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Gary Dorning/La Trompeta

El pueblo egoísta

El obtener puede parecer bueno, pero ¿qué sucede cuando todos sólo toman y nadie nunca da?

Imagine una sociedad donde nadie da y todos piensan solamente en obtener. ¿Qué tipo de vida podría ser esa? El antropólogo Colin M. Turnbull lo experimentó de primera mano.

Turnbull vivió entre la tribu Ik en el norte de Uganda desde 1964 a 1967. Él dedicó su libro de 1972 a esta experiencia, titulado El pueblo de la montaña, de esta forma: “Para los Ik, a quienes aprendí a no odiar…”.

Lo que Turnbull presenció en su permanencia con los Ik despertó sus emociones al odio, para luego desvanecerse en una vacía indiferencia. Él tuvo una experiencia con una sociedad de alrededor de 2.000 miembros que habían olvidado cómo ser seres humanos. Ellos habían perdido la habilidad de amar, de tener esperanza y de ayudar. Ellos habían abandonado cualquier atisbo de vivir el camino del dar.

En los Ik, Turnbull creyó ver el resultado final de lo que estaba pasando en las sociedades occidentales. Él escribió que los Ik “habían cultivado el individualismo a su máximo”. Su única preocupación era trabajar para llenar sus propios estómagos y mantener vacío el de los demás. Mientras existieron en un grupo en términos de proximidad, cada miembro vivía en total aislamiento emocional. Vivían una vida de completo egoísmo.

Este ejemplo verdaderamente sirve como una escalofriante advertencia a la sociedad actual.

¿Qué es ‘bueno’?

Mientras Turnbull observaba la cultura de los Ik, él buscaba entender sus motivaciones. Les preguntó a miembros de la tribu cuál era su palabra nativa para “bueno”. La palabra básicamente traducida como “comida”. Y aprendió que un “hombre bueno” era un hombre con comida—en su propio estómago. Los jóvenes Ik literalmente robaban la comida de la boca de los ancianos, esperando hasta que ellos la hubieran masticado. Los hombres jóvenes acaparaban la comida excedente para ellos mismos mientras sus padres morían de hambre a unos pocos pasos.

No se conoce mucho sobre la tribu, pero aparentemente ellos no siempre fueron así. La mayoría creía que habían sido cazadores y recolectores por muchos años, pero fueron forzados a adoptar un estilo de vida más agrario. En una época, parece que se mantuvieron juntos en familias, pero finalmente abandonaron esto. Turnbull presenció muchos ejemplos perturbadores de lo que sucede cuando la estructura familiar está ausente.

En una ocasión, presenció a los Ik que tuvieron que moverse rápidamente a una villa. Los jóvenes dejaron a los ancianos, pisoteándolos sin ninguna consideración. “[H]ubo un éxodo repentino de la aldea, carcajadas distantes”, escribió él. “[F]ui a ver de lo que se trataba la conmoción. Había alguien más que jamás había visto antes, la viuda del difunto Lolim. Ella también había sido abandonada y había tratado de abrirse paso hacia abajo de la ladera de la montaña. Pero estaba totalmente ciega y había tropezado y rodado hasta abajo…y ahí yacía tendida de espalda, con sus piernas y brazos temblando débilmente, mientras una pequeña multitud parada en el borde superior la miraba y se reía del espectáculo”.

A nadie le importaba ayudar a esta vieja viuda. Turnbull intervino, dándole su comida y medicina. Él esperó que la comida extra pudiese motivar a su familia para permitirle estar en la nueva villa.

“Así nosotros le dimos más comida y la hicimos comer y beber todo lo que podía, puse su bastón en su mano y le señalé el camino que ella quería le fuera señalado, y repentinamente se puso a llorar”, escribió él. “Pensando que tenía miedo o que quería que fuéramos con ella, le pregunté, y dijo que no; ella estaba llorando, dijo, porque de repente le habíamos recordado que hubo un tiempo cuando la gente se ayudaba una a otra, cuando la gente había sido amable y buena”.

