Reciba nuestro boletín gratis

History, USA

ED VEBELL/GETTY IMAGES

Cómo ver a Dios en la historia

La historia está siendo reescrita con impunidad. Aquí hay alguna verdad histórica fundamental que lo protegerá del error.

¿Por qué Estados Unidos domina el mundo hoy? ¿Por qué Gran Bretaña creó el imperio más grande en la historia mundial? ¿Por qué la ciencia, la cultura, el arte y la literatura occidental es tan dominante globalmente?

Los historiadores han dedicado toda su carrera a examinar estas interrogantes. Ellas yacen en el corazón del entendimiento del mundo de hoy.

También yacen en el corazón de muchos de nuestros problemas sociales. Una nueva narrativa está surgiendo en la que Gran Bretaña, EE UU y la raza blanca en general llegaron a la cima porque eran más crueles que los demás. “La raza blanca es la más grande asesina, violadora, saqueadora y ladrona del mundo moderno”, escribió la ganadora del premio Pulitzer y fundadora del Proyecto 1619 del New York Times, Nicole Hannah-Jones en 1995.

Afortunadamente, pocos están en ese extremo. Sin embargo, el surgimiento de Gran Bretaña y EE UU es difícil de explicar. No hay nada como esto en la historia de la humanidad. Es sorprendente y profundo, y muy motivador cuando usted piensa en ello.

Considere cómo Gran Bretaña, una pequeña porción de tierra situada a más de 5.600 kilómetros de la línea del Ecuador, escondida en la frontera norte de la Tierra, un país que por milenios estuvo escasamente poblado, que ha existido precariamente a menos de una maratón de distancia de algunos de los regímenes más peligrosos de la historia —una nación más pequeña que Nueva Zelandia o Ecuador, con un clima tan frío, oscuro y húmedo que muchos lo consideran extremadamente inhóspito— repentina e inesperadamente surgió como el imperio más grande de la historia.

Alemania es 1,5 veces más grande que Gran Bretaña. China es 40 veces más grande y Rusia es 74 veces el tamaño de Gran Bretaña. Cada uno de esos países ha tenido en algún momento los ingredientes necesarios para un imperio: liderazgo y políticas fuertes, ventajas territoriales estratégicas, acceso a recursos minerales y agrícolas y tecnología. Sin embargo, a pesar de esas ventajas, ninguno ha estado jamás cerca de controlar la mayor parte de la superficie de la Tierra, poseer la riqueza, o controlar la cantidad de súbditos como la reina Victoria de Gran Bretaña en el siglo xix.

Búsquelo en Google. Busque en los libros de historia. Arrincone a su profesor. Estudie las crónicas de Grecia y Roma, o China, los Otomanos y otras dinastías árabes, o a los aztecas. Pronto verá que, en toda la historia humana, nada es paralelo a la estupenda prosperidad, expansión y grandeza del Imperio Británico en su apogeo. Gran Bretaña es una verdadera anomalía histórica.

Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, una nación pasó de ser completamente nueva, a dominar el mundo en cerca de un siglo.

¿Qué somos nosotros para hacer esto? ¿Un fenómeno extraño de las relaciones internacionales? ¿Fue el resultado de una brillante estrategia elaborada por algún misterioso hombre de estado? ¿Fue suerte a ciegas?

Los historiadores luchan por explicarlo. Pero la Biblia tiene la respuesta.

Entender cómo y por qué sucedió esto significa entender una de las profecías más importantes en la Biblia. Esta profecía revela la mano de Dios detrás del amplio curso de la historia. Entiéndala y podrá ver la mano de Dios en casi cualquier evento histórico.

Gracias a Abraham

Génesis 12 contiene uno de los pasajes más importantes de la Escritura para entender la historia mundial. Ahí Dios hace una promesa muy importante a Abraham, que consta de dos partes.

Lea el versículo 2. Primero, Dios dice, “haré de ti una nación grande”. Aquí Dios promete enorme prosperidad material nacional y poder a los descendientes de Abraham. En Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía, un libro en el cual la promesa a Abraham es el tema clave, Herbert W. Armstrong expresa la primera parte de la promesa de Dios como una promesa de “linaje”.

Segundo, Dios promete a Abraham que “serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (versículo 3). Piense en eso. ¿No prueba esto que Dios no es racista, ni que hace acepción de personas o razas? ¡Claramente Él dice que cada ser humano en la Tierra se beneficiaría de Su especial relación con Abraham! El Sr. Armstrong expresó esta parte de la promesa como la “promesa de la gracia”. Esta es la promesa de salvación a través de Jesucristo, un descendiente de Abraham.

