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Latinoamérica bajo ataque

EMMA MOORE/LA TROMPETA

Latinoamérica bajo ataque

El comunismo emerge en el sur.

¿Qué significa para usted el comunismo en Latinoamérica? ¿Revolucionarios con boinas acampados en la selva? ¿Camisetas del Che Guevara? ¿Una reliquia histórica de la Guerra Fría? Han pasado décadas desde el final de la Guerra Fría, pero el comunismo sigue vivo en Centro y Suramérica, y ahora está en su apogeo en Venezuela y Brasil.

Corrupción en Caracas

Venezuela fue una democracia funcional con un alto nivel de vida desde la década de 1950 hasta la de 2000. Pero las circunstancias comenzaron a cambiar en 1999. Ese fue el año en que el hombre fuerte de izquierda, Hugo Chávez, llegó a la presidencia. Venezuela tiene las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, y Chávez prometió dar más de esa riqueza petrolera al pueblo. Su gobierno se hizo con el control del sector petrolero y de otras industrias clave y utilizó su riqueza para financiar programas sociales ampliados. Además de ayudarle a mantenerse en el poder, esta medida corroyó el gobierno representativo y convirtió a Venezuela en un Estado autoritario. Aun así, los liberales estadounidenses elogiaron a Venezuela como modelo de socialismo.

La nación ya estaba experimentando graves sacudidas económicas cuando Chávez murió de cáncer en 2013. En la última década, las circunstancias se han deteriorado rápidamente. La corrupción, la mala gestión económica, la excesiva dependencia de la industria petrolera y la caída de los precios de la energía han colapsado la economía de la nación.

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Chávez murió como un héroe, excepto para los defensores de la democracia y otros opositores a los que oprimió. Para conservar el poder, su lugarteniente y sucesor, Nicolás Maduro, ha tenido que recurrir a un fraude electoral más evidente, a un autoritarismo más opresivo e incluso a la intervención de Cuba, China y Rusia. Ha importado numerosos soldados y agentes cubanos para espiar y detener a los manifestantes, y de hecho utiliza a estos combatientes cubanos para su propia protección personal. Más de 7 millones de refugiados venezolanos han huido del país en lo que Naciones Unidas denomina “la segunda mayor crisis de desplazamiento externo del mundo”.

Maduro ganó las elecciones presidenciales (probablemente fraudulentas) de 2018. El poder legislativo de Venezuela, controlado por la oposición, declaró ilegítimo a Maduro. Proclamaron presidente legítimo a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional. Guaidó no tenía poder político real; sin embargo, fue reconocido por varios gobiernos occidentales, incluido Estados Unidos. EE UU aplicó sanciones económicas contra el gobierno, la petrolera estatal y el banco central. Guaidó, por su parte, obtuvo acceso a algunas de las propiedades de Venezuela en el extranjero.

Pero bajo Joe Biden, EE UU comenzó a normalizar las relaciones con el régimen de Maduro, culminando en un acuerdo en noviembre. Se eliminaron las restricciones a la exportación de petróleo impuestas por Donald Trump, se permitió a las empresas estadounidenses reanudar sus operaciones en Venezuela y se liberaron los activos congelados de Venezuela bajo gestión de la ONU.

En diciembre, el gobierno interino de Venezuela votó a favor de disolverse. Guaidó y su movimiento sólo contaban con el sufrimiento del pueblo venezolano y el apoyo de EE UU y otros gobiernos extranjeros para mantener su causa a flote. Ahora han perdido esto último. Lo que queda de la oposición deja su causa y la situación del venezolano promedio absolutamente desolada.

¿Por qué de repente se legitima a Maduro? Su gobierno corrupto no ha cambiado nada. Un equipo de la ONU concluyó recientemente que las agencias de inteligencia de Venezuela son culpables de crímenes contra la humanidad. Otro informe de la ONU condenó a sus fuerzas de seguridad por ser cómplices de “tráfico sexual generalizado y violencia contra mujeres y niños vulnerables” en el Estado venezolano de Bolívar. Venezuela ha sido y es una de las naciones más cercanas a Irán, el principal Estado patrocinador del terrorismo del mundo. Venezuela permite que Irán utilice sus refinerías de petróleo para procesar su crudo. Maduro incluso permite que Irán entrene terroristas en suelo venezolano.

