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La transformación radical de Canadá

MELISSA BARREIRO/TROMPETA

La transformación radical de Canadá

Justin Trudeau ha desmantelado la democracia de la nación. Su descenso a la tiranía contiene una advertencia crítica.

En los últimos siete años, Canadá ha sufrido una impactante transformación. Ha sido dirigida directamente por el primer ministro Justin Trudeau y un pequeño grupo de radicales que han sometido al país a la voluntad de Trudeau.

Un ex presidente del propio Partido Liberal de Trudeau observó que el primer ministro “ha alterado drásticamente las instituciones y normas canadienses de forma tan considerable que personas habitualmente tranquilas están levantando la voz en señal de protesta. El núcleo de los manifestantes en Ottawa y en otros centros canadienses estaba enfadado no sólo por la mano dura del gobierno en sus políticas frente a la pandemia, sino también por los cambios que estaba introduciendo Trudeau”.

Canadá se agita con las mismas luchas culturales, políticas, jurídicas e institucionales que sacuden a Estados Unidos, provocadas por Barack Obama. Esto no es una coincidencia. Ha sido diseñado. Es posible gracias a la anarquía, se fortalece con el engaño y la fuerza de voluntad, y es impulsado por un espíritu distinto.

He aquí cómo ocurrió, y lo que significa para Canadá.

Entrando encubiertamente

La imagen era horrible: una anciana, que protestaba pacíficamente contra el gobierno de Trudeau, fue atropellada por un caballo de la policía. El video del 18 de febrero es un símbolo de lo que los radicales en el poder han hecho con los derechos y las libertades de los canadienses.

“Mi idea de la libertad”, dijo una vez Trudeau, “es que debemos proteger los derechos de las personas a creer lo que les dicta su conciencia, pero luchar con la misma intensidad para proteger a las personas para que no se les impongan las creencias de otros”.

No era la voluntad de los canadienses dejar de trabajar, dejar de vivir su vida normal, encerrarse. Sino que era la voluntad de Trudeau. Para imponérsela, tuvo que hacerse con el control absoluto de su partido, convertirlo en un recipiente vacío para su voluntad, ganar unas elecciones y empoderar al gobierno, y por lo tanto a él mismo, para hacerse con el control de todos los niveles del gobierno y sus instituciones.

En los últimos seis años, esto se ha cumplido.

Poder invasor

En junio de 2014, Trudeau era líder del Partido Liberal. Impuso sus creencias personales sobre el aborto a los miembros antiaborto del partido, obligándoles a votar como él o enfrentarse a las consecuencias. Los miembros del partido se sometieron.

Muchos compartían el fervor de Trudeau por el aborto. Sus acciones posteriores demostrarían que también compartían su deseo de imponer creencias a los miembros del partido que estaban en minoría. Este episodio fue un mal presagio.

Otros miembros del Partido Liberal permanecieron callados. Los medios de comunicación guardaron un vergonzoso silencio. Estaban demasiado ocupados señalando con el dedo al entonces primer ministro Stephen Harper, advirtiendo que él era un dictador y que los canadienses debían salvar sus libertades dando el cargo de primer ministro a Justin Trudeau.

Antes de las elecciones de 2015, Trudeau dijo en una entrevista en el National Post: “Una de las cosas que hemos visto a lo largo de las últimas décadas en el gobierno es la tendencia hacia un mayor control desde la oficina del primer ministro. En realidad, se remonta a mi padre [el ex primer ministro Pierre Trudeau], que fue quien la inició. Y creo que hemos llegado al punto final en eso”.

Ahora es infame ver hasta qué punto Trudeau pasó por encima de ese punto final. Pero los canadienses deberían haberlo visto venir. Aunque los medios de comunicación lo representaron muy favorablemente, el pasado de Trudeau, incluida su abierta admiración por el comunismo, fue una importante advertencia para los votantes. Pero nunca parecieron demasiado preocupados.

