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ISTOCK.COM/ZETTER

Espíritu australiano: espíritu imperial

Australia ya no lucha por nada, así que ha entregado todo, incluso su carácter.

QUEENSLAND, AUSTRALIA—

Australia se está convirtiendo una vez más en una colonia carcelaria y está languideciendo bajo encierros, mandatos y líderes opresivos. Pero éstas son sólo las últimas crisis que enfrentan los australianos y que amenazan a la nación. Con muchos más desafíos que se avecinan, los australianos comunes y corrientes se están acercando al límite. Ellos necesitan algo desesperadamente. ¿Pero qué?

Aunque los holandeses y franceses llegaron primero a la isla continente, fueron los británicos bajo el mando del capitán James Cook quienes la reclamaron por primera vez. Esta nación fue fundada en 1788 como colonia penal para criminales británicos. Pero lejos de su tierra natal, bajo el ardiente sol australiano, esos primeros prisioneros se convirtieron en pioneros. Después de cumplir sus condenas, algunos se convirtieron en terratenientes y ganaderos prósperos y ricos. Como lo resume la clásica canción de Seekers de 1987:

Llegué en el barco prisión, abatido por cadenas de hierro.

Compré la tierra, soporté el azote y esperé las lluvias.

Ahora soy un colono, soy la esposa de un granjero, en un terreno seco y estéril.

Antes prisionero, luego hombre libre, me convertí en australiano.

Los europeos aventureros y emprendedores también hicieron el traicionero viaje Down Under [Australia] a una tierra áspera pero hermosa y sin explotar. Ella dio su fruto sólo con el pago de sangre, sudor y lágrimas por parte de aquellos que blandieron el hacha y empujaron el arado. A pesar de todos sus desafíos, Australia proveyó aislamiento de una Europa devastada por la guerra. Fue refugio y oportunidad para aquellos que buscaban un nuevo comienzo.

Llegó a ser conocido como “el país afortunado” debido a su ubicación, abundantes recursos naturales y el profundo esfuerzo y resistencia de los primeros australianos para sacrificarse y luchar por reclamar, asentarse y aprovechar al máximo la tierra. Sacó lo mejor del espíritu australiano. Pero hubo un factor mucho más importante que determinó el auge de Australia.

Ese factor también está determinando la caída de Australia. Por esa razón el ciclo del encarcelamiento se ha completado. Los presos ganaron su libertad y construyeron sus hogares; ahora sus descendientes libres son prisioneros voluntarios, encerrados en sus propios hogares.

Pero hemos perdido algo más que el espíritu australiano.

Victoria bajo la bandera Union Jack

Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, a medio mundo de distancia, Australia respondió al llamado para defender a Gran Bretaña. En 1914, los australianos tenían unas convicciones y un espíritu tan fuertes que sacrificaron sus vidas por su nación y su imperio. Esta nación fue una de las pocas que mantuvo un ejército puramente voluntario durante todo el conflicto.

De una población de menos de 5 millones, se alistaron 416.809 hombres. Más de 60.000 murieron y 156.000 resultaron heridos o capturados. Más de un soldado australiano regresó como un hombre cambiado. Sin embargo, junto con las cicatrices de la guerra, cada hombre y mujer que peleó en la batalla llevaba una insignia de honor. Australia había respondido al llamado. Había entregado a sus hijos a tumbas anónimas en los acantilados de arenisca de Gallipoli, los campos fangosos de Fromelles y la desolación de Passchendaele. Había ayudado a salvar tanto al Imperio como al mundo libre de la tiranía germano-europea.

Los australianos lucharon y murieron bajo la Union Jack [la bandera del Reino Unido]. Murieron por algo en lo que creían: el Imperio Británico y sus ideales. Australia todavía viene en ayuda de sus aliados, pero ese Imperio y esos ideales se han ido.

Los políticos que hoy hablan de guerra o de un espíritu de lucha son ridiculizados, como lo fue el ministro de defensa, Peter Dutton, cuando sugirió la posibilidad de una guerra con China por Taiwán. Una encuesta de julio de 2021 del Instituto Australiano encontró que sólo el 38% de los australianos pensaba que la nación debería luchar contra China si ésta invadía Taiwán. Parece que sólo la intrusión de buques de guerra chinos cerca o en aguas australianas dispararía la alarma. Los australianos están enfocados en sí mismos.

