Reciba nuestro boletín gratis

Guerra de divisas: arrastrando al mundo hacia la Tercera Guerra Mundial

Gary Dorning/Posaune

Guerra de divisas: arrastrando al mundo hacia la Tercera Guerra Mundial

Los ecos de 1934 están retumbando con creciente intensidad.

En 1934, el presidente de Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt prohibió la propiedad privada de oro. Después de confiscar miles de millones en lingotes, Roosevelt sorprendió al mundo al revaluarlo. Una onza de oro, que previamente costaba $20,67 dólares, de repente subió a $35. De la noche a la mañana, Roosevelt devaluó el dólar en un 69 por ciento.

El presidente le dijo a la nación que se trataba de un esfuerzo radical para estimular la economía de Estados Unidos. Un dólar más barato reduciría el costo de las exportaciones de Estados Unidos y ayudaría a sus empresas a vender más productos al resto del mundo, dijo él. Fluiría más dinero hacia Estados Unidos, y se crearían más empleos.

La medida funcionó. Pero también hizo que el mundo diera un paso gigantesco más cerca de la guerra.

Desde el punto de vista del mundo, las acciones del presidente Roosevelt se sintieron como una completa andanada económica diseñada para robarse una mayor tajada de una economía global en estancamiento. Para el mundo, ¡esto fue otro bombardeo, aunque mucho mayor, en una guerra continua de divisas y comercio! Y éste respondió, haciendo lo mismo.

Hoy los cañones económicos de 1934 están retumbando una vez más. La economía mundial está estancada. China, Europa y Estados Unidos enfrentan un lento crecimiento. Los precios de los bienes han caído y la demanda de materiales está reducida a escombros. Mientras tanto, la deuda mundial se está yendo hasta las nubes y los mercados de acciones están desestabilizados. Las naciones desesperadas están haciendo todo lo que pueden, incluso destruyendo sus propias monedas, para estimular sus economías y mantener a raya las fuerzas internas disociadoras.

¿Será posible realmente que otra vez estemos yendo hacia una guerra mundial? Los paralelos son ominosos.

La sorpresa de China para el mundo

En este tenso clima, el 11 de agosto China sorprendió al mundo iniciando la devaluación más grande del yuan en un solo día en la historia de China.

Y este fue solo el disparo de advertencia. Durante los días siguientes, el yuan cayó a una velocidad sin precedentes, rompiendo los récords de depreciación de muchas décadas. La medida fue particularmente significativa porque, en las últimas décadas, China se ha asegurado de que el valor del yuan siga de cerca al dólar.

La caída del yuan rápidamente movilizó a otras naciones a la acción. Kazajistán y Vietnam anunciaron que devaluarían sus monedas en respuesta. La India, la segunda nación más poblada del mundo, ni siquiera hizo un anuncio oficial antes que depreciara la rupia. Turquía dejó que su lira cayera durante el tiempo récord de cinco días.

La indignación internacional fue alta y clara, y obtuvo una respuesta de China. El 16 de agosto, Ma Jun, el jefe economista del Banco del Pueblo de China, enfáticamente le garantizó al mundo que el gobierno chino no tenía “intención ni necesidad de participar en una guerra de divisas” y dijo que cualquier comentario afirmando lo contrario era “completamente injustificado e infundado”.

Esta negación fue vista como una confirmación de que China ya había entrado oficialmente a la lucha mundial de divisas, y que la guerra se dirigía a una fase nueva, y potencialmente mucho más devastadora.

El exembajador de Estados Unidos en China Jon Huntsman le dijo a cnn que la gente está “muy, muy frustrada” con la política de devaluación deliberada de China. “China ya no es un participante promedio en la economía global. Ellos son la segunda economía más grande del mundo. Y cuando se tiene una devaluación del 2 por ciento de golpe, automáticamente habrá un mayor costo cargado a las exportaciones desde Estados Unidos al Asia, que es uno de nuestros mayores mercados de exportación; sin mencionar el impacto que se tendrá en la región” (16 de agosto).

En el curso de 8 horas, los productos chinos quedaron 2 por ciento más baratos de lo que valían antes de que los mercados de divisas abrieran ese día. Y durante el transcurso de una semana ya eran el 4,8 por ciento menos caros.

¿Adónde irán a estar en un mes o un año? ¿Pueden los exportadores estadounidenses sobrevivir a una guerra así?

Dentro del gobierno de China, Reuter citó a “voces poderosas” anónimas que sugirieron que el yuan necesitaba caer en un 10 por ciento. El 12 de agosto, Morgan Stanley predijo una caída del 15 por ciento.

Si esto ocurre, habrá represalias. El bombardeo de la moneda china no está sucediendo en el vacío, así como tampoco sucedió en el vacío la acción del presidente Roosevelt de devaluar y vetar la propiedad privada del oro.