En este artículo nos concentraremos en la primera parte de la promesa de Dios a Abraham, la “promesa del linaje”. Esta promesa es la clave para descubrir la historia mundial y la profecía bíblica. Sin embargo, es un misterio para los historiadores hoy. La historia mundial, no sólo la historia de los descendientes de Abraham, sino la historia completa de la humanidad desde el tiempo de Abraham, ¡ha sido formada y definida por la promesa de Dios a Abraham!

Así es como el Sr. Armstrong lo escribió: “Este es el punto donde aquellos que profesan ser ‘cristianos’ y sus maestros han caído en el error y en la ceguera espiritual. Han fallado en captar la promesa doble hecha por Dios a Abraham. Ellos reconocen la promesa mesiánica de salvación espiritual a través de la singular ‘simiente’ que es Cristo [Génesis 22:18; Gálatas 3:8, 16]. (…) Este es un punto clave. Aquí es donde los que profesan ser ‘cristianos’ y sus maestros se desvían de la verdad. Este es el punto donde ellos se salen del carril que los llevaría hacia la llave maestra extraviada de las profecías. Ellos no captan el hecho de que Dios le dio a Abraham promesas de linaje físico, así como de gracia espiritual” (Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía; énfasis añadido).

La promesa de Dios del linaje es la llave que abre la profecía bíblica, ¡y necesitamos entender esa llave!

La promesa de primogenitura conferida

En Génesis 17:7, Dios reafirma Su promesa a Abraham. Aquí Dios no sólo da más detalles, sino que Él dice que Su pacto con Abraham es un “pacto perpetuo”. Abraham moriría, como lo hacen los seres humanos, pero la promesa de Dios para él no.

Génesis 26:3-5 muestra claramente que la promesa de Dios de “linaje físico” (bendiciones materiales) así como la de la “gracia espiritual” son conferidas a Isaac, el hijo de Abraham.

Tanto en Génesis 27:26-29 como en Génesis 35:10-12 leemos de la promesa a Abraham siendo transferida a Jacob, el hijo de Isaac y nieto de Abraham. Léalo usted mismo: “También le dijo Dios [a Jacob]: Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos” (Génesis 35:11).

Observe cuán específica es esta promesa: cuando fuera el tiempo de cumplir Su promesa de linaje, Dios lo haría facilitando la llegada de una gran nación y un gran “conjunto de naciones”.

1 Crónicas 5:1-2 muestra la promesa a Abraham siendo conferida a José, uno de los 12 hijos de Jacob. Hablando de la promesa de Abraham, o de la primogenitura, el versículo 2 dice claramente, “más el derecho de primogenitura fue de José”. De nuevo, es asombroso cuán específica es la Biblia aquí.

En Génesis 48 leemos de la promesa de primogenitura siendo traspasada a los dos hijos de José; Efraín y Manasés. Otra vez la promesa es específica. El versículo 19 dice: “también él [Manasés] vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor [Efraín] será más grande que él, y su descendencia formará multitud de naciones”. Esta es prueba evidente que la promesa del linaje—de riqueza material y nacional y de poder—sería manifestada en el surgimiento de un único gran pueblo (Manasés) y un gran conjunto, o mancomunidad, de naciones (Efraín).

Bendiciones no dadas al antiguo Israel

¿Ha guardado Dios Su promesa a Abraham? Si es así, ¿cuándo exactamente la cumplió Dios?

La historia secular revela la respuesta. Considere el espectro de la historia mundial, e identifique aquellos tiempos cuando dos pueblos, distintos pero relacionados, uno una gran nación, el otro un conjunto de naciones, emergiendo como ricos, poderosos y dominantes.

Y ¿qué acerca de la Biblia? ¿Indica Dios cuándo Él cumpliría Su promesa a Abraham? Para responder, vamos brevemente a la historia en el Antiguo Testamento.

Dios libró a los israelitas de Egipto a mediados de siglo xv a. C. Para este tiempo Israel era una nación completamente establecida con 2 a 3 millones de personas. Incluía gente de las 12 tribus de Jacob. En algún momento alrededor del año 1400 a. C., Dios llevó a Israel a Canaán. Fue allí, en la Tierra Prometida, que Dios intentó cumplir Su promesa a Abraham. Fue allí, en el Levante, con Jerusalén como la capital, que Él quiso hacer de Israel, específicamente de Efraín y Manasés, una gran nación y un “conjunto de naciones”.

Sin embargo, aunque Dios deseaba cumplir Su promesa a Abraham en ese tiempo, la herencia inmediata de la promesa a Abraham era condicional. El antiguo Israel recibiría la promesa en su tiempo sólo si cumplía ciertas obligaciones.

