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La gran lección del Salmo 22

La gran lección del Salmo 22

Mil años antes de la flagelación y crucifixión de Jesucristo, Dios dio al rey David una vívida visión de ese extraordinario sacrificio. David registró esta poderosa descripción de nuestro Salvador en el Salmo 22. Entienda la gran lección del Salmo 22.

Transcripción de La Llave de David

Hay un verso misterioso en el Evangelio de Mateo, y trata de un profeta que tiene algo que decir sobre este tema en el que se encuentra. Pero no menciona su nombre, y ni siquiera nos dice dónde está su mensaje en la Biblia. Es como si Mateo esperara que lo supiéramos, creo, o tal vez no pudiéramos entenderlo del todo. Así que tenemos que echar un vistazo a esa Escritura sobre este profeta y de qué trataba su mensaje porque, bueno, Mateo simplemente no nos lo dice. Pero sin duda nos muestra que necesitamos entender de qué se trata. ¿Quién es este profeta? ¿Y cuál es el asunto que es tan importante para él?

Si miran Apocalipsis 12 en verso 9, dice que el mundo entero esta engañado. Y ii Corintios 4 en verso 4 dice que este mundo adora al diablo, y Satanás es el dios de este mundo. Ahora, ¿cuántas personas realmente entienden eso y lo creen? Pero eso es lo que dice la Biblia.

Veamos Mateo 27 en verso 24. Esto es lo que dice: “Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros”.

Hagan ustedes el trabajo sucio.

Verso 29: “Y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! (30) Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza”.

Este es el verso 33: “Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera, (34) le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo”. Porque no era para beber, y era algo que estaban usando para perseguirlo.

Pero el verso 35 dice lo siguiente: “Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes”. Así que aquí está hablando del profeta, de su mensaje, pero no nos dice dónde está. Pero podemos ver con claridad cuando habla de las vestiduras allí, que ese es un verso de Salmos capítulo 22, escrito por el rey David.

Así que él es el profeta allí, y estaba hablando de la crucifixión de Cristo; de eso se trataba. Así que les digo, esto es una referencia explícita al Salmo 22 de David, y es una profecía sobre Su paliza y Su crucifixión, y pueden leerlo ustedes mismos. Pero no hay nada en el Antiguo Testamento que hable en detalle de la crucifixión de Cristo como lo hace ese capítulo, el Salmo 22. Y eso fue unos 1.000 años antes de la crucifixión. ¿Cómo sabía David todo eso? Bueno, lo veremos a medida que avancemos.

Pero aquí está el nombre que buscamos, y el mensaje; está justo ahí, en el Salmo 22, y quiero mostrarles la gran lección del Salmo capítulo 22. ¿Cuál es el gran mensaje que Dios quiere que saquemos de esto?

Echemos un vistazo al Salmo 22 en verso 18. El verso 18 dice: “Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes”. Eso es lo que les leí de Mateo 27 en verso 35.

Y pueden leer Juan 19 en verso 24, y habla de esto incluso más allí en el Evangelio de Juan. Y hay mucho en otros capítulos sobre la crucifixión. Isaías habla de que Él fue desfigurado más que ningún hombre, jamás. Así que fue una crucifixión como nunca antes habíamos visto o experimentado; fue ese tipo de crucifixión.

Si observan detenidamente el Salmo 22, verán que es más citado que cualquier otro Salmo en el Nuevo Testamento. Es la cita número uno del Nuevo Testamento, y creo que podemos ver por qué. Tiene una imagen de Pascua; están arrancando la carne de Cristo y exponiéndole de forma salvaje e inhumana. Todo se relaciona con la Pascua, todo lo que David dijo, o sea en detalle, se dice también mil años después. Fue escrito especialmente en los cuatro Evangelios. Y sin duda debemos verlo de cerca porque Dios realmente nos está advirtiendo sobre esta gran verdad que necesitamos entender para poder tener una buena vida espiritual.

Noten el verso 1 del Salmo 22. Esto es lo que dice: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?”. Aquí Cristo está en el madero o en la cruz, y había sido desamparado por Dios. ¿Qué está pasando? Realmente había sacudido bastante Su constitución lo que estaba pasando aquí. Este sufrimiento no era algo rutinario, de seguro.

Hace mil años, ¿cómo podía David entender esto? No podía buscar en algún lugar de la Biblia y encontrarlo, como podemos hoy en día en casi todo lo que Dios nos da. Mil años y tener todo así explícito como lo fue en los Evangelios, muestra que Dios reveló esto a David, y él no tenía ningún lugar para sacarlo de otro libro en la Biblia porque no había nada allí como lo que él estaba escribiendo en ese momento. Y realmente es algo que David sabía que necesitaba entender. Necesitaba entender lo que Cristo iba a hacer para pagar por nuestros pecados, y lo importante que era todo esto, y fue conmovido por ello.

