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La Trompeta

Autobiografía de Herbert W. Armstrong: Se expande la radiodifusión de la Obra

Capítulo 36: Se expande la radiodifusión de la Obra

Continuación de Cuesta arriba todo el camino

Ahora llegamos al año 1936. Las reuniones llevadas a cabo a 12 millas al norte de Salem, Oregón, habían comenzado alrededor del 12 de diciembre, de 1935. Originalmente planeadas solamente por tres semanas, fueron extendidas por tres semanas adicionales a causa del interés local, especialmente después del episodio de traer a los diputados del alguacil de Salem para proteger la propiedad de la escuela cada noche.

¿Irse al Cielo?

Una noche hablé sobre la recompensa de los salvos. La mayoría de las personas, por supuesto, suponen que ir al cielo es cuestión de un destino final. En otras palabras, es cuestión de en dónde vamos a estar, en vez de qué vamos a ser.

Yo había mostrado que Jesucristo vino a “confirmar las promesas hechas a los padres”. Cualquiera que hayan sido las promesas hechas a los padres, Jesús las confirmó como la recompensa de los salvos. Luego demostré que por ambas escrituras del Antiguo y el Nuevo Testamento, que Abraham, Isaac, y Jacob eran “los padres”.

Siguiente, comenzando con el capítulo 12 de Génesis, mostré que a Abraham no se le prometió el cielo, sino que en su lugar esta Tierra como una posesión eterna. Las palabras “posesión eterna” simplemente significan vida eterna. Las mismas promesas fueron prometidas a Isaac y a Jacob. Esto fue confirmado por Cristo, quien predicó la vida eterna como un regalo de Dios.

Claro, que la mayoría de las personas han sido enseñadas, y descuidadamente suponen precisamente lo opuesto de las enseñanzas de la Biblia sobre esto, y muchas otras verdades básicas. La biblia dice: “La paga [recompensa] del pecado es muerte; mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). Sin embargo, casi todo cristiano profeso cree exactamente lo opuesto. La mayoría cree que la paga del pecado es vida eterna, en el fuego del infierno. Ellos no creen que la vida eterna sea un regalo de Dios, la recompensa de los salvos. Ellos creen que nosotros ya poseemos vida eterna. Ellos creen en las enseñanzas paganas de Platón, de que nosotros somos “almas inmortales”, viviendo en un cuerpo de carne el cual es solamente una cubierta que tenemos puesta alrededor.

La palabra original hebrea traducida como “alma” es nephesh, la cual significa vida animal, existencia mortal, sujeta a concluir con la muerte. La palabra “alma” en sí, tiene el significado opuesto a vida eterna. La expresión “alma inmortal” es tan imposible y auto contradictoria como ese poema trivial que circuló hace unos 50 años, sobre el “niño descalzo que traía zapatos” quien “se paró sentado en el pasto, mientras el sol saliente se ponía en el oeste mientras llovía todo el día esa noche”.

La biblia dice positivamente, y dos veces: “El alma que pecare, esa MORIRÁ” (Ezequiel 18:4, 20).

Enseñando al docente

Muchos no se dan cuenta de que la idea de ir al cielo no vino de la Biblia, sino que de supersticiones paganas. De todas formas, en el transcurso del sermón, ofrecí $5 a cualquiera que pudiera mostrarme en cualquier lugar de la Biblia, en donde ésta diera una declaración clara o promesa de que los salvos van a ir al cielo.

Después del servicio, uno de los dos maestros de esa escuela rural de dos salones vino a mí, y con una mueca incómoda dijo: “Sr. Armstrong, soy lo suficiente mercenaria como para tomar de usted esos $5. Aquí, lea esto”.

Ella tenía la Biblia abierta en las bienaventuranzas en el “sermón en la montaña.” Ella señalo al versículo 3 en Mateo 5: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.

Yo también sonreí.

