Reciba nuestro boletín gratis

Lamb, Passover

Pixabay/Free-Photos

Capítulo cuatro: El significado de la Pascua

D ios ordena a los verdaderos cristianos que conmemoren el sacrificio de Jesucristo, cada año. Él da instrucciones muy específicas de cómo los miembros bautizados deben guardar esta ceremonia anual.

La Pascua es una de las ocasiones más importantes del año, y necesitamos trabajar duro para verla como Dios dice que debemos. En este tiempo del año necesitamos tener el mensaje de la Pascua en nuestras mentes. Debemos usar el entendimiento que Dios nos ha dado para tomar la Pascua con la actitud correcta, y de la forma correcta.

La Pascua es el primer servicio de la temporada de días santos. Si nuestra observancia de ese memorial no es atinada, esto puede afectar la temporada entera de días santos, y el año entero.

La pregunta es: ¿De qué se trata realmente la Pascua?

Enfóquese en el Cordero de Dios

La Pascua es una conmemoración de la crucifixión de Cristo

Dios instituyó la Pascua como una conmemoración de ese sacrificio de Cristo, que pagó por nuestros pecados y nos reconcilió con el Padre. Cuando tomamos la Pascua, toda nuestra atención debe estar enfocada en el Cordero de Dios que fue sacrificado por nosotros. Debemos enfocarnos en el Cordero quien pagó la pena por nuestros pecados.

En un sermón que dio el 4 marzo 1982, Herbert W. Armstrong dijo: “Todos y cada uno de ustedes han pecado, y Dios sabe de todos los detalles, toditos, y será mejor que usted esté bien seguro de que están perdonados antes de que tome la Pascua. Ahora bien, quizás ya están perdonados en este momento. No estoy diciendo que debamos pedir perdón un millón de veces. Una vez que son perdonados, ya están perdonados. Pero será mejor que estén seguros que han sido perdonados”.

Necesitamos tomar las palabras del Sr. Armstrong muy seriamente. La Pascua no es un tiempo para enfocarnos en nosotros mismos, ni siquiera para enfocarnos en el arrepentimiento de nuestros pecados. Es un tiempo para enfocarnos en el sacrificio de Cristo por nuestros pecados. ¡Qué precio tan inmenso se pagó por esos pecados!

Piensen en esto por un momento. El Creador del universo, de los ángeles y del hombre, vino a la Tierra. Él no pecó. Él no tenía de qué arrepentirse porque nunca pecó. Él vino aquí como Dios en la carne para morir por sus pecados y por los míos. El Creador de todas las cosas hizo esto por nosotros.

Esto es de lo que se trata la Pascua. Cristo, nuestra Pascua, fue salvajemente flagelado y asesinado para pagar por nuestros pecados. Esto es lo que se necesita para pagar por sus pecados. ¡Piense acerca de ese precio! Sin esto, ninguno de nosotros tiene ningún futuro.

¿Puede usted imaginarse que tan vil y grotesco es el pecado, que de hecho cobró la vida de nuestro Creador? Él, siendo el Creador, ¡tuvo que morir! Él era más grandioso que toda Su creación, y Él murió por toda la creación para que nuestros pecados pudieran ser perdonados. Ese fue el costo. ¡Piensen en esto! Eso es lo que el pecado le costó a la Familia Dios.

¿Qué tan seriamente consideramos al pecado? ¿Cómo podríamos realmente luchar y vencer al pecado si no entendemos profundamente el horroroso precio que tuvo que pagarse por éste?

Para este mundo malo, el pecado es como una gran broma, pero no lo es para Dios; para el Dios que fue azotado aquí abajo y que derramó Su sangre. El pecado es un asunto serio. Dios pagó un precio espantoso por nuestros viles y grotescos pecados. Solamente la sangre de Dios en la carne puede pagar por ellos.

La Pascua es un memorial de ese gran sacrificio y de esa terrible crucifixión. Éste, es el significado de la Pascua.