Y entramos en eso hoy en la Pascua. Y si quieren saber más sobre eso, tenemos nuestro folleto Las fiestas santas de Dios.

Pero queremos llegar a la gran lección del Salmo capítulo 22, donde dice: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. Eso está en el primer verso. “¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?”.

Ahora echemos un vistazo a Mateo 27 en verso 46; dice lo mismo en su última parte. Dice: “Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz”, y luego dice: “… Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. ¿Por qué me has desamparado? Las mismas palabras que David había escrito mil años antes, así que Dios tuvo que estar revelándole muchas cosas y de una forma que no se nos suele revelar hoy en día.

Pueden consultar Marcos 15 en verso 34, dice lo mismo que David.

Y luego el Salmo 22 en verso 7, volvamos a eso. El verso 7 dice: “Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: (8) Se encomendó a [el Eterno]; líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía”. Puede ver el desprecio que sienten.

Y vayamos ahora a Mateo 27 en verso 39, y aquí de nuevo habla de lo que habló David en el Salmo 22. Verso 39: “Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, (40) y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz”. Así que baja de la cruz, o del madero en el que Él estaba. Y pueden ver eso en Marcos 15 en verso 29, Lucas 23 en verso 35. Pero, vean, así es exactamente la forma en que perseguían a Cristo en el Salmo capítulo 22. Si eres el Hijo de Dios, si lo eres, bueno, mira, baja de la cruz. Bueno, ahora, si Él hubiera bajado de la cruz, no habría sido el perfecto Hijo de Dios haciendo eso, ¡para nada! Así que Satanás siempre está tratando de tergiversar las cosas, ya sea que lo haga directamente o a través de los seres humanos.

El verso 43 dice esto: “Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios”. Él va por ahí diciendo que es el Hijo de Dios, y ellos le dicen: No, no lo eres. Por eso lo estaban condenando a muerte, por el mensaje que pronunció ante ellos. “Si el Padre le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. Así que esta gente tenía la misma mente del diablo en ese momento, y pueden verlo en Mateo 4, especialmente si quieren leer más sobre eso.

Pero Jesucristo se convirtió en pecado y momentáneamente fue desamparado por Dios porque se convirtió en pecado. Pagó por nuestros pecados, ¡para que pudiéramos entrar en el Reino de Dios por toda la eternidad! Así de importante es esto. Y si no lo entendemos, bueno, ¡seguro que así no podemos entrar en el Reino de Dios! Pero ¡sólo piensen en el precio que Jesucristo y Dios Padre pagaron por nuestros pecados! ¡Ese es el costo! Y Dios quiere que lo veamos cuando pecamos, y no es algo que debamos tomar a la ligera o ser tibios al respecto. Se trata de darnos cuenta de lo que Dios tuvo que hacer para pagar por ese pecado, y para que no tuviéramos que pagar por él y morir para siempre. Él quería que estuviéramos en Su Familia por toda la eternidad, y murió por nosotros, ¡y Dios nos ama tanto! Pero Él dice que tenemos que ver lo horrendo que es el pecado; no es algo para tomar a la ligera, eso es seguro.

Y el Salmo 22 habla de esta gran lección que vendrá muy pronto. Y los versos 4 y 5 dicen: “En ti esperaron nuestros padres; esperaron, y tú los libraste. (5) Clamaron a ti, y fueron librados; confiaron en ti…”. Vean, Cristo confió en Su Padre, y en el verso 6: “Mas yo soy gusano, y no hombre”; él mismo es un gusano, y todos lo somos como seres humanos. Si nos alejamos de Dios, morimos igual que un gusano, a eso equivale la vida, sólo vivimos un poco y morimos. Así es con un gusano. Dios quiere que entendamos lo que nos está dando, este gran mensaje.

Bien, pueden seguir adelante y puede que necesite leer un poco de esto más tarde si tengo tiempo. Pero les está mostrando aquí la confianza total que Cristo tenía en Su Padre.

Así que en el verso 15 dice que Cristo fue puesto “en el polvo de la muerte”. Al propio polvo de la muerte. Tuvo que morir por nuestros pecados, ¡y Sus huesos sobresalían de Su cuerpo golpeado! Ese es el verso 17. Estaba pagando por nuestros pecados.

Pueden ver en el verso 22 del Salmo 22 que Él alabó a Dios durante toda esa horrible paliza y crucifixión, y sin embargo no hacía más que alabar a Dios todo el tiempo. ¡Eso es algo digno de contemplar!

Y desde el verso 22 hasta el final de ese salmo, no hace más que alabar a Dios en el contexto de esta crucifixión. ¡Qué sacrificio por nuestros pecados! ¡Y haciendo posible que estemos en la gloria eterna por toda la eternidad!

