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La gloria del imperio

JULIA GODDARD/La Trompeta, TOBY MELVILLE/AFP VIA GETTY IMAGES, UNIVERSAL HISTORY ARCHIVE/GETTY IMAGES, CULTURE CLUB/GETTY IMAGES, DAVID LEVENSON/GETTY IMAGES, THE PRINT COLLECTOR/GETTY IMAGES (2)

La gloria del imperio

Gran Bretaña está avergonzada de su pasado imperial. Y no debería estarlo. ¡El tipo de imperio correcto puede tener un impacto noble y profundo en este mundo!

La historia está bajo ataque, y el Imperio Británico está en el epicentro de la tormenta.

Cualquier cosa que tenga que ver con un imperio está siendo condenada como algo malo. Las grandes figuras del Imperio están siendo derribadas.

El profesor Philip Murphy de la Universidad de Londres, dijo que Gran Bretaña está experimentando un nuevo tipo de política “en la cual el Imperio es casi el pecado original de Gran Bretaña, porque es racista por naturaleza y personifica todos los valores masculinos autoritarios que la izquierda está actualmente atacando”.

Sir Winston Churchill fue la figura más grandiosa del siglo xx, y quizás la personalidad más imponente que salió de Gran Bretaña en los últimos siglos. Aunque Churchill tuvo, y aún tiene, algunos críticos y detractores, pocos cuestionan el amor que tuvo por su país.

Él también está bajo ataque. Su estatua fue marcada de “racista”. Y para evitar el riesgo a más daños, el alcalde de Londres la cubrió.

Lo que más odian los manifestantes es el apoyo de Churchill al Imperio Británico. Un artículo en The Guardian lo llamó: “el entusiasta defensor de un sistema imperial racista”.

Incluso para los defensores de Churchill, su apoyo hacia el Imperio Británico es a menudo algo negativo, aunque superado por su heroica posición contra Adolfo Hitler.

¡La verdad es que una de las características más notables de Churchill fue su amor por el imperio! Fue este amor lo que le permitió resistir a Hitler. El amor por el imperio contiene una lección noble que, si la aprendemos, nos puede ayudar a resolver los grandes problemas que enfrentan nuestras naciones hoy.

En general Churchill aún es considerado un gran hombre. Fue un guerrero intrépido, un magistral estratega militar y líder. Fue un estadista brillante y un político listo. También fue un historiador excepcional, un orador elocuente, un pintor talentoso y uno de los filósofos más subestimados de la historia. Sobresalir en cualquiera de estos campos es suficiente para calificar a un hombre como grandioso, pero Churchill se distinguió en cada una de estas áreas.

¿Pero qué motivaba a Winston Churchill? ¿Qué lo motivó a dedicar prácticamente cada minuto de su vida a luchar por su nación? ¿Qué lo motivó a dominar las tácticas y estrategias militares? ¿Qué lo motivó a trabajar tan duro para poder convertirse en un gran orador público? ¿Qué lo motivó a soportar la intensidad que se vive en la vida política? Incluso en los últimos años de su vida, ¿qué lo motivó a producir artículos, columnas y libros?

¿Qué fue lo que motivó a Winston Churchill a convertirse en un gran hombre?

Hijo del Imperio

Winston Churchill nació en noviembre de 1874. En ese tiempo, la reina Victoria estaba en el trono real de Inglaterra, y el Imperio Británico estaba casi en la cima de su poderío y majestad global.

Durante el reinado de Victoria, el dominio mundial del Imperio Británico se expandió hasta convertirse en el imperio más grande de la historia. Aunque Gran Bretaña era una pequeña nación isleña, a fines del siglo xix se decía que el sol nunca se ponía en su territorio. Más de una cuarta parte de la población mundial (450 millones de personas) y más de 36 millones de kilómetros cuadrados del planeta formaban parte de sus colonias, territorios y protectorados. Gran Bretaña, con su supremacía marítima, asumió el papel de policía global y llegó a dominar la política mundial.

El inmenso territorio que el Imperio poseía para cosechar recursos naturales le trajo una gran riqueza. Poseer una cantidad tan grande del planeta le permitió a Gran Bretaña desarrollar un poder incomparable en el comercio global y le otorgó una influencia significativa sobre las economías de muchos países. A los puertos de Gran Bretaña llegaban barcos de todo el mundo con materias primas y mercancías que alimentaban la economía local. Esta riqueza respaldó una era de avances científicos, industriales, culturales y militares en el Reino Unido.