Aunque a menudo se considera a Trudeau como un peso ligero de la política, una vez que asumió el poder aceleró hábilmente “la tendencia hacia un mayor control desde la oficina del primer ministro”, al igual que su padre. Imponer sus creencias, especialmente cuando son radicales, requiere poder.

Durante años, esta transformación se ha enmascarado en un doble discurso democrático. Ahora está saliendo a la luz. Pero aún no hemos llegado al punto final.

Prometiendo libertad

Pierre Trudeau tuvo el poder entre 1968 y 1984. Bajo su mandato, la ley empezó a verse y aplicarse de forma diferente. En las tres décadas siguientes, el respeto a las leyes consagradas y a la moral familiar comenzó a ser sustituido por la inmoralidad y el culto a la voluntad. Las leyes establecidas que entraban en conflicto con este espíritu anárquico fueron reescritas, abandonadas o ignoradas. Los canadienses comenzaron a fingir que una nación puede sobrevivir cuando sus líderes (quienes son responsables de administrar la ley sobre las familias de la nación) no respetan ni la ley ni la familia.

La anarquía resultante ha hecho que la nación sea vulnerable a una toma de poder antidemocrática y hostil de su gobierno y otras instituciones federales y públicas.

Los canadienses han abandonado la ley, los principios fundamentales y a Dios. El pueblo comparte la culpa por abdicar de sus libertades.

En junio de 2022, un ex secretario del Consejo Privado, el cargo más alto de un funcionario público de Canadá, advirtió del daño que la acelerada centralización del poder en la oficina del primer ministro (pmo, por sus siglas en inglés), estaba teniendo en el gobierno canadiense y sus instituciones. Sus comentarios iluminan lo que ha estado ocurriendo en el país. Paul Tellier explicó: “Si yo fuera ministro del gabinete, de ninguna manera permitiría que un grupo de personas en la pmo me dijera cómo hacer mi trabajo. Y es en todos los niveles; no es sólo para los ministros junior, los más veteranos… Es para los viceministros y los departamentos” (Policy Options, 30 de mayo).

Todos los niveles del gobierno canadiense, incluido el gabinete, están controlados por la voluntad tiránica del hombre que ocupa el cargo de primer ministro.

“Entonces, ¿por qué, si usted confía en el ministro y si confía en los asesores del ministro en su oficina y en el departamento, quiere que seis personas de la pmo revisen un borrador de comunicado de prensa o un tweet?”, preguntó Tellier.

Aunque preside sobre un gobierno minoritario, Trudeau se ha visto envuelto en numerosos e indignantes escándalos, incluyendo las recientes acusaciones de que se confabuló con el jefe de la Real Policía Montada de Canadá para politizar un tiroteo masivo en beneficio político.

Como explicó Tellier, Trudeau está destruyendo el servicio público (el gobierno), “y la palabra ‘destruir’ no es demasiado fuerte”. Aquí hay un coraje poco común para advertir al país. Pero los medios de comunicación no han sonado la alarma. Están hechizados por el primer ministro.

El hombre que hizo a Trudeau

Poco saben los canadienses comunes de las conexiones del primer ministro con el Partido Demócrata de Estados Unidos y de su empeño en importar sus métodos comunistas, incluida la política de Barack Obama al estilo de Chicago.

Los medios canadienses han prestado poca atención a las conexiones transfronterizas del Partido Liberal con Obama, la maquinaria de Clinton y el Partido Demócrata.

Antes de las elecciones de 2015 que llevaron a Trudeau al poder, el grupo de expertos liberal Canadá 2020 puso en contacto a la élite canadiense con miembros de la élite del Partido Demócrata, entre ellos Barack Obama, Hillary Clinton, Al Gore, John Podesta y otras personalidades menos conocidas que figuran tanto en los círculos estrechos de Obama como en los de Trudeau.