Generalmente, yo inicio la ceremonia de la Pascua con estas palabras que vinieron directamente del Sr. Armstrong: “[La Pascua es] la ocasión más solemne y sagrada del año, el aniversario de nuestro Señor y Salvador, un servicio observado en memoria de Su muerte. Participe en este servicio solamente si usted tiene verdadera fe en los símbolos del sufrimiento y muerte de Cristo”.

Romanos 3:23 dice que todos hemos pecado. Romanos 6:23 nos dice que la paga por el pecado es la muerte. Vamos a morir a menos que tengamos nuestros pecados perdonados.

Nuestro Salvador vino del espacio sideral para pagar por esos pecados. Es inspirador pensar en lo que Cristo hizo, y aún más inspirador pensar en lo que el Padre hizo.

La Pascua era un tiempo fenomenal para Israel de antaño. La nación entera tipificaba la profecía del Cordero de Dios que vendría del cielo para ser sacrificado por toda la humanidad (Éxodo 12:3-5). Cada hogar tenía un cordero; debe de haber habido cientos de miles de corderos. Era una noche sangrienta. Ellos se enfocaban en el cordero, que apuntaba al Cordero de Dios. Ninguna otra nación en la historia ha hecho una cosa semejante.

Si alguien en Israel decidía no hacer la ceremonia, esa persona era sentenciada a muerte. En la actualidad, si el pueblo de Dios no toma la Pascua en la forma correcta o con la actitud correcta, ellos van a morir eternamente (Ej. Juan 13:8; 1 de Corintios 11:29). Esta es una advertencia seria que nos da mucho en que pensar.

Todos esos corderos que eran sacrificados por todo Israel apuntaban a este sacrificio de Jesucristo. La sangre de esos corderos no salvaba a nadie, pero apuntaba al sacrificio que quitaría los pecados del mundo. Los israelitas sabían que había un Dios que vendría del cielo a morir pagando así la pena de nuestros pecados.

Así como Juan el Bautista dijo de Cristo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Esta ceremonia no es solamente para Israel o para la Iglesia. El Cordero de Dios quitó el pecado del mundo. Un día el mundo entero tomará la Pascua así como el pueblo de Dios la toma hoy día, o sea, de la manera que la Biblia dice que la tomemos. Debemos asegurarnos que lo hacemos como Dios dice.

Entonces, ¿dónde debemos de poner nuestro enfoque en la Pascua? Debe de ser en el Cordero de Dios sacrificado. Comprenda lo que el Cordero ha hecho por nosotros. Entienda el perdón que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros.

Luchando contra el pecado

Cristo, antes de enfrentar Su prueba más intensa, oró así: “Padre, si quieres, pasa de mi esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). ¿Cuán dura fue esa prueba para el Padre y para el Hijo? Cristo sabía lo que estaba a punto de padecer. Humanamente Él quería librarse de Su prueba, pero le clamó a Dios y se sometió a la voluntad del Padre. ¡Eso fue lo que se requirió para pagar por nuestros pecados!

¡Qué Hijo tan admirable! Lo que sea que viniere, lo asumiré, dijo Cristo. ¡Si esa es Tu voluntad, entonces es la mía también!

“Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la Tierra” (versículo 44). ¡El sudor de Cristo sí contenía algo de sangre! Gotas de sangre exudaban de los poros de Su rostro porque Él estaba pensando en esa azotaina aterradora y en el sufrimiento que tendría que atravesar. ¡A esta golpiza antes de la crucifixión los romanos la llamaban la media muerte!

¡Qué gran sufrimiento soportó Él para ser perfecto! Cristo sabía lo que se venía y Él oró fervientemente ¡para no pecar! Él sudó sangre ¡para mantenerse sin pecado! Él hizo todo esto para poder ser nuestro Salvador y darnos un futuro.

¿Se puede usted imaginar a alguien orando con tal intensidad para evitar pecar? ¿Puede usted imaginarse a Cristo, quien se supone vive en nosotros, trabajando tan ferviente y ardientemente para evitar el pecado? Él desea que nosotros sigamos Su ejemplo.

