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¿Cómo serán las ciudades del mañana?

TELOSA

¿Cómo serán las ciudades del mañana?

Los multimillonarios visionarios tienen ideas impresionantes. Pero esto es lo que ocurrirá en realidad.

Algunas personas muy ricas están trabajando para construir las ciudades del mañana desde cero. El multimillonario Elon Musk acaba de fundar Snailbrook, una comunidad en Texas. El multimillonario Marc Lore quiere construir Telosa, una ciudad de 5 millones de habitantes que funcione con un nuevo modelo económico. Está buscando el terreno, pero el multimillonario Bill Gates ya ha encontrado el suyo: gastó 80 millones de dólares en 100 km 2 en Arizona para crear Belmont, y desde entonces lo ha ampliado y ha concedido miles de permisos para viviendas unifamiliares.

En Arabia Saudí, el gobierno está iniciando la construcción de una ciudad aún más insólita llamada The Line. Tendrá más de 160 kilómetros de largo, 400 metros de alto y unos 200 metros de ancho.

Lo que prometen estos aspirantes a constructores de ciudades empieza con una “pizarra de oportunidades casi en blanco”, como dijo un abogado inmobiliario. “La visión es que sea una ciudad sostenible que aproveche las infraestructuras de vanguardia”, dijo, “una comunidad con visión de futuro, con un centro de comunicaciones e infraestructuras que adopte la tecnología de punta. (…) Dependerá por completo de tecnologías inteligentes como redes digitales de alta velocidad, centros de datos, Wi-Fi público de alta velocidad, instalaciones de fabricación de alta tecnología y vehículos autónomos”.

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Los planificadores quieren eliminar la contaminación, respetar y mejorar la naturaleza, proporcionar una calidad de vida saludable y sostenible, conservar la energía y fomentar la comunidad. Quieren dinamismo, diversidad, eficiencia, seguridad, limpieza, sostenibilidad y buena gobernanza. Abundan en ideas para nuevas tecnologías y nuevas ideologías.

Los alcaldes de las ciudades existentes y los aspirantes a inventores de otras totalmente nuevas examinan nuestras comunidades actuales y ven problemas, problemas insolubles.

Las nuevas ciudades construidas desde cero son su única esperanza de algo mejor. El problema es que no tienen ni idea de qué ha hecho que nuestras ciudades se hayan convertido en lo que son.

Borrón y cuenta nueva

¿Qué ve, oye y huele cuando camina por las calles de San Francisco, Portland o Nueva York? Una jungla de extremos: arquitectura impresionante y tráfico enloquecedor. Creatividad vibrante y deterioro deplorable. Riqueza y opulencia; pobreza y delincuencia. Cada vez se ven más vagabundos con la mirada perdida, sentados entre basura, excrementos y parafernalia de drogas.

Contraste esto con las imágenes publicadas por los futuristas. Algunas de sus descripciones de las ciudades del mañana —hermosas, limpias, acogedoras, inclusivas, sin tráfico— dan ganas de entrar en ellas y estar allí, dejando muy atrás las deprimentes, dañinas y sucias ciudades de hoy.

Pero ¿podrán hacerse realidad estas promesas? ¿Cómo, por ejemplo, tendrán suficiente agua en medio de los desiertos donde quieren construir? “Eficiencia, reciclaje, energía verde”, dicen los planificadores. ¿Y cómo pagarán los caros servicios sociales? “Propiedad comunitaria”. ¿Y cómo no se convertirá en un desastre una torre de Babel de un kilómetro y medio de largo volcada de lado en el desierto? “Tecnología”.

La ciudad de Telosa propuesta por Mark Lore experimentará con un nuevo modelo económico. “Estamos intentando lo que llamamos equitismo”, dijo. “¿Qué pasaría si pudieras pagar los mismos impuestos que pagas hoy pero obtener los mejores servicios sociales de cualquier país del mundo? Eso es equitismo”. Esta ideología parece una mezcla de democracia, capitalismo y socialismo. Un manifiesto sobre el tema lo define de esta manera: “El equitismo es un sistema económico y político basado en la propiedad comunitaria, que equilibra las tensiones sistémicas, el juego infinito y la intersección de mundos”. Semejante argucia retórica no inspira mucha confianza en que pueda construir una economía funcional.

Lore y otros saben hacer impresionantes animaciones de ciudades generadas por ordenador. Pero eso son píxeles en una pantalla, sueños sin sustancia.

