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Holding hands

iStock.com/Xesai

El mejor consejo matrimonial en el mundo

Del Creador de los esposos y las esposas.

¿Por qué Dios creó a los seres humanos como varón y mujer? Él nos hizo a Su propia imagen y semejanza, pero a diferencia de Él mismo, nos dividió en dos sexos (Génesis 1:26-27). Él nos creó cuidadosa, intrincada y brillantemente para complementarnos unos con otros física, mental y emocionalmente. Juntos en el matrimonio, los dos llegamos a ser “una carne” (Génesis 2:23-24).

Estas diferencias son complementarias—pero son diferentes. Si usted no las entiende, o trabaja contra de ellas, o trata de ignorarlas o eliminarlas, éstas le causarán desconcierto, frustración y fricción interminables.

El Creador de varón y hembra envió instrucciones de cómo hacer que Su creación funcione de forma maravillosa. Efesios 5:22-23 encapsula estos principios mejor que estantes llenos de libros de autoayuda con consejos matrimoniales. Pero se necesita mucha profundidad para realmente entenderlo y se necesita fe para aplicarlo.

Para las mujeres que quieren entender a los hombres, el apóstol dice, “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es Su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo” (versículos 22-24).

Una mujer que aplique esta instrucción estará satisfaciendo la necesidad más grande que un hombre requiere de ella: respeto. Dios hizo al hombre para sobresalir cuando es admirado y animado por la mujer. Dios lo hizo para ser respetado como el líder y ser fortalecido y animado por el reconocimiento que ella hace de sus logros. Él necesita la lealtad y apoyo de la mujer. Él necesita ser entendido por sus intereses masculinos, sus impulsos y ambiciones. Necesita una respuesta honesta y un respaldo receptivo para sus ideas, sugestiones y peticiones. El aprecio de ella por las cosas que él hace le da un tipo de confianza que sólo ella puede proveer.

Mujeres, no vean esta necesidad en los hombres como una debilidad—más bien abórdenlo como diseño de Dios. ¡Acéptelo, adóptelo y hágase una experta en cumplir esa necesidad!

Para los hombres que quieren entender a las mujeres, Pablo dice, “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a Sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, así mismo se ama” (versículo 25-28).

Un hombre que aplica esta instrucción estará satisfaciendo la necesidad más grande que una mujer requiere de él: amor. Una mujer necesita atención. Ella necesita aprecio, aprobación y cumplidos sinceros. Necesita gente y relaciones personales, necesita ser amada, respetada y tratada con cariño. Ella necesita un hombro para llorar sin temor ni rechazo. Su opinión y sabiduría cuentan, y necesita saber que el hombre reconoce eso. Necesita saber que un hombre aprecia sus diferencias y trata de entender su carácter emocional. Ella necesita que él sea sensible, protector y que cuide de todo su bienestar.

No vean esta necesidad como una debilidad. Dese cuenta que es diseño de Dios. ¡Acéptelo, adóptelo, y eso hará que sea un experto en satisfacer sus necesidades!

Efesios 5 lo reduce todo a un versículo maravilloso: “Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (versículo 33). Éste es un mandamiento, pero además es una visión de las necesidades más profundas de hombres y mujeres: las mujeres necesitan amor—los hombres necesitan respeto.

Cuando las necesidades del hombre y las necesidades de la mujer se satisfacen, comienza un círculo virtuoso. Una mujer que es amada encuentra que es más fácil mostrar respeto. Un hombre que es respetado encuentra que es más fácil mostrar amor.

Cuando esas necesidades no son cubiertas, el círculo se vuelve vicioso: Si una mujer no recibe amor, ella tiende a negar el respeto. Si un hombre no recibe respeto, él tiende a negar el amor . Ésta es la tendencia natural, y cuando nos damos por vencidos, los matrimonios se convierten en accidentes de tren.

Efesios 5 no dice, Maridos, ámenlas mientras ellas las respetan a ustedes, o, Esposas, reveréncielos mientras él muestre amor. Para que esto funcione, los esposos deben amar incondicionalmente; las esposas deben respetar incondicionalmente. Un hombre debe amar a su esposa, incluso cuando ella no es encantadora. Él debe gobernar sus pensamientos y acciones hacia el amor. Una esposa debe respetar a su marido incluso cuando él no es respetable. Ella debe gobernar sus pensamientos no sólo para mostrar reverencia, sino ser reverente.

Las reglas básicas de Dios para el matrimonio tienen que ver con el camino del dar. Un hombre debe dar amor a una mujer. Una mujer debe dar reverencia y sumisión a un hombre. Un hombre debe dar un liderazgo benigno a una mujer—un liderazgo que se gane su respeto y que sea una alegría someterse a éste. Y una mujer debe ser amable, para reconocer, animar y recibir el amor de un hombre.

¡Este solo versículo es el mejor consejo matrimonial del mundo! Si un esposo y una esposa lo aplican, está garantizado que resolverán y evitarán innumerables malos entendidos y problemas, ¡y construirán un matrimonio armonioso y lleno de respeto y amor!

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