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Operation Jonathan

David Rubinger/Corbis/Getty Images

Operación Yonatan: El intento de rescate más atrevido de la historia

Una inspiradora lección de negarse a transigir con el mal.

“Los hombres sabían que tenían que tener éxito”, dijo el Dr. Iddo Netanyahu. Hablando a Trompeta durante una entrevista telefónica el 9 de agosto, Netanyahu describió uno de los intentos de rescate de rehenes más dramáticos de la historia: la Operación Entebbe.

La Operación Entebbe tuvo lugar en el sur de Uganda el 4 de julio de 1976. El Maariv Book Guild la ha catalogado como un “momento decisivo en la guerra contra el terrorismo”. Ha inspirado más de una docena de documentales y largometrajes, incluido el de este año 7 días en Entebbe. Netanyahu (cuyo hermano es el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu) ha estudiado la operación en profundidad, entrevistando a muchos de los comandos, rehenes y otras personas que estuvieron allí ese día, escribiendo varios libros sobre el evento.

Para cada uno de nosotros, lo que sucedió en Entebbe es una lección de ingenio, integridad y rechazo a la transigencia del mal.

Secuestrado

El domingo 27 de junio, el vuelo 139 de Air France se dirigía desde Tel Aviv, Israel, a París, Francia, después de una escala en Atenas, Grecia. El Airbus A300 transportaba a 254 hombres, mujeres y niños, de los cuales más o menos un tercio eran israelíes.

Poco después de despegar de Atenas, cuatro pasajeros se levantaron de sus asientos y sacaron armas y granadas, tomaron el control de la cabina, plantaron explosivos en los pasillos, confiscaron pasaportes y anunciaron que el avión había sido secuestrado y que todos los que estaban a bordo eran ahora rehenes.

Un terrorista anunció por el micrófono de la cabina que el vuelo había sido tomado en nombre del Frente Popular para la Liberación de Palestina. Dos de los cuatro terroristas eran hombres árabes que pertenecían a una facción disidente del Frente Popular. Los otros dos eran una pareja alemana, Wilfried Böse y su compañera, Bridgette Kuhlmann. Ellos eran miembros de un grupo terrorista izquierdista alemán que apoyaba al Frente Popular.

Cuando el vuelo 139 se quedó en silencio en las ondas de radio, las fuerzas de inteligencia israelíes inmediatamente comenzaron a investigar. ¿Se había estrellado el avión? El Sayeret Matkal (al cual se referían como “la Unidad”) se puso en alerta máxima.

Los terroristas hicieron reabastecer el avión en Bengasi, Libia, y luego despegaron otra vez. Obligados a mantener cerradas sus cortinas de las ventanas, los pasajeros volaron durante cinco horas y finalmente aterrizaron temprano en la mañana del 28 de junio.

Cuando se les permitió abrir las cortinas, los rehenes miraron hacia afuera. Allí en la pista había una célebre figura que muchos reconocieron al instante.

Vistiendo un traje de camuflaje muy decorado estaba la figura de 1,97 metros y 113 kilos del dictador ugandés Idi Amín. Amín había tomado el poder cinco años antes en un golpe militar, y fue famoso por matar a 300.000 de sus compatriotas.

El título que Amín se dio a sí mismo se hizo progresivamente más largo en el transcurso de los años, y finalmente se convirtió en: “Su Excelencia, Presidente vitalicio, Mariscal de Campo al-Hadji Doctor Idi Amín Dada, vc, dso, mc, Señor de todas las Bestias de la Tierra y los Peces de los Mares y Conquistador del Imperio Británico en África en general y Uganda en particular”. Amín también afirmó ser el rey sin corona de Escocia. A veces hizo titulares por alabar a Adolfo Hitler, y una vez dijo que el dictador alemán tenía “derecho a quemar 6 millones de judíos”.

Ahora los rehenes estaban en su territorio, rodeados por sus tropas. Amín apoyó a los terroristas y ordenó a sus soldados que los apoyaran. “Había una completa confabulación con el dictador Amín y su ejército”, dijo Iddo Netanyahu.

Aquí, en el aeropuerto de Entebbe, otros tres terroristas se unieron a los cuatro secuestradores y a decenas de soldados ugandeses. Los terroristas llevaron a los pasajeros a un edificio abandonado de la terminal.

