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¿Está Canadá siendo tomada por Europa?
Cuando los canadienses votaron el pasado 28 de abril, la sombra de Donald Trump, tanto real como imaginaria, dominó sus mentes. Querían a alguien que los protegiera de esa amenaza existencial.
Cuando el primer ministro Justin Trudeau renunció el 6 de enero, el Partido Liberal estaba planeando su funeral político. La humillante renuncia de Trudeau, plagada de escándalos, las encuestas de opinión en mínimos históricos y los déficit de dos dígitos en la intención de voto dieron a los canadienses una oportunidad única en una generación para reprender a un Partido Liberal que había traído problemas históricos a la nación.
Los liberales eligieron como líder a Mark Carney, un antiguo banquero y político novato, y luego se apoyaron en gran medida en la narrativa del gobierno y medios de comunicación de que Trump es Hittler. Los comentarios del presidente Trump sobre la anexión de Canadá no ayudaron. Los votantes canadienses reaccionaron y, al final, no fue el candidato conservador, sino Carney quien pronunció el discurso de la victoria. Aunque se trata de un gobierno minoritario, los liberales tienen un cuarto mandato poco frecuente, y Carney está buscando llevar a Canadá en una nueva dirección.
La mayoría de los canadienses saben poco sobre su nuevo primer ministro, sus políticas o sus ramificaciones.
En política interior, Carney ha prometido continuar la trayectoria “posnacional” de Trudeau de gasto deficitario, censura, inmigración abierta, faccionalismo racial y perversiones sexuales. Pero Carney está intentando un cambio fundamental en la política exterior canadiense.
Estados Unidos ya no será el aliado más cercano de Canadá. Carney planea convertir a Canadá en un aliado de Europa y del Viejo Mundo. Aunque este plan fue aplaudido durante la campaña electoral, pocos consideran las graves consecuencias de vincular el destino de Canadá al de Europa.
Las profecías bíblicas advierten que de Europa surgirá una resurrección final del Sacro Imperio Romano: una superpotencia eclesiástico-estatal que revivirá el violento legado de Carlomagno, Napoleón y Hitler, y se opondrá a EE UU y Gran Bretaña. ¿Es ése el futuro que los canadienses quieren abrazar?
La Trompeta, y La Pura Verdad antes de nosotros, llevan más de 80 años advirtiendo del peligro que Europa representa para el mundo. Las advertencias de la Biblia son explícitas, vívidas y urgentes. El tiempo apremia, las potencias mundiales se están realineando y se pueden sentir los primeros temblores de los choques tectónicos. ¡Sería peligrosamente insensato ignorar esta advertencia!
¿Acabará Canadá ayudando a Europa a atacar a EE UU y a Gran Bretaña tal y como se describe en la profecía bíblica?
La conexión católica
Carney escribe en su libro Valor(es) que la visión económica socialista del difunto papa Francisco inspiró y dirigió su propio pensamiento. Según Politico: “El primer ministro atribuyó al papa Francisco la inspiración para su libro. En 2014, el Papa se reunió con Carney y varios responsables políticos en el Vaticano para debatir el futuro del sistema de mercado” (16 de mayo). Carney, católico practicante, dijo que el papa Francisco “definió las responsabilidades morales del liderazgo” en el mundo actual. El nuevo primer ministro claramente busca orientación en el Vaticano.
Carney asistió a la misa inaugural del papa León xiv. Fue uno de los pocos líderes mundiales que se arrodilló durante la bendición de la Eucaristía, y él y su familia se reunieron brevemente con el Papa poco después.
Carney y otros líderes mundiales católicos buscan inspiración en el nuevo Papa. Un compañero liberal del parlamento que también asistió a la misa la comparó con la apertura anual del Parlamento por parte del monarca británico. La misa del Papa León fue “algo así como nuestra versión del ‘discurso del trono’ como miembros del Parlamento”.
Al igual que otros católicos, estos parlamentarios consideran el trono del papa como soberano sobre el Parlamento y el Rey. Las políticas de todos los líderes se guían por su fe, pero la Iglesia católica ha desempeñado un papel desmesurado en la historia y la geopolítica mundial, y según la profecía bíblica, está a punto de volver a hacerlo.
