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El fin de ‘El fin de la historia’

ALEXANDER NEMENOV/AFP VÍA GETTY IMAGES

El fin de ‘El fin de la historia’

La viciosa guerra de Rusia contra Ucrania no es sólo un choque entre dos ejércitos. Es una guerra entre dos visiones del mundo.

En su ensayo de 1989 “¿El fin de la historia?”, el funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos, Francis Fukuyama, sugirió que la humanidad estaba viendo no sólo la conclusión de la Guerra Fría, sino el triunfo de la democracia liberal occidental como “la forma final de gobierno humano”.

“Lo que podríamos estar presenciando”, escribió Fukuyama, “no es sólo el final de la Guerra Fría, o el paso de un periodo particular de la historia de la posguerra, sino el final de la historia como tal”.

La historia, como la definió él, era la prolongada lucha entre la libertad y la opresión. Y con la victoria decisiva del liberalismo y la libertad estadounidenses sobre las fuerzas del totalitarismo soviético, la historia había llegado a su fin. Sostuvo que, aunque seguirían produciéndose incidentes, la evolución política de la humanidad había llegado a su cúspide. El sol se había puesto sobre el autoritarismo. La era de las grandes potencias en guerra había terminado y la democracia liberal, la libertad individual y la soberanía popular seguirían extendiéndose.

Fukuyama no era el único en esta previsión optimista. El presidente de Estados Unidos, George H. W. Bush, se encontraba entre los políticos y líderes que compartían su visión. En su discurso de 1990 ante el Congreso, Bush aclamó un futuro “libre de la amenaza del terrorismo, más fuerte en la búsqueda de la justicia y más seguro en la búsqueda de la paz”. La humanidad estaba entrando en un “nuevo mundo”, dijo, “muy diferente del que hemos conocido, un mundo donde el Estado de Derecho toma el lugar de la ley de la selva”.

El “fin de la historia” fue una hipótesis estimulante para los occidentales. Se convirtió en una sensación instantánea entre políticos y expertos. A medida que avanzaba la década de 1990, se acumulaban las pruebas que la apoyaban: las nuevas naciones independientes del Báltico se deshicieron de todo el legado de la Unión Soviética y se adhirieron a Occidente; todos los antiguos regímenes comunistas de Europa del Este fueron sustituidos por gobiernos elegidos democráticamente; en el Este y el Sureste asiático, el desarrollo capitalista cambió el poder político a favor de las clases que miraban a Occidente; pronto, incluso Rusia realizó reformas radicales, adoptando el capitalismo y celebrando elecciones reales, seguro que era un “capitalismo de gánsteres”, pero hay que dar tiempo al pueblo ruso. Incluso se habló de la entrada de Rusia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Occidente estaba eufórico. Habíamos ganado. Era el fin de la historia.

Pero entonces pareció ocurrir algo de “historia”.

¿Contratiempos o historia?

Los atentados terroristas del 11 de septiembre tomaron a todo el mundo por sorpresa. Occidente se vio profundamente sacudido. Pero los optimistas siguieron sin inmutarse. En un artículo de opinión del Wall Street Journal del 5 de octubre de 2001, Fukuyama recordó a los lectores el matiz de su tesis y escribió: “Creo que al final sigo teniendo razón”.

En 2008, el presidente ruso Vladimir Putin invadió la antigua nación soviética de Georgia, devolviendo dos partes de su territorio al control de facto de Moscú. Su invasión en 2014 a la antigua nación soviética de Ucrania y la anexión de iure [por derecho] de su Península de Crimea fue aún más dramática.

Estos fueron acontecimientos alarmantes que parecían inquietantemente como si la “historia” siguiera ocurriendo.

Sin embargo, incluso entonces, muchos occidentales los consideraron en su mayoría incidentes aislados. Después de todo, las partes de Georgia y Ucrania que Putin tomó estaban pobladas principalmente por individuos a los que no parecía importarles ser devueltos a Rusia. Seguramente Putin se detendría allí y ese sería el fin.