“Bueno,” Exclame con una chispa en mi ojo, “ahora por favor lea el versículo 5”.

Ella leyó: ‘“Bienaventurados los mansos porque ellos recibirán la tierra por heredad”’.

“Ahora esa es una clara declaración de lo que ellos heredaran: la Tierra”, dije yo. “¿No contradice esto su idea de ir al cielo? ¿Cómo explica esto?”

“Bueno, no lo sé, a menos que,” dijo ella de repente brincando a una explicación, “a menos que las personas que sean mansas tengan que quedarse en la tierra, pero los pobres de espíritu pueden ir al cielo”.

“Por favor... usted sabe mejor que eso”, sonreí. “¿Es usted una de las maestras en esta escuela?

“Si lo soy”.

“Bueno ahora,” Persistí, bromeando con ella un poco, “¿cree usted que usted está calificada para ser maestra, cuando usted no sabe la diferencia del significado entre las pequeñas y simples palabras ‘en’ y ‘de’? ¿Usted ha escuchado sobre el famoso Banco de Morgan en Nueva York, no es así?”

“O, si claro.”

“Bueno, ¿está el banco dentro del Sr. Morgan?”

“Veo lo que quiere decir”, ella sonrío. “La palabra de significa posesión, no está el banco dentro del Sr. Morgan, sino que el banco le pertenece”.

“¡Correcto! Y el reino de los cielos no se refiere a un reino que está en el cielo, sino que a uno que debe de estar en la Tierra y le pertenece o es gobernado por el cielo. Ahora vaya a Lucas donde dice lo mismo: ‘Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el reino de Dios’. Aquí la expresión es el ‘Reino de Dios’. ¡No está hablando de un reino dentro la persona Dios, sino que un reino terrenal que Dios gobierna y posee!”

Después expliqué cómo Mateo consistentemente emplea la frase “Reino del cielo”, donde Marcos, Lucas y Juan, a menudo citan las mismas palabras que Jesús siempre usó, la expresión “Reino de Dios”. Ambas expresiones significan lo mismo.

“¿Ahora todavía cree usted que yo debería darle los $5?” pregunté.

“No”, contestó, “gracias por la lección gratuita”.

En las reuniones evangélicas que mantuve en esos años, siempre recogimos una “cosecha”. Hubo conversiones. El pequeño grupo formó una pequeña iglesia local, pero no había pastor a quien dejar ahí para “alimentar al pequeño rebaño”.

Ahora, los detalles de lo que siguió esa campaña son muy borrosos en mi memoria. Una carta mimeografiada para los colaboradores fechada marzo 30, 1936, muestra que yo había continuado pasando un poco de tiempo visitando a los conversos y gente interesada en esas cercanías.

Pero la experiencia fue similar a la de otros esfuerzos evangélicos. Como resultado, gente fue convertida y bautizada, pero sin un ministro local, el “rebaño” pronto fue devorado por el mundo, la carne o el diablo. Pocos parecen ser capaces de resistir sin un ministro que los alimente espiritualmente, los aconseje sobre sus problemas, y mantenga a los “lobos” lejos. ¡Hasta donde yo sé, solo uno de los de ese grupo que atendió las reuniones en la escuela Eldreage continúa resistiendo en el momento que escribo esto!

De todas maneras, esta voz de la experiencia no entró en mi conciencia lo suficiente como para producir la solución, hasta 10 años mas tarde. ¡Fue en 1946 que el Eterno Dios finalmente me hizo entender el hecho de que Él tenía la intención de usarme para comenzar Su propio colegio, del cual procederían los ministros y pastores tan terriblemente necesitados para el crecimiento de la Obra de Dios!

Esta misma carta general también muestra el hecho de que no había ningún ejemplar de la Pura verdad por varios meses, desde el comienzo de estas reuniones. Aun así, encontré en esta carta mimeografiada la misma declaración: “Como ustedes saben, yo nunca he pedido dinero en el aire”. Y, “Por más de dos años hemos estado conduciendo esta Iglesia por Radio en completa fe”.

