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Hitler

Ullstein Bild/Getty Images

La paradoja de la cultura de Hitler

A medida que otro renacimiento cultural comienza en Europa, es hora de entender su origen.

Adolfo Hitler fue uno de los genocidas más malvados de la historia. Sin embargo, durante su vida fue un individuo de cultura. Por ejemplo, él expresó que uno podría entender al Tercer Reich [tercer imperio alemán] solamente entendiendo la música de Richard Wagner. En una escala más amplia, sólo entendiendo su cultura uno puede entender lo que Hitler estaba tratando de revivir. A saber, el Sacro Imperio Romano.

Hitler, Federico el grande, Napoleón Bonaparte, Maximiliano I, Otto el grande, Carlomagno y muchos otros líderes europeos han tenido dos cosas en común: su amor por la cultura y su amor por la conquista.

La cultura europea no sólo se trata de sus comidas y su arte, sino que también siglos de una fuerte influencia de la Iglesia Católica, con su sede en Roma. La iglesia no ha afectado solamente las creencias más profundas de la gente acerca de la vida y la muerte, sino también todo lo demás, desde la política a la arquitectura. Una y otra vez, esta iglesia ha usado su influencia para alinearse con líderes políticos y resucitar al Sacro Imperio Romano.

A pesar que la influencia del Sacro Imperio Romano ha disminuido durante la era democrática moderna, su herencia aún sigue muy viva—y está comenzando a aumentar una vez más. La Comisión Europea patrocinó el Año de la Herencia Cultural Europea en 2018, atrayendo a 6,2 millones de personas a 11.700 eventos organizados a través de 37 países, celebrando la gloria de líderes del Sacro Imperio Romano del pasado, tales como Carlomagno, Otto y Maximiliano I.

Como parte de esa herencia, se incluye el hecho de que docenas de esos líderes del imperio tenían un deseo fanático por gobernar el mundo. Aunque traían orden y prosperidad a nuevas regiones, cometían atrocidades de una brutalidad salvaje. Aunque celebraban las finas artes en sus palacios, sus súbditos eran torturados en los calabozos subterráneos.

Hoy Europa sigue siendo percibida como un líder en la cultura. La Biblia profetiza que en el futuro, Europa se levantará con incluso mucha más riqueza y cultura, pero al mismo tiempo desatará aún mayores atrocidades.

¿Es la barbarie de Europa contraria a su cultura? ¿O hay una conexión?

La visión de Carlomagno

Los europeos han estado celebrando a un hombre en particular como el fundador de la cultura cristiana de Europa: a Carlomagno.

Cuando Carlomagno fue coronado rey de los Francos en 771 d. C. Europa tenía comparativamente menos cristianos, y el continente estaba dividido. Su ideal era el emperador romano Constantino, el supuesto primer emperador cristiano.

Carlomagno codiciaba el poder, así que se alió con la Iglesia Católica para obtenerlo. Además, buscó incrementar el número de cristianos europeos. También hay evidencia de que él creía en la superioridad de la cultura romana y las creencias de la Iglesia Católica. Su biógrafo, Einhard, relata que dedicó mucho tiempo a escuchar lecturas del libro de San Agustín, de las cuales su favorita era The City of God (La ciudad de Dios). Él buscó crear un imperio con “un Dios, un emperador, un papa, una ciudad de Dios”.

Su sed de poder y su visión cultural y religiosa motivaron a Carlomagno a continuar con años de conquista violenta. Usó su brutal carnicería para conquistar a las tribus germánicas. Luego estableció instituciones culturales cristianas. La propagación de la literatura, la cultura y el arte cristianos con inspiración romana, se hicieron conocidos como el Renacimiento Carolingio.

Carlomagno no sólo necesitaba que todos los súbditos conquistados se sometieran a su gobierno, sino que también se convirtieran a su religión. Él quería que fueran católicos de por vida y que criaran a sus hijos y a los hijos de sus hijos en la religión. Hasta hoy día, Europa es predominantemente católica.

Convencido de que estaba cumpliendo con la voluntad de Dios, Carlomagno usó sangrientas prácticas de tortura. La Enciclopedia Británica relata: “Los violentos métodos con los cuales llevó a cabo su tarea misionera eran desconocidos para comienzos de la Edad Media”. Los anales de Franconia cuentan que en el año 782 d. C. en Verden, Carlomagno ordenó la ejecución de 4.500 sajones, cuyos líderes sajones aliados le habían entregado en sus manos. Aun así, la tribu germánica de Sajonia resistió el proceso de forzada conversión de Carlomagno durante 30 años. Una generación creció bajo la tiranía de Carlomagno hasta que su brutalidad los obligó a aceptar su nueva religión.