La Biblia llama a la Iglesia católica la “ramera (…) que seduce a las naciones” (Nahúm 3:4), una Iglesia que entra en relaciones con los gobiernos del mundo, influyendo en sus reglamentos y en su política. En Apocalipsis 17 se describe a una mujer montada sobre una bestia, que simboliza a una Iglesia que controla un imperio poderoso y belicoso. (Solicite su ejemplar gratuito de The Holy Roman Empire in Prophecy [El Sacro Imperio Romano en profecía; diponible en inglés]). Aunque la mayoría de los seguidores católicos sin duda son sinceros en su fe, es un hecho histórico que los líderes de la Iglesia católica son criaturas políticas tanto como teológicas.
Si bien la influencia del Vaticano ha sido predominante en Europa, también ha ejercido una profunda influencia en Canadá, porque el nacimiento de Canadá fue un acuerdo entre los pueblos británico y francés.
Batalla entre dos tronos
En su magistral obra Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía, el difunto Herbert W. Armstrong rastreó los antepasados de Canadá y de los pueblos británicos hasta la antigua tribu israelita de Efraín. Las promesas que Dios hizo a Abraham y a sus descendientes en el primer libro de la Biblia han constituido la base de la civilización humana hasta nuestros días. Entre ellas se encontraba la promesa de Dios a Jacob (a quien renombró Israel): “Una nación y conjunto de naciones procederán de ti” (Génesis 35:11). Gran Bretaña gobernó el imperio más grande de la historia. ¡Éste es ese “conjunto de naciones” que Dios prometió a los descendientes de Efraín!
Canadá nació en la batalla entre ingleses y franceses, entre protestantes y católicos. También fue una batalla entre hermanos: los franceses son descendientes de Rubén, el hermano mayor de Efraín, que perdió las promesas de la primogenitura.
El 13 de septiembre de 1759, los británicos ganaron la batalla en las Llanuras de Abraham, en la ciudadela de Quebec, concluyendo al fin la lucha por el dominio de América del Norte. Esta victoria cumplió estas profecías. La centenaria colonia franco-católica de Nueva Francia quedó bajo la autoridad del trono británico.
El Sr. Armstrong explicó que el trono de Gran Bretaña era en realidad el trono del rey David, que Dios prometió que permanecería hasta el regreso de Jesucristo. El Sr. Armstrong continuó: “Canadá, Australia, Suráfrica se convirtieron en dominios, como naciones libres, autogobernadas e independientes de Inglaterra. Constituían un conjunto o mancomunidad de naciones unidas, no por un gobierno legal, ¡sino únicamente por el trono de David!”.
El trono de David unió a Canadá con Gran Bretaña, y una visión del mundo inspiradora, con un propósito y unidad nacional. Sin embargo, es esta identidad bíblica la que ha sido fuente de conflicto entre la mayoría angloprotestante y la minoría francocatólica en Quebec.
Quebec fue fundada por Jacques Cartier y Samuel de Champlain en el siglo xvi como Nueva Francia bajo la autoridad del trono papal. Las relaciones con el trono de Francia solían ser tensas y la Iglesia católica desempeñó el papel central en el establecimiento y desarrollo de la nueva colonia. La mayoría de los principales asentamientos fueron fundados por los jesuitas, que inculcaron a los habitantes un fervor casi martirial. Hasta el día de hoy, la fuerza unificadora central en la mayoría de las comunidades de Quebec es la Iglesia católica.
Considere la escena de la fundación de Montreal (“Monte Real”) en 1640 como se narra en el libro Bold Ventures [Aventuras audaces]: “Ellos se arrodillaron para escuchar las palabras proféticas de su sacerdote, el padre Vimont: ‘Ustedes son un grano de mostaza que crecerá y se extenderá hasta que sus ramas cubran la tierra. Son pocos, pero su obra es la obra de Dios. Su sonrisa está sobre ustedes, y sus hijos llenarán la tierra”. Esas palabras son, de hecho, una falsificación de las promesas que Dios hizo a Efraín, cumplidas a los británicos bajo el trono de David, ¡no por los franceses bajo el trono papal!
Los acontecimientos en Canadá son un choque entre dos hermanos, dos culturas, dos religiones y, lo que es más importante, dos tronos.
La historia de Canadá ha sido un campo de batalla entre el trono papal y el trono de David. En cada momento, Quebec liderado por los católicos, tanto a nivel provincial como federal, ha tratado de atacar y de destruir el trono de David en Canadá, el vínculo que une a toda Canadá. Quebec tiene vínculos directos con Roma por medio de su gobierno eclesiástico ultramontano, lo que lo distingue de cualquier otra comunidad católica en América del Norte.
