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¿Es real el ‘Estado profundo’?

LA TROMPETA

¿Es real el ‘Estado profundo’?

¿Cuánto poder ejercen los burócratas y los agentes de inteligencia no electos dentro del gobierno de Estados Unidos?

Desde que Donald Trump fue elegido presidente de Estados Unidos, se ha filtrado una gran cantidad de información clasificada del gobierno a la prensa. La mayoría de esta información de fuentes anónimas y no tan anónimas, ha tenido el propósito de desacreditar, dañar y posiblemente poner fin a su Presidencia.

Mientras tanto, las agencias de inteligencia le han ocultado informes de inteligencia al Presidente, y ex jefes de espionaje lo han denunciado como inexperto, inestable y poco ético. Agentes federales han allanado la oficina del abogado personal del Presidente. Los burócratas han encontrado formas de obstruir, ralentizar, desafiar abiertamente o simplemente ignorar sus instrucciones. Cuando el presidente Trump ha criticado y despedido públicamente a funcionarios por tal comportamiento, los comentaristas lo han acusado de desmantelar un pilar del gobierno estadounidense.

Las vagas complejidades y las “negaciones de lo posible” dentro del laberinto del gobierno federal, son bastante confusas. Pero estos escándalos, investigaciones, acusaciones y mentiras dentro del gobierno son absolutamente desconcertantes para muchos. Pero todo esto se reduce a un hecho definitivo e inquietante: que el gobierno federal está en guerra contra sí mismo.

Los burócratas en Washington están agitando una guerra civil contra la administración de Trump, quien dijo que quería “drenar el pantano”. Pero el pantano está haciendo resistencia. Muchos comentaristas están diciendo que algo llamado “Estado profundo” está tratando de ejercer su control sobre el gobierno de EE UU hasta el punto de obligar al presidente Trump a dejar su cargo.

Las vagas complejidades y las “negaciones de lo posible” dentro del laberinto del gobierno federal, son bastante confusas. Pero estos escándalos, investigaciones, acusaciones y mentiras dentro del gobierno son absolutamente desconcertantes para muchos. Pero todo esto se reduce a un hecho definitivo e inquietante: que el gobierno federal está en guerra contra sí mismo.

El estratega republicano Roger Stone dijo que si los globalistas dentro del gobierno logran destituir al presidente Trump, podría estallar un “arranque de violencia”. Algunos describen a la nación como precipitándose hacia el amotinamiento y la guerra urbana.

Tales advertencias suenan extremas. Pero para saber cuán seriamente usted debe tomar la amenaza del Estado profundo, primero debe entender qué es y por qué está luchando contra el presidente Trump.

El surgimiento del Estado profundo

El término “Estado profundo” se originó en la década de 1970 en Turquía para describir al poderoso y no electo gobierno de burócratas, espías y oficiales militares que se confabularon con cárteles de droga para someter a la insurgencia de los kurdos.

El Oxford English Dictionary define “Estado profundo” como “un cuerpo de personas, típicamente miembros influyentes de agencias gubernamentales o militares, que se cree que están involucrados en la manipulación secreta o el control de la política gubernamental”.

En Estados Unidos el término típicamente describe a la burocracia permanente de los funcionarios no electos, que gobiernan el país con mayor autonomía y disminuida transparencia.

El temor de que un grupo de funcionarios no electos pudiera dirigir en secreto la política gubernamental se remonta hasta 1947, cuando el presidente Harry Truman firmó el Acta de Seguridad Nacional. Esta ley creó el Departamento de Defensa, el Consejo de Seguridad Nacional, el Estado Mayor Conjunto y la Agencia Central de Inteligencia. Durante la Guerra Fría, funcionarios como el director de la Agencia Central de Inteligencia (cia), Allen Dulles y el director de la Oficina Federal de Investigación (fbi), J. Edgar Hoover reclutaron a por lo menos mil ex agentes nazis para trabajar como espías e informantes estadounidenses. Esto se hizo a espaldas de los ciudadanos, y el presidente Truman llegó a lamentar profundamente su papel en el establecimiento de estas agencias.

