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La cumbre sobre el clima no se trató sobre el clima

Martin Bureau/AFP/Getty Images

La cumbre sobre el clima no se trató sobre el clima

Si usted piensa que las conversaciones de París fueron sólo sobre emisiones de dióxido de carbono y de salvar el planeta, yo tengo un poco de aire que me gustaría venderle.

Cuando el presidente de Estados Unidos, Barack Obama llegó a la Conferencia de las Naciones Unidas 2015 sobre el Cambio Climático en París, él comenzó pidiendo disculpas al mundo por cómo su país ha contribuido a causar el calentamiento global. Él dijo: he venido “como el líder de la economía más grande del mundo y el segundo mayor emisor para decir que EE UU no sólo reconoce su papel en crear este problema sino que asumimos nuestra responsabilidad de hacer algo al respecto”.

Dos semanas después, con un documento de 32 páginas en su mano, el Presidente dijo que la reunión había sido un “punto de partida” para el mundo —y un momento decisivo para su administración. “El pueblo estadounidense puede estar orgulloso”, dijo el presidente Obama. “Porque este acuerdo histórico es un tributo al liderazgo norteamericano. Durante los últimos siete años, hemos transformado a Estados Unidos en el líder global en la lucha contra el cambio climático”.

Este acuerdo sobre el cambio climático quizás sea finalmente muy “transformador,” como dijo el Presidente pero, tristemente, no en la manera que la mayoría de las personas piensan.

¿Cuál fue el acuerdo que hicieron?

El acuerdo llama a mantener la temperatura promedio global a menos de 2 grados centígrados por encima de los niveles pre-industriales, y adoptar esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura a 1,5 grados por encima de los niveles pre-industriales.

Para lograr esto, los países acordaron “llegar al punto máximo de las emisiones de gas de efecto invernadero lo más pronto posible”. Esos países supervisarán e informarán sobre las emisiones de gases de invernadero usando un sistema global estandarizado. Y presentarán planes de acción para reducir la contaminación de efecto invernadero. Además, las naciones se reunirán cada cinco años para reportar su progreso. Acordaron crear también un comité de monitoreo global para verificar los reportes. Las naciones ricas acordaron proporcionar por lo menos $100 mil millones de dólares por año para abordar el problema.

“No se equivoque, el acuerdo de París establece el marco perdurable que el mundo necesita para solucionar la crisis climática”, dijo el presidente Obama.

Pero aquí existe un gran problema; es decir, suponiendo que la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero estabilizará el clima mundial. El problema es que solo naciones como Estados Unidos y aquellas en Europa quizás estén comprometidas a reducir sus emisiones de dióxido de carbono, pero gran parte del resto del mundo no lo está, y no existe un mecanismo para hacerlas cumplir.

Este acuerdo tan alardeado no tiene ninguna obligación legal de ningún modo, excepto que las naciones han acordado informar cuánto gas de efecto invernadero emiten. Las naciones pueden presentar cualquier plan de reducción de emisiones que ellas quieran. Pueden ser ridículamente bajas, como el plan de Rusia. O pueden ser como el plan de India, el cual básicamente incluye sólo el aumento de las emisiones en el futuro previsible. India ha dicho abiertamente que no va a cambiar sus planes de duplicar el uso de carbón para 2020. La India es el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo. Arabia Saudita, Nigeria y el resto de las naciones exportadoras de petróleo también tienen poco interés en limitar el uso de combustibles fósiles. Y China, aunque en esta ocasión parece haber revertido su posición sobre la reducción de gases de efecto invernadero (esto podría ser parte del precio que acordó pagar para que su moneda fuera incluida en la canasta de monedas internacionales del fmi), pocas personas realmente creen que hable en serio acerca de hacer recortes significativos.

Y esta, es la parte más absurda: las naciones en desarrollo como China e India están autorizadas a revisar sus metas a medida que avanzan. De hecho, cada nación puede hacerlo.

Así que surge la siguiente pregunta: con un acuerdo así de absurdo, ¿qué se logró realmente?