Aunque la confederación de 1867 fue el producto de muchas ideas nobles, incluyó este matrimonio problemático entre el Quebec católico y el Canadá británico. Este compromiso ha permitido al Quebec católico ganar una influencia desmesurada sobre el gobierno federal. Especialmente desde la Segunda Guerra Mundial, ha dominado la política federal, alejando a la nación del trono de David y acercándola al trono papal.
El gran punto de inflexión se produjo con el liderazgo de Pierre Trudeau. El patriarca de los Trudeau fue criado y educado por jesuitas radicales y recibió una gran influencia de la doctrina social católica, que mezclaba el catolicismo con el comunismo. Muchos reconocen que Trudeau lideró una infiltración comunista para transformar Canadá. Pocos comprenden que contó con el apoyo de la Iglesia católica y de Europa. Trudeau entrelazó eficazmente el voto católico con el liberalismo canadiense.
El objetivo de Trudeau siempre fue alejar a Canadá de EE UU y acercarla a Europa. Su introducción del sistema métrico es un buen ejemplo. El amigo íntimo de Trudeau era el canciller alemán Helmut Kohl, que lideró a Alemania en la consolidación de su control sobre la Comunidad Económica Europea. La mayor parte de los años formativos de Trudeau transcurrieron en Europa. Aunque este giro en la política exterior europea no se produjo antes de la muerte de Pierre Trudeau en 2000, él sí logró un cambio mucho más importante en la Constitución canadiense.
Trudeau sentía un especial desprecio por el trono de David y la ley inglesa. Su mayor ambición era repatriar la Constitución de Gran Bretaña y rehacerla a su imagen. La Carta de Derechos y Libertades de 1982 fue un golpe de Estado contra el trono británico, que sustituyó las leyes inglesas basadas en los Diez Mandamientos por un derecho civil de estilo francés basado en el Imperio romano.
Trudeau nunca lo habría logrado sin la ayuda de la Iglesia católica. En la década de 1980, el proceso de repatriación estaba paralizado. Los ciudadanos y los líderes de las provincias, e incluso algunos diputados liberales, veían la Carta de Derechos como un vehículo para políticas sociales radicales: como el aborto y el “matrimonio” entre personas del mismo sexo. La primera ministra británica Margaret Thatcher y la reina Isabel ii sólo darían su consentimiento a la ley si esta era aprobada como ley por la Cámara de los Comunes de Canadá con una mayoría de votos. La mayoría de los diputados liberales eran católicos y se oponían al aborto.
Fue entonces cuando intervino la Iglesia católica. Utilizando su milenaria habilidad para mezclar la religión con la política, se llegó a un acuerdo a tres bandas. Si el primer ministro conservador de Ontario aumentaba la financiación de las escuelas católicas, el cardenal de Toronto diría a los diputados católicos que votaran a favor de la carta, independientemente de sus reservas.
El 17 de abril de 1982, la Reina Isabel ii firmó la Carta de Derechos y Libertades a bombo y platillo en Ottawa. ¡Este famoso momento de la historia canadiense es en realidad un retrato de la traición! La Iglesia católica obligó al trono de David a entregar Canadá a la infiltración comunista, y con ello, aumentó su poder sobre el gobierno.
“En aquel momento, nadie mencionó esa extraña paradoja”, escribió Frederic Bastien en La batalla de Londres. “Canadá estaba desempolvando sus viejas tradiciones para un ritual cuyo propósito era sacrificar esas mismas tradiciones con el fin de construir un nuevo país, uno que Trudeau quería ver fundamentalmente reestructurado (…) A pesar del protocolo real y de la presencia de la Reina, no había duda de que ese fatídico día cambiaría a Canadá para siempre”.
Inmediatamente después de firmar la carta, la Reina pronunció un discurso. Durante la ceremonia, nubes negras descendieron sobre la multitud y comenzó una granizada que duró el resto del discurso de la Reina. ¡Incluso Pierre Trudeau se preguntó si habían ofendido a Dios!
El gran Dios omnipotente, que bendijo a esta nación en gran parte a través del trono de David, ¡considera la relación de Canadá con la amante de las naciones como una traición! En los más de 40 años transcurridos desde ese momento, Canadá ha cosechado consecuencias nefastas.