La última parte de mayo o el comienzo de junio, la Sra. Armstrong y yo manejamos nuestro viejo y usado automóvil a Hawthorne, California, un suburbio en Los Angeles, para recoger una carpa que la gente de “Sardis” había comprado el año anterior. La remolcamos en un tráiler. La coloqué en un buen lugar a la orilla del centro del distrito de Springfield, que colinda con Eugene al este, una ciudad un poco más pequeña.

Claro que teníamos una buena audiencia en la radio en Springfield. La carpa tenía capacidad para alrededor de 400 personas. Teníamos asistencia nocturna que por lo general era 150 a más de 200. Sin embargo, justo cuando el interés estaba aumentando, al término de dos semanas, la gente de “Sardis” necesitaba la tienda. Uno de sus hombres iba a tener reuniones en el pequeño pueblo de Stayton. Ellos tenían una tienda pequeña, con una capacidad máxima de 50 personas, la cual me trajeron para remplazar la más grande.

Durante el resto de las reuniones en Springfield, nos vimos forzados a levantar horizontales, las cubiertas laterales de la tienda, con 50 personas sentadas adentro y 100 o más teniendo que sentarse afuera, excepto las noches que llovía. En ese caso, solo los primeros 50 obtenían asientos. Los otros tenían que regresar a casa. Mientras tanto, se me informó en privado que la mayoría de las noches en Stayton no hubo ninguna asistencia, una noche dos personas asistieron, y otra noche hubo cuatro, que tuvieron un sermón completo predicado para ellos. Esta fue tan sólo otra de las muchas experiencias al tratar de cooperar con estas personas.

Una difícil lección en fe

En el capítulo anterior, cite anotaciones de una hoja (ahora amarilla) que muestra que $6.50 por mes fue prometido por ocho colaboradores para comenzar la radiodifusión de la radio. De hecho, las promesas originales eran sólo $5.50. Otras tres, con un total de $1 por mes, fueron agregadas un poco más tarde.

Cuando la primera oportunidad llegó para salir al aire regularmente, el dueño de la estación KORE en Eugene, Oregon, me ofreció media hora los domingos por la mañana, por a la increíble tarifa de $2.50. Un mes de cuatro domingos era un total de $10, y en uno de cinco domingos era $12.50. De hecho, antes de comenzar sólo $5.50 por mes estaba garantizado en las promesas. Eso es, aproximadamente sólo la mitad de la cantidad requerida. Pero con fe activa, yo entré por la puerta que Jesucristo había abierto en la radio.

He explicado cómo en esos días del fondo de la depresión, ¡esto requirió verdadera fe viviente! Cuando 0.25, 0.50 centavos o $1 dólar por mes era todo lo que la gente sentía que podían prometer, puede darse cuenta de cuán grande aparece el balance no prometido.

¡Pero en ese momento Jesucristo abrió la puerta! Y pasé por ella. Yo confié en Él para suplir el balance faltante. ¡Él lo mantuvo llegando! Algunas veces el $2.50 necesario no estaba a la mano sino hasta 30 minutos antes del tiempo de la radiodifusión. ¡Cuando alguno de los hermanos tocaba nuestra puerta y de pura casualidad (?) dejaba un pago del diezmo, o una ofrenda, en ese preciso minuto!

Nunca ni siquiera una vez Cristo falló en proveer. ¡Nunca tuvimos que perder la radiodifusión! ¡La fe real requiere el valor de creer, y actuar! Esto, déjeme explicar, no fue como endeudarse por algo consumido o todavía no pagado. No nos endeudamos. Confiamos en Cristo para que mandara el dinero para pagar antes de cada programa, por adelantado.

Pero yo todavía no había aprendido por completo esta lección de fe activa.