La guerra de divisas precede a la Guerra Mundial

Los eventos que llevaron a la segunda Gran Guerra comenzaron en un mundo de grandes excesos económicos y fervor especulativo. En Estados Unidos esto fue particularmente evidente en el crecimiento de la burbuja inmobiliaria de 1921 a 1926 y la gran burbuja bursátil de 1924 a 1929; que fueron ambas infladas por el crédito fácil y accesible. En Japón, durante la década de 1920, el gobierno nacional gastó cantidades masivas en un vano intento de apuntalar los precios de las materias primas. Esto resultó en su gran colapso financiero de 1927. En Europa también, el origen de la crisis puede achacarse a la deuda excesiva. La quiebra del poco conocido banco austriaco Credit-Anstalt desencadenó una oleada de fracasos bancarios, y una recesión económica que se extendió por el Continente.

Cuando las burbujas de deuda explotaron, las recesiones económicas resultantes llevaron a ola tras ola de devaluaciones monetarias. Alemania, Hungría e Italia prácticamente destruyeron sus monedas intentando estimular sus economías.

En 1930, Estados Unidos respondió aprobando la Ley Smoot-Hawley para proteger a los productores estadounidenses. El historiador Richard Hofstadter llamó la ley “una declaración virtual de guerra económica contra el resto del mundo”, que aumentó a niveles récord los aranceles de 20.000 bienes importados.

El impacto rebotó. Veintitrés grandes socios comerciales enviaron cartas de protesta y amenazas de represalias, las cuales fueron ignoradas. En mayo de 1930 Canadá, el socio comercial más grande de Estados Unidos, reaccionó imponiendo aranceles a más de una docena de productos que representaban casi un tercio de las exportaciones de EE UU a Canadá. En el lapso de dos años, 25 países habían contratacado.

En los años subsiguientes, EE UU y el comercio exterior tuvieron pérdidas masivas. En 1929, Estados Unidos exportó $5,24 mil millones en bienes; para 1932 el total había caído a $1,6 mil millones. En total, para 1934 el comercio mundial declinó un 66 por ciento.

Pero la Ley Smoot-Hawley fue realmente solo un disparo en una guerra económica en curso, que ya estaba caliente y a punto de calentarse aún más.

Apenas se habría secado la tinta refrendando la Ley Smoot-Hawley cuando Australia abandonó el estándar del oro y devaluó su dólar en más del 40 por ciento. Su economía recibió un empujón pues de inmediato capturó una mayor porción de exportaciones mundiales. Nueva Zelanda y Japón vieron este éxito y devaluaron en 1931, cada uno experimentando un resultado similar mientras sus exportadores ganaban ventaja temporal sobre aquellos países que no habían devaluado recientemente. Gran Bretaña pronto rompió sus lazos con el oro. Francia, viendo los problemas económicos de Gran Bretaña, reajustó el franco muy por debajo del valor del oro.

Para 1933, al menos nueve grandes economías habían realizado una devaluación de la moneda para apropiarse de una mayor porción del decreciente comercio mundial. Pero las competencias con las devaluaciones continuaron.

China abandonó el estándar de la plata en 1934. En 1936, Francia de nuevo devaluó el franco. Más tarde ese año Italia devaluó una vez más, al igual que el Reino Unido. Entonces vinieron las devaluaciones de los suizos y los holandeses. La guerra económica prosiguió con el tira y afloja de naciones que ganaban terreno brevemente devaluado sus monedas, para luego perderlo cuando otras devaluaban las suyas en respuesta.

Pero el extremo sobrendeudamiento que precipitó este proceso nunca fue resuelto realmente, de tal manera que los problemas económicos fundamentales solo se intensificaron, hasta que Alemania invadió a Polonia en 1939.

Así sucedió entonces. ¿Pero en qué punto estamos ahora?

Dando “paso de ganso” hacia la Guerra

“Desafortunadamente, hay paralelos con ese (…) periodo”, escribe el Hoisington Quarterly Review and Outlook. “En primer lugar, existe un problema global con la deuda y el crecimiento lento, y ningún país es inmune. En segundo, los problemas económicos ahora, como entonces, son más serios y más evidentes afuera de Estados Unidos. Sin embargo, debido al ingreso negativo y a los efectos de los precios en nuestra balanza comercial, los problemas externos se están filtrando a EE UU y están interactuando con problemas estructurales básicos. Tercero, el sobrendeudamiento es rampante hoy tal como lo fue en las décadas de 1920 y 1930. Cuarto, hoy están devaluando las monedas para competir así como sucedió en el periodo anterior” (Cuarto Trimestre, 2014).

Así que, ¿estamos cerca de 1934 o 1939?

Recuerde que la crisis de hipotecas de alto riesgo del 2008 y la caída de Wall Street fue un problema de deuda creado fundamentalmente por las tasas de interés ultra bajas, fijadas por la Reserva Federal luego de la caída del mercado bursátil de las empresas de “dot-com” en 2002. La crisis actual del euro es el resultado de una unión de monedas que permitió a los griegos tomar prestado mucho más allá de su capacidad de pagar. El profundo malestar económico de Japón se correlaciona con la más alta deuda nacional per cápita de cualquier país avanzado en el mundo.

Y cuando la economía mundial se desplomó en 2008, ¿cuál fue la respuesta? Los gobiernos y los inversionistas simplemente agregaron más deuda. Con el pretexto de estimular, las grandes economías del mundo promulgaron el mismo tipo de políticas económicas de “pedir prestado” que condujeran a la Segunda Guerra Mundial.