El ser humano lleva mucho tiempo construyendo ciudades. Muchas han sido construidas, desde cero, por visionarios. Los Gates, Lore y Musk de antaño construyeron comunidades basadas en la ideología desde Bourneville, en Inglaterra, hasta Massachusetts y California, casi todas ellas con fechas de inicio en los años 1800 y 1900, y fechas de finalización un par de décadas más tarde. Nuestra miríada de nuevas tecnologías, con las que los futuristas del pasado nunca soñaron, no han conseguido que las ciudades de hoy sean más bellas o equitativas. Las nuevas tecnologías no han provocado necesariamente la degradación, pero no han conseguido detenerla.

Llevamos 6.000 años erigiendo nuestras diversas versiones de la utopía. ¿Ha funcionado ya alguna de ellas? La gran idea de hoy, rechazando el pasado e intentando algo nuevo y audaz, es el desastre de mañana. Muchos de los peores problemas de nuestras ciudades han sido, de hecho, soluciones de la gente a otros problemas. “[Son] sabios para hacer el mal”, dice la Biblia (Jeremías 4:22), “pero hacer el bien no supieron”.

Lo que hace o destruye una ciudad

La verdadera fuerza y belleza de la ciudad no tiene tanto que ver con la madera, el acero, la piedra o el vidrio, las avenidas con jardines o el Wi-Fi, sino con un correcto entendimiento de la naturaleza humana. Y la gente que produce estas desorbitadas ideas no entiende la naturaleza humana.

Nuestras ciudades actuales son deprimentes, sombrías y peligrosas no por falta de diversidad, eficiencia o nuevas tecnologías, sino por la naturaleza humana de las personas que las construyen, las gobiernan y las habitan. Los seres humanos no saben cómo vivir en comunidades armoniosas entre sí. Nuestras deprimentes y cada vez peores ciudades son un síntoma de este hecho. Otro es el brote de naturaleza humana que está a punto de hacer estragos en todo el planeta y destruir físicamente estas ciudades.

El profeta Jeremías vio, en visión profética, una realidad escalofriante bajo la que viven todas las ciudades: “Miré a la tierra, y he aquí que estaba asolada y vacía; y a los cielos, y no había en ellos luz” (versículo 23). Por muy equitativa e integradora que pretenda ser una ciudad, vivimos en una era en la que los seres humanos pueden destruirse unos a otros, ciudad por ciudad, con guerra nuclear, química y biológica.

“Desordenada y vacía” es la expresión exacta utilizada para describir la superficie de la Tierra en el pasado (Génesis 1:2). Uno de los súbditos de Dios, Lucero, decidió “pensar por sí mismo”, rechazar la autoridad e implicación del Creador, hacer valer su “solución”. En consecuencia, ¡toda la Tierra y el universo fueron devastados!

A través de Su poder y apoyado por Sus leyes, Dios creó de nuevo la belleza en la Tierra. Entonces los seres humanos eligieron el mismo tipo de pensamiento que había elegido Lucero. Llevamos 6.000 años en esa elección. Nuestras ciudades son cloacas, estamos sufriendo y estamos a punto de autodestruirnos a escala global.

Estamos a punto de convertir nuestras ciudades, utópicas o no, en ruinas. Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Houston, Washington, Toronto, Londres y Sídney parecerán Hiroshima y Nagasaki.

Es interesante que los multimillonarios constructores de ciudades se interesen por las áreas desiertas. Quieren empezar de cero. La profecía bíblica deja claro que la destrucción masiva que está a punto de llegar dejará tras de sí un borrón y cuenta nueva en todo el mundo.

Un nuevo cimiento

“Reconstruirán ruinas antiguas, las ruinas del pasado, levantarán y renovarán ciudades arruinadas, ruinas de siglos de siglos”. Así traduce Ferrar Fenton Isaías 61:4. Reconstruirán las ruinas antiguas. Frente al aleccionador telón de fondo de destrucción mundial se alza este mensaje de esperanza.

Los seres humanos sobrevivirán. Ellos reconstruirán. Pero no con los viejos planos, ni sobre los viejos cimientos.