Imperios anteriores habían permitido una libertad religiosa considerable. Pero Carlomagno buscó crear algo más que sólo un imperio políticamente unificado. Un ejemplo de esto es el trono de Carlomagno en la Capilla de Aquisgrán. La capilla se expandió después a ser la Catedral de Aquisgrán, hoy aclamada como uno de los mayores símbolos de la herencia cultural de Europa. Dentro de ella se construyó el trono de Carlomagno con materiales provenientes de Jerusalén. El emperador sobre el trono era el “ungido”.

“Es verdad que Carlo atribuyó constantemente su dignidad imperial a un acto de Dios, dado a conocer, por supuesto, a través de la intervención del vicario de Cristo” (La Enciclopedia Católica). El término “vicario de Cristo” fue usado “hasta el siglo noveno (…) tanto por el emperador como también por obispos y papas”, dice esta enciclopedia. A través de los siglos, papas y emperadores han luchado por quién reclamaría esta suprema posición.

Carlomagno dio la impresión de que aceptaba la autoridad del papa sobre él. Pero a través del gobierno divino concedido por el papa, creyó que ejecutaba la voluntad de Dios directamente en la Tierra, o que gobernaba su imperio en lugar de Cristo. La arquidiócesis de Domradio.de de Colonia relata: “Aunque Carlomagno no es considerado un santo en toda la iglesia, él puede ser venerado como tal en Aquisgrán, a pesar de sus cruzadas e historias con mujeres” (Traducción de la Trompeta en todo).

“Von Holtum [decano de la Catedral de Aquisgrán] recuerda que Carlo pasó los últimos ocho años de su vida en Aquisgrán, desde la Navidad hasta la Semana Santa, y desde Hochmünster [parte de la Catedral] participó en la oración coral (…) por la mañana, al mediodía y la tarde. [Carlomagno] por lo tanto también era ‘un hombre profundamente devoto”.

“Él estaba muy interesado en los orígenes del cristianismo. El trono [de Carlomagno] podría estar conectado con los inicios del cristianismo, cuyas losas de mármol probablemente provenían del Santo Sepulcro, según el decano de la catedral” (ibíd.).

El amor de Carlomagno por la cultura se basaba en su devoción al estilo de vida católico. Él tenía un fanático deseo de establecer el “Reino de Dios” en la Tierra usando el catolicismo para gobernar Europa, e incluso al mundo en lugar de Cristo. No había lugar para otras religiones.

No hay contradicción en el amor de Carlomagno por la cultura y su deseo de subyugar al mundo: el uno alimentaba al otro.

Muchos emperadores del Sacro Imperio Romano han seguido los pasos de Carlomagno. Incluso su nombre se hizo extremadamente popular entre los emperadores posteriores. Un famoso ejemplo es Carlos V, nieto del emperador Maximiliano I. Él también juró su lealtad a la Iglesia Católica Romana, dirigió muchas conquistas, convirtió brutalmente a los latinoamericanos al catolicismo y rechazó una invasión musulmana.

El mayor desafío de Carlos V vino con la Reforma Protestante, la cual dividió a Europa. Él ordenó el asesinato de “herejes” e impulsó la Inquisición. Cuando el protestantismo se extendió por Europa, los herejes eran torturados hasta que negaran su fe o perdieran la vida. Carlos quería preservar la cultura católica de Europa, pero los reformadores se fortalecieron y formaron alianzas militares para defenderse. El conflicto religioso culminó en la Guerra de los Treinta Años (1618–1648).

Sin embargo, la ambición de los emperadores sacro-romanos continuó por mucho más de lo que la mayoría de la gente sabe.

Hitler, amante de la cultura

Más de 1.100 años después de Carlomagno, otro amante de la cultura, profundamente motivado por una potente causa, ejerció su voluntad en Europa.

Muchos conocen la afirmación de Adolfo Hitler sobre establecer un imperio que duraría mil años. Y que él mismo se presentaba como un “salvador mesiánico”, como lo señala la Biblioteca Virtual Judía. Casi todos conocen el fanatismo de Hitler por buscar la extinción de todos los judíos.

Sin embargo, pocos reconocen el origen de los motivos de Hitler. En Mein Kampf (Mi lucha), Hitler señaló: “Y así creo que hoy mi conducta está de acuerdo con la voluntad del Creador Todopoderoso. Al estar en guardia contra el judío, estoy defendiendo el trabajo del Señor. (…) Por lo tanto, estoy convencido de que estoy actuando como el agente de nuestro Creador. Al luchar contra los judíos, estoy haciendo la obra del Señor”.