“Nunca pensé que cuando establecí la cia, ésta sería inyectada con operaciones clandestinas en tiempos de paz”, escribió en el Washington Post el 22 de diciembre de 1963. “Algunas de las complicaciones y la vergüenza que creo que hemos experimentado, son en parte atribuibles al hecho de que este silencioso brazo de inteligencia del presidente ha quedado tan alejado de su papel previsto, que está siendo interpretado como símbolo de la siniestra y misteriosa intriga extranjera, y un tema para la propaganda enemiga de la Guerra Fría”.

Sin embargo, en lugar de hacer que la CIA le rindiera cuentas al pueblo estadounidense, los funcionarios del gobierno permitieron que la comunidad de inteligencia siguiera operando con una supervisión insignificante e independencia considerable, hasta el punto de asesinar a líderes extranjeros y monitorear ilegalmente las comunicaciones de los ciudadanos estadounidenses, incluyendo incluso al presidente de EE UU. En 1971, una taquígrafa de la Marina admitió haber esculcado en bolsas [con documentos] para incinerar, en sobres de oficinas y portafolios de comunicaciones entre el presidente Richard Nixon y el secretario de estado Henry Kissinger, y también de haber entregado documentos secretos a la junta de jefes del Estado Mayor en el Pentágono. (El espionaje fue conocido como el caso Moore-Redford). La junta del Estado Mayor estaba espiando ilegalmente a su comandante en jefe.


Harry Truman se dirige a los medios de comunicación en 1945 en Washington, D.C. (Crédito: AFP/AFP/Getty Images)

“Nunca pensé que cuando establecí la CIA, ésta sería inyectada con operaciones clandestinas en tiempos de paz”.

Cuando el senador Frank Church dirigió una investigación sobre las actividades de la cia, el fbi y la Agencia de Seguridad Nacional en la década de 1970, advirtió que los avances tecnológicos estaban otorgando a estas agencias poderes de vigilancia sin precedente.

“Si este gobierno alguna vez se convirtiera en una tiranía, si un dictador alguna vez se hiciera cargo de este país, la capacidad tecnológica que la comunidad de inteligencia le ha dado al gobierno, podría permitirle imponer una tiranía total, y no habría manera de defenderse porque el esfuerzo más cuidadoso de agruparse para hacer resistencia al gobierno, sin importar cuán privadamente se haya hecho, estaría al alcance del gobierno para saberlo”, dijo el senador Church en Meet the Press de nbc en 1975. “No quiero ver a este país alguna vez cruzar el puente. Conozco la capacidad que existe para hacer que la tiranía sea total en EE UU, y debemos asegurarnos que esta agencia y todas las agencias que poseen esta tecnología, operen dentro de la ley y bajo la debida supervisión, de modo que nunca crucemos ese abismo”.

Pero las capacidades tecnológicas que Church advirtió se hicieron más fuertes durante las presidencias de George W. Bush y Barack Obama. El presidente Bush firmó una orden ejecutiva en 2002 que autoriza a la nsa a espiar a ciudadanos estadounidenses y extranjeros si el gobierno sospecha que tienen vínculos con terroristas. A pesar de que el presidente Obama prometió limitar la recopilación de datos de ciudadanos estadounidenses, expandió en gran medida el poder de vigilancia estatal de la nación. Durante su administración, agentes de inteligencia vigilaron ilegalmente a periodistas, miembros del Congreso, a la campaña presidencial de Trump y a millones de ciudadanos estadounidenses.

Aunque Barack Obama ya no es presidente, la mayoría de las 850.000 personas que tenían autorizaciones de acceso a secretos importantes en su administración, todavía tienen ese cargo.

La cuarta rama del gobierno

Ya sea que lo llamemos Estado profundo o algo más, es innegable que Washington tiene una burocracia profundamente arraigada que ha existido durante décadas. Muchos de estos burócratas se oponen firmemente al presidente Trump y su círculo interno. Los problemas que esta realidad crea representan una enorme distorsión de cómo los Padres Fundadores de Estados Unidos establecieron el gobierno.


De izquierda a derecha: el edificio del capitolio de EE.UU., la Casa Blanca y el edificio de la Corte Suprema. (Crédito: iStock)

Cuando los redactores de la Constitución de EE UU diseñaron tres ramas equivalentes del gobierno, otorgaron a la rama legislativa el poder de redactar leyes, a la rama judicial el poder para interpretar las leyes y a la rama ejecutiva el poder para hacer cumplir las leyes. La gigantesca burocracia que muchos estadounidenses tienen en mente cuando piensan en el gobierno federal, no figura en lo absoluto en la Constitución. Se supone que debe existir sólo para servir al poder ejecutivo (que es el presidente), para llevar a cabo sus deberes constitucionales. En cambio, se ha convertido en una cuarta rama no electa del gobierno.

