también coincidían; excepto por un puñado de aquel impertinente primo pueblerino.

Pero esta fue una ilusión compartida en masa. Y con la victoria de Trump, la burbuja de noticias dentro de la que estaban viviendo explotó abruptamente. Se reveló que esa versión de Estados Unidos era falsa.

Y lo alarmante es que esta falsa realidad y la burbuja de noticias fueron creadas sobre todo por los principales medios de comunicación.

“Señora presidenta”

En lugar de esforzarse por descubrir la verdad y reportarla objetivamente, la mayoría de los principales medios informativos querían vender su narrativa preferida para convencer a otros de creerla, y para reprimir a los opositores haciéndolos sentir como la minoría prejuiciosa, irremediable y justamente superada en número.

Esto fue evidente cuando el New York Times, el principal periódico del país, no hizo ningún esfuerzo real para ocultar su cambio de informar a defender, y dejó de ofrecer siquiera una pretensión de imparcialidad. Un fuerte ejemplo de esto ocurrió el 7 de agosto de 2016, cuando el autodenominado “periódico de referencia” publicó una historia de primera página que decía que muchos periodistas sentían que tenían que sacrificar la objetividad durante la carrera presidencial, porque creían que el “peligroso” Trump estaba impulsado
por “tendencias nacionalistas”.

Dos semanas más tarde, cuando hubo noticias de un escándalo importante de la Fundación Clinton (85 de las 154 personas que habían tenido audiencia con Hillary Clinton cuando ella era Secretaria de Estado habían donado previamente a la fundación), el Times no hizo mención de ello. Aquello era evidencia de “pagar por jugar” en su peor expresión por parte de la candidata del partido demócrata, pero el Times no encontró uso para la historia entre sus 46 páginas de “Todas las noticias aptas para publicación” (como reza su lema). Michael Goodwin, quien pasó una década escribiendo para el Times, dijo que contrario al lema del periódico, “la verdad es que solo se imprime la noticia que encaje con la ideología del partido” (FoxNews.com, 24 de agosto de 2016).

Tales ejecutivos de noticias, al ver el mundo a través de una gruesa lente izquierdista, decidieron que su obligación hacia la verdad, la objetividad y la imparcialidad era superada por su prejuicio contra Trump. Después de la victoria de Trump, el editor del Times Arthur Sulzberger Jr. y el editor ejecutivo Dean Baquet admitieron que la redacción del periódico tuvo repentinamente que cambiar “en un instante”. ¿Cambiar qué? El implacable fanatismo partidista que había sesgado su cobertura electoral.

Brent Bozell, presidente del conservador Media Research Center, dijo: “Durante toda la temporada, la prensa pro-Hillary trató a los seguidores de Trump con desprecio absoluto. Al mismo tiempo, los medios de comunicación izquierdistas estaban dando ayuda y consuelo a Hillary Clinton, encubriendo sus escándalos cuando podían, y girándolos a su favor cuando no podían. Lo documentamos durante toda la temporada”.

La fijación de los medios con la narrativa también fue evidente en los meses y semanas previas a la votación, cuando las fuentes principales publicaron y se fijaron en una oleada de encuestas diciendo que Trump no podría
acumular suficiente apoyo para ganar.

El día de las elecciones, el New York Times dijo: “Hillary Clinton tiene un 85 por ciento de posibilidades de ganar”. El blog de Huffington Post fue aún más optimista, diciendo que su modelo de pronóstico presidencial dio a “Clinton una posibilidad del 98,2 por ciento de ganar”. El Newsweek dio un paso más allá, enviando 125.000 ejemplares de una revista conmemorativa con la imagen sonriente de Clinton en la portada y con el titular “Señora presidenta”. Después que la victoria de Trump fue clara, las revistas fueron retiradas, pero se pueden comprar copias en eBay para cualquier destino desde $75 hasta $2.500 dólares cada una.

¿Cómo pudieron las encuestas, supuestamente una de las partes más científicas y objetivas de las noticias principales, haberse equivocado tanto? Hay muchas teorías, y es imposible precisarlas. Pero parte de la razón se debió al comportamiento intimidatorio de muchos de los que apoyaron a Clinton, y que dijeron que los seguidores de Trump eran idiotas en el mejor de los casos y racistas en el peor. En un momento de la campaña, Clinton misma demostró esto diciendo: “Se puede poner a la mitad de los seguidores de Trump en lo que yo llamo la canasta de deplorables. ¿Verdad? Racista, sexista, homofóbico, xenófobo, islamofóbico, lo que quiera”.

Este tipo de sentimientos fueron repetidos una y otra vez por los principales medios y los líderes de opinión izquierdistas. Pero muchos seguidores de Trump no estuvieron de acuerdo con esta evaluación de sí mismos. Aun así, no querían ser llamados racistas, sexistas, homofóbicos, xenófobos, islamofóbicos o deplorables, así que en lugar de desencadenar la ira de los guerreros de la justicia social, generalmente guardaron silencio sobre su voto, desorientando así algunos datos de sondeos.

