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En una zona de guerra, Destellos de esperanza

OMER KEIDAR

En una zona de guerra, Destellos de esperanza

La brillante luz de la gira Celtic Throne en Israel se vio eclipsada por la guerra. Nuestro trabajo no ha terminado.

Sonaban las sirenas. Estelas de fuego surcaban el cielo nocturno. Otros puntitos de luz serpenteaban hacia ellas, destellaban y se convertían en nubes, luego en difusas manchas nubosas en el cielo que descendían lentamente y se disipaban. Debería haber estado en una habitación segura. En lugar de eso, me quedé hipnotizado viendo los misiles balísticos de Irán, los interceptores israelíes, y la metralla en llamas lloviendo sobre Jerusalén. Los pocos misiles que evadieron la Cúpula de Hierro esa noche terminaron sus mortíferos vuelos en las calles de Tel Aviv, Ramat Gan y Rishon LeZion. Irán se vengaba de Israel por los ataques contra sus instalaciones nucleares ese mismo día.

Justo la noche anterior, había estado en el escenario del Centro Internacional de Convenciones de Haifa, cantando “Visión en el horizonte”. Nuestra compañía presentaba Celtic Throne [Trono celta], un espectáculo de danza irlandesa , patrocinado por la misma organización que publica la Trompeta. Mi esposa y mis tres hijos, junto con varias docenas de bailarines, músicos y miembros del equipo, habíamos realizado más de 60 espectáculos por todo Estados Unidos en los últimos cinco años, y este verano era nuestra primera gira por el extranjero, comenzando en Israel. Después de actuar dos veces en Tel Aviv y una en Haifa, de repente la gira por este país había terminado.

Estar en Israel antes del conflicto con Irán fue igualmente surrealista, instructivo y conmovedor. Los israelíes ya estaban en guerra. Sus corazones están con los 49 rehenes, vivos y muertos, que siguen cautivos de los terroristas de Hamás desde el 7 de octubre de 2023. Por todas partes —en edificios, puentes, vallas, camisetas— hay lazos amarillos y carteles con sus fotos y súplicas de “¡Tráiganlos a casa ya!”. Una madre de dos niños pequeños me contó lo traumatizantes que habían sido los 611 días anteriores. El juego favorito de sus hijos, por desgracia, es hacer ruidos de sirenas de aire para intentar que papá y mamá se escondan. Nuestro grupo se maravilló ante la resistencia y el sobrio optimismo de los israelíes.

Actuamos frente a 5.000 personas en esos tres espectáculos. No estábamos seguros de cómo seríamos recibidos. La respuesta resultó ser: con un entusiasmo desbordante. Los israelíes estaban muy agradecidos de que viniera un grupo de danza de EE UU, especialmente bajo la sombra del peligro y a pesar de un mundo que se opone más a las víctimas del 7 de octubre, que a sus autores. En su lucha contra Hamás, han demostrado una voluntad impresionante para desafiar a esos críticos irracionales y mantenerse firmes en solitaria resistencia. Pero siguen apreciando profundamente una mano de amistad. El público que, según nos dijeron, “nunca se pone de pie” nos ovacionó estruendosamente. Las reseñas rebosaban elogios y poesía.

Celtic Throne evoca en realidad una compleja mezcla de emociones. Este espectáculo celebra la familia, llenando el escenario de hermanos y primos (y un padre/tío: yo) que se quieren de verdad. Ver a niños, adolescentes y jóvenes adultos ejecutando intrincados pasos de danza en formaciones caleidoscópicas es un conmovedor testimonio de disciplina, trabajo arduo y alegría por los logros. Ambientado con una emocionante partitura orquestal, el espectáculo representa la esperanza y la visión, el bien venciendo al mal. La experiencia es más conmovedora por su contraste con nuestro mundo desesperanzado, hostil a la familia, lleno de jóvenes infelices, injusto en sus condenas y asesino en sus guerras. Muchos israelíes nos dieron las gracias por proporcionarles un refrigerio muy necesario en medio de la confusión y la tragedia de guerra, por compartir nuestra alegría y esperanza con ellos.

Nuestros espectáculos programados en Beerseba y Jerusalén fueron cancelados, dado el conflicto con Irán. Vimos sombrías imágenes de misiles letales que impactaban contra edificios civiles en Tel Aviv y Haifa, por cuyas calles habíamos paseado días antes. Con los aeropuertos cerrados, nuestra prioridad pasó a encontrar como salir de Israel para poder continuar con nuestra gira, hacia Gran Bretaña.

Las lecciones que habíamos aprendido en la zona de conflicto se ampliaron con las lecciones de nuestro éxodo. Al fallar una opción tras otra, oramos y ayunamos por liberación. Entonces una serie de milagros despejaron nuestro camino. Comenzó con la inversión de los pasos del antiguo Israel, viajando desde la Tierra Prometida hasta Egipto, y luego una división moderna del mar Rojo para volver a salir, lidiando con trabajadores y funcionarios impulsivos e incluso corruptos. (Reporteros sin Fronteras sitúa a Egipto en el 6% inferior de todas las naciones en su índice de corrupción). Los mandatos bíblicos de abandonar el Egipto espiritual y el pecado, y las promesas de liberación por medio de milagros como con los israelitas antiguamente, tuvieron una nueva resonancia.

Durante un viaje de unas 45 horas, nuestro reparto y equipo de 56 miembros, cargados con más de 150 bolsas con vestuario y enseres, recorrieron más de 14.800 kilómetros, cruzando docenas de puestos de control, algunos en Arabia Saudí y Turquía, antes de llegar todos a las Midlands inglesas. El viaje fue instructivo, impredecible, agotador, estimulante, unificador y edificante. Las hostilidades de las que escapamos son un pequeño anticipo de la guerra que está a punto de envolver a este mundo. La protección que suplicamos a Dios y que Él nos proporcionó, por dramática que pareciera, no era ni de lejos tan dramática como la que Él promete proporcionar a Su pueblo en el tiempo venidero (p. ej., Apocalipsis 12:14-16).

Reflexionando sobre esa experiencia, pienso en los israelíes que siguen en la zona de guerra, que siguen luchando por sobrevivir. El destello de alegría que les proporcionamos se siente tan efímero, tan inadecuado. La calidez de su hospitalidad y su entusiasmo demostraron que están hambrientos de esperanza. Y Dios quiere dárselas, y no sólo a través de un espectáculo. Isaías predijo un mensaje muy inspirador que Dios proclamará a los judíos en estos días finales del hombre, diciéndole a Su profeta: “Di a las ciudades de Judá: ¡Ved aquí al Dios vuestro!” (Isaías 40:9).

Los dos espectáculos cancelados de Celtic Throne —uno en Jerusalén, la ciudad que Dios ha elegido (2 Crónicas 6:6)— simbolizan una obra mucho mayor, incompleta... por el momento. Ansiamos volver.