Fue en este ambiente de grandeza imperial en el que creció Winston Churchill. Raymond Callahan explica en su libro Churchill y sus generales el impacto que tuvo el Imperio Británico en la maduración mental, intelectual y moral de Churchill: “La hostilidad de Churchill hacia el bolchevismo en el extranjero y el socialismo dentro de Inglaterra tuvo su paralelo en su reacción al nacionalismo en el Imperio. Él había crecido durante el tardío incremento victoriano de la construcción del Imperio. Tenía 8 años cuando Gran Bretaña ocupó Egipto, 11 cuando Gordon cayó en Jartum, y estuvo presente cuando en 1898 Gordon fue vengado en Omdurmán. El Imperio que había conocido de joven siempre le pareció parte del orden natural de las cosas…” (énfasis mío en todo).

Churchill amaba apasionadamente al Imperio Británico, más que a cualquier otra cosa en su vida. Él quería que el Imperio fuera parte del orden natural de las cosas. Callahan continúa: Fue “un pilar benéfico e indispensable para la grandeza y el poderío británico. Sin embargo, toda su carrera política se desarrollaría en una era de desafío y disolución para el dominio imperial”. ¡Cada minuto de la vida de Churchill, cada decisión y táctica, cada nueva ley, cada columna y libro, surgió de su devoción al Imperio Británico!

Es fácil simplificar el amor de Winston Churchill por el Imperio. No lo amaba simplemente porque era inglés, por su poderío y riqueza o porque gobernaba a decenas de millones de personas. Los escritos de Churchill demuestran que su amor por el Imperio era mucho más profundo. En su devoción había una dimensión desinteresada, altruista y noble.

Winston Churchill quería compartir el Imperio Británico con el resto de la humanidad.

Imperio con un propósito

Churchill creía que el Imperio Británico tenía un propósito más grande. Durante la II Guerra Mundial, una vez declaró: “Pase lo que pase en el Continente, no podemos dudar de nuestro deber, y ciertamente usaremos todo nuestro poder para defender la isla, el Imperio y nuestra causa”. Quizás la mayoría de sus compatriotas luchaban sólo por Inglaterra o por la Mancomunidad británica. ¡Pero Winston Churchill estaba luchando por la humanidad!

Los historiadores han destacado cómo Churchill hablaba del destino especial de Inglaterra. El diccionario Merriam-Webster define destino como “algo a lo que está destinada una persona o cosa; un curso predeterminado de eventos que a menudo se considera un poder o intervención irresistible”. Churchill nunca fue un hombre muy religioso. Pero a medida que envejecía, empezó a creer en la presencia de un Poder Superior y en una gran estrategia que se estaba llevando a cabo en la Tierra.

En una ocasión, Churchill anunció: “No me he convertido en el primer ministro del rey para presidir el final del Imperio Británico”. Lord Moran, médico de Churchill y compañero cercano desde 1940 hasta 1965, dijo acerca de esa declaración: “No fue sólo bravuconería. Él estaba afirmando una fe por la cual estaba preparado para dar su vida, y lo demostró durante toda su existencia”.

Después, el Dr. Moran declaró: “Si Winston ha creído en algo en el transcurso de su larga vida, ha sido en el Imperio Británico y en todo lo que éste representa”.

Las ambiciones de Churchill eran más grandes y más nobles porque él llenaba su mente con pensamientos basados en el Imperio. Esto expandió su capacidad para dar desinteresada e incansablemente, y para sacrificar y hacer lo que fuera necesario para crecer y preservar ese Imperio.

El autor e historiador Kirk Emmert analizó la devoción de Churchill en su excelente libro Winston S. Churchill sobre el Imperio, y escribió: “La palabra ‘Imperio’ en el título debe ser vista desde una multitud de niveles. La gloria del Imperio Británico fue su servicio a una causa que trascendió a Gran Bretaña, que trascendió la historia, y trascendió al tiempo mismo”.

Por supuesto que el Imperio Británico no estuvo cerca de ser perfecto; hubo muchos errores e injusticias. Pero enfáticamente no fue ese poder cruel, malvado e inhumano que muchos en la actualidad piensan que fue.

Emmert escribió que, desde el punto de vista de Churchill, el Imperio Británico actuó para “elevar la vida humana del barbarismo y el salvajismo hacia la civilización y la excelencia humana”. En muchos casos, eso es exactamente lo que hizo. Era, como Churchill creía, ¡una poderosa fuerza civilizadora que beneficiaba a toda la humanidad!