En varias oportunidades antes de las elecciones, el equipo del Sr. Trump dijo que esas encuestas y proyecciones en las que tenían tanta confianza los medios de comunicación estaban subestimando significativamente el verdadero apoyo para él en los Estados clave.

Pero varias organizaciones de verificación de hechos dijeron que estas afirmaciones eran falsas y que las encuestas tenían razón. El tiempo reveló que esas encuestas estaban equivocadas. Fueron parte de la invención. Parte de la narrativa.

Así que ahora que el rayo ha golpeado, y que han salido a la luz los prejuicios de los medios de comunicación, el partidismo y la desinformación, ¿cómo están reaccionando las fuentes informativas? ¿Están escarmentados y humillados, rasgando sus vestiduras, ceñidos de cilicio y sentados en cenizas, tratando de corregir sus desequilibrios? No. En su lugar, muchos están reclamando victimismo, desviando la culpa y apostando a la narrativa.

‘Es culpa de los medios alternativos’

En 1996, los poderosos magnates de los medios de comunicación y prensa se regocijaron cuando el presidente Bill Clinton firmó la Ley de Telecomunicaciones que aumentó significativamente su poder e influencia. Pero en los años subsiguientes, muchos de esos magnates retrocedieron ante la subida de una inesperada competencia, en la forma de fuentes alternativas de noticias, sobre todo vía la Internet.

Muchas fuentes alternativas se han vuelto bastante poderosas por derecho propio. Por ejemplo, durante octubre de 2016, el sitio de agregación de noticias conservador Drudge Report recibió un total de 1,73 mil millones de visitas en sus páginas. Eso es más que los 984 millones de cnn, los 642 millones del New York Times y los 85 millones de Reuters combinados. Y muchas de las historias que Drudge destacó durante este mes crucial antes de las elecciones llevaron un mensaje pro-Trump.

Después de la sorpresa electoral y luego de emitir una flácida y falsa disculpa, la junta editorial del New York Times desvió la culpa por su cobertura parcial, diciendo que una solución al problema sería censurar las fuentes de noticias no convencionales y las plataformas en línea que difunden sus reportajes y artículos. “La mayoría de las noticias falsas son producidas por estafadores que buscan ganar dinero rápido”, escribió. “La gran mayoría de ellos toman posiciones de extrema derecha. Pero una gran parte de la responsabilidad de este flagelo recae en las compañías de la Internet como Facebook y Google, que han hecho posible que las noticias falsas se compartan casi instantáneamente con millones de usuarios, y han sido lentos para bloquearlas de sus sitios” (19 de noviembre de 2016).

El presidente Obama hizo eco de estos sentimientos: “Si no somos serios acerca de los hechos y de lo que es verdad y lo que no, particularmente en una era de medios sociales cuando tanta gente recibe su información en fragmentos y desde sus teléfonos, si no podemos discriminar entre argumentos serios y propaganda, entonces tenemos problemas”.

Es cierto que muchos sitios existen solo para difundir información errónea y propaganda con fines de lucro o diversión. Los titulares son cómicos: “Obama firma orden prohibiendo promesas de lealtad”, “El equipo de Hillary conspira con George Soros para dar cáncer a Donald Trump”, y “¡Trump nació en Pakistán y no en Estados Unidos!”

Es indudable que tales sitios hacen un mal servicio a los lectores, en particular a aquellos demasiado ingenuos como para reconocer las falsedades. Pero, a pesar de que los principales medios de comunicación afirmaron lo contrario, no hubo suficientes personas que creyeran este tipo de historias patentemente falsas para derribar la elección de Trump. Y no fue una noticia falsa la que inflaría la burbuja de los medios de comunicación, cuyo abrupto estallido sacudió a muchos
estadounidenses de izquierda.

Tal vez el aspecto más preocupante de la actual falsificación de noticias es la oportunidad que da a las instituciones principales anhelantes de los días cuando sus opiniones eran casi indiscutibles, de utilizarla como un medio para amordazar no solo a los estafadores que intentan ganar dinero, sino también a sus competidores creíbles que simplemente tienen un punto de vista diferente.

¿Quién establece qué es ‘falso’?

Nadie podría argumentar que sitios dedicados a la fabricación de historias, tales como la de un círculo de pedófilos operando desde una pizzería vinculada a Clinton, no están esparciendo noticias falsas. Pero el problema comienza a ser más complicado cuando los sitios de noticias que no son de corriente principal, pero que se esfuerzan por ser precisos y veraces, son el blanco.

Escribiendo para el Townhall el 10 de diciembre, John Hawkins dijo: “Los liberales siendo liberales, agrupan prácticamente todo sitio web conservador que los deprime en la categoría de las ‘noticas falsas’. ¿Breitbart? Noticias falsas. ¿Las noticias de la derecha? Noticias falsas. ¿Redstate? Noticias falsas. Lo que ellos realmente quieren es usar ‘noticias falsas’ como excusa para animar a las plataformas de los medios sociales a censurar a los conservadores”.