Los primeros presidentes tenían un número limitado de funcionarios asistentes a los que escogían y designaban. Alrededor de 1.000 empleados no militares le ayudaban a George Washington. Un siglo después, unos 40.000 empleados no militares le ayudaban a Benjamín Harrison. Menos de 50 años más tarde, Franklin Roosevelt aumentó la cantidad de burócratas federales a una cifra sin precedentes de 3,5 millones de empleados no militares. Actualmente hay 2.794.000 empleados federales en 15 departamentos, 69 agencias y 383 sub-agencias no militares. Este estado administrativo en expansión consumió 3,98 billones de dólares en 2017, una quinta parte de la producción económica total de EE UU.

Técnicamente, se supone que estos burócratas no elegidos deben informar al presidente, pero hay demasiados de ellos como para poder administrarlos. Los nuevos presidentes nombran a menos del 1% de las posiciones federales. El otro 99% son burócratas profesionales. Ésta es la razón por la cual la mayoría de las agencias federales se han convertido en entidades independientes sobre las cuales el presidente tiene un control limitado. El Estado profundo no sólo consiste en agentes de inteligencia; es mucho más grande que eso. Esto es algo que concierne seriamente a cualquiera que crea que la fuerza, la estabilidad y la supervivencia de EE UU dependen de los principios de la libertad individual en un gobierno constitucional.

“Este crecimiento exponencial ha llevado a aumentar el poder y la independencia de las agencias”, escribió el profesor de derecho de Georgetown Jonathan Turley en un editorial del Washington Post. “El cambio de autoridad ha sido asombroso. La cuarta rama tiene ahora un mayor impacto práctico en la vida de los ciudadanos que todas las demás ramas combinadas” (24 de mayo de 2013).

Un estudio encontró que los legisladores electos en el Congreso promulgaron 138 leyes públicas en 2007, mientras que los burócratas federales no electos establecieron 2.926 reglamentos. Un estudio similar encontró que los jueces federales realizan aproximadamente 95.000 procedimientos cada año, en comparación con 939.000 casos juzgados por “tribunales” administrativos vinculados a las agencias federales individuales en la rama ejecutiva. Al minar la separación de poderes establecidos en la Constitución, muchas burocracias federales poseen los tres poderes de la legislatura (reglamentos), el poder judicial (“tribunales” administrativos) y el ejecutivo (ejecución por parte de agentes armados).

Si los estadounidenses ya no se rigen por las leyes aprobadas por sus representantes elegidos, significa que ya no viven en una república democrática. Ellos viven en una tecnocracia autoritaria dirigida por poderosos burócratas no electos, funcionarios públicos, líderes militares y agentes de inteligencia.

La venganza de los burócratas

Donald Trump es un forastero político que ha prometido reducir el tamaño del gobierno (“drenar el pantano”), lo cual devuelve el poder sobre la vida de un individuo a su gobierno estatal, a su gobierno local o a sí mismo. Steve Bannon, el ex principal estratega del Presidente, dijo que la “deconstrucción del estado administrativo” era un objetivo central de la administración de Trump. Incluso después de la partida de Bannon, el presidente Trump ha intensificado su guerra contra las regulaciones federales, prometiendo en diciembre pasado reducir el Código de Regulaciones Federales en un asombroso 87%.

“[E]l crecimiento interminable de la burocracia en EE UU ha llegado a un alto repentino, estrepitoso pero hermoso”, dijo Trump. “Vamos a hacer historia porque vamos a regresar a más abajo del nivel de 1960, y llegaremos allí bastante rápido”.

Para lograr este objetivo, el presidente Trump firmó una orden ejecutiva que requiere que las agencias federales recorten dos regulaciones antiguas por cada nueva reglamentación que aprueben. Ha utilizado recortes presupuestarios y un congelamiento de las contrataciones para reducir la fuerza de trabajo federal en casi 17.000 empleados hasta el momento. También ha presentado un plan para llenar los tribunales con jueces dedicados a desafiar el creciente poder de las agencias federales para realizar, interpretar y hacer cumplir las regulaciones federales.