Dejar el Imperio fue sencillo. Los legisladores británicos votaron a favor de permitir el autogobierno en la Mancomunidad de Australia en 1901. Australia es técnicamente una monarquía parlamentaria constitucional, y hay un movimiento para convertirla completamente en una república. Pero los australianos no se dan cuenta de lo que están dejando atrás.

El redactor jefe de la Trompeta, Gerald Flurry, escribió: “Británicos como [el primer ministro Winston] Churchill trabajaron y se sacrificaron por algo mucho más grande que ellos mismos. Creían no sólo en la gloria del Imperio, sino también en lo que éste había hecho por el mundo y en lo que podía hacer por el futuro” (Visión Real, noviembre-diciembre de 2021).

Esto es lo que motivó lo mejor del espíritu australiano. La creencia en encontrar y perseguir lo que es correcto, no sólo para su familia sino también para su imperio y para el beneficio de la raza humana. Esa búsqueda y esa lucha se basaron en gran parte en la Santa Biblia.

Hoy la mayoría de la gente de la Mancomunidad odia al Imperio Británico. Consideran vergonzoso el colonialismo. Sin embargo, hace sólo unas pocas generaciones, sus antepasados vivieron y murieron por ello. “En un mundo con muchos pueblos que tenían prácticas bárbaras y bestiales, el Imperio podía proporcionar libertad y dirección que civilizaría y ennoblecería a la gente, además de protegerla de la explotación y la tiranía” (ibíd.).

¿Por qué Australia ya no puede reunir el valor para defender la libertad? ¿Por qué ha disminuido tanto el espíritu australiano? ¡La nación ha perdido su visión de imperio! Eso significa que está perdiendo su visión del futuro.

‘Con todos sus defectos, todavía la amamos’

La mayoría de los australianos conoce el himno nacional, “Avanza, justa Australia”. Es el primer verso de una canción de la época colonial escrita por el colonialista escocés Peter Dodds McCormick en 1878. Sin embargo, nadie conoce ni canta la versión original.

Aquí está el segundo verso como fue escrito al principio:

Cuando el gallardo Cook de Albión navegó para rastrear amplios océanos,

El verdadero valor británico lo llevó hasta que desembarcó en nuestra orilla.

Luego aquí izó la bandera de la Antigua Inglaterra, el estandarte de los valientes;

‘Con todos sus defectos, todavía la amamos’. ‘Britania gobierna la ola’.

Entonces cantemos con alegres acordes, Avanza, justa Australia.

Tal amor por Inglaterra y por el imperio es un anatema para la Australia moderna. Hemos permitido que nuestra educación colectiva y nuestra conciencia se vuelvan en su contra. La historia del impacto positivo del Imperio o incluso de Australia ha sido reemplazada por la historia aborigen. El Imperio está mal visto, sus defectos magnificados. Por supuesto que hubo problemas, como ocurre con todos los sistemas de gobierno inventados por seres humanos imperfectos. Sin embargo, ¿por qué un odio tan venenoso por un poder que sacó a continentes enteros de la barbarie y les dio salud, educación, prosperidad, libertad y una búsqueda de ideales superiores a decenas de millones de ciudadanos a lo largo de cientos de años?

Churchill llamó a las personas que se oponían a la expansión del Imperio Británico “pequeños ingleses”. Australia se ha convertido en una nación de personas que no sólo se contentan con perseguir intereses egoístas, sino que piensan que sacrificarse e incluso luchar para difundir las virtudes a otros seres humanos es un mal terrible.

Australia ha perdido su historia, su profundidad y su propósito. Sin la historia británica, Australia es sólo una nación insular aislada en el Pacífico Sur sin una conexión real con el mundo.

La edición final de McCormick de “Avanza, justa Australia” incluía lo siguiente:

Britania entonces seguramente sabrá, más allá de los anchos océanos,

Que sus hijos en la hermosa tierra de Australia aún conservarán un alma británica.

A los australianos se les ha enseñado a odiar esa alma. Muchos australianos están tan lejos de sus antepasados que abogan abiertamente por nuevos himnos y nuevas banderas, desechando los últimos vestigios de un pasado británico. Sí, el Imperio Británico fue una herramienta imperfecta, ¡pero con él Dios hizo a Australia!

