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MACARTHUR

El general MacArthur regresa a las Filipinas. (DOMINIO PÚBLICO)

No hay sustituto para la victoria

El domingo fue la ceremonia de graduación aquí en el Colegio Herbert W. Armstrong [AC]. Cientos de personas (físicamente distanciadas con fila vacía de por medio) vinieron al Auditorio Armstrong para celebrar los logros y el futuro de 23 estudiantes de segundo año y 23 de cuarto año. Yo tuve el privilegio de presentar el discurso de graduación.

Hoy pensé en compartir con ustedes lo que compartí con ellos: el material que hace a un soldado cristiano.

Douglas MacArthur fue uno de los soldados más notables de Estados Unidos. ¿Cómo llegó a ser destacado, y qué podemos aprender de él?

Cuando él era adolescente, MacArthur soñaba con seguir los pasos de su famoso padre, un capitán del ejército que ganó la Medalla de Honor del Congreso durante la Guerra Civil. Su madre le dijo: “Debes crecer para ser un gran hombre como tu padre y como Robert E. Lee”. Cuando Douglas tenía 13 años, escuchó por casualidad a su padre diciendo: “Creo que hay material de soldado en ese muchacho”. Él nunca olvidó ese comentario. William Manchester escribió: “No hubo rebelión adolescente para él; toda su vida procuró ser un hombre de armas en el que su padre podría haberse regocijado”.

Douglas sobresalió en los deportes y en lo académico, pero cuando se graduó de la escuela secundaria en 1897, le negaron la entrada a la Academia Militar de Estados Unidos en West Point, Nueva York. Él no recibió el nombramiento presidencial que necesitaba, y también falló su examen físico preliminar debido a la curvatura de su columna vertebral. Pero efectivamente, sí había material de un soldado en este joven. Él se trasladó con su madre a un distrito de Wisconsin donde conocían al congresista, e inmediatamente se dispuso a corregir el defecto de su columna con la ayuda de un especialista, ¡con el que trabajó durante todo un año! Él estaba decidido a que no le volvieran a negar West Point en 1899. El médico dijo de él: “De todos los que yo he tratado, él fue uno de los más rápidos en obedecer mis órdenes. Estaba tremendamente interesado en la anatomía, biología, fisiología y todo lo relacionado con la salud y la ciencia médica”.

Mientras tanto, teniendo que caminar como 3 kilómetros todos los días para ir a estudiar, Douglas también trabajó con su madre y con un tutor a fin de prepararse para un concurso en su distrito electoral. Él dijo que nunca había trabajado tan duro en su vida. La noche anterior al concurso tuvo problemas para dormir. Su madre le dijo ese día: “Doug, ganarás si controlas tus nervios. Debes creer en ti mismo”.

Cuando los resultados fueron anunciados, el primer lugar de los 13 solicitantes (por mucha diferencia) fue Douglas MacArthur. “Fue una lección que nunca olvidé”, dijo él. “La preparación es la clave del éxito y de la victoria”. ¡Él iba para West Point porque había trabajado totalmente más que la competencia!

También en West Point él sobrepasó a la competencia, aguantando las novatadas, cumpliendo con los rigores de su entrenamiento, integrando el equipo de béisbol, ascendiendo de cabo a primer sargento y a primer capitán, y graduándose con uno de los puntajes académicos más altos en la historia de la institución.

Pero esto fue sólo su entrenamiento. Su graduación en 1903 marcó el comienzo de la misión y obra de su vida. Él estaba entonces donde nuestros graduados están ahora. Se han entrenado no sólo en lo académico, sino en todos los aspectos principales de la personalidad, el entrenamiento del “hombre completo”, como en West Point. Pero a diferencia de West Point, se han entrenado para hacer una guerra espiritual. Se han entrenado para buscar y destruir al verdadero enemigo.

Después de la graduación, MacArthur puso su entrenamiento en acción en: el Cuerpo de Ingenieros, la Oficina del Jefe de Estado Mayor, combatiendo en Veracruz, como primer teniente, como capitán, como mayor, como general de brigada, en las trincheras del Frente Occidental, siendo gaseado, recibiendo una Medalla por Servicio Distinguido, una Croixe de Guerre, insignias de heridas, Cruces por Servicios Distinguidos y siete Estrellas de Plata.

Así fue como MacArthur pasó sus años después del colegio. Luego, después de terminar la Gran Guerra [la Primera Guerra Mundial], él fue superintendente de West Point, comandante en las Filipinas y en Estados Unidos, jefe de estado mayor del ejército, general de división, mariscal de campo, e incluso presidente del Comité Olímpico Norteamericano. En varios de sus puestos, fue el hombre más joven en ser nombrado.

Todo esto hizo antes de alcanzar su máxima fama: el comando de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en el Extremo Oriente durante la Segunda Guerra Mundial.

