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‘Esto también pasará’

Trumpet

‘Esto también pasará’

¿Qué piensa usted lo haría más feliz a largo plazo: ganar la lotería, o perder permanentemente el uso de sus piernas en un accidente? La respuesta podría sorprenderle.

Hace muchos años, un joven sultán gobernaba sobre una franja de territorio a lo largo de las costas del mar Rojo. Cada vez que se le presentaba una racha de prosperidad, el espíritu del sultán volaba a las más grandes alturas de orgullo y prepotencia. Pero durante los tiempos de adversidad, él siempre caía en las profundidades del desánimo. Su temperamento nunca conoció un término medio.

El sultán estaba frustrado por las complicaciones que entraron en su vida como resultado de las grandes oscilaciones en su temperamento, pero él no estaba seguro de cómo precisar su problema, ni mucho menos remediarlo.

Un día, a este sultán le llegaron noticias de un gobernante en un reino cercano de quien decían tenía sabiduría ilimitada. Era Salomón, rey de Judá.

Narraciones de la extraordinaria sabiduría de Salomón hicieron que el sultán ansiara buscar su consejo. Él viajó a Jerusalén y se le concedió una audiencia con el rey. Él explicó su naturaleza errática y le proveyó a Salomón ejemplos de los cambios en su ánimo.

Salomón escuchó.

“Vuelva a verme en un mes. Entonces estaré capacitado para ayudarlo”.

El sultán regresó a su palacio, sintiéndose animado, orgulloso e inmortal. Pasado el tiempo prescrito, él regreso a Jerusalén y entró a la corte de Salomón. El rey puso en sus manos una pequeña caja y le dijo que la abriera. Dentro había un anillo con esta inscripción hebrea en su superficie: Gam zeh ya’avor.

Esto también pasará.

“Este proverbio servirá como un recordatorio constante de que todas las condiciones materiales, positivas o negativas, son temporales”, dijo Salomón. “Llévelo puesto, recuérdelo, y vívalo”.

Algunos han atribuido el bien conocido proverbio, no a Salomón, sino a poetas sufíes medievales de Persia, a antiguos escritores turcos u otros. La narración del rey Salomón y el sultán no está registrada en la Biblia, sino que solo ha sido transmitida por la tradición oral judía, así que no es posible afirmar dogmáticamente que el rey judío fue su autor. Sin embargo, en su libro Esto también pasará, Avi Solomon señala que el descubrimiento de anillos y amuletos antiguos con la versión hebrea de la frase son prueba de las afirmaciones judías. Aun así, algunas versiones del relato judío describen a Salomón no como el autor del proverbio, sino como habiéndolo recibido de alguien más.

Independientemente de los orígenes de la frase, ni qué decir de su sabiduría y valor.

No solo es aplicable al tremendamente intemperante sultán del relato, sino a toda persona viva. Abraham Lincoln una vez elogió la brillantez sucinta del proverbio, diciendo: “¡Cuánto expresa! ¡Cómo disciplina a la hora del orgullo! ¡Cuánto consuela en las profundidades de la aflicción!”.

Consolación en las profundidades de la aflicción

Cuando una persona está en medio de una prueba, hay una tendencia a pensar que va a durar indefinidamente. Mientras experimentamos un momento en particular (en especial un momento difícil emocionalmente) tenemos una enorme dificultad para imaginarnos un tiempo futuro en el que nos sentimos diferentemente que en ese instante. Sin embargo, cada uno de nosotros podemos cavilar en pruebas pasadas que en un momento parecieron irremediablemente oscuras, pero que con el tiempo se moderaron, se atenuaron y luego mejoraron. El tiempo pasa, el invierno da paso a la primavera, y como sin duda el rey Salomón lo dijo: “Sale el sol” (Eclesiastés 1:5).

Si podemos recordar que la adversidad pasará, podemos resistir las tormentas de la vida de una forma que acelera y facilita nuestro crecimiento.

Pero, ¿qué decir de eventos profundamente traumáticos? ¿Sale el sol sobre ellos? ¿Pasará “esto” aún si involucra sufrimiento que muele el alma?

En su libro Stumbling on Happiness (Tropezándose con la felicidad), Daniel Gilbert dice que incluso en las pruebas más extremas, generalmente nos recuperamos. “En lugar de ser las flores frágiles en las que nos han convertido un siglo de psicólogos, la mayoría de las personas son sorprendentemente resistentes al enfrentar el trauma”, escribió él.

Gilbert cita estudios donde se monitoreó a personas que habían sufrido la pérdida ser un ser querido, o que habían quedado paralizados de la cintura para abajo en accidentes. Los investigadores descubrieron que tan solo con pasar un año, casi todas las personas (ya sea que hubieran perdido permanentemente el uso de sus piernas o a un ser querido) regresan a sus niveles base de felicidad previos a la pérdida. “Aunque más de la mitad de las personas en Estados Unidos experimentarán un trauma tal como una violación, asalto físico o desastre natural en su vida, solo una pequeña fracción desarrollará alguna vez alguna una patología postraumática”, escribió él.

