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El dólar está muriendo
Estamos acercándonos a los últimos días del reinado del dólar como la divisa de reserva mundial. El billete verde ha perdido un 11% de su valor desde el comienzo de la crisis del coronavirus. Es posible que pierda otro 10% este año. El miércoles, la Reserva Federal elevó la tasa de interés clave en un cuarto de punto porcentual para combatir la creciente inflación. Al mismo tiempo, los políticos proyectan otras seis alzas de tasas este año. Estas medidas reducirán el índice de inflación y el crecimiento económico, ya que harán que aumenten los intereses aplicados en los préstamos para automóviles, las tarjetas de crédito, las hipotecas, los préstamos con garantía hipotecaria y otros tipos de préstamos. Cualquiera que tenga una suma considerable de deuda a tipo variable debería prepararse para un poco de dolor.
Sin embargo, Estados Unidos tiene un problema mucho mayor que la inflación galopante y el aumento de las tasas hipotecarias. La carga de la deuda federal ha superado los 30 billones de dólares recientemente. Por lo tanto, las subidas de los tipos de interés añaden miles de millones de dólares a la suma que Estados Unidos debe a sus acreedores. El año pasado, el gobierno pagó 562.000 millones de dólares en intereses, más de 1.500 dólares por cada hombre, mujer y niño de la nación. Y se espera que este año pague mucho más que eso si la Reserva Federal sube los tipos de interés seis veces.
En la actualidad, casi el 60% de los 12,8 billones de dólares de las reservas monetarias mundiales son dólares. Esto le permite a Estados Unidos poder recibir préstamos baratos, ya que los dólares siempre tienen una gran demanda. Pero si el dólar perdiera su condición como la divisa de reserva, el gobierno federal ya no podría pedir dinero prestado a bajo precio. El pago de los intereses de la deuda nacional consumiría una parte cada vez mayor del producto interior bruto de Estados Unidos.
Esta es una de las razones por las que el historiador financiero Niall Ferguson advierte que las naciones y los imperios suelen derrumbarse cuando el costo que supone pagar sus deudas supera el costo de defender sus fronteras. Estados Unidos está cerca de este punto de inflexión y sus rivales —como China, Rusia y Arabia Saudí— se dan cuenta de este hecho. Por lo tanto, tienen como objetivo al estatus que ocupa el dólar como la divisa de reserva.
Desde 2014, tanto China como Rusia han estado reduciendo su dependencia en el dólar para el comercio bilateral. Algunos analistas pronostican que estas potencias empezarán a deshacerse de más dólares en represalia a las sanciones impuestas por Estados Unidos a Rusia por la guerra de Ucrania. China, India y Rusia ya están explorando una alternativa al mecanismo de pago swift, dominado por Estados Unidos, para poder seguir comerciando con los países que se enfrentan a las sanciones estadounidenses. Tal mecanismo alternativo de pago sería un golpe fuerte para el estatus del dólar como divisa de reserva mundial.
Muchas naciones, aparte de China, India y Rusia, querrán sin duda unirse. Arabia Saudí también está hablando con China sobre la posibilidad de fijar el precio de algunas de sus ventas de petróleo en yuanes en lugar de dólares. Si llegan a un arreglo, se acabaría el acuerdo que el presidente estadounidense Richard Nixon pactó en 1973: Estados Unidos prometió armar y proteger a Arabia Saudí a cambio de que la realeza saudí denominara todas las ventas futuras de petróleo en dólares. Pero ahora, la realeza saudí quiere ventas de petróleo denominadas en yuanes.
Supongamos que China, India, Rusia y Arabia Saudí dejaran de utilizar el dólar. En ese caso, el billete verde se convertiría en una moneda norteamericana aislada que escasamente sería necesaria en el hemisferio oriental. Los bancos dejarían de acumular reservas de dólares. El gobierno estadounidense tendría que ofrecer tasas de interés altas si necesitara vender bonos del tesoro para obtener préstamos. Tendría que imponer impuestos altos para pagar los intereses de esos bonos del tesoro.
El hecho aleccionador es que Estados Unidos ha estado viviendo por encima de sus posibilidades durante décadas, y ya no puede escapar de la espiral de la muerte que le espera por causa de la deuda. El inicio de ella puede que no signifique el fin inmediato de EE UU como nación. Pero sí significaría el fin inmediato de EE UU como superpotencia financiera y militar.
El difunto Herbert W. Armstrong enseñó que los pueblos que se asentaron en Estados Unidos y Gran Bretaña descendían del antiguo Israel. Y una profecía bíblica para el tiempo del fin dice que Dios romperá repentinamente el poder de Israel a causa de sus pecados, incluido el materialismo. La gente adora el trabajo de sus manos más que a Dios.
Observe esta profecía en Miqueas 5: “Acontecerá en aquel día, dice [el Eterno], que haré matar tus caballos de en medio de ti, y haré destruir tus carros. Haré también destruir las ciudades de tu tierra, y arruinaré todas tus fortalezas. Asimismo destruiré de tu mano las hechicerías, y no se hallarán en ti agoreros” (versículos 10-12).
¿Cómo ocurrirá el colapso del poderío militar de EE UU? El Sr. Armstrong predijo que una crisis financiera probablemente devastaría a EE UU e impulsaría a Europa a unirse para formar una superpotencia aún más poderosa que Estados Unidos. En 1984, advirtió que una crisis bancaria masiva en Estados Unidos “podría provocar repentinamente que las naciones europeas se unieran para formar una nueva potencia mundial más grande que la Unión Soviética o Estados Unidos” (carta a los colaboradores, 22 de julio de 1984).
Dicha crisis está más cerca de lo que se piensa. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca podría devolver cierta estabilidad a los mercados financieros. Sin embargo, Estados Unidos no ha ahorrado el dinero necesario para afrontar su próxima tormenta económica. La próxima recesión podría obligar a Estados Unidos a dejar de proyectar su poder contra China, Alemania y Rusia para evitar la bancarrota.
LOS CUATRO JINETES DE APOCALIPSIS
Ya deberíamos temer y escuchar atentamente los cascos galopantes de los cuatro jinetes. Ellos vienen veloces hacia nosotros en este mismo momento. Y ésta es la verdad más aterradora de todas: ¡que el propio pueblo de Dios va a quedar más devastado que nadie!