En muchos sentidos, Justin Trudeau continuó la agenda de su padre. Mientras la transformación interna estaba bien encaminada, Trudeau orientó la revolución de la política exterior hacia China. Pero al final de su mandato, la amenaza de Donald Trump parece haber redirigido su enfoque. En las últimas y frenéticas semanas de su mandato, Trudeau estuvo en Europa, preparando el terreno para que Carney iniciara un cambio monumental en política exterior que se había estado gestando por generaciones.
La conexión francesa
“La antigua relación que teníamos con EE UU, basada en una integración cada vez mayor de nuestras economías y en una estrecha cooperación en materia de seguridad y defensa, ha llegado a su fin”. El primer ministro Mark Carney hizo esta histórica declaración el 27 de marzo. Se trata del cambio más trascendental en las relaciones exteriores canadienses desde la última guerra mundial. El futuro papel de Canadá en la geopolítica mundial se está redefiniendo.
El primer viaje al extranjero de Carney no fue a Washington, D. C., como han hecho todos los primeros ministros canadienses desde la Segunda Guerra Mundial, sino a Francia. El presidente francés, Emmanuel Macron, había enviado a Carney una invitación incluso antes de que tomara posesión de su cargo. El primer viaje al extranjero de un primer ministro indica cuáles son sus prioridades en materia de política exterior. Carney estaba indicando que Francia será el principal socio futuro de Canadá.
“Canadá debe fortalecer sus lazos con Francia y otros aliados ante las crisis geopolíticas y económicas, declaró el primer ministro Mark Carney”, reportó la prensa canadiense el 17 de marzo. En declaraciones previas a su reunión con Macron, “Carney destacó los valores compartidos por ambos países en materia de soberanía, solidaridad y sostenibilidad. ‘Son valores que apreciamos y que nos unen’, señalando que la lengua francesa define la identidad y la cultura de cada país”.
¡El definir tanto a Canadá como a Francia por los valores, la cultura y la identidad franceses es una afirmación radical!
Al invocar a la herencia católica de Quebec, Carney cree que Canadá tiene más en común con el Sacro Imperio Romano que con los EE UU. La peligrosa implicación es que Canadá se alineará con los valores de la emergente superpotencia católica europea por encima de los de la Mancomunidad Británica.
En la práctica, la cooperación económica más estrecha con Europa comenzó en 2014, cuando el primer ministro Stephen Harper firmó un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Cuando esto ocurrió, Karl-Theodor zu Guttenberg escribió en Project Syndicate: “Dos actores transatlánticos a menudo subestimados, la Unión Europea y Canadá, se han embarcado en una iniciativa importante y oportuna. [Esto] pone de relieve la creciente importancia de la relación entre la UE y Canadá”. Guttenberg consideraba a Canadá como un importante aliado estratégico para contrarrestar la dependencia europea de la energía rusa y la agresión de Rusia en el Ártico.
El regreso de Donald Trump llevó a Guttenberg a declarar en un discurso el 8 de enero en Linz, Austria: “Como grupo europeo, como otan, junto con los canadienses, podemos posicionarnos con mucha más fuerza contra el acosador Trump”. Canadá puede ser un aliado militar clave de Europa para contrarrestar a Trump.
Es importante tener en cuenta estas declaraciones porque redactor jefe de la Trompeta, Gerald Flurry, ha señalado a Guttenberg como posible protagonista en la resurrección del Sacro Imperio Romano. A partir de estos comentarios, parece que Canadá podría convertirse en socio de Europa para debilitar a EE UU.
Carney ha puesto en marcha el proceso para que Canadá forme parte del agresivo rearme de Europa. El Toronto Star informó: “En un esfuerzo por alejarse de la excesiva dependencia de Canadá respecto a EE UU, el primer ministro Mark Carney está mirando hacia Europa para construir nuevas alianzas de seguridad y una nueva estrategia industrial de defensa que podría llevar a la fabricación de aviones de combate de diseño europeo construidos en este país” (20 de marzo).
Carney es el hombre perfecto para este reajuste, ya que es un tecnócrata europeo con estrechas relaciones con muchos líderes europeos. Su victoria señala una importante oportunidad para los enemigos de EE UU.