Con bastante de este tipo de ilusiones, los optimistas sostenían que la historia real, las grandes luchas y las principales guerras que han caracterizado a la humanidad durante milenios, todavía estaba básicamente terminada. A pesar de algunos contratiempos, el tiempo está del lado de la libertad. La interdependencia económica de las grandes naciones es demasiado fuerte como para permitir una guerra de grandes potencias. Y la difusión y supremacía de la democracia liberal sigue siendo inevitable.

Entonces llegó el 24 de febrero de este año.

Cuando los tanques de Putin traspasaron las fronteras de Ucrania esa mañana, rodando hacia Kiev, todo lo que quedaba del sueño de que el hombre había llegado al fin de la historia fue aplastado bajo sus huellas. Cualquier rayo de esperanza de que Rusia y sus socios finalmente se integraran al orden democrático liberal liderado por Estados Unidos fue aplastado. Ya no se podía negar la horrible realidad, porque no se trataba sólo de una guerra entre los ejércitos de Rusia y Ucrania, sino de una guerra entre dos visiones del mundo.

En su mayor parte, los ucranianos se inclinan hacia Occidente. Eligieron al judío Volodymyr Zelenski como su líder en 2019. Su visión del mundo está básicamente alineada con la de Estados Unidos. Creen que la voluntad del pueblo debe determinar el camino de una nación y que el modelo occidental funciona mejor para más personas que cualquier otro. Llevan mucho tiempo intentando unirse a la otan y a la Unión Europea, lo que convertiría a Ucrania en un aliado de Estados Unidos (y de docenas de otras democracias). Creen que, como nación independiente, tienen el derecho soberano de intentar unirse a estas u otras organizaciones que deseen.

Rusia, por el contrario, rechaza la idea misma de la democracia liberal como modelo sostenible. Vladimir Putin ha dirigido a la nación durante los últimos 22 años como un autoritario implacable, con el apoyo del grueso de su pueblo. Y si su visión del mundo no estaba lo suficientemente clara tras las invasiones de Georgia y Crimea en Ucrania, la dejó totalmente al descubierto en 2019, declarando que, “el liberalismo está obsoleto”. Lejos de conducir a Rusia por una senda más democrática como pronosticaba la tesis del “fin de la historia”, Putin la ha dirigido en la dirección contraria. Y decenas de miles de sus soldados están ahora trabajando en Ucrania (el punto álgido entre las visiones del mundo), donde están cometiendo atrocidades indecibles en un esfuerzo por lograr un nuevo orden mundial.

Y la Rusia de Putin no está sola. China, India, Irán, Suráfrica, Bielorrusia, Cuba, Nicaragua, Venezuela y Kirguistán se encuentran entre las naciones que apoyan directa o indirectamente la guerra ilegal de Rusia y, por lo tanto, apuestan por el regreso de la “historia”.

Mientras tanto, la guerra de Rusia ha catalizado los movimientos de Alemania y Japón para revertir décadas de vacilación militar y duplicar sus presupuestos de defensa mientras se preparan para un retorno a la guerra de grandes potencias.

Todo esto demuestra que la historia, enredada, injusta, retrógrada, sórdida, violenta y fea, no ha terminado. Y los analistas se ven obligados a reconocer que acaba de empezar un capítulo nuevo y dramático, con implicaciones mucho más allá de las fronteras de Ucrania.

“Todos vivimos ahora en el mundo de Vladimir Putin”, escribió el 27 de febrero el experto en política internacional Ivan Krastev, describiéndolo como un mundo en el que la fuerza bruta aplasta los derechos democráticos y el Estado de Derecho. Para completar el cuadro, citó al antiguo general militar griego Tucídides: “Los fuertes hacen lo que pueden, y los débiles sufren lo que deben”.