Todas las ciudades a través de toda la historia humana han sido fundadas sobre un carácter equivocado. Han sido construidas, y levantadas, sobre el pensamiento distorsionado de Lucero. Por eso todas han fracasado. Y los visionarios que quieren construir de nuevo no tienen soluciones para la codicia, la envidia, la corrupción, la rebelión, el odio, el crimen, el vandalismo, las drogas, la prostitución y los demás pensamientos y comportamientos humanos que han hecho que todas las ciudades humanas, y la calidad de vida en ellas, estén terminalmente enfermas. Los sueños equitistas, comunalistas y utópicos de los visionarios seguirán siendo fantasía.

Sin embargo, el sueño de una nueva ciudad se hará realidad. ¡Y se construirá sobre la base de un correcto entendimiento de la naturaleza humana!

La Biblia incluso profetiza de una reconstrucción específica que tendrá lugar en una ciudad específica: Jerusalén.

Como describe Isaías 62, Jerusalén será reconstruida como una ciudad modelo. Multitud de personas de todas las naciones viajará a ella. El mundo girará en torno a esta nueva capital. La gente se maravillará y se sentirá inspirada, y no sólo por sus edificios o parques. Será una ciudad modelo porque estará construida sobre un fundamento nuevo, diferente y fuerte: el carácter recto de sus habitantes.

En el centro de Jerusalén habrá un gran edificio físico, una casa para que habite el Creador. Los seres humanos habrán sido extremadamente humillados por la destrucción masiva que nos provocamos, y estarán ansiosos por construir a la manera de Dios. Dios medirá y construirá, y Jerusalén servirá de modelo para otras ciudades, “mis ciudades” (Zacarías 1:16-17), de todo el mundo.

Construidas sobre los cimientos correctos, Dios dice que sus ciudades “rebosarán de prosperidad” (versículo 17; versión Revised Standard). Sin guetos. Sin barrios marginales, ni terrenos abandonados ni casas en ruinas. ¿Por qué? ¡Porque las personas cumplirán los estatutos, juicios y leyes del Dios que las creó!

Piense, como esos multimillonarios, en construir ciudades completamente nuevas. Pero a diferencia de ellos, piense en lo que supondrá poner los cimientos correctos desde el principio. Piense en seres humanos aceptando y sometiéndose a su Creador y viviendo finalmente como fueron creados para vivir. ¡La calidad y la belleza de estas ciudades deslumbrarán!

La Biblia profetiza que Dios traerá a la gente de vuelta a la tierra que una vez habitaron, y la tierra producirá para ellos (p. ej., Ezequiel 36:8, “Pronto volverán a casa”, dice la versión rs). Ya no estará desolada. ¡La gente poseerá la tierra, la usará y la amará! Construirán hermosas ciudades. Las personas se unirán para alcanzar su máximo potencial.

Estos objetivos e ideales se harán realidad. Las ciudades del mañana serán seguras, limpias, sostenibles, equitativas, eficientes y vibrantes. La gente pronto volverá a casa, y le encantará hacerlo.

Los cimientos de la ciudad sólo pueden ser fuertes, y sus habitantes sólo pueden ser libres, si guardan las leyes correctas, las leyes buenas: las leyes de Dios. Pero esas leyes sólo pueden ser enseñadas y aplicadas por el gobierno de Dios.

En la parábola de las minas (Lucas 19), Jesucristo habló de elegir personalmente a los líderes de las ciudades del mañana. Éstas serán gobernadas, finalmente, por un gobierno del pueblo y para el pueblo, pero no por el pueblo. Será el gobierno de Dios. Y eso marcará toda la diferencia.

El camino de Dios

En los últimos años, muchas personas han llegado a creer que “la diversidad es nuestra fuerza” e ignoran todas las pruebas de que lo cierto es lo contrario. Dios fijó los límites de la habitación del hombre (Hechos 17:26), y va a volver a hacerlo en el Milenio. Construirá comunidades prósperas y ciudades maravillosas donde todos se sentirán incluidos y en casa, capaces de alcanzar su máximo potencial. Se construirán en torno a familias, y familias extensas.

La única manera de construir algo que dure, que valga la pena, es construir con Dios (Salmos 127:1).