Para diciembre de ese primer año de radiodifusión (1934), Cristo abrió una segunda puerta. Había llegado el momento para que la radiodifusión brincara a Portland, con 10 veces el potencial de radio escuchas. De hecho, se abrió una conexión para dos estaciones adicionales, KXL, Portland, y KSLM, Salem, ambas en ese momento con estaciones de sólo 100 watt. El costo iba a ser $50 al mes.

Pero yo me había vuelto más cauteloso, aparentemente. Yo quería más que solo la garantía de Cristo. ¡Yo quería compromiso de donaciones en blanco y negro los cuales yo pudiera ver! En el capítulo anterior cité de la carta enviada el 20 de diciembre de 1934, pidiendo esas donaciones. No fue suficiente lo prometido. Dejé que la oportunidad pasara. Y luego, ¡fue demasiado tarde!

El 3 de septiembre de 1936, después de casi tres años de radiodifusión, mandé una carta a los colaboradores. Un párrafo que decía: “¿Se dan cuenta que KORE, nuestra estación de radio presente, es sólo una estación local pequeña de 100 watts? ¿Qué sólo tiene un alcance de 50 a 75 millas de Eugene? ¿Se da usted cuenta que las personas al norte de Salem, al sur de Roseburg, y al oriente de la [cordillera] Cascade nunca pueden escuchar el mensaje siendo transmitido? Sin embargo, en esta estación, en este pequeño territorio, hemos establecido una audiencia semanal regular de alrededor de 10,000 personas”.

¿Me rechazó Dios porque no había aprendido la lección sobre la fe? No. Yo había ejercitado fe en otras maneras muchas veces, y las respuestas habían sido milagrosas. ¡Pero Él me dejó pagar por este error! ¡Tuve que esperar dos años completos antes de que Cristo abriera de nuevo la puerta a Portland! Ahí estábamos, ¡en septiembre de 1936 y todavía solamente en esa pequeña estación local!

Sin embargo, por otro lado, yo había trabajado duro y había permanecido fiel. Había llevado a cabo repetidas campañas evangélicas. Había mantenido el trabajo de publicidad, con la Sra. Armstrong ayudándome de tiempo completo. Muchos habían sido convertidos y bautizados. Y había predicado la verdad de Dios osadamente.

Otro párrafo en esta carta general del 3 de septiembre de 1936 decía: “¡Nerón tocó el violín mientras Roma se quemaba! Muchas iglesias y transmisiones religiosas el día de hoy le están dando a las personas una pócima de sueño por medio de programas consoladores, agradables, calmantes, complacientes y adormecedores que ponen a la gente a dormir, ¡mientras el juicio de Dios está rápidamente viniendo sobre ellos! ¿Por qué ellos no los despiertan y valientemente gritan la advertencia en el nombre de Jesús? Éste no es el momento para temas suaves y tranquilos. ¡Éste es el momento de despertar a las personas! ¡Es el momento de advertirles!”

Y eso es precisamente lo que este programa estaba haciendo en ese entonces. ¡Y hoy día está haciéndolo con mil veces más poder! Aun entonces, en esa pequeña sección de un estado, era como una voz en el desierto, ¡la única voz en el aire valientemente proclamando el propio mensaje de Cristo, del evangelio del Reino de Dios!

No, Dios no nos rechazó. Pero Él sí nos probó. Él sí nos dejó sufrir para aprender lecciones. Él sí nos dejó seguir en esa única estación de bajo poder, incapaces de brincar a las áreas más grandes, ¡por dos años más!

Finalmente, ¡llegamos a Portland!