Los Ik, en cuestión de unas dos generaciones, habían olvidado cómo dar, cómo cuidar, cómo amar.

Ellos estaban en un círculo vicioso. Los Ik podían echar a sus hijos fuera de sus hogares cuando cumplían 3 años. Los niños se agrupaban, no por amistad, sino para sobrevivir. El líder de la pandilla, quien era el mayor y el niño más grande, podía finalmente ser sacado por uno que estuviera buscando reemplazarlo. El espíritu de competencia era desenfrenado.

Después de una niñez sin haber sido amado o cuidado, los niños Ik llegaban a la adultez y volvían el favor golpeando y privando de alimentos a los ancianos. En la cultura Ik, los niños no eran buenos para nada y tampoco lo eran los ancianos. El único valor estaba en los fuertes, quienes podían arreglárselas por sí mismos.

En el caso de la anciana viuda tratando de entrar a la nueva villa, los Ik se enojaron con Turnbull por desperdiciar comida y medicina en ella. En su pensamiento, el viejo muere, así que déjenlos morir y no despilfarren tiempo o recursos en ellos.

El desamor de una madre

En la mayoría de las sociedades, uno de los lazos más profundos de amor es entre una madre y su recién nacido. Pero aún este lazo estaba completamente cortado en la tribu Ik.

En un ejemplo insensible, una mujer estaba cargando a su bebé en un cabestrillo mientras recolectaba comida en el bosque. Desinteresada en el bienestar del niño, botó el cabestrillo al suelo con su bebé en él. Mientras se alejaba para buscar comida, ¡vino un leopardo y se comió al niño! La madre estaba deleitada: Ella ya no tendría que tener la carga del niño, y el leopardo podría estar durmiendo después de su comida.

Después, la tribu encontró al leopardo y lo mató. Ellos se lo comieron—y al bebé dentro de él. La madre sintió que había ganado doble: ya no tendría que cuidar al bebé, y obtuvo una comida. Esto tiene perfecto sentido para un pensamiento perfectamente egoísta.

En dos de los años que Turnbull estuvo con los Ik, experimentaron una gran sequía, así que la comida era escasa. Podría ser fácil asumir que su despreciable comportamiento era un simple esfuerzo para sobrevivir a la hambruna. Pero lo que hicieron los Ik con lo que recibieron habla mucho sobre cómo su forma de obtener se arraigó profundamente en sus pensamientos. Porque incluso cuando tenían suficiente, ellos persistían en sus prácticas egoístas.

El gobierno suministró raciones de ayuda para los Ik durante los años de sequía. Las raciones debían ser recogidas de una locación central y distribuida a cada uno de los miembros de la tribu. Los miembros jóvenes de la tribu que eran los más fuertes fueron a recoger la ayuda. En el camino de regreso a la aldea, ellos se detuvieron y comieron hasta hartarse de la comida, tanto que la vomitaron. No trajeron nada para los hambrientos ancianos y niños en su pueblo. Después de todo, un “hombre bueno” era uno con comida en su estómago, aun si esto era más de lo que el estómago pudiera retener.

En el tercer año que Turnbull regresó a visitar a los Ik, las lluvias habían llegado a Uganda. Hubo una cosecha abundante, y los campos rebosaban de alimentos. Pero en medio de la abundancia los Ik continuaron viviendo como estaban acostumbrados. Decidieron que podían obtener más comida del gobierno con menos esfuerzo, así que dejaron sus cosechas pudrirse en los campos.

“Había tanta comida que ellos nunca podrían haberla comido toda”, señaló Turnbull. “El problema principal era que había demasiado, y aunque cada persona tenía todo lo que podía comer, todavía no estaban dispuestos a ver a otros comer lo que éste no podía. Ciertamente nadie pensaba almacenar para algún día futuro, menos para la cosecha del próximo año”.

Al ver cómo los Ik se habían rendido completamente a sus deseos egoístas más básicos, Turnbull se preguntaba sobre las relaciones sexuales dentro de la tribu Ik. Aquí también encontró un completo egoísmo.