El imperio que el mundo necesita

En su libro Empire, el historiador y profesor de Harvard, Niall Ferguson, explica en detalle las buenas obras del Imperio Británico. A pesar de las amplias críticas hoy en día, él escribe: “el hecho es que ninguna organización en la historia ha hecho más para promover el libre comercio de bienes, capital y mano de obra como el Imperio Británico en el siglo xix y a principios del siglo xx. Y ninguna organización ha hecho más para imponer las normas occidentales de ley, orden y gobernabilidad en todo el mundo”.

Ferguson hace un excelente trabajo argumentando que “el mundo que conocemos hoy es en gran medida producto de la era imperial de Gran Bretaña”. Él documenta las enormes contribuciones que ésta le brindó a las tierras que colonizó, y a la humanidad en general; contribuciones que incluyeron el idioma y la literatura inglesa, las disposiciones inglesas de propiedad de tierras, la banca inglesa y escocesa, la Ley Común, los deportes en equipo, las asambleas representativas y los conceptos modernos de independencia y libertad.

Todas estas cosas que los británicos compartieron con la humanidad durante su gobierno global están arraigadas en los valores judeocristianos.

¿No es algo bueno que un imperio aleje a la humanidad del salvajismo y la guíe hacia la excelencia humana? ¡Este mundo necesita ese tipo de imperio!

Incluso los padres fundadores de EE UU, a pesar de su hostilidad hacia muchos aspectos del dominio británico, reconocieron las enormes contribuciones que Gran Bretaña aportó a la visión moral del hombre. En junio de 1783, George Washington escribió: “La base fundamental de nuestro imperio no fue establecida en una era oscura de ignorancia y superstición, sino en una [época] en la que los derechos de la humanidad se entendían mejor y se definían con mayor claridad que en cualquier otro período anterior…”.

El 10 de julio de 1833, Lord Macaulay declaró en un discurso ante el Parlamento británico: “Hay un imperio exento de todas las causas naturales de decadencia. Ese imperio es el imperio imperecedero de nuestras artes, nuestra moral, nuestra literatura y nuestras leyes”. Cuando Churchill entró a la escena décadas más tarde, su punto de vista era prácticamente el mismo. Estos hombres creían que Gran Bretaña tenía un sistema único y especial de leyes, valores y moral, y querían compartirlos con el resto de la humanidad.

¡Contraste ese ideal con lo que usted ve ahora, cuando las principales exportaciones de Gran Bretaña son el vandalismo desaforado, amoral y ebrio! Debería exportarse la moralidad recta y las leyes justas a todo el mundo. Pero es una pena terrible que, en lugar de eso, EE UU y Gran Bretaña, propaguen una profunda corrupción y una plaga de maldad.

Emmert explicó que Churchill creía que: “el mayor propósito del imperio [es] fomentar la civilización”. Era la esperanza y creencia de Churchill que el Imperio Británico, basado en un sólido sistema legal y moral, mejoraría el carácter de los líderes y súbditos de Gran Bretaña. Nunca lo hicieron perfectamente, ¡pero lo hicieron mejor que cualquier otro pueblo o imperio!

Churchill dijo: “El verdadero imperialismo… desarrolla la hombría” (énfasis mío). Hoy, eso sería políticamente incorrecto, ¡pero sigue siendo muy cierto! El verdadero imperialismo—la expansión de un imperio enraizado en la ley y la moralidad—crea hombres y mujeres de calidad. Churchill era un hombre masculino, un individuo valiente y desinteresado. En gran medida, fue el Imperio Británico lo que lo convirtió en un verdadero líder, uno de los más grandes de nuestro tiempo.

‘Ingleses pequeños’

Churchill siempre tuvo sus detractores. A menudo los llamaba “ingleses pequeños”. Estas personas querían deshacer el Imperio, ponerle un fin y vivir en aislamiento. Churchill creía que tal retirada del panorama mundial tendría terribles consecuencias.

Emmert escribió: “Cuando se oponía tanto a los ingleses pequeños como a los imperialistas descontrolados, él defendía lo que consideraba una comprensión moderna y esencialmente política del imperio”. “Al contrario de los críticos actuales del imperialismo, Churchill argumentaba que un gobierno imperial debidamente constituido promovía la civilización, ya que mejoraba tanto a los gobernantes como a los gobernados y preparaba a los gobernados para el autogobierno”.

Churchill advirtió a los “ingleses pequeños” que sus deseos de retirarse y vivir en aislamiento era un sueño, ¡y que inevitablemente tal pensamiento traería conflicto!