Antes de 2015, la maquinaria del Partido Demócrata invirtió mucho en Trudeau, según Maclean’s. Esa ayuda fue amplificada por Obama y sus operativos. “El ascenso de Trudeau se vería favorecido por la maquinaria que ayudó a Obama a ganar la presidencia en 2008, forjada a través de las conexiones entre Canadá 2020, los liberales y Global Progress Initiative, una red internacional también cofundada por Podesta”, escribió Maclean’s (12 de octubre de 2017).

Obama y Trudeau están profundamente conectados entre bastidores a nivel organizativo, y quizás también a nivel personal. En muchos sentidos, Trudeau fue creado por Obama. A cambio, Trudeau ha sido un fiel discípulo.

En cuanto a la ideología general, el Partido Demócrata de Obama y el Partido Liberal de Trudeau son uno, y actúan juntos para hacer avanzar la agenda progresista radical de Obama en ambas naciones.

Salvar las apariencias… y la agenda

Barack Obama se destaca por trabajar detrás de escena. Pero una excepción se produjo durante la campaña de Trudeau en 2019.

Un arma clave para radicales como Obama y Trudeau es la acusación de racismo. Pero en 2019 salieron a la luz fotos de más de una ocasión de un joven Trudeau con la cara negra. Sus votantes progresistas se sintieron profundamente avergonzados por la hipocresía. Una pesadumbre fúnebre invadió a su personal. El día de las elecciones se acercaba. La transformación socialista de Canadá de Trudeau necesitaba, desesperadamente, ser salvada. El único hombre que podía salvar a Trudeau, y limpiarlo de su racismo a los ojos de los progresistas de Canadá, era Barack Obama.

Lo consiguió. Cinco días antes de las elecciones, Obama tuiteó a sus seguidores diciendo que estaba “orgulloso de trabajar con Justin Trudeau” y que “el mundo necesita su liderazgo progresista”.

Como dijo un periodista, el tuit de Obama fue como una granada de mano que explotó en la campaña electoral federal. Obama había interferido en unas elecciones canadienses. Con una declaración cuidadosamente calculada, Trudeau fue perdonado, y los progresistas pudieron unirse a su líder, a pesar de la cara negra.

Un miembro del personal de la campaña observó: “Recargó la base, aquellas personas que se habían sentido avergonzadas por el comportamiento de Trudeau (en el escándalo de la ‘cara negra’). Obama dio a todos la seguridad de que Justin era un gran tipo y no un racista” (National Post, 13 de noviembre de 2019).

Una encuesta posterior a las elecciones reveló que el 35% de los votantes había esperado hasta los últimos días antes de decidir por quién votar. Bien se podría decir que Obama decidió las elecciones federales de Canadá de 2019 y puso a Trudeau de nuevo en el poder, poco antes de que el gobierno se encargara de proteger al pueblo de un brote epidémico sin destruir sus libertades.

Trudeau respondió a Obama: “Gracias, amigo mío, estamos trabajando duro para mantener nuestro progreso”.

Seduciendo al público

Trudeau lleva casi siete años en el poder, durante los cuales ha utilizado el coronavirus como pretexto para llevar a cabo cierres extremadamente estrictos y ha desatado el malestar incluso entre una población acostumbrada al gobierno socialista.

La agenda radical de Obama y Trudeau ha revelado una hostilidad absoluta hacia la ley y hacia los antiguos derechos consagrados de estadounidenses y canadienses.

La larga lista de escándalos del primer ministro y sus elaborados planes para suprimirlos lo confirman. Los ejemplos más notorios y atroces fueron su arrogante gestión de los mandatos de vacunación y el Convoy de la Libertad de los camioneros.

La frustración por los mandatos de vacunación fue creciendo durante algún tiempo. Finalmente, un convoy de camiones cruzó la nación, protestando contra el régimen tiránico del gobierno. Por muchos días, mientras se dirigían a la capital de Canadá, el primer ministro permaneció en silencio. Los canadienses de todo el país donaron más dinero a los camioneros en dos semanas que a todos los principales partidos políticos de Canadá, juntos, en tres meses. Cuando los atribulados camioneros aparcaron pacíficamente ante el Parlamento, Trudeau se negó a reunirse con ellos.