Con un poco más de presión, EE UU podría haber forzado la salida de Maduro. En lugar de eso, el gobierno de Biden le dio un salvavidas a su dictadura y simultáneamente torpedeó el movimiento opositor. Parece que el socialismo está en Venezuela para quedarse, gracias a EE UU.

Los chicos de Brasil

En Brasil, la situación es un poco más compleja. El populista conservador Jair Bolsonaro ganó las elecciones de 2018. Su estilo antisistema le hizo rápidamente amigo del presidente Trump. Los periodistas le apodaron el “Trump tropical”.

Pero el programa de Bolsonaro era impopular entre los izquierdistas de Brasil y del extranjero. Afirmaban que sus políticas frente a la covid-19 estaban matando a los brasileños y que sus políticas de desarrollo del Amazonas estaban matando al planeta. Muchas personas, incluidos líderes extranjeros, querían la salida de Bolsonaro.

En vísperas de las elecciones presidenciales brasileñas de octubre de 2022, los izquierdistas eligieron a una figura interesante en torno a la cual agruparse: el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Lula es un ex líder sindical socialista que se animó a presentarse a las elecciones en parte por la insistencia del difunto dictador cubano Fidel Castro. Durante su primer mandato como presidente, de 2003 a 2010, llevó a Brasil a alinearse con Rusia y China y a formar el bloque antiestadounidense brics (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica).

Tras cumplir 19 meses de cárcel por corrupción, Lula fue liberado en 2019 y ganó las elecciones presidenciales de 2022 por un resultado oficial de 50,9% contra 49,1% sobre Bolsonaro. Lula asumió el cargo el 1 de enero de este año.

Bolsonaro afirmó que hubo fraude electoral, en particular por parte de quienes controlaban las máquinas de votación. Valdemar Costa (líder del Partido Liberal de Bolsonaro) y un auditor contratado por el partido afirmaron que la mayoría de las máquinas de votación carecían de números de identificación individual en sus registros internos. Los expertos no están de acuerdo en que esto haya influido en la votación. Sin embargo, si se descontaran los votos de estas máquinas, Bolsonaro habría ganado las elecciones.

Cabe destacar que en 2012, cuando era presidenta Dilma Rousseff, protegida de Lula y ex jefa de gabinete, Brasil contrató a la empresa de programa de votación Smartmatic para mantener y probar sus máquinas de votación. Smartmatic también proporcionó a Brasil tecnologías de votación para varias elecciones hasta 2016. La misma firma ha sido acusada de alterar votos en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020.

Otra preocupación es la manipulación de las redes sociales. En 2020, la Corte Suprema de Brasil ordenó a Twitter bloquear 16 cuentas vinculadas a Bolsonaro bajo acusaciones de difundir “información falsa”. Las recientes revelaciones de los Archivos de Twitter prueban que las agencias de inteligencia estadounidenses controlaron activamente la “moderación” de Twitter para silenciar el apoyo a Donald Trump. Después de que Elon Musk adquiriera Twitter en octubre de 2022, despidió de esta empresa a los moderadores brasileños de la “desinformación”. Parte de la motivación de Musk para comprar Twitter fue promover la transparencia y la libertad de expresión poniendo freno a la censura de los moderadores. Si las recientes revelaciones de que Twitter censura a los conservadores estadounidenses son una señal, su personal en Brasil probablemente estaba haciendo cosas similares. Dada la reputación de Bolsonaro con los izquierdistas, sería sorprendente que los izquierdistas no estuvieran manipulando Twitter.

