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Las siete leyes del éxito (octava parte)

Continuación de Las siete leyes del éxito (septima parte)

La segunda ley vital

Como hemos visto, si uno quiere tener éxito en la vida, debe fijarse primero la meta correcta y luego prepararse para lograrla.

Así, la segunda ley del éxito, en su orden, es educación o preparación.

¿Qué esperanza puede tener uno de lograr su objetivo si no obtiene el conocimiento necesario?

Una cosa que necesitamos entender acerca de la vida, y muchos no la entienden, es que los humanos no estamos dotados de instinto. En este aspecto, los animales poseen cierta ventaja sobre nosotros, pues no tienen que aprender. Nunca tienen que devanarse los sesos con el aprendizaje.

Al becerro recién nacido no se le tiene que enseñar a caminar. Inmediatamente trata de pararse sobre sus inseguras y débiles patas. Quizá al principio se caiga un par de veces, pero a los pocos minutos logra pararse, aunque sin mucha estabilidad. El pequeño becerro no necesita un año o dos para caminar, ni siquiera necesita una o dos horas, sino que empieza a caminar ¡en unos cuantos minutos! No necesita discurrir sobre ninguna meta. No precisa de libros de texto ni de enseñanza. Instintivamente sabe cuál es su meta: ¡comer! E instintivamente también sabe el camino. Sobre sus cuatro patas se dirige de inmediato a su primera comida.

Lo hemos repetido muchas veces: Los pájaros construyen sus nidos por instinto; nadie les enseña a hacerlo. Una vez se llevó a cabo un experimento en el que cinco generaciones de pájaros tejedores fueron alejados de sus nidos y de los materiales para construirlos. Nunca vieron un nido. Cuando a la sexta generación se puso a su alcance material para construir nidos, los pájaros, sin instrucción alguna, ¡procedieron a construir nidos! No fueron nidos de cuervo ni de águila sino de la misma clase que los pájaros tejedores han construido desde la creación. Ellos no tienen mentes para discernir, imaginar, diseñar o construir ninguna otra clase de nido.

Es verdad que algunos perros, caballos, elefantes y otros animales pueden ser enseñados y entrenados para ejecutar ciertos trucos, pero no pueden razonar, imaginar, pensar, planear, diseñar ni construir cosas nuevas y diferentes. No adquieren conocimiento ni distinguen entre el bien y el mal, no toman decisiones ni ejercen la voluntad para auto disciplinarse de acuerdo con sus propias decisiones y razonamientos. Los animales no pueden desarrollar carácter moral y espiritual.

En cambio, para los seres humanos la vida no es tan fácil. Los humanos tienen que aprender o ser enseñados a caminar, hablar, comer y beber. Nosotros no logramos esto instintiva o inmediatamente como los animales. Puede llevar un poco más de tiempo y puede ser un poco más difícil, pero podemos aprender a leer, a escribir y a hacer cuentas.

Luego podemos avanzar aun más y aprender a apreciar la literatura, la música y el arte. Podemos aprender a pensar y razonar, a concebir nuevas ideas, a planear, diseñar y construir.

Podemos investigar, experimentar, inventar telescopios y aprender algo sobre el espacio y los lejanos planetas, estrellas y galaxias. Podemos construir microscopios y aprender acerca de las partículas infinitesimales de la materia.

Aprendemos acerca de la electricidad y las leyes de la física y la química. Aprendemos a usar la rueda y a construir carreteras y vehículos que nos permiten viajar con más velocidad que cualquier animal. Aprendemos a volar más lejos y más rápido que cualquier pájaro. Podemos desintegrar el átomo y ponerlo a nuestro servicio. Descubrimos y utilizamos la energía nuclear.

Pero tenemos que aprender y estudiar; tenemos que educarnos y estar preparados para lo que nos proponemos hacer.

Una de las primeras cosas que necesitamos aprender es que ¡necesitamos aprender!

Una vez que se ha aprendido lo suficiente para escoger una meta, el segundo paso para la obtención triunfal de esa meta es aprender cómo alcanzarla, es decir, adquirir la educación adicional, el entrenamiento y la experiencia que proporcionen los conocimientos necesarios para lograr la meta.

La mayoría de las personas nunca He fijan una meta definida. No teniendo un objetivo específico, descuidan la educación apropiada quo los capacitaría para tener una vida de éxito.

Todos esos hombres de quienes he contado sus anécdotas e historias, tenían una meta. Se habían fijado como objetivo general en la vida el adquirir posesiones, ser importantes y disfrutar los momentos pasajeros de su existencia. Como un medio para alcanzar este objetivo, ellos habían establecido metas más específicas, como prosperar en la banca, la industria, la política, el teatro, la literatura o lo que fuera. Todos se educaron para su profesión o vocación en particular.

Tenían criterio suficiente para darse cuenta de que la educación no solamente incluía el aprendizaje, sino también el desarrollo de la personalidad, el don de mando, la experiencia y el conocimiento obtenidos de sus relaciones y asociaciones, así como de la observación.

Sin embargo, estas personas de “éxito” no alcanzaron realmente el éxito. No sólo escogieron una meta que los llevó por el camino de los falsos valores, sino que erraron al no prepararse con el tipo de educación que hace posible el éxito real y perdurable, esto es, la realización del propósito de la vida.

Hay, por lo tanto, una educación falsa y una verdadera.

Estos hombres prósperos no gozaron de una prosperidad perdurable. A pesar de su educación, no llegaron a conocer los valores verdaderos. Escogieron metas que los condujeron por la senda de los falsos valores, los cuales no permanecen.

El sistema educativo de este mundo descuida la importantísima tarea de recobrar los valores verdaderos. Aun los educadores eruditos a menudo se consagran por largos años a la investigación de asuntos triviales e inútiles.

El conocimiento más esencial y básico—el de los valores genuinos, del significado y propósito de la vida, del camino de la paz, la felicidad y el abundante bienestar—jamás forma parte de la enseñanza de hoy. Debido a que pude percibir la decadencia de la educación moderna, debido a que pude reconocer el inmenso vacío que existe en la enseñanza, fui impulsado a fundar un plantel educativo que satisficiera esta necesidad.

La educación correcta debe enseñar que todas las cosas están sujetas a la ley de causa y efecto, debe hacer hincapié en el hecho de que por cada efecto o resultado, ya sea bueno o malo, existe una causa. La educación verdadera explica la causa de los males de este mundo, tanto de los problemas personales como de los colectivos, a fin de que puedan ser evitados. También debe instruir con respecto a la causa de los resultados buenos, a fin de que sepamos cómo cosechar el bien en lugar del mal. La educación verdadera no sólo debe enseñarnos a vivir, sino que debe saber y enseñar el propósito de la vida humana y cómo cumplirlo.

La decadente educación de hoy ha dado lugar a las revueltas estudiantiles, que a su vez ¡han sumido a las universidades en un estado de violencia y caos! Esta es otra tragedia significativa de nuestros tiempos.

En este mundo se difunde una educación falsa proveniente de los paganos quienes, aunque eran pensadores y filósofos, ¡estaban engañados y carecían del conocimiento de los valores y los objetivos verdaderos de la vida! ¡La verdadera historia de la educación es en sí misma una historia reveladora! 

Continúa en Las siete leyes del éxito (novena parte)

SEV, AD