Él tenía una actitud y una fe que traían poder a Su vida. Él confió en Dios y fue fortalecido (versículo 43). Él tuvo el poder para conquistar todos esos actos de aflicción indescriptibles.

¿Piensa usted que tiene dificultades severas, o que sus pruebas son demasiado duras? Salmos 69:20 es una profecía que describe a Cristo cargado de aflicción. ¡Él fue llevado hasta el máximo! Esto nos muestra cuán serio es Dios acerca de nuestra sanidad ahora, y de nuestra salvación.

A través de Su vida y ministerio, Cristo sabía de todas las cosas que vendrían sobre Él (Juan 18:4), pero no anduvo por ahí todo cabizbajo. ¡Él inspiró y motivó a sus discípulos! Él trató de hacer que ellos enfocaran sus mentes en el plan de Dios.

¿Alguna vez ha estado usted acongojado? Dios nos prueba y nos examina. Él quiere que nos sacrifiquemos por el mundo y que aprendamos cómo someternos a Su voluntad como lo hizo Cristo.

Esto puede ser tremendamente difícil de hacer. ¿Es usted así de fuerte? Si no somos cuidadosos, podemos enfocarnos en nuestras propias pruebas y pensar: ¿por qué Dios es tan duro? Pero necesitamos pensar en el sacrificio que Cristo hizo por nosotros.

¡Vea cómo Cristo luchó contra el pecado y la tentación de hacer el mal! ¿Peleamos usted y yo de la misma manera? Necesitamos orar y suplicar al Padre por la fortaleza y el poder para resistir al pecado (Hebreos 12:1-4).

Satanás tiende a encender la presión alrededor de este tiempo del año. Yo creo que la mayor y principal causa de desánimo alrededor de este tiempo del año, y quizás a través de todo el año, es que la gente no está observando la pascua de la forma que debería hacerlo.

Si no vemos el sacrificio de Cristo de la forma que debemos, entonces podríamos enfocar nuestras mentes en nosotros mismos.

Durante este tiempo del año, Dios nos ordena que dejemos de enfocarnos en nosotros mismos, ¡y que pensemos en el sacrifico realizado para pagar por todos nuestros pecados! Si mantenemos nuestras mentes enfocadas en ese sacrifico, el Espíritu fluirá en nosotros de la forma que debe; ¡y hay un poder real en eso! Así fue como Cristo obtuvo el poder para conquistar esas terribles pruebas.

Cristo sufrió mucho más de lo que nosotros alguna vez pudiéramos pensar sufrir. Él sufrió por nosotros y dijo: ahora quiero que ustedes sigan ese ejemplo.

Fe en los símbolos

Cristo cambió los símbolos de la Pascua del cordero, por el pan y el vino (Lucas 22:19-20). En la Pascua, tomamos un pequeño pedazo de pan y tomamos un poquito de vino en memoria de Cristo. El pan es un símbolo de su cuerpo, el cual fue quebrantado por nuestros pecados físicos. El vino es un símbolo de la sangre misma de Dios en la carne, derramada por causa de nuestras transgresiones espirituales.

Necesitamos tener fe real en esos símbolos. Ellos son necesarios para nuestra vida eterna.

Antes de ser crucificado, Cristo soportó un escarnio cruel, desprecio y burla. Después Pilato hizo que Lo azotaran (Mateo 27:26). ¿De qué se trató esa azotaina? Esto es lo que representa el trozo de pan que el pueblo de Dios toma en la noche de la Pascua: el cuerpo quebrantado de Jesucristo.

Cuando los soldados romanos flagelaban a una persona, ellos usaban un látigo que tenía de seis a diez tiras de cuero, al final de las cuales había pequeñas piezas de huesos rotos o de metal. Trozos de carne eran arrancados del cuerpo de las víctimas, dejando una masa de heridas irregulares y ensangrentadas. Tanto así que los huesos de Cristo sobresalieron de Su piel (Salmos 22:17).