En esta misma carta del 3 de septiembre de 1936, yo le decía a los colaboradores de cómo planeaba ahora entrar en la estación más poderosa de Portland. De hecho, Cristo no había abierto esa puerta. Herbert W. Armstrong trató de abrirla. Aquí hay otra cita de esa carta:

“Consecuentemente, si el Eterno lo permite, nosotros planeamos extender la radiodifusión en una estación poderosa en Portland, y si es posible, la estación más poderosa en Oregón. Ésta tiene cincuenta veces el poder de kore. Después del atardecer esta estación llega a Oregón, a Washington y hasta Idaho. Después de las 6 p.m. el costo es sólo el doble, pero si podemos asegurar un periodo de 30-minutos entre las 5 y las 6 p.m. los domingos por la tarde, lo cual sería después del atardecer en los meses que se aproximan, podemos mandar el programa sobre todo este grande territorio al costo de sólo $110 por mes”.

Pero de nuevo las donaciones quedaron cortas, ¡a menos de la mitad!

Cristo no había abierto esa puerta. ¡Tuve que aprender a esperar hasta que Él lo hiciera, y después caminar a través de la puerta que Él abriera!

Pero para el 8 de noviembre, otra carta para nuestros colaboradores muestra que Cristo finalmente había abierto la puerta una vez más en Portland. No la puerta a la estación más grande, ni la más poderosa en Oregón. ¡Era la misma puerta idéntica que Él había abierto dos años antes, la más pequeña en poder de solo 100 watts, como la kxl lo era entonces!

Aquí hay porciones de la carta fechada 8 de noviembre de 1936, la cual cuenta la historia:

“Yo estuve en Portland esta semana, y me enteré que comenzando el primero de noviembre, a las 4:45 de la tarde kex (la estación que yo había querido) se va fuera del aire por un periodo de silencio, antes de anochecer. No podemos pagar sus altas tarifas para una radiodifusión durante el día. Nosotros ahora tenemos subscripciones por sólo $40 por mes, y comenzó a verse como que tendríamos que renunciar al programa por completo”.

“Y estoy seguro que ustedes se regocijarán también conmigo al saber que el Señor nos ha abierto una mejor radiodifusión que ahora estará disponible en la estación kex, y a la mitad del costo. El dueño de otra estación más pequeña, kxl, quien también es dueño de la estación en Salem, me hizo la proposición de conectar a través de cable ambas estaciones, a nuestro tiempo regular en los domingos a las 10 a.m. de la mañana por kore en Eugene, a una tarifa reducida por un tercio de la tarifa regular. Estas tres estaciones forman la Red de Oregón, y están conectadas por una conexión de cable (…). No es un programa tan grande como lo esperábamos, pero es lo que el Eterno ha proveído, y va a multiplicar el número de radio escuchas entre siete y diez veces el número que alcanzamos ahora (…). Es un escalón. A menudo, el Eterno no nos deja progresar tan rápido como nos gustaría, pero Él sabe lo que es mejor. Yo pienso que esto muy pronto nos guiará a otras estaciones más grandes, para que pronto estemos cubriendo toda la costa, y más tarde toda la nación (…). Nosotros ahora podemos esperar comenzar este programa extendido para el próximo Domingo”.

La siguiente carta general mimeografiada para los colaboradores en mis archivos está fechada el 9 de diciembre de 1936. Ésta cuenta su propia historia:

“¡Saludos en el nombre de Jesús! ¡Sé que se regocijarán conmigo porque la radiodifusión extendida a través de la Red ya está dando frutos!

“Ahora nos encontramos en el segundo mes de radiodifusiones, y ya estamos recibiendo diario cartas de radioescuchas”.

“Acabo de regresar de Portland con buenas noticias que van a causar que se regocijen al igual que yo. Ahora el camino está abierto, tan pronto como las finanzas lo permitan, para extender la radiodifusión aún más ampliamente en Washington”.

En cuanto pudimos despuntar fuera de Eugene, y aprendimos a ir donde Cristo guía Su Obra, se nos permitió empezar a expandirnos con un ritmo creciente. ▪

Continuará...

Capítulo 37: ¡Una lección costosa vale la pena!

Boletín, AD