Cuando finalmente habló, el primer ministro calificó a estos canadienses de “minoría marginal” con “opiniones inaceptables”. Los principales medios de comunicación se unieron en torno a su declaración incendiaria y la amplificaron en cada oportunidad. Mintieron reiteradamente, diciendo que los manifestantes querían derrocar al gobierno de acuerdo con la derecha radical, los partidarios de Trump e incluso los rusos. Trudeau huyó a un lugar no revelado, supuestamente a miles de kilómetros de distancia en el otro lado del país, como si temiera por su vida.

El ministro de Seguridad Pública de Trudeau colaboraba tras bastidores con los medios de comunicación. Los manifestantes fueron presentados como posibles terroristas dispuestos a usar la violencia para derrocar al gobierno. Los francotiradores situados en los tejados y los drones que sobrevolaban la zona daban un aire de peligro. Las investigaciones posteriores demostraron que no había pruebas de armas, municiones u otros depósitos de armas. Sin embargo, había un jacuzzi, un castillo inflable, abuelas, madres que empujaban cochecitos de bebé y niños pequeños.

Al insinuar que eran terroristas, el primer ministro justificó sus siguientes medidas. La capital fue considerada “en estado de sitio”. Con la ayuda de los medios y sin una sola prueba concreta, el gobierno dijo a la opinión pública que los camioneros aparcados eran una amenaza mortal para Canadá. Trudeau invocó la Ley de Emergencias, otorgándose a sí mismo poderes extraordinarios y extrajudiciales diseñados para tiempos de guerra, y dijo que era “lo más responsable de hacer”.

“El extremismo doméstico con motivación ideológica está aquí y ha llegado para quedarse”, dijo la asesora de seguridad nacional e inteligencia de Trudeau, Jody Thomas, en una odiosa difamación de los canadienses comunes y corrientes a quienes resulta no gustarles el gobierno del primer ministro.

Todo el asunto estaba preparado. Lo que el primer ministro y sus operativos lograron se entiende mejor por los efectos que están ocurriendo actualmente. Las pruebas demuestran que el principal objetivo de control del primer ministro son las agencias de inteligencia.

El verdadero sedicioso

Cuando se le preguntó quién había tomado la decisión de invocar la ley, el ministro de Seguridad Pública de Trudeau mintió 13 veces diferentes al respecto. Dijo que la policía lo había pedido. El propio ministro de Preparación de Emergencias de Trudeau dijo que eso no era cierto. El gobierno trata continuamente de ocultar su agenda.

La cuestión no es necesariamente quién invocó la ley, sino por qué se invocó. Después de haber bloqueado el país hasta un grado sin precedentes, en tiempos de paz, Trudeau desprestigió al Convoy de la Libertad para imponer un mayor control sobre las agencias federales de inteligencia para espiar a los canadienses.

Trabajó con las agencias federales de inteligencia canadienses, se asesoró con el gobierno de Estados Unidos y el presidente Joe Biden, y recibió ayuda de las agencias de inteligencia estadounidenses. Él espera hacer permanentes algunos de estos poderes.

Usando informes de noticias financiados por el gobierno para justificar sus acciones, el primer ministro bloqueó a los manifestantes y a los donantes sus cuentas bancarias, lo que probablemente desencadenó un pánico bancario.

El gobierno de Trudeau también encarceló a los organizadores del Convoy de la Libertad como presos políticos, tratándolos peor que a los manifestantes de Black Lives Matter e incluso peor que a los delincuentes violentos reincidentes condenados por asesinato y agresión sexual. La policía prometió perseguir y procesar a los manifestantes pacíficos del convoy. Las donaciones a los camioneros fueron bloqueadas y luego investigadas. Qué reminiscencia del manual de estrategias del 6 de enero de los demócratas, usando un falso pretexto para volcar los poderes brutos de las agencias de inteligencia contra los estadounidenses comunes.