Lea estas palabras de Churchill durante la Batalla de Dunkerque: “Lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y los océanos. (...) Entonces nuestro Imperio más allá de los mares, armado y custodiado por la flota británica, continuará la lucha hasta que, en el buen tiempo de Dios, el Nuevo Mundo, con todo su poder y fuerza, salga al rescate y liberación del viejo”.

Churchill no veía al Imperio Británico como una fuerza conquistadora. Lo veía como una fuerza de libertad, justicia y civilización, ¡y lo fue!

¡Esa convicción profunda en el imperio hizo grandes cosas para la humanidad!

¿Dónde encuentra usted ese espíritu hoy en Gran Bretaña? Si Churchill la visitara hoy, creo que estaría horrorizado, profundamente entristecido y avergonzado por la situación actual de la nación a la que dedicó su vida en servicio.

De hecho, ¡apenas la reconocería!

El punto de vista de Dios sobre el imperio

Ciertamente la historia humana ha producido algunos imperios muy malvados. En lugar de civilizar al mundo, algunos lo han hecho más cruel y violento. Según la profecía bíblica, el imperio más brutal de todos surgirá justo antes de la Segunda Venida de Jesucristo, ¡y hoy ante nuestros ojos lo podemos ver surgir en Europa! En la actualidad, se disfraza de sofisticación, pero pronto volverá a su brutalidad histórica.

Esa historia grotesca ha contribuido a la imagen perversa que muchas personas tienen hoy cuando piensan en un imperio, especialmente entre los intelectuales y académicos de Occidente. Sin embargo, la existencia de estos imperios crueles no cambia el bien que un imperio civilizador puede aportar. Y la manera cínica en la que los eruditos hacen ver al Imperio Británico es muy deshonesta y engañosa.

En esencia, ¿es inmoral tener un imperio? No. No hay nada malo con un imperio si es que aporta bienestar. Ciertamente, ¡el tipo correcto de imperialismo puede lograr grandes cosas!

De hecho, si usted comprende el evangelio que Jesucristo trajo a la Tierra (noticias anticipadas de Dios el Padre sobre el venidero Reino de Dios), ¡fue en esencia un mensaje imperialista!

¡El Reino de Dios podría llamarse con certeza el Imperio de la Familia Dios!

Dios tiene un plan para sacar a la humanidad de la crueldad y el salvajismo y elevarla a la civilización y la excelencia. Él tiene una estrategia para difundir la moralidad recta y las leyes justas. ¡Él tiene la intención de cumplir el noble propósito de fomentar el tipo correcto de civilización para el beneficio del mundo entero!

Hoy en día, Dios está formando las bases fundamentales de ese futuro imperio. Él está preparando un pueblo—Su Iglesia—que estará listo cuando llegue el momento en que Jesucristo sea coronado como Rey de reyes y Señor de señores.

¿Es usted alguien a quien Dios podría usar para ese noble propósito? ¿Dedicaría su vida a la mayor causa de todas?

Piense en esta declaración que James Anthony Froude escribió en su libro Oceana: “Un hombre (...) que es más que sí mismo, que es parte de una institución, que se ha dedicado a una causa (o es ciudadano de una potencia imperial), se expande al alcance y la plenitud del organismo más grande; y entre más grande es la organización, más grande e importante es la unidad a la que sabe que pertenece. Sus pensamientos son más abundantes, sus intereses menos egoístas, sus ambiciones más amplias y nobles. (...) Una gran nación produce grandes hombres, una pequeña nación produce pequeños hombres”.

Froude estaba hablando del Imperio Británico. Churchill y muchos otros fueron una prueba viviente de esa declaración. Ese gran Imperio los ennobleció y les prendió fuego a sus imaginaciones.

¡Pero la observación de Froude es infinitamente más certera sobre el imperio que Dios Mismo está estableciendo! Este imperio perfecciona tanto a gobernantes como a gobernados. Mientras más lo comprendamos y le confiemos nuestras pasiones, ¡nuestros intereses serán menos egoístas, nuestros pensamientos serán más amplios y nuestras ambiciones serán más nobles!

¡Después de todo, éste es el Imperio de Dios! Es el esfuerzo más grande, maravilloso e inspirador que jamás haya existido. Ninguna nación o reino en la Tierra producirá nunca mejores hombres y mujeres que el Reino de Dios, ¡y usted puede unir sus fuerzas a este Imperio incluso hoy mismo! ▪