¡Al igual que Carlomagno, Hitler pensaba que estaba haciendo la Obra de Dios en la Tierra!

A lo largo de los siglos, varios movimientos cristianos predominantemente católicos vieron a los judíos como el principal enemigo de Cristo, lo que provocó oleadas de persecución en su contra. Los creyentes también llegaron a creer que sólo el profetizado y venidero gobierno milenario de Cristo podría erradicar a todos los judíos del mundo.

La pretensión de Hitler de un reich [imperio] de mil años, y su promesa de extinguir a los judíos del mundo van de la mano. Hitler se vio a sí mismo como “el Redentor” que trae el gobierno de Dios, al mundo terrenal.

Esta ideología “cristiana” formaba la base de su creencia, y es evidente en todo lo que hizo. Aunque otras tradiciones germánicas y conceptos socialistas condicionaron la agenda cotidiana de Hitler, la institución católica y esta visión pervertida del cristianismo formaron el fundamento de sus ideas e influyeron fuertemente en sus objetivos.

Su libro, Mi lucha fue editado por un sacerdote católico. El gobierno jerárquico de Hitler también se inspiró en el de la Iglesia Católica. Heinrich Himmler, aunque se dice que más tarde se distanció de su educación católica tradicional, creó las SS de acuerdo con los principios de la orden de los jesuitas católicos, y revitalizó la hermandad del Sacro Imperio Romano, de soldados-sacerdotes llamados los Caballeros Teutónicos.

Los nazis también iniciaron un esfuerzo a gran escala para reescribir el Nuevo Testamento, para demostrar que Jesucristo era en realidad ario y que los judíos son Sus principales enemigos.

Ciertamente había diferentes creencias y divisiones en las ideologías de Hitler y Himmler. También hay diferentes ideologías dentro de la Iglesia Católica. Algunos apoyaron a Hitler, otros no. Pero al final, todos compartían la cultura del Sacro Imperio Romano.

Antes que Hitler se convirtiera en un dictador, estudió arte. Una vez que llegó al poder en Alemania y se convirtió en asesino en masa, su pasión por la cultura se mantuvo. Su ruinoso régimen incluía un vasto programa cultural. Su esfuerzo por revivir la cultura europea está vívidamente documentado en Hitler’s Holy Relics (Reliquias Sagradas de Hitler), por Sidney D. Kirkpatrick. De hecho, su pasión por la cultura despertó su motivación.

Todo comenzó en Viena, Austria.

La corona de Carlomagno

“En Viena, Hitler llegó a creer que Dios había reemplazado a los judíos, por los alemanes y el Sacro Imperio Romano. Lo aprendió en esa ciudad culta, mirando todas esas joyas de la corona y la opulencia de los Habsburgo”, explica el jefe editor de la Trompeta, Gerald Flurry, en Daniel Unlocks Revelation (Daniel descifra el Apocalipsis; disponible en inglés).

“Este fue el momento en el que tuvo lugar en mí el cambio más grande que jamás experimenté”, escribió Hitler en Mi lucha sobre su tiempo en Viena. “De un débil cosmopolita me había convertido en un antisemita fanático”. También escribió: “Para mí, esta gran ciudad me pareció como la personificación del incesto. (…) Mientras más tiempo permanecía en esta gran ciudad, más aumentaba mi odio contra la mezcla de naciones extranjeras que comenzaron a devorar la antigua cultura alemana de este sitio”.

La cultura es un tema recurrente en Mi lucha; la palabra aparece más de cien veces. ¿Qué pide realmente la gente hoy cuando afirma que debemos defender la “cultura de Europa”?

En aquel momento en Viena, estaban las joyas de la corona del Sacro Imperio Romano, las que trajo de regreso a Núremberg en 1938, donde emperadores anteriores habían jurado mantenerlas para siempre. Su regreso fue un evento cultural masivo. La pieza central de estas joyas de la corona se conoce hoy como la corona de Carlomagno.

Hitler celebró el regreso de estas joyas a la ciudad con una ceremonia a gran escala. Los soldados de la SS uniformados de negro se pusieron firmes. Los trompetistas tocaban desde el balcón con trajes medievales. La sociedad coral de Núremberg cantó el coro “el Despertar” de Die Meistersinger de Wagner mientras Hitler entraba en el santuario de la Iglesia de Santa Catalina.