¿Cuáles eran esas obligaciones? El pasaje bíblico clave para la respuesta está en Levítico 26. Este capítulo es crucial. El Sr. Armstrong lo describió como el “eje central de las profecías del Antiguo Testamento”.

Observe cómo lo explica él: “Levítico 26 es la profecía básica del Antiguo Testamento. (…) En esta profecía central, Dios reafirmó la promesa de primogenitura para aquellos que vivieron en los días de Moisés, ¡pero con ciertas condiciones! La tribus de la primogenitura de Efraín y Manasés estaban entonces con las otras tribus, como una nación. La obediencia a las leyes de Dios habría traído enormes bendiciones y riqueza nacionales de la primogenitura no sólo a Efraín y Manasés, sino que automáticamente, a toda la nación de la cual formaban parte” (ibíd.).

Él continua: “Había una condición, un gran ‘si’, ¡una condición para recibir efectivamente esta estupenda promesa de primogenitura en su tiempo! Dios dijo: ‘Si anduvieres en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra [entonces] yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos…’ (versículos 3-4)”.

Observe. Dios quería colmar al antiguo Israel con riqueza y poder sin paralelo. Él quería transformar a Efraín y Manasés, y a todo Israel, en el imperio más grande y poderoso de la historia. Pero Él sólo lo haría si ellos le obedecían.

Si los descendientes de Abraham rechazaban a Dios y lo desobedecían, ¡Dios dijo que Él maldeciría a Israel posponiendo el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham!

Siete ‘tiempos’ proféticos

¿Por cuánto tiempo lo pospondría Él? De hecho, Dios nos dice: “Y si aun con estas cosas no me oyereis, yo volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados” (Levítico 26:18).

El significado de esta declaración es dual. La expresión “siete veces” viene del hebreo shibah, que también puede significar multiplicado por siete. Como lo explicó el Sr. Armstrong: “Los ‘siete tiempos’ implican duración o continuación del castigo. Pero la palabra también tiene el significado de ‘multiplicado por siete’ o siete veces mayor en la intensidad del castigo, es decir un castigo que es siete veces más intenso” (ibíd).

Esta “profecía clave del Antiguo Testamento” revela que el castigo será siete “veces” más intenso, y también siete “veces” en duración.

En el lenguaje de la profecía bíblica, un “tiempo” es un periodo específico: un año profético de 360 días. (Para comprobar por qué un año profético en la Biblia es de 360 días, y no de 365, solicite Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía.) Y como es el caso tan a menudo en la profecía, cada uno de esos “días” proféticos representa un año en el cumplimiento del castigo de Israel.

Usted puede ver este principio de un día por un año en efecto cuando Israel estaba por heredar la Tierra Prometida antiguamente (Números 13-14). Después que los espías de Israel exploraron Canaán y regresaron con un reporte pavoroso, los temerosos israelitas rehusaron entrar a la tierra. Entonces Dios pospuso su heredad prometida y los sentenció a deambular por el desierto 40 años. ¿Por qué 40 años? Números 14:34 explica: “Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo”. Siguiendo este principio de un día por un año, las bendiciones prometidas a Abraham fueron retenidas por 40 años, cada año representando un día que los espías habían explorado la tierra.

Recuerde, Dios dijo en Levítico 26:18 que a Israel le sería negada la promesa de primogenitura por siete “tiempos” proféticos; eso es, siete años de 360 días, un total de 2.520 días. Cuando usted aplica el principio de un día por un año, eso se convierte en un castigo de 2.520 años. En este caso, tal como en Números 14, implica la retención de la bendición prometida de Dios.

Sí, Dios profetizó específicamente que Él aplazaría la bendición a los descendientes de Abraham por 2.520 años.

Ahora, ¿nos dice la Biblia cuándo aplicó Dios este aplazamiento?

Retraso de 2.520 años

Siga la historia de Israel. Después de que Josué, el sucesor de Moisés, llevó a la nación a la Tierra Prometida, ésta soportó cerca de 350 terribles años bajo los jueces. Entonces Dios estableció la monarquía, pero los israelitas continuaron sufriendo bajo su primer rey, Saúl. Después del reinado de Saúl: “[c]omenzaron a prosperar bajo el rey David, y en la época de Salomón alcanzaron un alto nivel de prosperidad. Pero aún no habían llegado a la posición de dominio mundial que se les había prometido según la primogenitura”, escribió el Sr. Armstrong (ibíd).

