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1984

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1984 y la mentalidad de la izquierda liberal

Justo después de la toma de posesión de Donald Trump, el New York Times imprimió un artículo de Michiko Kakutani, titulado “Por qué 1984 es una lectura obligada en 2017” (26 de enero de 2017). La novela distópica clásica de George Orwell, escrita hace casi 70 años, acaba de llegar a la lista de los más vendidos de Amazon. Según Kakutani, eso se debió a los peligros percibidos del totalitarismo bajo un presidente Trump. De hecho, fue la promoción que la izquierda hizo de 1984 lo que lo convirtió en un éxito de ventas.

Kakutani comparó reportes cuestionables de la administración respecto a la cantidad de personas que presenciaron la toma de posesión con “los esfuerzos del Ministerio de la Verdad de 1984 por realizar ‘control de la realidad”. El Ministerio de la Verdad de 1984 es de hecho un departamento de mentiras que controla las mentes y la percepción de la realidad de los ciudadanos al publicar hechos falsos como noticias. “No sorprende entonces que 1984 haya encontrado un público nervioso en la era actual de la ‘posverdad”, continuó Kakutani; como si los ocho años previos fueran la era de la verdad.

Estoy de acuerdo en que 1984 es una lectura obligada, pero no por lo que dice acerca del presidente Trump, sino por lo que revela sobre la mentalidad de la izquierda liberal. Las prácticas de las que Kakutani acusó a los “demagogos derechistas” son en realidad mucho más comunes entre los políticos de izquierda y los medios partidarios de la izquierda: manipular hechos, redefinir términos, reescribir la historia, acoso e intimidación. Y su solución básica para cualquier problema, la de más control gubernamental, está conduciendo al autoritarismo en formas que los fundadores de EE UU trabajaron específicamente para prevenir.

Codicia de poder

La izquierda liberal apoya la inmigración abierta; ellos aplauden que las ciudades santuario se resistan a los esfuerzos del gobierno federal para ejecutar las leyes de inmigración; valoran los derechos de los inmigrantes ilegales aunque ello sobrecarga a los programas de bienestar social, arruina a las comunidades y aumenta la criminalidad.

¿Por qué priorizarían ellos a los ilegales sobre los ciudadanos estadounidenses? Ellos dicen que se trata de compasión; pero no muestra ninguna compasión por las familias estadounidenses que hiere, incluyendo las víctimas de crímenes violentos cometidos por inmigrantes ilegales. La verdadera razón es poder. Más inmigrantes significan más votos para ellos, y permanecer en el poder es todo lo que importa.

Una de las escenas más escalofriantes en 1984 aparece cerca del final cuando un alto funcionario del Ministerio de la Verdad, llamado O’Brien, está reeducando al protagonista del libro, Winston Smith, usando horribles torturas. El personaje Winston ingenuamente creía que “el Partido” tomó control del gobierno porque las personas no pueden gobernarse a sí mismas. O’Brien se lo deja claro. Después de darle un choque doloroso para castigarlo por su idea equivocada, él afirma: “El Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; solo nos interesa el poder. No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; solo el poder, el poder puro. (…) El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo”.

Este pensamiento es consistente con las acciones de la izquierda en Estados Unidos hoy.

Por ejemplo, ellos usan el “cambio climático” para justificar la increíble expansión del poder del gobierno, imponiendo regulaciones que aplastan la economía. Recuerde cómo el presidente Obama tomó decisiones importantes por orden ejecutiva, mucho más que cualquiera de sus predecesores, tomando poderes no permitidos por la Constitución de EE UU. En su discurso del Estado de la Unión de 2013, él dijo: “Insto a este Congreso a buscar una solución bipartidista basada en el mercado para el cambio climático. (…) Pero si el Congreso no actúa pronto para proteger a las futuras generaciones, yo dirigiré a mi Gabinete para que presente acciones ejecutivas que podamos emprender, ahora y en el futuro…”.

No fue solo sobre el cambio climático que el presidente Obama usó esta herramienta. Él esquivó al Congreso y dio órdenes para regular la industria energética, retrasar deportaciones de inmigrantes ilegales, restringir ventas de armas, obligar a los prestamistas a flexibilizar los estándares de refinanciación de hipotecas, crear protecciones especiales para los homosexuales, y muchos otros asuntos. En su folleto Estados Unidos bajo ataque, Gerald Flurry escribió: “Las mentes de las personas se están acondicionando a los mandatos ejecutivos, que están destinados principalmente a eludir la Constitución y el Congreso. Ese es el objetivo. Esto se está volviendo rápidamente un gobierno de dictadura o de una tiranía” (énfasis agregado).

“Gobernar por órdenes ejecutivas” destruye la protección incorporada de la Constitución contra la tiranía. Muchos eruditos y políticos de izquierda creen que la Constitución es anticuada y debe descartarse. Esencialmente, la izquierda está convocando a una revolución contra un sistema de gobierno que allanó el camino para que EE UU se convirtiera en una superpotencia mundial y el bastión de la libertad. Muchos hoy en día —como Winston Smith— son ingenuos sobre lo que realmente está ocurriendo. Para las personas respetuosas de la ley, no tiene sentido deshacerse de la Constitución de EE UU. Pero la izquierda radical, con ideales socialistas e incluso comunistas, ve las cosas de forma diferente. Como dice O’Brien: “Sabemos que nadie toma el poder con la intención de renunciar a él”.

Controlando las mentes

Las tácticas utilizadas por el Estado en 1984 para controlar los pensamientos de las personas tienen una siniestra familiaridad hoy. En esa misma escena de tortura, O’Brien le ordena a Winston, coaccionándolo con el dolor, que diga que dos más dos es igual a cinco. Winston está desconcertado. “¿Cómo puedo evitar ver lo que tengo ante los ojos?”, pregunta desesperadamente. “Dos y dos son cuatro”.

“Algunas veces sí, Winston”, responde O’Brien. “Pero otras veces son cinco. Y otras, tres. Y en ocasiones son cuatro, cinco y tres a la vez. Tienes que esforzarte más. No es fácil recobrar la razón”.

Piense en la coacción que la izquierda está usando para forzar a la sociedad a aceptar que, si alguien siente que él o ella es del sexo opuesto, entonces esa es la realidad. Ellos quieren que creamos simultáneamente que todos los hombres son violadores potenciales, que no hay diferencias inherentes entre hombres y mujeres, que debemos eliminar los estereotipos sociales que sofocan a nuestras niñas, y que las diferencias entre hombres y mujeres son realmente tan grandes que es cruel no permitir que un niño se vista como la más delicada princesa de Disney. Dos más dos son cinco y cuatro y tres, todo a la vez.

Ellos dicen que esto es un asunto de tolerancia. Pero respecto a este y muchos otros temas, ellos no toleran lo que consideran disidencia. La izquierda no está contenta con el desacuerdo civilizado. Forzarán su agenda radical hasta que todos lleguen a ser completos partidarios y verdaderos creyentes. Como el Gran Hermano de Orwell, ellos quieren controlar los pensamientos de las personas.

La izquierda está convocando a una revolución. Desde que perdieron la elección presidencial en 2016, sus esfuerzos por recuperar el poder se están volviendo cada vez más radicales. Su ilegalidad es cada vez más obvia.

Eso recuerda la declaración de O’Brien en 1984: “No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer la dictadura”.

Orwell entendió lo que puede suceder cuando las personas equivocadas se toman el poder. Cualquier país plagado de rebelión y revolución es un botín fácil para un dictador. 

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