Dios salve a la reina

La popularidad de la reina mantiene una pequeña mayoría en Australia. Una encuesta de 2019 de la Universidad Nacional de Australia encontró que sólo el 51% de los australianos están a favor de mantener a la reina Isabel ii como jefa de Estado. Otra encuesta en enero de 2021 encontró que un tercio de los australianos apoyan una república. En los niveles más altos del gobierno, los líderes están discutiendo abiertamente convertirse en una república una vez que Su Majestad muera. No hay amor por el heredero del trono, el príncipe Carlos.

Durante su largo gobierno, la Reina se ha convertido en sinónimo de dominio británico. A la gente le gusta su personalidad. Son leales a su liderazgo, pero no al trono en sí.

Puede que la secesión no cambie mucho en la vida cotidiana de los australianos, pero señalaría una ruptura con un monarca mucho más importante que la Reina: el Dios Todopoderoso.

Fue Dios quien le dio a Gran Bretaña ese trono, un asiento de autoridad que se remonta a lo largo de la historia hasta el rey David (artículo, página 11). ¡La historia de los australianos con el trono es su historia con Dios! Dirige a Australia a sus verdaderos orígenes, no a una colonia penal, ni siquiera a Gran Bretaña, sino a la nación elegida por Dios: ¡Israel!

En el 721–718 a. C., el Imperio Asirio conquistó el reino de Israel y lo sacó de su tierra. Los cautivos israelitas se vieron obligados a emigrar al norte y al occidente. Unas generaciones más tarde, el reino de Judá fue conquistado y llevado cautivo por el Imperio Babilónico. ¡Sin embargo, estos pueblos sobrevivieron! ¡Y también el trono de David! ¡Dios había prometido que este trono continuaría para siempre! (vea 2 Samuel 7:12-16). Australia, Gran Bretaña, Canadá, Nueva Zelanda, Suráfrica y Estados Unidos se encuentran entre los descendientes modernos del antiguo Israel. Y durante siglos, ese trono fue el trono británico.

¡Separarse de ese trono significa separarse de nuestra historia con el Dios glorioso!

Australia se ha estado alejando de Dios durante muchos años.

En 2007, Australia estaba sufriendo una grave sequía. “Es muy serio, no tiene precedentes en mi vida, y realmente lo siento muy profundamente por las personas afectadas”, dijo el primer ministro John Howard en una extraordinaria declaración televisada. “Así que todos deberíamos, literalmente y sin ninguna ironía, orar para que llueva durante las próximas seis a ocho semanas”. Y llovió.

Sin embargo, ese mismo año, John Howard perdió no sólo las elecciones federales, sino también su escaño en el Parlamento. Hemos tenido seis primeros ministros desde entonces, y hemos tenido más sequías, más incendios forestales, más inundaciones, pero ni un solo llamado nacional a la oración.

Australia ha perdido el contacto con el que creó a la nación, la nutrió y la bendijo, ¡el que puede intervenir y de hecho interviene en nuestras vidas tanto a nivel nacional como individual! Dios promete bendiciones por la obediencia y promete maldiciones por la desobediencia. Australia está pasando por alto las bendiciones que Dios prometió a Israel y sus descendientes. La nación se está alejando de su imperio, de su trono y de su Dios.

Alimentando al dragón chino

En lugar de aferrarse a sus aliados y hermanos en Inglaterra, Canberra está recurriendo a extranjeros que no tienen los intereses de Australia en el corazón.

El rápido ascenso de China pareció inicialmente una bendición para Australia. Había una gran potencia en la periferia que estaba hambrienta de recursos, y Australia tiene una amplia variedad de ellos. Cuando el colapso financiero de 2008 golpeó al mundo, Australia pudo continuar. China impulsó la economía comprando ávidamente tanto hierro y gas natural como Australia podía extraer. Todos estaban agradecidos de tener un socio comercial tan ansioso en la región.

A medida que la clase media china se expandía, también lo hizo su participación en el mercado residencial australiano. A diestra y siniestra, los chinos compraron propiedades con entusiasmo. El auge inmobiliario resultante todavía se siente actualmente, con el precio promedio de la vivienda en Sídney muy por encima de 1 millón de dólares australianos.