Todo esto reduce la autoridad de los burócratas del gobierno que derivan su relevancia, su estilo de vida y sus sueldos del dinero de los contribuyentes que les pagan a cambio de que supervisen hasta el último detalle de la vida de las personas.

Por lo tanto, los funcionarios federales tienen fuertes motivos para minar la agenda del Presidente. Días después de que el presidente Trump asumiera el cargo y estableciera una prohibición de viajar a ciertas naciones de Oriente Medio, el jefe interino del Departamento de Justicia se negó a implementarlo. Poco después, el Washington Post informó que los burócratas buscaban el asesoramiento de funcionarios de la época de Obama sobre cómo presionar contra la administración de Trump (al que constitucionalmente se suponía que sirven). Los burócratas han planificado y dirigido cuidadosamente las filtraciones de información que creen que dañarán al Presidente. Ellos proporcionan esta información a canales de medios de prensa poderosos y simpatizantes, en un intento de socavar a la nueva administración.

Golpe de estado del Estado profundo

Mientras los burócratas federales están tratando de derribar la agenda del Presidente, los de alto mando del fbi están tratando de subvertir el resultado de las elecciones presidenciales de 2016. Los mensajes de texto recuperados que fueron intercambiados por el agente del fbi Peter Strzok y la abogada del fbi Lisa Page, revelan que Strzok le dijo al subdirector del fbi, Andrew McCabe, que el departamento necesitaba una “póliza de seguro” en caso de que Donald Trump fuera elegido. En el corazón de esta “póliza de seguro” hay un expediente producido por la empresa de inteligencia estratégica, Fusion gps . El dosier (expediente) afirma que la campaña de Trump se confabuló con Rusia para robarse las elecciones.

Ese expediente fue pagado por la campaña de Hillary Clinton, y ninguna de sus afirmaciones ha sido verificada. Aun así, el fbi usó el dosier para obtener una orden judicial del Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera para espiar al ex asesor de campaña de Trump, Carter Page. Al aplicar una regla de “dos saltos”, esta orden permitió al fbi espiar a Page, a cualquier persona conectada a Page y a cualquier persona conectada con cualquier persona conectada con Page (potencialmente incluyendo al propio Trump).

A pesar de saber que el expediente no estaba verificado, el presidente Obama convocó a una reunión de funcionarios clave de la comunidad de inteligencia de EE UU el 5 de enero de 2017 para discutir cómo podría continuar la investigación del fbi sobre la campaña de Trump después que el Sr. Trump jurara como presidente. Esta reunión incluyó al entonces director de la cia, John Brennan, al entonces director del fbi, James Comey, al director de la nsa, Michael Rogers y al director en ese momento de la Inteligencia Nacional, James Clapper. Ellos discutieron sobre cómo continuar una investigación sobre el próximo presidente en funciones. Si hubieran podido dejar fuera del cargo a Donald Trump, habrían organizado efectivamente, un golpe de estado al anular los resultados de una elección democrática.


John Brennan, James Comey, James Clapper, Robert Mueller and Michael Rogers. 

El ex director del fbi, Robert Mueller, actualmente dirige un Consejo Especial sobre las acusaciones de interferencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016. A pesar de que no ha presentado ninguna evidencia de colusión entre la campaña de Trump y Rusia, los demócratas como el representante Al Green y el multimillonario Tom Steyer siguen utilizando los rumores generados por el dosier Steele de Clinton como armas en una campaña en curso para destituir al presidente Trump.

Esta es la “póliza de seguro” que discutieron Strzok y McCabe. Si agentes del Estado profundo pueden usar rumores no verificados para mantener a un candidato político que no les gusta fuera del cargo, ¿que no podrán hacer? ¿Qué sucede cuando la comunidad de inteligencia se vuelve rebelde y comienza a luchar contra su propio jefe? En el pasado, en naciones como Turquía y Egipto, la gente se ha levantado contra el Estado profundo cuando intentó anular los resultados de una elección democrática. La desavenencia entre el presidente Trump y el Estado profundo estadounidense es más grave de lo que la mayoría de la gente cree. El presidente está en guerra con la vigilancia estatal más tecnológicamente avanzada que jamás haya existido, y las cosas se van a poner violentas.