Y luego continúa en el verso 27 hablando de todas “las naciones”. Esto es para todo el mundo, se den cuenta o no. Todo el mundo va a llegar a saberlo y a entenderlo, ¡porque el sacrificio era para todo el mundo! ¡Todos los que han vivido!

Quiero ir ahora a otra parte de esto que les muestra de qué se trata, y la gran lección que Dios quiere que aprendamos del Salmo 22. Y todo esto, por supuesto, le fue revelado a David. Él era un profeta, y Dios da nueva revelación a profetas y apóstoles; así es como funciona, sólo así. David era un profeta.

Fíjense en lo que dice en Hechos 2 en verso 29 [versión Revised Standard]: “Hermanos, les puedo decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. (30) Siendo, pues, profeta, y sabiendo que Dios le había jurado con juramento que pondría en su trono a uno de sus descendientes, (31) lo vio antes y habló de la resurrección del Cristo, que no fue abandonado al Hades, ni su carne vio corrupción. (32) A este Jesús resucitó Dios, y de ello todos somos testigos”. ¡Le vieron resucitar de entre los muertos!

Pero esta gente también dice abajo en el verso siguiente, verso 36 [vrs], dice en la última frase allí: “Este Jesús a quien ustedes crucificaron”. Esta gente estaba allí mismo, y crucificaron a Cristo. ¡Estaban involucrados! Y miren lo que está pasando aquí y vean lo que aprendieron muy profundamente por eso, y también es una lección para que aprendamos del Salmo 22, y él está hablando de eso aquí, también.

En el verso 33 [vrs] dice: “Siendo, pues, exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que veis y oís. (34) Porque David no subió a los cielos”.

Dice en el verso 35: “Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.

Y el verso 36 [vrs]: “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha hecho Señor y Cristo a este Jesús a quien ustedes crucificaron”. Eso lo hicieron ustedes mismos. Ahora bien, eran culpables de eso. ¡Fue algo horrible! Pero usted y yo también somos culpables de ello. Todos hemos condenado a Cristo a su muerte, le hemos hecho pagar este precio, si queremos estar en el Reino de Dios. ¡Todos estamos crucificando espiritualmente a Cristo cada vez que pecamos! Esa crucifixión tiene que pagar por ese pecado.

Ahora, aquí estamos entrando en la gran lección que necesitamos aprender. Hechos nos ayuda a entenderlo, pero estamos hablando de arrepentimiento, y estamos hablando de Cristo siendo golpeado y sufriendo horriblemente en la crucifixión en la carne, el Hijo y Dios el Padre estaban sufriendo a través de todo esto. Y el Padre sufrió aún más porque tuvo que ver a Su Hijo pasar por todo eso, y sin embargo sabía que tenía que hacerse si nosotros, Su familia de muchos hijos, venimos a la gloria, esto era lo que tenía que suceder. ¡No había otra forma! La ley tenía que cumplirse, y alguien tenía que pagar la pena. ¡Y Cristo lo ha hecho por nosotros!

Noten el verso 37 [vrs]: “Al oír esto, se les compungió el corazón y dijeron a Pedro y al resto de los apóstoles: ‘Hermanos, ¿qué haremos?”. ¿Qué haremos? “(38) Y Pedro les dijo: ‘Arrepiéntanse”, ¡arrepiéntanse! “y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados; y recibirán el don del Espíritu Santo. (39) Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los que están lejos”, para todos, “todos los que el Señor nuestro Dios llame”. “(40) Y testificó con otras muchas palabras y los exhortó, diciendo: ‘Sálvense de esta generación torcida”.

Hoy, como ven, está diciendo: Sálvense de esta generación torcida. ¿Está torcida hoy? ¿Hay una generación torcida hoy de la que necesitemos salvarnos? Porque, esto es exactamente por lo que estamos atravesando hoy en este mundo, y necesitamos la protección de Dios, necesitamos Su ayuda. Estas personas ayudaron a crucificar a Jesucristo, y luego de repente Pedro comenzó a enseñarles que Dios los había llamado a la verdad, y Pedro les enseñaba algo así como: ¡Bueno, ustedes se les compungió el corazón, pero ahora tienen que arrepentirse, realmente arrepentirse muy profundamente de sus pecados! ¡Y esto es verdad para todos nosotros!

Esta es la gran lección que Dios quiere que saquemos del Salmo capítulo 22. Verán, tenemos que ver lo que hemos hecho y lo que nuestros pecados están haciendo, ¡y tiene que compungir nuestro corazón! Para que seamos realmente conscientes de lo que hemos hecho. Como Job diciendo, Sí, me aborrezco a mi mismo. Después de que Dios terminó con él, no sólo dijo: ¡Me arrepiento de lo que hice, sino: ¡Me arrepiento de lo que soy!

Jeremías 17, verso 9: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso”. ¡Eso es lo que es el hombre! Tenemos que arrepentirnos de lo que somos, no sólo de lo que hicimos.