Cuando Salomón murió, se estableció la anarquía y la inestabilidad. En un corto tiempo, la guerra civil había dividido a Israel en dos. El reino de Judá, compuesto por las tribus de Judá y Benjamín, con Jerusalén como su capital, habitó en el sur. Las otras 10 tribus, con Efraín como la nación líder, se separaron y habitaron en el norte. Ellos fueron conocidos como Israel.

En las subsiguientes décadas y siglos, el reino de 10 tribus de Israel continuó adoptando los malos caminos de su primer rey, Jeroboam, quien era de Efraín. Israel se volvió inmundo y rebelde a los ojos de Dios, y el pueblo no se arrepintió. Dios envió profeta tras profeta para advertirles, pero rechazaron cada advertencia de Dios. Ellos nunca recibieron bendiciones en la escala prometida a Abraham.

Para finales del siglo octavo a. C., a Dios no le quedó otra opción. Simplemente Israel no se arrepentiría, y había llegado el tiempo para que la nación fuera castigada, y, de acuerdo con la profecía de Levítico 26:18, de posponer la promesa de primogenitura. Usted puede leer la historia en 2 Reyes 17. Allí se describe cómo Dios usó el Imperio Asirio para destruir a Israel y llevarlo cautivo. La caída de Israel fue definitiva. ¡Virtualmente todo el reino fue arrastrado de la Tierra Prometida!

La invasión de Asiria y la destrucción de Israel ocurrieron entre el año 721 y el 718 a. C. Los libros de historia documentan esto; es fácil fundamentarlo. Como lo explicó el Sr. Armstrong, y como la lógica da a entender, ¡la deportación de Israel de la Tierra Prometida marcó el comienzo del aplazamiento de la promesa de primogenitura!

“Desde ese momento”, escribió el Sr. Armstrong, “Dios dejó de enviarles profetas. No les dio más oportunidad de recibir la más grande bendición nacional de toda la historia, ¡hasta el final de los 2.520 años! Escondió Su rostro de ellos, por así decirlo. Los quitó de Su vista; dejó de suplicarles. ¡Ellos no se habían mostrado aptos ni merecían recibir Su bendición!” (ibíd).

Habiendo establecido eso, la matemática es simple: tome los años 721–718 a. C. y súmeles 2.520 años. Usted llega al 1800–1803 d. C.

Estaba determinado: la historia seguiría un nuevo patrón. Dios no derramaría las bendiciones prometidas a Israel hasta el año 1800 d. C.

Una vez que el comportamiento de Israel había hecho necesario este nuevo patrón de la historia, Dios le dio visiones al profeta Daniel mostrándole cómo se desenvolvería. Con Efraín y Manasés no dominando el mundo por 2.000 años, otros poderes se levantarían. Dios le reveló a Daniel la serie de imperios que llenarían el vacío. La historia de todos estos imperios—Babilonia, Persia, Grecia, Roma y los subsecuentes intentos por revivir el Imperio Romano, giran alrededor de Israel. La historia se desarrolló en el vacío creado por la caída de Israel.

Imagine cuán diferente habría sido la historia mundial si Israel hubiera obedecido a Dios y heredado la promesa a Abraham en el tiempo de Salomón. No habría habido historia griega o romana, al menos no de la forma como está escrita hoy.

¡La gran promesa finalmente cumplida!

Iniciando en el año 1800, Dios comenzó a cumplir la promesa a Abraham que había sido conferida específicamente a los descendientes de Efraín y Manasés. En el siglo xix, Él orquestó el surgimiento de una gran nación y un gran “conjunto de naciones”.

Usted puede ver que sucedió claramente en la historia de EE UU y Gran Bretaña.

Una persona podría escribir un libro acerca del surgimiento de EE UU y el Imperio Británico en el siglo xix. En realidad, hay varios libros de historia sobre este tema. Más que unos pocos historiadores han documentado todas las condiciones que “misteriosamente” convergieron, incluso comenzando en los siglos xvii y xviii, para facilitar el repentino surgimiento del Imperio Británico y de Estados Unidos.

Considere todos los eventos significativos en Gran Bretaña entre 1500 y 1800, los tres siglos que condujeron a la cúspide del Imperio Británico. La Reforma Protestante. El divorcio de Inglaterra del catolicismo bajo Enrique viii. La unificación de Inglaterra, Escocia e incluso Irlanda por un momento. El surgimiento de la armada de Inglaterra y su dominio sobre las rutas marinas. La Revolución Industrial y el surgimiento de Gran Bretaña como el centro económico, cultural, filosófico y tecnológico del mundo. También está la desaparición de los competidores de Gran Bretaña durante este tiempo, tales como la milagrosa derrota de la Armada Española en 1588 que removió a la España católica como una amenaza, y la derrota de Napoleón en 1805.