A medida que el dragón chino crecía, empezaron a sonar las campanas de alarma. Los intereses chinos se expandieron a otras propiedades: estancias ganaderas, granjas lecheras, viñedos, bosques, minas. Más alarmante aún es que China se ha esforzado por comprar redes eléctricas en numerosos estados y por realizar compras que entran directamente en conflicto con los intereses de la seguridad nacional de Australia. Ha comprado arrendamientos por un siglo en el Puerto de Darwin; la isla de Keswick, el puerto de carbón más grande del país; y una pista de aterrizaje cerca de la única base submarina australiana.

Mientras tanto, los políticos australianos se han llenado los bolsillos con dinero chino. Hasta la publicación de un mordaz informe de Four Corners en 2017, la ley australiana permitía donaciones políticas internacionales sin restricciones. Como tal, los ricos empresarios chinos, que en última instancia están controlados por el Partido Comunista Chino (PCCh), pudieron comprar la nación a su antojo. Más de un político australiano se ha jubilado y aceptado un empleo en las mismas empresas chinas que ahora dirigen estas instalaciones.

Dios llama a Efraín, el antepasado de los británicos y australianos “paloma incauta”, por confiar en las naciones vecinas (Oseas 7:11). Al apoyarse tanto en China, Australia está jugando un juego peligroso y temerario. Muchas otras naciones han jugado el mismo juego con China y han perdido.

A lo largo del Pacífico, pequeñas naciones insulares han aceptado ofertas chinas para construir puertos, aeropuertos y otras infraestructuras. Cuando estas naciones no pagan los préstamos, China se apodera de la infraestructura. Esta diplomacia de la trampa de la deuda está construyendo al PCCh su propia ruta de la seda del siglo xxi.

Australia está cayendo presa de esas trampas. China es su mayor socio comercial, y los australianos han caminado por una delgada línea entre mantener feliz a ese socio y apoyar a los aliados tradicionales. China ahora tiene una enorme influencia económica sobre Australia. Esto se puso de manifiesto con los fuertes aranceles y embargos que China impuso a productos australianos clave después de que los líderes australianos se atrevieran a cuestionar su papel en el brote de covid-19.

En una escala más global, China prohibió la exportación de fosfato de urea, un componente clave para los motores diésel de último modelo. Produce el 80% del suministro en la región del Asia Pacífico. Sin este aditivo de combustible, la mitad de la flota de camiones de Australia quedará varada, con el riesgo de un posible colapso de la cadena de suministro. A mediados de diciembre, a Australia le quedaban sólo ocho semanas de suministro. La prohibición demuestra qué tan endeudada está Australia con China.

Y luego vino la COVID

Cuando comenzó la “plandemia” del coronavirus, Australia sufrió una terrible enfermedad. Pero no fue el coronavirus. Fue una enfermedad de gobierno. Un gobierno federal débil se apresuró a subcontratar la respuesta a la pandemia a los estados individuales. Sin embargo, sin un consenso nacional, y sin duda por temor a represalias políticas, los primeros ministros estatales se apoyaron en gran medida en los consejos de los expertos médicos que carecían de toda perspectiva y equilibrio. Así comenzó el reinado del ministro de salud. De repente, burócratas no electos de los que nadie había oído hablar, estaban revocando las libertades básicas de los australianos con las leyes de bloqueo más estrictas y menos basadas en hechos reales del mundo. Los primeros ministros de ambos lados del pasillo político obedecieron felizmente, ya que esto encajaba perfectamente con sus ideales de izquierda. La respuesta a la covid-19 ha dejado en evidencia el hecho de que el conservadurismo ya no existe en los partidos políticos más grandes de Australia.

Con un gobierno federal desaparecido en acción, los estados individuales han pisoteado libremente las libertades individuales de las personas a quienes juraron servir.

Primero vinieron las restricciones de viaje. Fronteras cerradas. Aviones en tierra. Luego aparecieron las mascarillas y la orden de distanciamiento social de 2 metros. Después distanciamiento de 4 metros y luego de 2 metros otra vez. Después instrucciones para comer sentado, no de pie. Lo absolutamente extraño e ilógico rápidamente se volvió siniestro. En Australia del Sur, los residentes en cuarentena en sus hogares se vieron obligados a exhibir carteles que indicaran su estado. Esto fue para ayudar a los lugareños a informar a las autoridades sobre cualquier persona que infringiera la cuarentena de su hogar.