¿Por qué se sometió Cristo a todo eso? ¡Para que usted pudiera ser sanado! Hay un pacto de sanidad: Por su llaga fuimos nosotros curados (Isaías 53:5; 1 Pedro 2:24). ¡Tenemos que creer y tener fe en eso!

¿Piensa usted que Dios podría haber permitido que sucediera eso, sin tener el deseo de sanarnos? Bien podemos no saber cuándo va a sanarnos Dios, pero de seguro el Padre nunca habría permitido que Su Hijo atravesara todo eso, ¡si no fuera Su voluntad sanarnos!

Necesitamos enfocar el reflector sobre nosotros y ver si realmente tenemos la fe que necesitamos. Dios dice que debemos tener fe en esos símbolos, o que mejor ni tomemos la Pascua.

Después de la azotaina vino la crucifixión. Durante una crucifixión romana los soldados ponían a la persona sobre un madero acostado en el suelo, extendiéndole las manos y los pies, y clavándolos al leño. Luego lo levantaban con todo y estaca, y la encajaban en un hoyo preparado, dejándola caer de golpe, zarandeando el cuerpo y desgarrando la carne, causando que le saliera sangre a chorros. Este era un gran entretenimiento para esos malvados soldados romanos y para cualquiera que estuviera observando.

Esto fue lo que el Hijo de Dios tuvo que atravesar para que nuestros pecados pudieran ser perdonados y pudiéramos ser reconciliados con Dios el Padre. La Pascua se trata de esta clase de sacrificio.

¿Puede usted imaginarse atravesando algo como esto por alguien más? ¡Así es el amor de Dios! Esto nos dice muchísimo sobre la Familia a la cual Dios está invitando a los seres humanos para que sean parte de ella. Este es un amor tan increíble que nadie llega siquiera acercarse a entenderlo, ¡a menos que tenga el Espíritu de Dios!

Considerando todo lo que Dios y Cristo soportaron, ¿Qué supone usted que ellos piensan cuando Su propio pueblo escogido y engendrado por el Espíritu se vuelve tibio acerca de este sacrificio? Así es exactamente como la mayoría del pueblo de Dios se ha vuelto: ellos no se emocionan con el lavamiento de los pies o la ceremonia de la Pascua. A ellos no les gustan las cosas sangrientas en las que debemos fijar nuestra atención en la Pascua; y por eso ellos diluyen la ceremonia.

¿Qué pensará Dios el Padre (quien tuvo que observar mientras esto le sucedía a Su Hijo) acerca de tal actitud de tibieza? ¿Cristo, quien tuvo que soportar todo esto, qué pensará acerca de ellos? Ellos, quedarán atrapados en la Gran Tribulación, y si no se arrepienten, van a morir para siempre. Lo mismo le pasará a cualquiera del pueblo de Dios que no aprenda esta lección.

La muerte de Cristo

“Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eli, Eli, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). Cristo se convirtió en pecado y por ese momento estuvo desconectado de Dios.

¿Pero cuáles fueron las palabras que Él dijo primero mientras estaba crucificado en el madero? Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lucas 23:34). Cristo no tenía amargura hacia esas personas.

¿Podemos perdonar de esa manera? ¿Vive Cristo en nosotros de tal forma que podemos perdonar como Dios perdona? Si no podemos perdonar a alguien, entonces no estamos pensando como Dios. Es necesario perdonar mucho para que los seres humanos se mantengan en la actitud correcta, o sea, para que estén amándose, sirviéndose y sacrificándose el uno por el otro.

Piense sobre la magnitud de nuestros pecados y cómo Dios los perdona todos. ¡Es grandioso ver cómo perdona Dios! Él purgó nuestros pecados (Hebreos 1:3).

“Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste. Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. Más Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu” (Mateo 27:47-50). Cristo gritó, y luego murió.