Dios tiene un modelo económico que funciona. El diezmo, un impuesto fijo del 10%, para todos. Propiedad de la tierra para todos. Mercados libres. Leyes contra la codicia. El jubileo (en el que se perdonan las deudas y la tierra, excepto la de las ciudades, se devuelve a sus propietarios originales una vez cada 50 años). ¿Por qué no se devuelve la tierra de las ciudades? Es un hermoso detalle del modelo económico de Dios. La tierra comprada en las ciudades permanece con el comprador, proporcionando motivación para continuar desarrollando y mejorando áreas densamente pobladas. Así es como la gente construirá hermosos auditorios, museos educativos, zoológicos asombrosos, galerías inspiradoras y otras estructuras e instituciones enriquecedoras.

Las ciudades en el Milenio serán lo bastante grandes para incluir la industria y oportunidades, pero lo bastante pequeñas para promover una vida familiar sana y feliz.

Los promotores inmobiliarios actuales tratan de meter el mayor número de personas en el menor espacio y con el menor costo posible para obtener el mayor beneficio posible. “¡Ay de los que juntan casa con casa; añaden campo con campo, hasta que no hay lugar donde puedan habitar solos en medio de la tierra!” (Isaías 5:8; versión New King James, traducción nuestra).

Dios quiere que la gente tenga espacio, que tenga alguna propiedad, que se extienda un poco. Quiere que la gente tenga su pequeño Jardín de Edén para labrarlo y conservarlo. Quiere que puedan formar una familia, ganarse el pan y hacerse responsables de su pequeño rincón del mundo.

“He aquí vienen días, dice [el Eterno], en que el que ara alcanzará al segador, y el pisador de las uvas al que lleve la simiente; y los montes destilarán mosto, y todos los collados se derretirán.Y traeré del cautiverio a mi pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades asoladas, y las habitarán; plantarán viñas, y beberán el vino de ellas, y harán huertos, y comerán el fruto de ellos” (Amós 9:13-14). Imagine cosechas con rendimientos tan grandes que los agricultores no pueden mantener el ritmo: todavía están cosechando cuando llega el momento de arar los campos para los nuevos cultivos. Imagine comer productos frescos todo el año, directamente de la vid, directamente de la tierra.

Y fíjese: no “construyen las ciudades arruinadas” con kilómetros de asfalto y nubes de contaminación, sino con viñedos y jardines. Esto es algo que anhelan todos los visionarios de hoy: ciudades con jardines. Y verán cómo se hace realidad.

Jeremías 33 describe la producción de alimentos dentro de las ciudades: huertos vegetales y frutales, viñedos y pastos. Los restaurantes “de la granja a la mesa” no serán sólo una moda. No se comerán alimentos recogidos sin madurar, enviados al otro lado del mundo y madurados en el camino con productos químicos u otros medios no naturales. Las frutas, las verduras e incluso el ganado (versículos 12-13) serán parte normal de la vida en la ciudad.

“Así ha dicho [el Eterno]: En este lugar, del cual decís que está desierto sin hombres y sin animales, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que están asoladas, sin hombre y sin morador y sin animal,ha de oírse aún voz de gozo y de alegría, voz de desposado y voz de desposada, voz de los que digan: Alabad a [el Eterno] de los ejércitos: porque [el Eterno] es bueno, porque para siempre es su misericordia; voz de los que traigan ofrendas de acción de gracias a la casa de [el Eterno]. Porque volveré a traer los cautivos de la tierra como al principio, ha dicho [el Eterno]” (versículos 10-11). La ciudad modelo, y las ciudades de todo el mundo —lugares que eran cloacas de sufrimiento antes de la Tercera Guerra Mundial, y que fueron zonas de horror indescriptible durante la Tercera Guerra Mundial— serán limpiadas de la causa fundamental de las ciudades arruinadas: el pecado (versículo 8).

¡En las calles de todo el mundo se oirá la voz de la alegría!

Familia

Nota: en estas futuras ciudades alegres se oirá “voz de desposado y voz de desposada”. No es un detalle al azar. Estas ciudades estarán llenas de matrimonios felices y familias felices adorando al Creador del matrimonio y la familia. Así es como estarán llenas de gozo y alegría.

Cuando se piensa en las ciudades de hoy, incluso en las que planifican los futuristas, no se piensa realmente en la familia. Los urbanistas y constructores hablan mucho de cultura, riqueza, oportunidades, diversidad, inclusión, vitalidad, justicia, equidad, eficiencia, seguridad, limpieza, servicios sociales, sustentabilidad y “centrarse en las personas”. Quieren construir ciudades futuras “en torno a las personas”. Pero no hablan de construir un entorno en el que las personas puedan formar familias fuertes.