Esto no significa que el sufrimiento de todos los traumas y tribulaciones siempre se disipa completamente. Las cicatrices de algunas experiencias son profundas y pueden dejarnos con vulnerabilidades a largo plazo. Pero en la mayoría de los casos, somos más fuertes de lo que pensamos, y en parte depende de nosotros por cuánto tiempo permanecemos afectados, y en qué grado.

En el primer siglo, algunos miembros de la Iglesia en Corinto creyeron que sus pruebas eran excepcionalmente difíciles, y que eran más de lo que podían soportar. El apóstol Pablo les escribió: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).

¡El hombre tiene una capacidad sorprendente para resistir! En el fragor de la prueba, a menudo sentimos como si fuera más de lo que podemos soportar. Pero confiar en la ayuda de Dios significa que podemos soportarlo y escapar, y desarrollar carácter divino en el proceso. Cuando el sufrimiento viene, debemos luchar para aprender de él. Cuando sea el momento correcto, debemos dejarlo pasar como el agua que fluye sobre una roca.

Precaución: las conquistas también pasarán

Tan difícil como puede ser recordar durante la agonía de la prueba que esta pasará, a menudo es incluso más difícil tener presente que los tiempos de abundancia están sujetos al cambio.

Podemos estar gozosos cuando se nos concede una victoria. Pero debemos permanecer arraigados en la gratitud hacia Dios, y cuidadosos de no entrar a una euforia emocional.

Uno de los estudios que el Dr. Gilbert citó en su libro monitoreó los niveles de felicidad de personas que ganaron la lotería. Como era de esperar, los ganadores reportan un gran aumento en los niveles de felicidad en los meses justo después de que les llega la fortuna. Pero el alborozo dura poco. De hecho, la información muestra que, pasado un año, los ganadores de la lotería y las personas paralíticas estaban igualmente felices con sus vidas.

La gente a menudo permite que los tiempos de prosperidad inflen sus egos y los llenen de arrogancia. Esto reprime el crecimiento, y puede obligar a una persona a tomar el crédito que no se merece, a romper lazos interpersonales, o a dar por sentado la prosperidad.

Mantener presente que las circunstancias de prosperidad física son transitorias no significa que debamos limitar nuestra exposición a la vida como si fuéramos alguna clase de monje o estoico. Nosotros podemos beber a fondo de los manantiales de la vida, pero debemos recordar que no hay garantía en la duración de los tiempos de prosperidad. Eso nos ayudará a evitar la arrogancia y la extravagancia, y el sufrimiento que viene con éstas.

Esto NO pasará

El rey Salomón dijo que cuando la vida de una persona termina, él “nada tiene de su trabajo para llevar en su mano” (Eclesiastés 5:15). Usted podría dejar dispuesto que cuando muera todas las cosas materiales brillantes que haya conseguido sean embutidas en su ataúd, pero esto no importará. Solo una cosa permanecerá después que esta vida finalice.

“El espíritu vuelve a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7). Este versículo describe el espíritu del hombre, el cual es el depósito de la memoria y carácter de una persona. (Usted puede aprender más acerca de este espíritu en nuestro folleto gratuito What Science Can’t Discover About the Human Mind [Lo que la ciencia no puede descubrir acerca de la mente humana], disponible en inglés). Cuando alguien muere, este espíritu regresa a Dios, quien lo guarda “en un archivo” hasta el tiempo del juicio descrito en Apocalipsis 20:12-15 y en otros pasajes.

Lo único que permanece después de la muerte es el carácter que la persona construyó durante la vida.

¿Cómo se construye este carácter? Con la manera en que la persona responda a todas las experiencias, altas y bajas, en esta vida.

Si una persona construye un carácter justo con la ayuda de Dios, este nunca pasará.

La Biblia predice un tiempo cuando la tristeza, el dolor e incluso la muerte pasarán (ej. Apocalipsis 21:4; 20:14). Toda la superficie de la Tierra desaparecerá y será reemplazada por una “nueva tierra” (Mateo 24:35; Apocalipsis 21:1; Salmos 102:25-26).

La vida es experiencia. Está llena de victorias y desilusiones, prosperidad y pruebas. Nosotros podemos permitirles empujarnos por todo el espectro emocional, dejando que la prosperidad nos precipite a la extravagancia, y permitiendo que la adversidad nos apure a la aflicción. O podemos ver nuestras experiencias con una visión más amplia, recordando que esta vida física es muy efímera, y que lo único que nunca pasará es el carácter divino. Con esta verdad muy firme en la mente, podemos aprender a moderar nuestras reacciones. Podemos aprender a acelerar nuestro desarrollo de templanza y otros rasgos del carácter divino. Podemos aprender que esto, también pasará.!