Muchos historiadores reconocen la llegada única y aparentemente inexplicable, de Gran Bretaña como potencia mundial. “Algunos de los elementos requeridos para una transformación económica estuvieron presentes en otras partes del mundo”, escribió Paul Johnson. “Pero sólo Inglaterra los poseía todos combinados”. El ‘milagro’ ha estado desarrollándose por 150 años; o, para cambiar la metáfora, un número de factores convencionales de crecimiento económico se había estado reuniendo, y al final del siglo xviii la masa resultante se volvió ‘crítica’ y la explosión tuvo lugar” (The Offshore Islanders).

Cada uno de esos eventos fue decisivo en poner el fundamento para el Imperio Británico. Con cada evento—y hay muchos más de los enumerados anteriormente, ¡Dios estuvo preparando a Inglaterra para recibir las bendiciones a Abraham!

Usted puede llevar a cabo el mismo ejercicio con EE UU. Piense acerca del Congreso Continental y la Declaración de Independencia; el desarrollo de la Constitución, la cual le dio a la incipiente nación un fundamento para la estabilidad política; la Compra de Luisiana; la expedición de Lewis y Clark; o la Fiebre del oro en California. EE UU también atestiguó la desaparición de competidores regionales, especialmente los poderes católicos europeos, a saber, Francia y España, a lo largo de su frontera sur. Cada uno de estos eventos fue crucial para el dominio de EE UU. De nuevo, con cada evento, ¡Dios estaba preparando a EE UU para recibir las bendiciones de Abraham!

Un evento que cambió la historia

No he llegado ni cerca de documentar todos los detalles que encajan en su lugar alrededor del año 1800 para facilitar el surgimiento de Gran Bretaña y EE UU como potencias mundiales. Incluso el clima en Gran Bretaña durante este tiempo, como Paul Johnson ha señalado, fue históricamente bueno. Es decir, fue favorable para el éxito agrícola, lo cual significa barrigas llenas y personas saludables, lo cual significa rápido crecimiento poblacional. Usted puede ir a las bendiciones en Levítico 26 y comparar las profecías muy específicas de prosperidad material con libros de historia sobre ese periodo de tiempo, y ver esas profecías cumpliéndose exactamente.

“El cumplimiento más asombroso de la profecía bíblica en tiempos modernos fue el repentino florecer de las dos potencias mundiales más grandes: una, la mancomunidad de naciones que formó el imperio mundial más grande de todos los tiempos; la otra, la nación más rica y poderosa del mundo hoy”, escribió el Sr. Armstrong. “Estos pueblos que heredaron la primogenitura, ¡llegaron con rapidez increíble a poseer más de las dos terceras partes (casi tres cuartos) de la riqueza cultivada y los recursos de todo el globo! Este auge sensacional, partiendo de unos comienzos muy modestos y en un tiempo muy corto, es una prueba incontrovertible de la inspiración divina. Nunca en la historia ocurrió cosa semejante” (op. cit.).

Deténgase y piense acerca de las consecuencias de esta profecía, no sólo para EE UU y Gran Bretaña, sino también en la historia mundial. Hablando abiertamente, es seguro decir que la historia mundial como la conocemos es en gran parte producto de la promesa a Abraham, ¡especialmente el retraso de esa promesa a causa de la rebelión de los israelitas! ¡Otros poderes fueron capaces de surgir porque los israelitas desaparecieron como potencia por 2.520 años!

Ahora piense acerca de los últimos 200 años. Por más de dos siglos el mundo ha estado dominado por dos potencias: una, una gran única nación, la otra un gran conjunto de naciones. Juntos, EE UU y Gran Bretaña, son los arquitectos principales del mundo en el que vivimos, especialmente el mundo occidental. El mundo ha sido transformado en prácticamente todos los sentidos, para mejor y para peor, como resultado de la riqueza material y el avance y dominio intelectual, político, cultural y moral de estas dos naciones.

Finalmente, piense también acerca de la historia del Imperio Británico y la transformación fenomenal de Gran Bretaña en el siglo xix, que pasó de ser una isla incipiente a ser el imperio más rico, expansivo e impresionante en la historia de la humanidad.

La historia de Gran Bretaña y EE UU es verdaderamente notable; su riqueza, la grandeza, la inmensidad de su territorio, sus logros, su poder. ¡Pero lo más extraordinario, es la forma en que provee una prueba viviente, tangible y cuantificable de la existencia de Dios! 

USBP, AD