Al día siguiente, los terroristas entregaron sus demandas: 5 millones de dólares y la liberación de 53 terroristas pro-palestinos encarcelados en Israel, Alemania Occidental, Kenia, Francia y Suiza, uno de los cuales había matado a 26 personas y herido a 80 en un aeropuerto israelí cuatro años antes.

Los terroristas en Entebbe dijeron que si sus demandas no se cumplían antes de las 2 p.m. del 1 de julio, comenzarían a ejecutar a los rehenes.

No hay otra opción

De vuelta en Israel, el gobierno del primer ministro Yitzhac Rabin estaba a toda marcha, considerando sus opciones. Y sus opciones no se veían bien.

Entebbe estaba a más de 3.540 kilómetros de distancia. Estaba en el corazón de África, mucho más allá de la región donde la inteligencia y los activos israelíes eran más fuertes. Cualquier rescatador tendría que volar ilegalmente cerca o a través del espacio aéreo de naciones enemigas. Si llegaran seguros y sin ser detectados, se enfrentarían no sólo a terroristas radicales sino también a un ejército nacional bajo el mando de un volátil dictador. Y ellos tratarían de rescatar lo que Netanyahu dijo que era “una cantidad de rehenes que nunca antes se había escuchado en Israel”.

Un intento de rescate pondría en riesgo consideraciones políticas, apoyo internacional y alrededor de 100 tropas, además de los rehenes.

El principal obstáculo que enfrentaban los israelíes era la falta de información. “No se podía construir un plan real, porque no había información sobre lo que estaba sucediendo en Entebbe”, dijo Netanyahu. Él entiende la importancia de la inteligencia, pues él mismo sirvió en la Unidad unos años antes del secuestro de Entebbe.

Ceder a las demandas de los secuestradores liberaría a docenas de terroristas asesinos a las calles del mundo y alentaría más terrorismo y secuestros en el futuro. Sin embargo, parecía que Rabin y los israelíes no tenían otra opción.

“Rabin sintió que, dado el hecho de que los rehenes estaban tan lejos, a miles de kilómetros de distancia en medio de África, no tenía ningún plan que pudiera aprobar”, dijo Netanyahu. “Y sintió que no podía simplemente sacrificar esas vidas”.

Pero el ministro de defensa Shimon Peres y otros vieron las cosas de manera diferente. Israel no tenía otra opción, sino resistir el terrorismo y atreverse a intentar un rescate.

El desafío era presentar un plan de rescate viable que Rabin pudiera aprobar con buena conciencia, antes de que se cumpliera el plazo de los secuestradores para la ejecución de los rehenes.

Entonces sucedió algo sorprendente.

“[L]uego de varios días de secuestro, dejaron que la mayoría de los rehenes de hecho se fueran”, dijo Netanyahu. “Aquellos que no eran israelíes [ni] típicos judíos que lucían como ortodoxos” de otras naciones fueron trasladados a París. Los terroristas también acordaron extender el plazo de ejecución hasta las 2 p.m. del domingo 4 de julio.

Según las descripciones proporcionadas por estos rehenes liberados, los israelíes obtuvieron la información que tanto se necesitaba, como dónde estaban exactamente retenidos los 106 rehenes restantes, cuántos terroristas y soldados los custodiaban y muchos otros detalles. Netanyahu dijo que toda esta información comenzó a filtrarse a los líderes israelíes durante la noche del 1 y 2 de julio.

Mientras el primer ministro, su gabinete y los jefes militares estaban frenéticamente tratando de formular un plan de rescate, un hombre se estaba preparando para llevarlo a cabo: el Teniente Coronel Yonatan (Jonathan) Netanyahu. El hermano del Dr. Iddo Netanyahu y del actual primer ministro Benjamín Netanyahu, de 30 años de edad en ese momento, era el comandante de la Unidad. Él era la punta de la lanza.

Jonathan Netanyahu y su equipo continuaron reuniendo cada fragmento de información disponible y formulando varias posibles estrategias de rescate.

Netanyahu, sus comandantes y líderes israelíes estaban sumamente conscientes de que cualquier rescate dependería completamente de tomar a los terroristas y soldados ugandeses por sorpresa absoluta. “[U]na vez que los terroristas se dieran cuenta de que había una fuerza enemiga que venía a rescatar a los rehenes”, dijo Iddo Netanyahu, “sería cuando ellos comenzarían a matar a los rehenes... y por supuesto podían ser asesinados en cuestión de segundos con unos pocos disparos y granadas”.