La Reserva Federal bajó las tasas de interés a cero e inyectó a la economía rondas repetidas de expansión cuantitativa [QE, por sus siglas en inglés] reduciendo el valor del dólar. En respuesta, Brasil declaró “guerra de divisas”, jurando defender hasta su última industria nacional del ataque caníbal de Occidente. El banco de Inglaterra rápidamente siguió los pasos de la Reserva. Luego, mientras la crisis económica de Europa se intensificaba, el Banco Central Europeo disparó sus propios cañones cuantitativos. Entonces, el Banco de Japón lanzó sus propias bombas monetarias.

China no es ni más ni menos culpable que ningún otro por la guerra económica. Pero eso no cambia la narrativa de los medios: que tal como ocurrió antes de la Segunda Guerra Mundial (cuando los países eran censurados por devaluar sus propias monedas para ganar ventaja competitiva), la reacción mundial frente a la reciente devaluación del yuan de China continúa intensificándose.

China es el “kamikaze” financiero de hoy. Y habrá otros.

Como escribió el exconsultor de guerra financiera del Pentágono James Rickards: “Si bien el resultado de la actual guerra de divisas todavía es incierto, alguna versión del peor escenario es casi inevitable si Estados Unidos y los líderes de la economía mundial, no aprenden de los errores de sus predecesores” (Daily Reckoning, 15 de agosto de 2014).

El mundo está marchando a “paso de ganso” hacia una guerra comercial a completa escala, y finalmente a la Tercera Guerra Mundial.

Tal como fue pronosticado

Esta peligrosa secuencia de eventos es algo sobre lo que Trompeta ha estado advirtiendo por años. Es algo que el Sr. Herbert W. Armstrong famosamente pronosticó ante millones de personas por la radio y medios impresos. A lo largo de sus 53 años de trabajo él a menudo describió las condiciones que precederían el colapso económico de Estados Unidos, profetizado bíblicamente.

A pesar de ser en aquel entonces la moneda más estable en el mundo, el dólar de EE UU un día estaría en “peligro de ser devaluado”, escribió él en 1968 (Carta de colaboradores, 26 de marzo de 1968). Cuando el dólar se desplome, advirtió él, la inflación estallará y esto llevará al “colapso económico final para Estados Unidos”.

Basado en la profecía bíblica, él advirtió que el inicio de la Tercera Guerra Mundial sería “de naturaleza económica”. Hablando de Estados Unidos y Gran Bretaña en particular, el Sr. Armstrong afirmó: “Dios profetizó que una guerra comercial virtual se pondrá en marcha en contra de Estados Unidos y de Gran Bretaña; y [que] nuestra economía nacional decaerá, ¡y luego colapsará!” (ibíd., énfasis agregado).

Una y otra vez, el Sr. Armstrong advirtió sobre la conexión entre la guerra comercial y la guerra mundial. Desde 1960, él dijo que la guerra comercial sería la primera explosión de la Tercera Guerra Mundial nuclear profetizada en la Biblia.

En un artículo de la revista La Pura Verdad de 1971 titulado “La guerra comercial amenaza con desencadenar la Tercera Guerra Mundial”, el Sr. Armstrong advirtió que las empresas estadounidenses estaban trasladando cada vez más sus operaciones al Asia debido a las ambiciosas exigencias de los sindicatos. Él advirtió que el resultado sería la erosión de empleos bien remunerados y el declive económico, y dijo que la presión política inevitablemente haría que se “comenzaran a levantar altas barreras arancelarias contra otros países” (marzo de 1971).

Pero si utilizáramos las drásticas políticas proteccionistas necesarias para proteger la mano de obra de alto costo de Estados Unidos, advirtió él, esto a fin de cuentas e inevitablemente desencadenaría la guerra nuclear.

El Sr. Armstrong basó aquellas predicciones en las profecías de Ezequiel 7, Deuteronomio 28 y en otras Escrituras. Él dijo que el asedio que Dios profetizó en Deuteronomio 28:52 simbolizaba la economía de Estados Unidos siendo golpeada por la competencia de potencias extranjeras.

Gerald Flurry, jefe de redacción de Trompeta, escribió sobre esto en nuestra edición de diciembre de 2014: “Los enemigos de Estados Unidos van a causar problemas económicos y traerán destrucción de muchas formas ‘hasta que caigan tus muros altos y fortificados en que tú confías, en toda tu tierra; sitiará, pues, todas tus puertas [versión KJ] y toda la tierra que [el Eterno] tu Dios te hubiere dado’ (versículo 52). La verdadera presión está viniendo de fuera. ‘Todas tus puertas’ se refiere a una guerra comercial. Los enemigos de Estados Unidos, Gran Bretaña y los judíos atacarán sus monedas, sus mercados financieros y su poder económico”.

Ahora trasladémonos al presente. Esa guerra comercial mundial profetizada ya ha comenzado.

Tal como lo muestran la historia y la profecía, lo que sigue es la guerra mundial.