En la ceremonia Hitler dijo: “En ninguna otra ciudad alemana existe una conexión tan fuerte entre el pasado y el presente (…) como en Núremberg, la vieja y nueva ciudad imperial. Esta ciudad, que el Reich alemán consideró adecuada para defender las insignias reales detrás de sus muros, ha recuperado la propiedad de estos símbolos, lo que demuestra el poder y la fuerza del antiguo Reich (…) y es una manifestación del poder y la grandeza alemanes en un nuevo Reich alemán”.

Al tocar la corona dijo: “El pueblo alemán se ha declarado portador de la corona de los 1.000 años”.

La fascinación de Hitler con el Sacro Imperio Romano se extendió por toda Alemania. Millones viajaron a Núremberg para ver las reliquias sagradas. Una impresionante producción cinematográfica tuvo como objetivo contar toda la historia de las joyas, pero fue interrumpida por la invasión de los Aliados.

Desde su perspectiva, Hitler veía a Núremberg como el centro de su imperio resucitado. Quería establecer la ciudad como una luz brillante de gloria cultural.

En los vastos proyectos de transformación y renovación de la ciudad, Hitler también buscó eliminar todos los rastros de influencia judía. En esto, como cuenta Kirkpatrick, los “nazis simplemente retomaron en donde los padres de la ciudad habían quedado siglos antes”. La Iglesia de Nuestra Señora en Núremberg fue construida después de la destrucción de las sinagogas judías por iniciativa de Carlos iv, emperador del Sacro Imperio Romano entre 1352 y 1362.

Durante el régimen de Hitler, el castillo de Núremberg, así como sus iglesias católicas, fueron ampliamente renovados. Debajo del castillo, Hitler ordenó la creación de un gran búnker para albergar lo mejor del arte europeo y preservarlo con la tecnología más moderna.

La fascinación cultural de Hitler también jugó un papel importante en sus conquistas. A los soldados nazis se les decía que salvaran los artefactos famosos de las iglesias y los llevaran a Alemania, antes de quemar las aldeas. Así los nazis aprendieron a apreciar ciertos artefactos culturales más que ciertas vidas humanas. Hitler también dio forma a las artes y la arquitectura del imperio y no escatimó en gastos para establecer universidades, museos y otras instituciones culturales.

Hitler buscó erradicar todo judaísmo del arte alemán. Los artistas judíos fueron prohibidos y perseguidos mientras se promocionaba la obra de arte nazi. Todas las pinturas debían retratar a familias arias y la tradición europea. Las renovaciones de la ciudad seguían la arquitectura del antiguo imperio. La música y las películas se usaron para promover el nacionalismo.

El compositor favorito de Hitler era Richard Wagner; su artista vivo favorito, Adolfo Ziegler; su arquitecto favorito, Albert Speer. Él utilizó las obras de estos tres hombres para difundir su ideología antisemita. “A Hitler le encantaba ir a la ópera y tener la mente saturada con la música de Richard Wagner. Incluso decía que uno no podía entender el Tercer Reich sin entender a Wagner (quien fue un pervertido sexual y antisemita pero Hitler estaba intoxicado con él)”, escribe el Sr. Flurry (op. cit.).

Para la mayoría de la gente, lo que Hitler hizo es incomprensible. Pero para comprender sus acciones, considere sus motivos. ¡Él creía que la cultura alemana estaba bajo amenaza!

Hoy, Hitler es conocido sólo por comenzar la Segunda Guerra Mundial y exterminar a 6 millones de judíos. Sus esfuerzos por resucitar la cultura del Sacro Imperio Romano han sido olvidados. Recordar sólo la crueldad de Hitler es un error. Él es uno de los mejores ejemplos de hacia dónde conduce el fanatismo por la cultura imperial sacro-romana.

La mujer que monta a la bestia

Esta verdad se vuelve aún más importante cuando uno comprende que el Sacro Imperio Romano fue profetizado a levantarse siete veces, y que una de estas resurrecciones aún está por venir. Apocalipsis 17 lo describe como una poderosa bestia, un poder político-militar montado por una “gran ramera”, símbolo de una poderosa iglesia falsa. Esta profecía es explicada a fondo en nuestro folleto Alemania y el Sacro Imperio Romano por Gerald Flurry (solicítelo gratis).

Todavía hay una resurrección más antes de que Dios lo termine para siempre.

Con respecto al líder de esta última resurrección profetizada, la Biblia predice que en un tiempo “Luego pasará como el huracán, y ofenderá atribuyendo su fuerza a su dios” (Habacuc 1:11).