La familia es la piedra angular de la ciudad y la nación. La gente no sabe cómo tener familias fuertes ni siquiera cómo definirla, así que ha dejado de intentarlo y se limita a ignorar la idea. La vida en la ciudad ha pasado de ser agnóstica a antagonista y beligerante contra las necesidades del matrimonio, los hijos y la familia. Pero la Biblia revela la verdad sobre la construcción de familias fuertes y se centra directamente en ella. Como todo lo demás relacionado con la vida humana, las ciudades del mañana servirán para promover el propósito para el que fuimos creados, el cual es inseparable de la familia.

“Así dice [el Eterno]: Yo he restaurado a Sion, y moraré en medio de Jerusalén; y Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad, y el monte de [el Eterno] de los ejércitos, Monte de Santidad. Así ha dicho [el Eterno] de los ejércitos: Aún han de morar ancianos y ancianas en las calles de Jerusalén, cada cual con bordón en su mano por la multitud de los días. Y las calles de la ciudad estarán llenas de muchachos y muchachas que jugarán en ellas” (Zacarías 8:3-5).

¡Qué maravilla! En lugar de vehículos retumbantes, rugientes, peligrosos y veloces, las calles de Jerusalén, y de otras ciudades, estarán llenas de niños. Y como estas ciudades están fundadas en la verdad y en obedecer la ley de Dios sobre la familia, estos jóvenes no viajarán en manadas, intimidándose a ellos y a otros, bebiendo, drogándose, asaltando tiendas o cometiendo actos violentos. Estarán jugando, hablando, riendo, aprendiendo, y no sólo entre sus primos, amigos y padres, sino también entre sus abuelos y otros ancianos. ¡La alegría literalmente llenará las calles!

Ni siquiera las visiones generadas por computador de los futuristas de hoy en el mejor de los casos logran capturar esta calidez, este regocijo, esta atmósfera alegre. Unidad de espíritu, armonía, felicidad, satisfacción. Sin extraños: cada habitante es simplemente un amigo que usted aún no conoce.

Esto sólo puede ocurrir si las familias saben por qué existe la familia y obedecen las leyes del Creador de la familia. Al igual que las leyes de la física, esas leyes son las que causan la fuerza, el crecimiento, la felicidad y la alegría. Ese conocimiento ha sido proporcionado en la Biblia, pero los seres humanos han continuado rechazándolo y continuarán haciéndolo hasta que nos encontremos bombardeando y destruyendo de cualquier otra forma las miserables ciudades de los demás hasta borrarlas del mapa.

¡Pero la Biblia da esperanza! Las ciudades en ruinas serán reconstruidas, de una forma totalmente nueva, sobre un fundamento totalmente nuevo. Incluso nos da detalles interesantes sobre la tecnología, los alimentos, el medioambiente, el clima, la vida animal, el transporte, el comercio, la recreación, el lenguaje, la cultura, la religión, el gobierno y otros aspectos de la vida futura de la ciudad.

¿Por qué la Biblia registra todo esto? Una razón es para darnos esperanza. Otra es para mostrar que hay una forma correcta de vivir hoy. Y esa forma es la ley de Dios. Su ley no es sólo un conjunto de mandatos arbitrarios, como suelen ser las leyes humanas. Él nos creó: Su ley es la guía de lo que causa la felicidad humana: en los matrimonios, en las familias, en las ciudades, en el campo, ahora y siempre.

“Si [el Eterno] no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si [el Eterno] no guardare la ciudad, en vano vela la guardia” (Salmos 127:1).

Acepte la lección obvia de nuestras ciudades y las vidas dentro de ellas: seguimos intentando resolver nuestros propios problemas, llegando a extremos grandes y a menudo disparatados, pero la única solución verdadera es volvernos a nuestro Creador. Tanto si somos multimillonarios tratando de controlar el futuro de millones de personas, como si simplemente vivimos nuestras propias vidas con nuestras propias familias, tomarlo en nuestras manos, y fuera de las manos de nuestro Creador, es arruinar las cosas.

Permita que Dios edifique su vida hoy. Viva de manera coherente y anticipándose con esperanza a las ciudades del futuro.

EL INCREÍBLE POTENCIAL HUMANO

Este es el asombroso relato del verdadero mensaje evangélico de Jesucristo—y de cómo la dimensión faltante fue retenida y el mundo entero engañado.