Revolución y guerra

Los estadounidenses de hoy no están viviendo en la nación de sus Padres Fundadores, ni siquiera en la de sus propios padres. El gobierno de la nación está evolucionando lejos de ser la república constitucional que alguna vez fue, a ser una tecnocracia autoritaria. El presidente Trump está liderando una rebelión populista contra el Estado profundo estadounidense.

¡La Biblia revela que esta rebelión terminará en un derramamiento de sangre sin precedentes a menos que la nación en su totalidad se dirija a Dios en arrepentimiento!

En Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía, Herbert W. Armstrong explicó cómo la moderna Gran Bretaña y EE UU descienden del antiguo Israel. La Biblia registra que, en el tiempo justo antes del regreso de Jesucristo, el comportamiento pecaminoso entre los israelitas conduciría a la corrupción del gobierno y a la revolución violenta.

“¡Oh, gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a [el Eterno], provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebeláis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite. Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros comida por extranjeros, y asolada como asolamiento de extraños” (Isaías 1:4-7).

Este pasaje describe la causa y el efecto. El gobierno está enfermo. La nación está débil ¿Pero por qué? Porque la gente está “cargada de iniquidad”. Debido a que el gobierno está enfermo y débil, la gente “se rebela cada vez más”.

No es una coincidencia que el Estado profundo haya aumentado a medida que la moralidad de la nación ha disminuido. La blasfemia, la corrupción, la codicia, la ruptura familiar, el odio, la idolatría, el asesinato, los pecados sexuales y el robo han consumido a Estados Unidos. La gente ha abandonado la responsabilidad personal y la moralidad bíblica. Han adoptado el individualismo egoísta, el bienestar social y el materialismo. Como resultado ellos esperan que el gobierno les provea, en lugar de depender de Dios. Al delegar más y más poder a la autoridad central de un gobierno dirigido por humanos, los ciudadanos estadounidenses han creado un Estado administrativo con el poder de confiscar las libertades de quienes se oponen a él.

Mientras que millones de estadounidenses pueden estar ahora despertando a la amenaza que esta extensa red de departamentos del Estado profundo presenta a la nación, su revolución populista no aborda las causas fundamentales detrás de esta crisis. La corrupción y la amarga división en EE UU están llevando hoy a un conflicto tan devastador que todo el país quedará desolado y sus ciudades arderán con fuego. Estos serios problemas no son causados por un hombre o un grupo de funcionarios del gobierno. En última instancia, son causados por los pecados del pueblo estadounidense en su conjunto. Sólo el arrepentimiento del pueblo puede evitar que la enfermedad en el gobierno se intensifique hasta llegar a una revolución y guerra a gran escala.

“Muchos estadounidenses están preocupados por las divisiones y los odios que se están expresando en este momento”, escribió el jefe de redacción de Trompeta, Gerald Flurry. “¡Pero necesitan estar mucho más preocupados de lo que están! Los problemas van a empeorar hasta que las personas capten el mensaje ¡y aprendan por qué están sucediendo estos desastres! La victoria de Donald Trump es un signo profético de la inminente guerra civil y la anarquía, ¡seguida de la peor derrota militar de Estados Unidos! Pero no culpe a los políticos, ni a los provocadores raciales ni a los alborotadores profesionales. Esta situación existe en EE UU sólo por los pecados de la nación; ¡de todos los estadounidenses! Ya no podemos ignorar lo que hemos cosechado al entregarnos al pecado. ¡Esto es un ajuste de cuentas!” (enero de 2017).

Todo estadounidense debe darse cuenta de que sólo Jesucristo puede resolver los graves problemas en su gobierno. Sólo entonces Dios establecerá Su gobierno, y reemplazará el gobierno en Estados Unidos y los gobiernos de todas las naciones. Ese gobierno no será una república democrática o una tecnocracia autoritaria. Será una teocracia constitucional, con la ley de Dios como la constitución y con Cristo el Rey de reyes gobernante. 


ESTADOS UNIDOS Y GRAN BRETAÑA EN PROFECIA

La gente del mundo occidental estaría sorprendida y boquiabierta, ¡si lo supieran! Los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australasia y África del Sur pondrían en marcha gigantescos programas de protección, ¡si lo supieran! ¡Ellos podrían saberlo! ¡Pero, no lo saben! ¿Por qué?