La invocación de la Ley de Emergencias fue una muestra de poder bruto e intimidación ilegal por parte del gobierno federal. Es aterrador para los canadienses comunes que se desaten sobre ellos todos los poderes del gobierno: el gobierno espiando y persiguiendo a canadienses a los que ha impuesto la etiqueta de “terroristas” según la voluntad y las mentiras del primer ministro.

Desde que aplastó las protestas, el gobierno ha buscado el poder de revisar y espiar los dispositivos digitales personales de las personas que cruzan la frontera. También está tramitando una legislación que dará al primer ministro y al gobierno un control sin precedentes sobre el discurso en el país.

El gobierno y la comunidad de inteligencia también están intensificando los esfuerzos para ampliar los poderes de vigilancia, poderes calibrados para formular nuevos métodos para espiar a los canadienses.

Cada una de estas agencias federales y otras que se supone deben mantener un nivel de independencia de la autoridad federal, incluyendo el sistema bancario, hizo exactamente lo que el primer ministro les dijo que hicieran.

Esto demuestra un nivel de control aterrador sobre el gobierno de la nación y sus instituciones, así como sobre el comercio y la industria.

Completando la transformación

El gobierno Liberal se ha asociado con el Nuevo Partido Democrático para formar una formidable cabeza de playa contra los intentos de derrocar a Trudeau. Esta asociación comunista ha dado al primer ministro un margen de tiempo sin precedentes, con un poder extraordinario, para hacer pasar su agenda final por el Parlamento y completar la transformación radical de Canadá. Su ritmo es impresionante. Y los medios de comunicación heredados parecen adorarlo por ello. Las instituciones canadienses, incluido el poder judicial, han quedado aún más bajo el control de la camarilla del primer ministro.

¡Los canadienses deberían estar profundamente alarmados! La toma de poder radical de Justin Trudeau en el país está completa. Canadá nunca será la misma. Trudeau y su camarilla de radicales alineados con Obama han transformado fundamentalmente a Canadá. Esta misma agenda progresista global también ha puesto a Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda bajo control autoritario, dividiendo y debilitando profundamente a estas naciones.

Pero sus esfuerzos no terminarán como planean.

El redactor jefe de la Trompeta, Gerald Flurry, ha estado advirtiendo sobre la causa oculta de la decadencia de la sociedad desde 1989. Ha advertido sobre una conspiración traicionera dirigida por Obama en las naciones modernas de Israel para borrar el nombre de Israel (2 Reyes 14:27). El nuevo libro del Sr. Flurry, Estados Unidos bajo ataque, muestra cómo este movimiento es, en última instancia, potenciado por Satanás, a través de la anarquía.

Canadá no se ha librado de este ataque espiritual tan fulminante.

El primer ministro Trudeau es responsable de sus pecados personales. Pero su éxito en invadir y conquistar el gobierno y sus instituciones es, finalmente, debido a los pecados nacionales y familiares de Canadá. Dios nos está maldiciendo por lo que hemos permitido. Estamos experimentando las consecuencias de nuestros propios actos. Una mayoría de canadienses ha perdido la fe en el país.

A través de Herbert W. Armstrong y ahora a través de Gerald Flurry, durante 90 años se ha estado proclamando un mensaje de advertencia. Con Canadá ya transformada, es hora de despertar y prestar atención a esa advertencia.


ESTADOS UNIDOS Y GRAN BRETAÑA EN PROFECÍA

La gente del mundo occidental estaría sorprendida y boquiabierta, ¡si lo supieran! Los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australasia y África del Sur pondrían en marcha gigantescos programas de protección, ¡si lo supieran! ¡Ellos podrían saberlo! ¡Pero, no lo saben! ¿Por qué?