Contrario a la creencia común, detener “el calentamiento global creado por el hombre” es sólo un aspecto de las conversaciones.

El presidente Obama, por ejemplo, dijo que firmar un acuerdo climático para reducir las emisiones de carbono fue la mejor manera de combatir el terrorismo del Estado Islámico en Siria e Irak. Él dijo que sería un “acto de desafío” contra el terrorismo.

Pero de hecho, las conversaciones tampoco fueron sobre detener el terrorismo. O sobre salvar a los osos polares; o detener que pequeñas islas en el Pacífico desaparezcan. Fueron sobre mucho más.

La conferencia fue sobre dinero, poder, y principalmente sobre encender una revolución.

Revolucionando el sistema

En febrero, Christiana Figueres, secretaria ejecutiva de la convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, reveló la verdadera motivación detrás de las conversaciones sobre el clima en París. “Esta es la primera vez en la historia de la humanidad que nos estamos poniendo la tarea de forma intencionada, dentro de un período de tiempo definido, de cambiar el modelo de desarrollo económico que ha estado reinando durante al menos 150 años, después de la Revolución Industrial”, dijo ella. “Esta es probablemente la tarea más difícil que jamás nos hayamos propuesto; la tarea de transformar intencionalmente el modelo de desarrollo económico por primera vez en la historia humana” (énfasis agregado en todo).

La cumbre sobre el clima en París fue sobre revolucionar el sistema económico del mundo. ¿Qué sistema es este? El capitalismo.

El Papa Francisco dijo en el primer día de las conversaciones que el mundo se dirige hacia el “suicidio” si no se llega a un acuerdo sobre el clima. “África es una víctima”, dijo. “África siempre ha sido explotada por otros poderes… hay algunos países que quieren sólo los grandes recursos de África. …África es [un] mártir, un mártir de la explotación de la historia”.

Como resultado, África está “sumida en la pobreza [e] injusticia social”, agregó. Esto tiene que cambiar.

Y ¿a qué condena Francisco como el autor principal de la explotación, la contaminación y otras fechorías? El capitalismo ha aumentado la desigualdad y ha causado la destrucción del ambiente por “ganancia a cualquier precio”, dijo Francisco a una multitud a principios de este año. El capitalismo es “el estiércol del diablo”.

El Papa fue sólo una de las poderosas fuerzas detrás de la cumbre de París.

Observe varias de las protestas sobre el cambio climático que han tenido lugar alrededor del mundo. Están llenas de anti-capitalismo, activistas abiertamente comunistas y socialistas. Y estas personas no son sólo simpatizantes; ellos son los organizadores de las protestas.

¿Eco-socialistas o eco-comunistas?

“Lo que parece haber sucedido”, informó el National Post, “es que la extrema izquierda internacional, habiendo sido derrotada de manera contundente con el colapso de la Unión Soviética y del comunismo internacional, se ha adherido al movimiento ambiental, usurpando las posiciones principales que van desde la observación de aves, la recolección de mariposas y organizaciones de conservación, y lleva su cruzada anticapitalista y anarquista bajo la cubierta del eco-Armagedonismo” (5 de diciembre de 2015).

“Cambio del sistema, no cambio del clima”, es el mensaje detrás de este movimiento. Este es un llamado para la revolución. Muchos de estos activistas se llaman a sí mismos “eco-socialistas”. Y sus demandas son reveladoras.

Muchas de estas demandas provienen de los más altos niveles de gobierno.

Considere a Van Jones. Él fue el “consejero especial” del presidente Obama para los “empleos verdes”. Él fue la cara del movimiento responsable de ayudar a crear más empleos amistosos con el medioambiente o de trasformar trabajos destructivos del ambiente. Esa era su agenda oficial.

Pero Jones tenía una agenda no oficial muy diferente (en tiempo pasado, ya que él fue forzado a renunciar una vez que algunos de sus puntos de vista más radicales se hicieron públicos). Jones es un comunista confeso. Promueve la justicia social (usando el poder del gobierno para redistribuir enérgicamente la riqueza y darles privilegios especiales a grupos de minorías para compensar los errores del pasado) y habla del eco-apartheid [segregación ecológica] de cómo la gente blanca obtiene todos los beneficios de la energía verde.