Escribiendo para Forbes el 17 de noviembre, Frank Miniter explicó que muchos están tratando de aprovechar el susto de las noticias falsas para resucitar la Doctrina de equidad, un principio que otorgaba al gobierno de EE UU poderes para determinar qué contenido de los medios era neutral, hasta que el presidente Ronald Reagan lo abolió: “Muchos demócratas (…) piensan que el gobierno es un árbitro justo que puede decidir de manera neutral, cuándo puede alguien hablar, incluso en una emisora de propiedad privada; de hecho, después de las elecciones de mitad de mandato en 2006, los demócratas comenzaron a presionar para permitir que los reguladores del gobierno actuaran nuevamente como censuradores escuchando las trasmisiones y multando a los que ellos crean que no presentan a ambas partes de manera justa. Ahora algunos están usando el fenómeno de ‘noticias falsas’ como excusa para reintroducir este tipo de control gubernamental sobre la expresión, algo que la Primera Enmienda protege, o pidiendo a Facebook y Twitter a que se conviertan en mayores
censuradores de ciertas opiniones”.

El activista político Egberto Willies se inclina hacia la izquierda pero está de acuerdo en que la tendencia tiene peligros potenciales. Él escribió el 28 de noviembre que, “Esta nueva preocupación de los principales medios de comunicación por las “noticias falsas” después de las elecciones, es falsa. (…) Ellos quieren achacar la ignorancia de los estadounidenses a la desinformación que reciben de Facebook y otros medios sociales, reduciendo así la credulidad del medio, con la esperanza de recuperar la audiencia que han perdido por las redes sociales. Desafortunadamente, lo que los principales medios de comunicación quieren que usted ignore es que, de hecho, ellos fueron el catalizador de la desinformación” (Daily Kos).

Aunque las noticias falsas son realmente destructivas, la histeria repentina que las rodea es en parte un intento de los principales medios de comunicación de desviar la culpa por sus propias transgresiones y desacreditar a su competencia. No es difícil ver cómo el impulso por destruir las noticias falsas podría ampliarse hasta incluir fuentes legítimas no predominantes. No es difícil ver cómo tal cruzada podría usarse para silenciar a la disidencia y las opiniones impopulares, incluso cuando esa disidencia y esas opiniones son verdaderas.

‘La verdad tropezó’

En el mundo de los medios de comunicación de hoy, las fuentes de noticias tradicionales y las alternativas se han alejado del reporte objetivo de la verdad en favor de mensajes más sesgados y basados en la opinión. La verdad simplemente no es valorada como antes.

La Biblia, la misma Biblia en la que nuestra revista basa sus pronósticos, predijo un tiempo en que los medios de comunicación y la sociedad no valorarían la verdad: “No hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue por la verdad; confían en vanidad, y hablan vanidades; conciben maldades, y dan a luz iniquidad. (...) Y el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir. Y la verdad fue detenida…” (Isaías 59: 4, 14-15).

¿Suena este paisaje en el que “la verdad tropezó en la plaza” y “la verdad fue detenida” como una descripción apropiada de los actuales medios de comunicación impulsados por la narrativa? Dios inspiró al profeta Isaías a escribir este pasaje hace más de 2.700 años pero este está describiendo la situación en Estados Unidos hoy. (Para comprobar esto por sí mismo, solicite nuestro folleto gratuito Isaiah’s End-Time Vision, disponible en inglés).

El cambio que estamos presenciando hacia un escenario mediático “post-verdad” en el que “la verdad es detenida” es algo muy serio. Pero existe un gran motivo de esperanza. La Biblia deja claro que el amor de Dios “se goza de la verdad”, y que la “verdad os hará libres” (1 Corintios 13:6 y Juan 8:32).

Se aproxima rápidamente un tiempo cuando la verdad será universalmente apreciada. El mundo entero se regocijará en la verdad y la valorará apropiadamente. La pura verdad será proclamada a todas las personas. Dios dijo por medio de Isaías: “La tierra será llena del conocimiento de [el Eterno], como las aguas cubren el mar” 
(Isaías 11:9).

Herbert W. Armstrong, educador de renombre mundial, escribió acerca de esta era futura llena de verdad que se aproxima rápidamente en su folleto The Wonderful World Tomorrow—What It Will Be Like (El maravilloso mundo de mañana, cómo será). Él escribió: “Si todos dijeran la verdad, si la palabra de cada uno fuera buena, si todos fueran honestos... ¡Qué mundo feliz tendríamos!” El Sr. Armstrong explicó que pronto tendremos ese mundo feliz con amor por la verdad, bajo el reinado de Jesucristo. “La única esperanza de justicia, de paz, de verdad, de soluciones correctas para todos los problemas de este mundo, es la venida de Cristo en poder y gloria para establecer el gobierno mundial. El gobierno correcto. ¡El gobierno de Dios! (…) La luz reemplazará a la oscuridad: la verdad reemplazará al error. El entendimiento reemplazará al estúpido materialismo. El conocimiento verdadero
reemplazará la ignorancia intelectual”.

La verdad es preciosa más allá de las palabras. Y podemos estar llenos de esperanza sabiendo que pronto
saturará a todos los medios. 

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