La Biblia profetiza en Isaías 23 que un “mercado de las naciones” lanzará una guerra comercial agresiva y exitosa contra EE UU. Este conglomerado incluirá a Alemania, Europa y China. ¿Incluirá a Canadá? ¿Se convertirá Canadá en un representante del Sacro Imperio Romano?
La victoria de Carney convierte a Canadá en una daga apuntando al corazón de la superpotencia estadounidense.
Canadá y Cuba: ¿Tenazas nucleares?
Canadá y Cuba tienen algunas conexiones interesantes. Ambos fueron conquistados por Gran Bretaña en la Guerra de los Siete Años. (Cuba volvió a manos de España al final de la guerra; Canadá permaneció bajo el dominio británico). Ambos tienen fuertes vínculos con la Iglesia católica, ambos tienen gobiernos comunistas y son aliados cercanos. Pierre Trudeau y Fidel Castro eran amigos íntimos, tanto que existe un rumor persistente de que Justin Trudeau es en realidad hijo de Castro.
Más importante aún, ambos países participaron con éxito en el asesinato de presidentes estadounidenses. Montreal, Quebec, fue donde se planeó y financió el asesinato de Abraham Lincoln. Cuba participó en el asesinato del presidente John Kennedy. Ambos han sido bases de operaciones para los enemigos de EE UU. ¿Volverá a suceder en el futuro?
En su folleto Great Again, el Sr. Flurry advierte que las conexiones católicas y comunistas de Cuba lo convierten en un activo estratégico del Sacro Imperio Romano. “La Cuba moderna es una nación comunista, pero sólo lo ha sido durante unas seis décadas, menos de una vida. ¡Ha sido un país católico durante casi 500 años! (...) Cuba tiene una historia reciente con Rusia en el diseño de un ataque nuclear contra EE UU. ¿No podría Cuba unirse a otra potencia mundial para completar ese diseño?”. La crisis de los misiles de Cuba demostró la gran amenaza que podría suponer Cuba si una potencia hostil instalará armas ofensivas allí.
El Sr. Flurry advierte entonces: “Tenemos que estar muy atentos a esto, porque las profecías bíblicas muestran claramente que EE UU, Gran Bretaña y la nación judía corren un grave peligro y serán traicionados por un Sacro Imperio Romano reconstituido. ¿Cómo sucederá esto? Creo que Cuba podría ser una parte importante de la estrategia”.
Estas mismas tendencias se están produciendo en Canadá ahora. Sería una tontería ignorar estas señales de advertencia de su mayor integración con el Vaticano y Europa. Los vastos recursos canadienses, su larga frontera, sus modernas bases aéreas a pocos kilómetros de la frontera estadounidense, el control del agua dulce, los puertos del Atlántico y el Pacífico, el control del San Lorenzo y los Grandes Lagos podrían dar al Sacro Imperio Romano una gran ventaja estratégica decisiva sobre los EE UU.
¿Son Cuba y Canadá parte de una maniobra planeada por el Sacro Imperio Romano para derrocar a EE UU? Eso sería una traición repugnante y monstruosa.
Las profecías bíblicas advertían que nuestras naciones cometerían adulterio con la Iglesia católica y serían amantes de Alemania, con terribles consecuencias. “Las naciones de Israel deberían de entender quién es realmente esta mujer malvada”, escribe el Sr. Flurry en su folleto Nahúm: profecía para Alemania en el tiempo del fin. “Pero EE UU, Gran Bretaña y Judá vendrán a ser sus ‘amantes’. Nosotros tenemos una política extranjera que acepta al Sacro Imperio Romano. ¡Esta será nuestra mas grande y devastadora política extranjera que jamás haya existido! (...) Y por esto, Israel tendrá que pagar el último precio por haber traicionado a Dios”.
Las elecciones tienen consecuencias. Tras generaciones de transigencias y de olvidar a Dios, Canadá está a punto de unirse a una terrible traición. Cegados por el odio hacia Donald Trump, los canadienses no se dan cuenta de las consecuencias de elegir un gobierno liberal que tiene planes peligrosos.
Son noticias graves, pero no tienen por qué cumplirse. Dios está dispuesto a intervenir a nuestro favor, como lo ha hecho en innumerables momentos de nuestra historia, si nos humillamos y nos arrepentimos de nuestra traición y rebelión. El tiempo es corto, pero la esperanza no lo es. El cambio nacional necesario para hacer realidad esta esperanza comienza con usted.