Las circunstancias dieron un giro más violento el 8 de enero de este año. Miles de partidarios de Bolsonaro que protestaban contra el fraude electoral irrumpieron en la plaza donde se encuentran el Congreso Nacional, el palacio presidencial y la corte suprema de Brasil. Bolsonaro, que había huído a la Florida unos días antes, condenó las protestas por ser ilegales o violentas. Las autoridades brasileñas detuvieron a más de 1.200 manifestantes. La corte suprema de Brasil anunció en enero que investigaría a Bolsonaro por supuestamente alentar las protestas “antidemocráticas”.

En comparación con Venezuela, la implicación del régimen de Biden en Brasil es menos clara, pero hay pruebas suficientes para levantar sospechas. Las similitudes con el derrocamiento izquierdista en EE UU —y particularmente entre los disturbios del 6 de enero de 2020 en EE UU (que desde entonces se ha demostrado que fueron orquestados por el fbi) y los disturbios del 8 de enero en Brasilia— son inconfundibles: toma gradual del gobierno por los socialistas, los conservadores se unen en torno a un líder fuerte, ese líder pierde unas elecciones por aparente fraude electoral, los tribunales ignoran el fraude, los disturbios en protesta por la toma del poder por los izquierdistas se están usando para fortalecer a los de izquierda, se declara el Estado de emergencia y se dan pretextos para la persecución de los conservadores. Todo huele a juego sucio.

Latinoamérica bajo ataque

En décadas anteriores, la Unión Soviética exportó el comunismo a Latinoamérica contra EE UU. Pero en un extraño giro de los acontecimientos, es el actual régimen de EE UU el que ahora patrocina el comunismo en la región.

Maduro y Lula no son las únicas figuras antiestadounidenses apoyadas por la izquierda estadounidense. Durante la presidencia de Barack Obama, éste llegó a un controvertido acuerdo con Cuba en 2014. El régimen comunista de la isla estaba en peligro de colapso económico y político. A través del Vaticano, Obama dio marcha atrás a décadas de política estadounidense y abrió las relaciones a un régimen estridentemente antiestadounidense que una vez intentó colocar misiles nucleares a minutos de sus ciudades.

Los recientes acontecimientos en Brasil y Venezuela siguen el modelo del acuerdo con Cuba: un hombre fuerte antiestadounidense que consolida su poder en detrimento de los intereses de EE UU.

Las políticas económicas del actual gobierno estadounidense han disparado la inflación y la deuda nacional. Sus políticas de inmigración han borrado la frontera sur de EE UU. Sus medidas en Brasil y Venezuela demuestran que estas políticas de “EE UU de último” también se extienden a los asuntos exteriores. Los movimientos coherentes, coordinados y agresivos, todos en la misma dirección, revelan que hay una agenda en marcha.

“Esta nación se está suicidando a manos de ciertas personas poderosas en el gobierno y en la sociedad”, escribe el redactor jefe de la Trompeta, Gerald Flurry, en su libro gratuito Estados Unidos bajo ataque. “Están saboteando activa e intencionadamente esta nación especial desde adentro. Estas élites radicales han transformado rápida y fundamentalmente la política, la gobernanza, la diplomacia, el mantenimiento del orden, la moralidad, la raza, la sexualidad, la tradición y la cultura estadounidenses.”

Semejante “transformación fundamental” de EE UU no tiene precedentes. Es desconcertante que un gobierno se empeñe en destruir el país que gobierna. Puede ser confuso tratar de darle sentido a todo esto. Pero hay una agenda específica en manos de actores invisibles. Cuando esta agenda —y sus actores— quedan al descubierto, los acontecimientos en Suramérica y en otros lugares cobran sentido perfectamente.

ESTADOS UNIDOS BAJO ATAQUE

La profecía bíblica le ayudará a entender la traición en nuestro país. Gerald Flurry, autor del libro de 2013 Estados Unidos bajo ataque, ha expandido considerablemente el libro a 208 páginas, incluyendo apéndices, un glosario y un índice. El nuevo libro todavía no está disponible en español, pero abajo usted puede solicitar su ejemplar por adelantado. Conforme traducimos cada capítulo, los publicamos en laTrompeta.es. Usted puede encontrar la primera parte aquí. Haga clic aquí y suscríbase para recibir nuestros correos con las traducciones más recientes.