Al principio de la guerra, después de una humillante derrota en las Filipinas, MacArthur escapó audazmente a Australia. Antes de su fuga, hizo la famosa promesa: “Volveré”.

Tres años más tarde, regresó triunfante para liberar a las Filipinas y conducir a los aliados a la victoria. MacArthur presidió el proceso de rendición de Japón en 1945 y su reconstrucción a un estado pacífico.

Al comienzo de la Guerra de Corea en 1950, el comandante de 70 años de edad fue elegido para dirigir las fuerzas de la coalición contra la incursión respaldada por los comunistas en la península de Corea. MacArthur impulsó una acción audaz y agresiva para detener la propagación del comunismo.

En Washington, el presidente Harry Truman estaba a favor de una guerra mucho más limitada. Esto llevó a un choque épico entre el comandante en jefe y el general de cinco estrellas más condecorado y querido de Estados Unidos. Truman removió a MacArthur de su mando pero el general, como personaje épico, aún regresó a casa para recibir una bienvenida de héroe.

El discurso de despedida de Douglas MacArthur es realmente una de las grandes oratorias de la historia norteamericana. Toda su vida, (52 años sirviendo a su país en uniforme) había sido una preparación para este singular momento. Mientras MacArthur hablaba ante el Congreso reunido el 19 de abril de 1951, una nación cautivada escuchó sus palabras con una emoción no disimulada. Los estadounidenses de todo el mundo se sintieron atrapados por el poder, la solidez y la sinceridad de sus palabras.

Durante su discurso, MacArthur dijo que había sido acusado de ser un belicista, lo cual no era cierto en absoluto. MacArthur odiaba la guerra. Él dijo que nada es más repugnante que la guerra.

Él afirmó: “Pero una vez que la guerra nos es impuesta, no hay otra alternativa que aplicar todos los medios disponibles para ponerle un rápido fin. El objetivo de la guerra es la victoria, no la indecisión prolongada”.

Una de las grandes lecciones aprendidas en la guerra, dijo, es que el apaciguamiento engendra una nueva y más sangrienta guerra. Y pronunció esta inolvidable declaración: “En la guerra no hay sustituto para la victoria”.

Todos estamos en una guerra espiritual contra Satanás, la sociedad e incluso el pecado dentro de nosotros mismos.

No hay sustituto para la victoria.

La Biblia describe nuestro mundo actual como malo (Gálatas 1:4). Dice que el mundo entero está engañado (Apocalipsis 12:9) y que su dios es en realidad Satanás (2 Corintios 4:4). Efesios 2:2 lo identifica como “el príncipe de la potestad del aire”. Él transmite a las mentes su propaganda: egoísmo, venganza, impulsividad, imprudencia, negatividad, engaño y violencia.

¡Las personas no se dan cuenta del tremendo poder de este enemigo! Él busca a quien pueda destruir (1 Pedro 5:8). Satanás es la razón por la cual este mundo es como es. Él es la razón por la cual este mundo está saturado de pecado y sufre de toda forma de enfermedad física y espiritual.

Él es el verdadero enemigo.

Dios definitivamente odia la guerra. Desde luego que Él no es un belicista. Pero en este presente mundo malo, que tiene a Satanás como su dios, ¡la guerra espiritual es absolutamente necesaria! Por eso la Biblia describe a los verdaderos cristianos como buenos soldados de Jesucristo (2 Timoteo 2:3). Somos el ejército de Dios. Nuestro Comandante en Jefe nos ordena poner toda la armadura de Dios, pelear la buena batalla de la fe, librar una buena guerra, conquistar al adversario, abandonar los caminos de este mundo, crucificar nuestras naturalezas carnales y destruir el cuerpo del pecado (vea Efesios 6; 1 Timoteo 6:12; 1:18; Romanos 6:6).

¡Éste es el lenguaje del Nuevo Testamento! El cristianismo en el mundo actual es una guerra. Dios ha reclutado a nuestros graduados y a todos los verdaderos cristianos para ser buenos soldados. Y en esta guerra espiritual, no hay sustituto para la victoria.

Nuestros graduados tienen un puesto vital en esta buena batalla. Dios los ha equipado con todas las instrucciones y el entrenamiento que necesitan para salir victoriosos en las batallas que se avecinan. Él los guiará a ellos y a usted lo conducirá a la victoria, si confía en Dios y no en sí mismo. Usted vencerá si sigue Sus órdenes.

Durante ese histórico discurso de despedida, MacArthur se refirió a los comentarios que había hecho en 1945, después de la rendición japonesa en el acorazado buque Missouri:

Desde el principio de los tiempos, los hombres han buscado la paz. (...) Alianzas militares, equilibrios de poder, ligas de naciones, todos a su vez fallaron, dejando que el único camino sea a través del crisol de la guerra. Ahora, la destructividad total de la guerra bloquea esta alternativa. Hemos tenido nuestra última oportunidad. Si no ideamos un sistema más grande y equitativo, nuestro “Armagedón” estará a nuestra puerta.