“Lolim y otras de las personas ancianas me dijeron, por ejemplo, de cómo en los viejos tiempos el adulterio era calificado igual que el incesto como un crimen… Pero cuando le mencioné la vida de coqueteo [de su hija] y pregunté si no temía por ella, él se rió y dijo que los Ik habían dejado todo ese tipo de cosas, ahora cualquiera podía dormir con cualquiera… Esto era otra indicación de cómo los valores familiares habían sido completamente rotos”.

Una advertencia para nosotros

Turnbull escribió que los Ik habían creado una sociedad monstruosa que era una “asociación de individuos sin pasión… sin sentimientos, que podría esparcirse como hongos, contaminando todo lo que tocaba”.

En su conclusión, Turnbull hizo esta sorprendente declaración: “Los síntomas de cambio en nuestra sociedad indican que nos estamos dirigiendo precisamente en la misma dirección”.

Mirar los encabezados diarios hace que la advertencia de Turnbull sea espeluznantemente relevante. Considere las recientes noticias sobre historias de padres abusando y vendiendo a sus propios hijos, dejándolos en vehículos al sol mientras ellos van de compras o se drogan, encerrándolos en habitaciones mientras ellos están de fiesta. Un informe reciente contaba sobre tres mujeres jóvenes quienes trabajaban en un hogar de ancianos; mientras un anciano detrás de ellas moría de un derrame cerebral, ellas se grababan en un video fumando drogas y haciendo comentarios obscenos. Luego postearon el video bajo el título “El fin”.

¿Cuánto está de “avanzada” la sociedad occidental, habiendo desechado la restricción moral, perdiendo su humanidad y aproximándose a la forma de vida de los Ik? Como mostró la sociedad Ik, el descenso puede pasar alarmantemente rápido.

Dios predijo las características de la humanidad justamente antes de la Segunda Venida de Jesucristo. La lista en 2 Timoteo 3 muestra una descripción del carácter como el que presenció Turnbull de la tribu Ik: amadores de sí mismos, codiciosos, desobedientes a los padres, desagradecidos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios.

¿No suena esta lista abreviada también como una descripción de las culturas estadounidense y británica de hoy?

Turnbull vio una verdad espiritual, aunque él no la reconoció como tal. “Los Ik nos enseñan que nuestros muy cacareados valores humanos no son inherentes en la humanidad en absoluto”, escribió él. Esto corrobora perfectamente lo que se revela en Jeremías 17:9: El corazón humano no es inherentemente bueno; es “engañoso más que todas las cosas, y perverso”.

Los Ik son un ejemplo de cómo se ve el camino de vida del obtener en toda su expresión—o más bien, en toda su pudrición. Su historia ilustra cómo sería el mundo sin el dar—¡y es el peor espectáculo de horror!

Lo que desilusionó tanto a Colin Turnbull después de su tiempo con los Ik fue darse cuenta de qué tan malvado se puede volver el hombre. Pero él no conocía la solución al problema.

La solución

La palabra de Dios da la solución.

Hechos 20:35 registra que Cristo dijo que más bienaventurado es dar que recibir. Dios creó la familia para que podamos practicar el camino del dar en nuestros propios hogares. La ley de Dios nos muestra cómo dar. Es “una ley de libertad” (Santiago 1:25; 2:12), una que nos libera de la terrible prisión del camino de vida del obtener. La ley de Dios ordena que los niños amen y honren a sus padres y estos padres amen, provean y enseñen a sus hijos. A todos se les enseña a honrar a los ancianos, y los ancianos deben instruir a los jóvenes.

La belleza del plan de Dios es que incluye a cada persona que alguna vez haya vivido, incluyendo los Ik. A través de una resurrección, aun ellos tendrán la oportunidad de aprender el camino del dar de Dios.

Mientras miramos atrás a la cultura de los Ik y vemos nuestras sociedades modernas volviéndose más egoístas, todos deberíamos estar más motivados a vivir el camino del dar de Dios y enseñárselo diligentemente a nuestros propios hijos. 

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