Hitler cambió de opinión al considerar los tesoros culturales de Viena. Este último líder profetizado también estará inmerso en la cultura europea.

“El próximo dictador será mucho más sofisticado—mucho más culto. ¡Pero él luchará contra Cristo!”, explica el Sr. Flurry en Daniel Unlocks Revelation (Daniel descifra Apocalipsis, disponible en inglés).

Vea también lo que el Sr. Flurry destaca sobre este hombre en su libro El nuevo trono de David: “El líder de este Sacro Imperio Romano actual y moderno, será guiado por un poder religioso que ha fornicado con los reyes de la Tierra. Él atribuirá su poder para hacer la guerra “a su dios” (Satanás el diablo). Este hombre adorará a Satanás en una forma que nadie más lo hace, ¡lo adorará directa y personalmente!”. ¡Aquellos que exaltan al Sacro Imperio Romano siempre realmente adoran al diablo! Esto es lo que Apocalipsis 13:4 profetiza: “y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia...”.

La historia muestra que los frutos de este imperio son grotescos. A pesar de la gran arquitectura y la buena música, hay algo terriblemente malvado en este imperio.

El origen de la cultura

Por supuesto que no hay nada de malo con amar la cultura. Dios dotó a la humanidad de mentes creativas capaces de producir arte e inventos maravillosos. Y ciertamente no toda la cultura europea es una incitación al mal. Sin embargo, la cultura del Sacro Imperio Romano es un excelente ejemplo de cómo se pueden mezclar el bien y el mal; y esto ha inspirado mucho mal.

Dios Mismo es el autor de una cultura verdadera y sana. Él participó en el establecimiento de una cultura sana en el antiguo Israel que impactó grandemente a este mundo. Los hombres usaron sus talentos creativos dados por Dios para crear hermosas obras de arte capaces de elevar el espíritu humano. Incluso hay evidencia de que gran parte de la cultura europea tuvo una base en la rectitud. Las crónicas austriacas indican que el patriarca hebreo Abraham pasó años en Austria antes de su conversión e instituyó en Austria el primer centro cultural de Europa. Más recientemente, por poner un ejemplo, Johann Sebastian Bach escribió música sublime que aún disfrutamos; y él le dio crédito al Dios Todopoderoso que le dio el poder de pensar y crear.

Podemos apreciar el talento musical, el diseño creativo y glorificar al Dios que dio esa habilidad. Pero a lo largo de los siglos, las personas también han creado mucho arte pervertido. Algunas de las obras de arte de Europa son realmente maravillosas; otras son grotescas. Si usted visita una gran catedral europea, verá ambos ejemplos.

¿Cómo es que el Sacro Imperio Romano ha inspirado esta mezcla de cultura buena y cultura pervertida? Para comprender verdaderamente, debemos estudiar el origen de toda cultura: la sala del trono de Dios.

Dios mismo es el origen de toda cultura verdadera y saludable. A través del poder creativo, Él creó una multitud de ángeles, uno de ellos llamado Lucifer. Todo lo que nos indica la Biblia es que este ser fue entrenado en la sala del trono de Dios, con la visión de llevar la luz, la cultura, la música y la gloria de Dios al universo (Ezequiel 28:14).

Sin embargo, Lucifer se rebeló (Isaías 14:13-14). Su nombre fue cambiado a Satanás, y buscó exaltarse a sí mismo por encima de Dios. Finalmente, su rebelión condujo a la destrucción universal.

Satanás todavía tiene un poder creativo impresionante, pero ahora usa sus habilidades para efectuar un mal indescriptible. Hasta el día de hoy, falsifica la sana cultura de Dios (Apocalipsis 12:9). En el Sacro Imperio Romano, él influyó en una gran cantidad de cultura producida dentro de su sistema y utilizó estas obras de arte para reafirmar el imperio. En lugar de glorificar a Dios, glorificó al imperio. Al mezclar el bien y el mal, Satanás fue capaz de elevar el espíritu humano e inspirar atrocidades. El pueblo y los emperadores creían que estaban luchando por una buena causa, pero Satanás pervirtió sus mentes.

Si bien vemos mucho abuso y perversión en la cultura europea, todavía hay rastros de buena cultura que realmente apuntan a Dios el Creador. Si bien la cultura falsificada de Satanás puede ser un camino directo para adorar el mal, la cultura verdadera y sana puede llevarnos a Dios. Simplemente podemos imaginar cómo será el mundo cuando todos los poderes creativos dados por Dios a la humanidad se usen para producir una cultura pura. Oremos por el día en que Dios restaurará la verdadera cultura a este mundo y al universo. 

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