El jefe de la oficina australiana del New York Times, Damien Cave, también reconoció que la guerra era un punto de inflexión histórico: “Muchos líderes de la política exterior ya ven a Ucrania en términos nefastos, como el fin oficial de la era estadounidense y el comienzo de un momento más disputado y multipolar”.

Incluso el propio Francis Fukuyama admitió que la guerra de este año bien podría marcar el fin de “el fin de la historia”. Dijo al New Statesman en marzo que su “peor pesadilla” es un mundo en el que China y Rusia trabajan juntos, apoyando el expansionismo y el totalitarismo del otro. “Entonces estaríamos viviendo realmente en un mundo dominado por estas potencias no democráticas”, dijo. “Si Estados Unidos y el resto de Occidente no pudieran impedir que eso ocurriera, entonces sería realmente el fin del fin de la historia”.

Nadie está impidiendo hoy la profunda cooperación y expansionismo ruso-chino. Así que resulta que la historia no terminó en 1989.

El comienzo de la historia

Muchos se dejaron seducir por la euforia del optimismo del “fin de la historia”, pero los lectores de la Biblia nunca debieron dejarse llevar por ella. Numerosos pasajes de las Escrituras pronostican una tercera guerra mundial, una guerra de grandes potencias, que pronto se librará en gran medida bajo el liderazgo de hombres fuertes totalitarios de Rusia, China y Europa, que utilizarán vastos arsenales de armas nucleares. “Habrá más angustia que en cualquier otro momento desde el principio del mundo. Y jamás habrá una angustia tan grande. De hecho, a menos que se acorte ese tiempo de calamidad, ni una sola persona sobrevivirá” (Mateo 24:21-22; Nueva Traducción Viviente).

Este conflicto aniquilará cualquier vestigio restante de democracia liberal y hará que todas las guerras anteriores de la humanidad parezcan escaramuzas del patio de recreo. Será, por mucho, el capítulo más sangriento de la historia de la humanidad, y en el camino hacia él, grandes acontecimientos históricos, como la bárbara invasión rusa a Ucrania, no deberían tomarnos desprevenidos.

La historia no ha terminado. Las Escrituras dejan claro que, gane o no Rusia el actual asalto en su empuje contra el orden liberal, está comenzando un nuevo capítulo histórico que desembocará en una era de calamidad y sufrimiento mundial sin precedentes.

Estas serán las páginas más sangrientas de la historia de la humanidad plagada de conflictos. Para muchos en la escena en este tiempo futuro, la violencia y el sufrimiento parecerán ser el capítulo final de la humanidad. Pero la Biblia deja claro que en realidad es sólo la última página del prólogo del emocionante futuro de la humanidad.

Justo después de que Mateo 24:21-22 declara que la guerra global que se avecina será tan devastadora que podría matar a toda vida humana, se añade un detalle clave: “Pero se acortará…” (ntv).

¡La Tercera Guerra Mundial nuclear será interrumpida por el regreso de Jesucristo! Él aplastará la violencia antes de que la humanidad se haya aniquilado a sí misma. Él establecerá la verdadera “forma final” de gobierno sobre el hombre, la misma que se nos ofreció en el Jardín de Edén. Entonces Él usará este gobierno perfecto para imponer a los rusos, chinos, europeos, indios, americanos y a todos los pueblos la paz que siempre ha eludido a la humanidad. En ese momento, el capítulo uno de la historia real podrá finalmente comenzar.


EL GOBIERNO DE LA FAMILIA DE DIOS

La más grande tragedia en este tiempo del fin es la caída de la verdadera Iglesia de Dios, la Iglesia de Laodicea (Ap. 3:14-22). ¡A los discípulos de Dios que salgan de tal Iglesia les será dado el "trono" más exaltado que Dios pueda ofrecer! ¿Por qué? Debido a que responden a su Cabeza-Jesucristo-y escucharon sus "toquidos" (v. 20).