En 2009, refiriéndose a la conferencia Cambio del Poder, de jóvenes por el cambio climático, Jones dijo que EE UU necesitaba renovar completamente toda la economía para crear justicia para todos. “Vamos a cambiar todo el sistema” dijo. “Queremos un nuevo sistema (…) Vamos a cambiar todo por completo”.

Para los políticos actuales en Washington, crear una economía verde es mucho más que detener el calentamiento global. Calentamiento global (o cambio climático, como ha sido ahora renombrado) es sólo un catalizador. La agenda real es mucho más grande.

La agenda está parcialmente revelada en el currículum de Jones. Él es un miembro fundador de storm (Standing Together to Organize a Revolutionary Movement, = Firmes y Unidos para Organizar un Movimiento Revolucionario), la cual es una organización marxista radical. En una de sus publicaciones, storm afirmó que admiraba “las tradiciones revolucionarias del comunismo del Tercer Mundo en donde encontró modelos valiosos y estimulantes para el cambio revolucionario”.

Es muy revelador que una persona tan radical fuera personalmente elegida por el presidente Obama para ayudar a hacer verde la economía de EE UU. Él fue escogido para un trabajo que encaja perfectamente con su currículum. Ese trabajo es el cambio revolucionario.

Cambio del sistema, no cambio climático

Como orador principal en el masivo Rally Climático del Pueblo el año pasado en Oakland, California, dijo: “Lo que estamos enfrentando es un problema global. El de un conflicto entre dos sistemas. Primero está el sistema ambiental, el cual sostiene la vida en la Tierra. Después está el sistema económico capitalista, el que está atacando la estabilidad de nuestro ambiente. ¡El capitalismo y un ambiente sano no pueden coexistir! (...) Vamos a tener que interrumpir y transformar el sistema capitalista. Por eso es que decimos: ‘¡Cambio del sistema, y no cambio climático’”!

En estas palabras, el secuestro comunista del movimiento ambiental se vuelve sorprendentemente obvio. Hubo un movimiento que argumentó que las empresas deberían contaminar menos. Ahora ha sido dominado por gente que dice que no debería haber corporaciones. Alguien reconoció algo valioso en el movimiento ambiental: el poder. Poder para derrocar a todo el sistema Occidental.

De acuerdo a algunos ecologistas, e incluso a muchos de los principales líderes de Estados Unidos, su sistema económico está enraizado en el colonialismo y la esclavitud y basado en la explotación. Y necesita ser completamente destruido antes de que un nuevo sistema pueda ser reconstruido.

Este es el movimiento de cambio climático abiertamente anti-capitalista y anti-EE UU que llevó a administraciones anteriores a rechazar las conversaciones del Protocolo de Kioto y otros acuerdos ambientales.

Estados Unidos no tiene nada que ganar en estas conversaciones; a menos que usted crea que su sistema necesita ser completamente derribado y revolucionado. O a menos que usted crea que en este mundo EE UU es una fuerza del mal y que es definido por sistemas de opresión. O a menos que usted crea que algo más colectivista y más autoritario sería una mejora.

Desde una perspectiva económica global, esta cumbre en París no va a producir ningún ganador. Porque cualquier trato implica la transición de combustibles fósiles a algo más costoso, menos confiable, energía verde menos poderosa. Los costos ascenderían a los billones de dólares. Y no existe garantía de que los recortes fueran suficientes, o que tuvieran algún efecto en el clima después de todo. Y tristemente, las naciones más pobres van a ser obligadas a pedir prestadas grandes sumas de dinero procedentes de China y de Occidente para construir proyectos de energía verde fuera de su alcance. Una vez más, África y América del Sur tendrían sus recursos explotados para pagar todas sus deudas.

Pero habrá ganadores y perdedores relativamente hablando.