¡Qué perspectiva tan espiritual! Él nunca aprendió la profundidad de la Biblia, como los “cadetes” de Armstrong, ¡pero leía la Biblia todos los días! Él se ocupó de los problemas, el bienestar, las vidas de cientos, miles y millones de personas. Él sabía que hay algo que los seres humanos tienen que abordar que va mucho más allá de la economía o la política o las tradiciones o incluso las religiones. Aunque realmente no la entendía, él vislumbró la guerra espiritual. Comprendió que a menos que se invirtiera la peligrosa tendencia de los acontecimientos mundiales, la civilización humana se dirigía hacia la catástrofe.

El problema es básicamente teológico e implica un recrudecimiento espiritual y el mejoramiento del carácter humano que se sincronice con nuestros casi inigualables avances en la ciencia, el arte, la literatura y todos los desarrollos materiales y culturales de los últimos 2.000 años. Debe ser del espíritu si queremos salvar la carne.

¡Escuche a uno de los guerreros más grandes de Estados Unidos! Debemos cambiar nuestra naturaleza. Debe ser del espíritu si queremos salvar la carne.

Él dijo que debemos idear un sistema mejor. Sin embargo, casi 6.000 años de pruebas demuestran que somos totalmente incapaces de efectuar este cambio necesario en la naturaleza humana.

¡Esta realidad destaca la tremenda importancia del Colegio de Dios en el cumplimiento del propósito de Dios!

Aquí los estudiantes aprenden de Jeremías 17:9: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Aprenden a no tratar de idear soluciones por sí mismos. Aprenden que el cimiento de la educación moderna (de que la naturaleza humana es fundamentalmente sensata y buena) es erróneo.

La verdadera educación es aprender a ver la naturaleza humana por lo que realmente es: ¡irremediablemente debilitada, transigente e infiltrada por el enemigo! Debemos darnos cuenta de que nuestra propia naturaleza es malvada, o jamás resolveremos nuestros numerosos problemas.

“Bendito el varón que confía en [el Eterno], y cuya confianza es [el Eterno]. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” (versículos 7-8).

Aquellos que confían en Dios dan frutos. Son como los árboles que crecen plantados junto a las aguas.

“Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Corintios 15:53). Victoria, fuerza, éxito y pureza sólo vienen de Dios. La inmortalidad sólo viene de Dios. ¡Solamente Él puede cambiar nuestra naturaleza vil y corruptible!

“Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria” (versículo 54).

Las guerras libradas por MacArthur y otros guerreros de épocas anteriores, han consumido innumerables vidas. Pero cuando entendemos la verdadera educación, comprendemos que incluso la muerte no es el capítulo final en la vida de una persona. En realidad, el drama que se desarrolla en el plan de Dios no termina en la muerte, sino en la victoria.

MacArthur citó lo siguiente en su discurso: “Los viejos soldados nunca mueren, sólo se desvanecen”. Millones de sus compatriotas trataron de contener las lágrimas cuando él dijo que había tratado de cumplir con su deber ante Dios.

Pero los soldados de Dios nunca morirán. ¡Ni siquiera se desvanecerán!

“¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (versículos 55-57).

La estrategia para derrotar el pecado no es intentar eliminar la ley perfecta de Dios. La estrategia correcta es admitir nuestra debilidad y maldad, abrazar esa ley, arrepentirnos de nuestros pecados y seguir adelante con la ayuda de Dios, para guardar la ley. Esa es la definición misma de la victoria sobre el pecado.

“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (versículo 58).

Estad firmes y constantes. ¡Qué conclusión tan alentadora! ¡Sí es posible que los verdaderos soldados cristianos sean sólidos como una roca! Para nosotros sí es posible crecer siempre en la obra del Señor. Eso es claramente evidente en el West Point de Dios. Los estudiantes del Colegio Herbert W. Armstrong que confían en Dios y luchan contra el pecado, crecen en sus experiencias en el AC a través de clases, trabajo, servicio, eventos sociales, citas y amistades. Y la clave para ello es ser siervos provechosos creciendo en la obra de Dios. Un hombre que sirve a Dios no reposará en los laureles del pasado.

¡Crecer en la obra de Dios es la razón misma para la existencia del Colegio [AC]!

Recuerde: Para ser un buen soldado, no hay sustituto para una preparación exhaustiva y un entrenamiento disciplinado. Y en el campo de batalla, nunca olvide que no hay sustituto para la victoria. El objetivo de la guerra es la victoria. Ese es nuestro objetivo. Ese es el destino. No importa cuán larga, difícil, accidentada o estrecha sea la campaña, la única opción es la victoria. ¡La victoria a cualquier precio! Porque sin victoria, como dijo Winston Churchill, no hay supervivencia.

A la valiente clase de 2020, y a todos los verdaderos cristianos ahora en servicio, les digo: Adelante hacia la victoria

Boletín, AD