Un hombre decidió salir de la cuarentena, estornudar en un ascensor y seguir con su vida. Instantáneamente se convirtió en el enemigo público N° 1. En el Territorio del Norte, tres adolescentes que dieron negativo al coronavirus se fugaron de un centro de cuarentena, lo que provocó bloqueos policiales y cierres de carreteras.

La ciudad de Victoria, gobernada por los comunistas, implementó las medidas de cierre más estrictas, confinando a los residentes a un radio de 5 kilómetros durante meses. Dondequiera que los ciudadanos reunieran suficiente espíritu australiano para protestar, la policía actuaba con sorprendente fuerza. La policía antidisturbios disparó balas de goma a quemarropa contra manifestantes desarmados. Los oficiales arrojaron a mujeres mayores al suelo y las rociaron con gas pimienta.

Luego vinieron los mandatos. Vacunación obligatoria para todos los que trabajan en hospitales. Luego fueron las escuelas. Luego los cafés y restaurantes. A continuación, cualquier local al que acceda habitualmente el público en general. Bajo la presencia de políticos aduladores que usan palabras condescendientes, el autoritarismo ha descendido sobre Australia. Una campaña de miedo e intimidación ha impulsado la vacunación, ignorando deliberadamente tanto los números extremadamente bajos de covid como los terribles efectos secundarios de la vacuna.

En Queensland, el gobierno federal y estatal está construyendo rápidamente campamentos de cuarentena con estructuras permanentes rodeadas por cercas eléctricas dobles. Tales instalaciones indican una aplicación a largo plazo de medidas draconianas contra los no vacunados.

Los viajes interestatales están prohibidos para la mayoría de los australianos no vacunados, y aquellos a los que se les permite cruzar una frontera estatal se enfrentan a la cuarentena. Los no vacunados están siendo separados agresivamente en una clase diferente, una clase a la que se le prohíbe la entrada a cafés, pubs, clubes, instalaciones deportivas y otros espacios públicos.

El espíritu australiano ha sido sofocado por líderes borrachos de poder que tienen la intención de construir una Australia comunista. Y un público dócil se sienta y observa cómo sucede.

Estamos siendo testigos del cumplimiento de Isaías 3. El profeta Isaías advirtió que en los últimos días los descendientes de Israel serían maldecidos con un liderazgo opresivo. “Los opresores de mi pueblo son muchachos, y mujeres se enseñorean de él. Pueblo mío, los que te guían te engañan, y tuercen el curso de tus caminos” (versículo 12).

Ferrar Fenton traduce la respuesta de Dios en el versículo 15: “¿Cómo te atreves, pueblo Mío, a aplastar y moler el rostro de los débiles?”. Dios está molesto con los líderes que aplastan y destrozan a la gente con un gobierno opresivo. Pero Dios también está molesto con la gente. ¡Ellos Lo han olvidado!

Recuerde la historia

Australia no puede darse el lujo de olvidar su historia. No sólo la historia de los anzac que lucharon y murieron por la libertad. No sólo la historia del Imperio Británico que trajo educación y luz a un mundo oscuro. Ni siquiera la historia de los pioneros que cruzaron océanos y forjaron una nueva nación. Australia debe recordar, o aprender por primera vez, su historia con Dios.

Si Australia volviera a esa historia, vería que necesitamos algo más que un espíritu australiano, o incluso un espíritu de imperio, para sobrevivir y vencer a este mundo oscuro. Necesitamos un espíritu diferente: ¡uno de humildad ante nuestro Creador! Necesitamos fe, obediencia y justicia ante Dios.

Jesucristo está a punto de regresar a la Tierra. ¡Toda la humanidad pronto conocerá su historia! Y aprenderán sobre el maravilloso futuro que Dios tiene reservado. ¡Usted puede aprenderlo hoy! Hay un Dios que bendice por la obediencia y maldice por la desobediencia. ¡Ese mismo Dios que puede bendecir naciones quiere bendecirlo a usted! 

Este artículo fue traducido del artículo “Aussie Spirit: Empire Spirit” de theTrumpet.com.


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