A medida que pasaban las horas, los funcionarios gubernamentales vigilaban de cerca la planificación militar e hicieron hincapié en que, a menos que la propuesta fuera extremadamente fuerte, el gobierno no tendría más opción que romper su política de negarse a ceder a las demandas terroristas.

Ahora quedaban unas 48 horas antes de que los terroristas comenzaran a matar. Los comandantes de las Fuerzas de Defensa de Israel presentaron el plan del cual dependería la vida de decenas de personas. Volando en seis transportes militares, el equipo de rescate volaría desde la Península del Sinaí hasta Uganda a una altitud extremadamente baja para evitar la detección de los radares. Un equipo de la Unidad aterrizaría directamente en el aeropuerto de Entebbe, pretendiendo ser Amín y su séquito regresando de su viaje a Mauricio. Saldrían del C-130 en una caravana de vehículos como los utilizados por el dictador y sus hombres.

Iddo Netanyahu dijo de su hermano: “Ese era el plan que Yoni sintió que era el único plan ejecutable, desde el primer momento”.

Este plan se formó apresuradamente y se ensayó, pero Jonathan Netanyahu intentó convencer persuasivamente al jefe de personal para que lo aprobara.

Para hombres como Jonathan Netanyahu, ejecutar un plan tan atrevido era la única opción. Transigir con el mal estaba fuera de discusión. Pero, ¿tomarían los políticos esa decisión?

Luchando contra el mal

La Unidad aún no tenía la aprobación del gobierno israelí, pero se prepararon como si la tuvieran. Obtuvieron una limusina Mercedes similar a la que Amín usaba. Pero estaba en malas condiciones—y tenía el color equivocado. “Obtuvieron un Mercedes destartalado el viernes por la mañana”, dijo Iddo Netanyahu. “Tuvieron que reparar el motor, cambiar las llantas y también tuvieron que repintarlo”. Los israelíes pusieron una bandera ugandesa y placas de cartón similares a las de los vehículos militares ugandeses “para que pareciera como algo presidencial”. Añadió que los Land Rovers que iban a acompañar a la limusina tenían que ser readaptados para llevar una docena de soldados cada uno. “Trabajaron en ello toda la noche”, dijo, “y al día siguiente lo tenían listo”.

Ahora era viernes. Si iba a haber una operación, debería comenzar al día siguiente. Jonathan y su equipo ensayaron el plan una y otra vez.

En la tarde del sábado 3 de julio, Jonathan Netanyahu y su equipo estaban en el aire, volando hacia Uganda. El gobierno aún no había aprobado la misión, y los comandos de Sayeret Matkal pensaron que su vuelo era simplemente una contingencia: probablemente serían llamados de vuelta a Israel.

Jonathan Netanyahu estaba concentrado, decidido y seguro. Mientras los comandos del C-130 se reabastecían de combustible en el sur del Sinaí, él les dio instrucciones a sus hombres, no sólo revisando el plan y las tácticas, sino también diciéndoles por qué estaban luchando.

“Él los motivó”, dijo Iddo Netanyahu, “y les dijo lo importante que es este tipo de misión, que no se puede ceder ante el terrorismo, y que por el bien de Israel y el pueblo judío, teníamos que triunfar”.

Los comandos dijeron más tarde que el discurso de Jonathan Netanyahu los impactó profundamente. “Muchos de los hombres dicen que eso realmente cambió toda su percepción de la operación y cómo entraron en ella. Les dio una gran confianza de que tendrían éxito”, dijo Iddo Netanyahu.

El piloto principal, Joshua Shani, le dijo a Iddo Netanyahu que Jonathan “parecía un héroe de nuestro pasado antiguo”.

Unas horas más tarde, estaban en vuelo una vez más. Sobrevolando el Mar Rojo a baja altura para evitar el radar de los egipcios y saudíes, alcanzaron el espacio aéreo etíope y se dirigieron al suroeste hacia Uganda.

En algún lugar sobre Etiopía, se envió un mensaje a la Unidad. Debido a que Israel no transigiría con los terroristas, en gran parte debido a los preparativos que inspiraron confianza de parte de Jonathan y su liderazgo, y porque era lo correcto, la elección se hizo clara: el primer ministro Yitzhak Rabin había aprobado la misión.