Los traductores omitieron lo siguiente: “Y otro tomó una lanza y perforó su costado, y salió agua y sangre” del versículo 49. Satanás ha engañado a este mundo haciéndole creer que Cristo murió de un corazón quebrantado.

Cristo murió porque le enterraron una lanza en Su costado y Su sangre se derramó. Fue por eso que Él murió. Cristo sufrió esto para que sus pecados pudieran ser perdonados. Todo esto es representado por la Pascua.

Hubo un terremoto y estruendos porque el Hijo de Dios acababa de morir (versículo 51). Los del mundo se estaban regocijando, pero el Padre no.

“Y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron (…) El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente este era hijo de Dios” (versículo 52, 54). ¡Ellos finalmente lo entendieron! Esto no cambió sus vidas, pero al menos comprendieron que Él realmente era el hijo de Dios.

Debemos entender esto a un nivel mucho más profundo. Dios nos dice, Quiero que coman ese pan y beban ese vino. Coman mi carne, beban mi sangre. ¡Llenen su vida con Cristo! Quiero que se arrepientan porque de lo contrario no voy a perdonar sus pecados.

¿Qué tanto odia el Padre al pecado? ¿En qué piensa Cristo cuando piensa en el pecado? Se necesita la sangre de Dios en la carne para pagar por nuestros pecados. Dios estableció esa pena por el pecado.

¡Debemos luchar por estar sin pecado! Si no tratamos de evitar el pecado como Cristo lo hizo, entonces es claro que no entendemos esto como debiéramos.

Es por eso que la Pascua es una ocasión muy seria. No platicamos más de lo necesario, ni antes ni después de la ceremonia, porque estamos enfocados en la muerte de Jesús.

Esto es de lo que se trata la Pascua. Cuando usted se come el pan y bebe el vino, está diciendo que quiere que Cristo viva en usted. Está diciendo que usted quiere ser como Cristo y dar su vida como Él lo hizo. Cristo puso el ejemplo de sufrimiento para que nosotros siguiéramos Sus pisadas (1 Pedro 2:21).

Declare Su generación

“Su apariencia estaba muy desfigurada, lejos de la semejanza humana…” (Isaías 52:14, Versión Estándar Revisada). Él ni siquiera parecía un ser humano. Su cuerpo fue destrozado más que el de cualquier hombre para pagar la pena por nuestros pecados físicos y los espirituales.

“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos” (Isaías 53:3). Los discípulos de Cristo huyeron cuando Él fue crucificado. El único que no corrió fue Cristo. Él sabía que si hacía eso, todo habría terminado para la humanidad. Si Él hubiese pecado una sola vez, o si se hubiese dado la media vuelta y echado a correr, no habría habido futuro para la humanidad.

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (versículos 4-5). Él fue herido por nuestras transgresiones y molido por nuestras iniquidades.

El nivel de entendimiento que tengamos del sacrificio que fue hecho por nuestros pecados físicos, hará la diferencia en lo mucho que Dios nos sana. Su cuerpo fue quebrantado para que pudiéramos ser sanados.

Sabemos que parte de esa sanidad será realizada en la resurrección. “Estimada es a los ojos de [el Eterno] la muerte de sus santos” (Salmos 116:15). Dios tiene una perspectiva diferente de la muerte que la que nosotros tenemos. Cuando un santo muere, otro hijo es añadido a la Familia de Dios por toda la eternidad.

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas [el Eterno] cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6). Nos metemos en problemas cuando nos vamos por nuestro propio camino. Si hacemos eso durante nuestras tribulaciones y pruebas nos vamos a desanimar, especialmente alrededor de la Pascua. En cambio, este tiempo es para pensar en el Cordero de Dios, y en el sacrifico de Dios por nosotros.

“Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero…” (versículo 7). Cristo fue llevado al matadero, así como los corderos de Pascua en la antigua Israel.

“Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la declarará? …” (versículo 8). Esa es una pregunta maravillosa. ¿Quién declarará Su generación?, ¿Quién tiene la justicia de Dios para levantarse y declararle al mundo entero acerca de la crucifixión del Cordero de Pascua? El pueblo de Dios debe hacerlo. Debemos declarar este sacrificio.

Esta pregunta se repite en Hechos 8:32-33. ¿Quién va a tener la fortaleza y el poder para declarar Su generación? Tenemos que llevar este mensaje y enseñárselo al mundo, aún si esto significa que enfrentaremos problemas.

“Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, [el Eterno, a saber, el Padre] quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado…” (Isaías 53:9-10). El Padre observó todo esto. Él tuvo que darle la espalda a Cristo porque Cristo se convirtió en pecado, en un sentido figurativo.

Pero Dios quiso ver a Su Hijo atravesar todo eso porque ahora Él puede tener una familia de miles de millones. ¡El Padre quiere una familia! Él dio a Su único Hijo engendrado para pagar el precio por nuestros pecados (Juan 3:16).

Discierna el cuerpo de Cristo

Acerca de este memorial anual de la muerte de Cristo, Pablo escribió: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí” (1 Corintios 11:23-25).

A cada uno de nosotros se nos da un pedazo de pan y una pequeña copa de vino para representar la muerte del Señor. Entonces nos aseguramos de vivir, cada vez más año tras año, como Cristo vivió. Debemos seguir Su ejemplo, al entrar en los Días de Panes sin Levadura.

Este no es tan sólo un ritual religioso. Piense intensamente en la Pascua. ¡Los símbolos del pan y el vino son eternos! Se trata de vida física y muerte cuando se refiere a la sanidad. Pero a final de cuentas es sobre la vida eterna, ¡o la muerte eterna!

“Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa” (versículo 28). Examínese a sí mismo primero. Este es un tiempo de auto-examen para que sepa que puede tomar ese pan y ese vino en fe. Debemos agradecerle a Dios porque tenemos el honor y la oportunidad de entender la Pascua.

“Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen” (versículos 29-30). La palabra duermen en este versículo significa morir. Estos versículos están hablando específicamente de la sanidad.

La gente en la Iglesia de Dios moría prematuramente porque le faltaba fe. Ellos no discernían ese pan quebrantado ni la razón por la que fue quebrantado por usted y por mí. Antes de la crucifixión el cuerpo de Cristo fue golpeado y molido casi hasta la muerte, para que pudiéramos ser sanados.

No hay ni uno de nosotros que no tenga muchos pecados inmundos de los cuales deshacerse. Quizás uno de nuestros pecados es no estar discerniendo el cuerpo quebrantado de Cristo como deberíamos, o no tener suficiente fe verdadera en ese símbolo.

Cada persona debe ingerir ese pan y ese vino. Cada uno de nosotros necesita tener fe en esto. Es necesario que pensemos sobre cómo el cuerpo de Cristo fue quebrantado para que pudiéramos ser sanados.

También debemos ser cuidadosos de no cuestionar a Dios cuando se trata de la sanidad. El Sr. Armstrong estaba prácticamente ciego cuando escribió El misterio de los siglos . ¿Por qué no lo sanó Dios en ese momento, haciendo más fácil para él escribir el libro? Quizás porque el Sr. Armstrong no lo hubiera escrito de otro modo. Quizás eso era lo que él necesitaba para realmente ser habilitado por Dios, ¡y escribir el libro más importante desde cuando la Biblia fue escrita! Dios no nos dice cuándo nos va a sanar. Aquí es donde la fe entra en juego. ¿Para qué necesitaríamos fe si fuéramos sanados inmediatamente?

Cómo vencer

Apocalipsis 12:9-10 describe como Satanás fue lanzado y está lleno de ira. Él está persiguiendo al pueblo de Dios. Entonces, acerca de los laodicenos que se arrepienten en la tribulación dice específicamente así: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero, y de la palabra del testimonio de ellos; y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (versículo 11). La versión Estándar Revisada dice que ellos “lo conquistaron”.