Ganadores y perdedores

Estados Unidos es una potencia económica y de energía. Es un líder mundial en el carbón, petróleo y recursos de gas natural. Las fuentes de energía son tan abundantes que los costos están cerca de lo más bajo en varias décadas. De los 3 mil millones de barriles de petróleo en existencia disponibles en el mundo, más de 2 mil millones están ubicados en EE UU, de acuerdo a la Agencia Internacional de Energía. Esta energía barata y abundante le da a la nación una enorme ventaja económica sobre otras naciones. Mantiene bajos los costos de la calefacción y el transporte; alimenta la industria y subsidia el nivel de vida. Y quizás igualmente importante es que el costo de todo ese petróleo, gas y carbón permanece mayormente en casa, construyendo la economía y creando trabajos.

Desde el punto de vista de la competencia, limitar el uso de combustibles fósiles tiene poco sentido para EE UU. Pero para Europa, podría ser una gran ventaja.

Para Europa y sus recursos limitados, los combustibles fósiles son costosos e importados; lo que significa que el dinero se va a los saudíes o a los rusos. Esta es en parte la razón por la que Europa ha aceptado más rápido la menos confiable y más costosa energía verde. Simplemente está cambiando de una fuente de energía de alto costo a otra igualmente costosa; excepto, que en lugar de enviar euros a Rusia por gas, los manda a Alemania o España por turbinas de viento.

Las empresas europeas ya están pagando altos precios por la energía. En Alemania, el costo por la electricidad es más o menos el triple que en Estados Unidos. Si EE UU quiere perjudicarse voluntariamente, mucho mejor desde una perspectiva de competencia económica europea.

¿Y qué pasa con los chinos? China importa muchos combustibles fósiles a precios mucho más altos de lo que cuestan en Estados Unidos. Así que al igual que Europa, para ellos, habría menos impacto económico al hacer el cambio. Además, China se ha convertido en el primer centro manufacturero solar del mundo. Así que reducir su dependencia del carbón importado desde Australia, por ejemplo, vendría con el beneficio de gastar el dinero liberado en casa, en productos solares producidos domésticamente. China también se está convirtiendo en el líder en la fabricación de turbinas de energía de viento. Así que esta industria también se beneficiaría.

Pero no hay modo que China sacrificaría su crecimiento económico para reducir las emisiones de carbono, especialmente si corre el riesgo de tener desórdenes sociales.

China tiene cientos de millones de personas muy pobres que no tienen los medios para una electricidad más costosa y menos confiable. De acuerdo al Instituto para la Investigación de la Energía, China actualmente está construyendo una planta de energía a carbón cada siete a 10 días. Este es un ritmo pasmoso. Aunque se atrasara la construcción de estas plantas, en la actualidad ellos utilizan casi cuatro veces más carbón que en Estados Unidos. Y con la dramática desaceleración económica de China en los últimos meses, cualquier cambio no será fácil.

Desde una perspectiva económica (excluyendo los costos hipotéticos debido al empeoramiento teórico del clima), las conversaciones en París no tienen mucho sentido para EE UU, pues son una proposición de perder, encima de perder. Europa y China, los dos más grandes competidores de EE UU también pierden, pero pierden mucho menos. Para ellos, el campo de juego económico se nivelaría. Así que desde su perspectiva geopolítica, hay un lado positivo.

Todos necesitamos aire limpio. La contaminación no es algo bueno. Y Estados Unidos ha hecho grandes avances en la protección del medioambiente. Si el movimiento sobre el calentamiento global/cambio climático fuera solamente sobre encontrar formas de reducir y eliminar la contaminación, sería una buena causa. El capitalismo y el conservacionismo no son mutuamente excluyentes.

Pero el movimiento ha sido secuestrado. Ahora está siendo piloteado por activistas, incluyendo a muchos estadounidenses poderosos cuyo principal objetivo es derribar el sistema estadounidense. Se trata de un trabajo desde adentro.

Existe un peligro intenso en el movimiento por el cambio climático global. Este movimiento puede haber sido alguna vez acerca de cómo mejorar el medioambiente, y teóricamente detener el nivel de los océanos para no inundar las costas, pero se ha transformado en algo que busca derribar por completo el sistema económico mundial. Y eso significa comenzar con Estados Unidos.  

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