Hay dos partes en este versículo inspirador. La primera parte es que aquellas personas conquistaron a Satanás por medio de la sangre del Cordero. La sangre del Cordero representa la muerte de Cristo como remisión de nuestros pecados pasados. Esto es de lo que se trata la Pascua. ¿Pero qué acerca del futuro? Cuando pecamos de nuevo mientras nos esforzamos por llegar a ser perfectos, ¡debemos arrepentirnos de nuevo! Entonces Dios nos perdonará; la sangre de Cristo borra esos pecados si nos arrepentimos.

La segunda parte de este versículo es que ellos conquistaron a Satanás por medio de “la palabra del testimonio de ellos”. La palabra testimonio viene de la misma palabra griega de donde viene mártir. Eso está hablando sobre la forma en que vivimos nuestras vidas.

Después de la Pascua, seguimos con la siguiente observancia que se nos ordena: los días de Panes sin Levadura (Levítico 23:5-6; 1 Corintios 5:7-8). Durante esos días llenamos nuestras vidas con pan sin levadura y mantenemos la levadura fuera.

Dios dice que si usted pone esas dos partes juntas, ¡entonces va a vencer al diablo!

Hay un gran poder en esto. Podemos vencer cualquier cosa cuando nos enfocamos en esa sangre y en el ejemplo de Cristo de cómo evitar el pecado y prevalecer en la probidad.

¿Cómo podremos estar realmente motivados para vencer si no vemos las enormes consecuencias del pecado? Necesitamos el poder de Cristo para resistir ese pecado. Apocalipsis 12:11 nos muestra cómo obtener ese poder. El pueblo de Dios, ya sean filadelfinos o laodicenos arrepentidos, vencen al diablo con este entendimiento.

El Verbo mismo del Dios viviente, Jesucristo, debe estar viviendo en nosotros, ¡inclusive al grado de que estemos dispuestos a morir si tenemos que hacerlo! Esto es lo que los laodicenos van a tener que hacer para entrar al Reino de Dios.

Necesitamos ésta actitud aún ahora. Si morimos, está bien, porque a los ojos de Dios es preciosa la muerte de Sus santos (Salmos 116:15).

Después que aceptamos la Pascua y el Cordero sacrificial debemos continuar, y sacar el pecado de nuestras vidas. Tenemos que salir del pecado. Debemos salir de Egipto y del mundo.

Aquí está el resto de la introducción a la ceremonia de la Pascua que tomé del Sr. Armstrong: “Una vez que nuestros pecados han sido perdonados por medio de la sangre de Cristo, representado por el día 14, no debemos detenernos allí y permanecer en pecado, sino que debemos salir del pecado. ¿Para qué observar el día 14 que representa la remisión de los pecados pasados, para luego (nosotros que guardamos los mandamientos más que cualquier otra gente), rehusarnos a continuar con la fiesta de Panes sin Levadura que representa la salida del pecado? Los siete días de Panes sin Levadura simbolizan y representan el poner fuera completamente el pecado. En otras palabras, la observancia de los mandamientos. Esos días de fiesta representan la observancia de los mandamientos”.

Si no dejamos de enfocarnos en nosotros mismos, no podremos comprender realmente la Pascua ni conquistar al diablo. Satanás está continuamente tratando de destruirnos o de llevarnos al punto donde nos volvamos tibios, tal como lo hizo con el 95 por ciento del pueblo de Dios en este tiempo del fin.

Pedro dice que hemos sido redimidos por la sangre preciosa de Cristo (1 Pedro 1:18-19). Podemos ser reconciliados con el Padre. Y a partir de ahí, debemos seguir adelante.

Tenemos que vencer por medio de la sangre de Jesucristo, y por la palabra de Su testimonio. ¡Cuán bello y maravilloso es este plan! Qué sacrificio tan noble hicieron Dios el Padre y Jesucristo, a fin de que este plan pudiera convertirse en realidad. De esto es de lo que se trata la Pascua.

OVER_AD