Israel se enfrentaría al mal.

A mitad de la noche, durante los primeros minutos del 4 de julio, cuatro C-130 y otros dos transportes se acercaron al aeropuerto de Entebbe, llevando el equipo de asalto de Netanyahu, refuerzos, comandantes y personal médico. El primer transporte aterrizó en la pista a un kilómetro y medio del antiguo edificio de la terminal.

“Los automóviles bajaron rápidamente del avión, y se abrieron paso con los faros delanteros prendidos, ya sabes: ‘Idi Amín viene con un convoy’”, dijo el Dr. Netanyahu.

“Y a unos 180 metros antes de la antigua terminal, exactamente donde Jonathan Netanyahu había anticipado que habría guardias ugandeses en los ejercicios simulados, de hecho, había dos guardias”, dijo él. Los israelíes los neutralizaron y “condujeron muy, muy rápido a gran velocidad hasta la antigua terminal”, añadió. A pesar de las ráfagas cortas de disparos, los israelíes aún tenían su ventaja más valiosa intacta sobre los terroristas: el elemento sorpresa.

Los comandos salieron de sus vehículos, caminando hacia el edificio y escaneando el área a su alrededor. Pero Jonathan Netanyahu se adelantó y ordenó a sus hombres que corrieran y entraran al edificio. Los hombres sabían que cada paso y cada puerta podían traer las balas, granadas terroristas y cables de disparo de bombas de Uganda, pero siguieron adelante.

Allí, en la sala principal de la antigua terminal, estaban los 106 rehenes: 94 pasajeros principalmente israelíes y un puñado de otros más, entre ellos la tripulación de Air France, que se había negado a abandonarlos. Los terroristas y los soldados ugandeses dispararon contra los israelíes, pero los comandos mataron a los siete terroristas y a docenas de soldados.

Al menos cinco comandos fueron heridos; Jonathan Netanyahu también fue herido.

“En algún lugar frente a la pared de vidrio de la antigua terminal, Yoni recibió un disparo en el pecho, y básicamente no pudo avanzar”, dijo su hermano a Trompeta. En la pista cerca del avión de evacuación, dos doctores y un médico de alto rango intentaron resucitarlo, pero fue en vano. “Fue el único soldado que murió”, dijo el Dr. Iddo Netanyahu.

Pero a su alrededor, mientras los comandos reabastecían los aviones de transporte y destruían los aviones de combate de la Fuerza Aérea de Uganda para evitar cualquier persecución, las vidas que Jonathan Netanyahu había ayudado a salvar fluían al avión de evacuación que los llevaría a la seguridad y la libertad.

La operación había perdido sólo tres rehenes y su ejemplar comandante. La inteligencia había sido incompleta, la planificación había sido precaria, y el tiempo de ventaja había sido mínimo. “Ellos en realidad tuvieron un día y medio para preparar todo”, dijo el Dr. Netanyahu, “y esa es la parte más sorprendente de todo el asunto”.

Amir Ofer, el primero de las tropas de Yoni en entrar en la antigua terminal durante la redada, le dijo a Trompeta el 30 de julio que el rescate fue “probablemente la operación de comando más exitosa desde la Segunda Guerra Mundial y una de las operaciones de comandos más exitosas de la historia”.

La operación fue un ejemplo increíble de cómo enfrentar—y derrotar—el mal. Fue llamada en código Operación Trueno [Operation Thunderbolt], y se conoce comúnmente como Operación Entebbe. Pero más tarde fue rebautizada como Operación Jonathan en honor al hombre que dio su vida para enfrentar el mal.

La lección

Mientras se realizaba el histórico rescate de Entebbe, el mundialmente famoso educador Herbert W. Armstrong estaba en el aire, en ruta desde California a Italia. Después de aterrizar en Roma, se enteró de la Operación Jonathan y dijo que los israelíes habían “mostrado al resto del mundo un ejemplo de cómo lidiar con esta amenaza internacional” del terrorismo. “La política israelí de negarse a negociar con los secuestradores, si es seguida por todas las naciones, privaría a los terroristas de los objetivos que buscan”, escribió. Los rescatadores le dieron al mundo “un ejemplo de osadía, coraje y ejecución eficiente en una operación militar relámpago” (La Pura Verdad, septiembre de 1976).

El Sr. Armstrong dijo dos meses después que la Operación Jonathan debería enseñarles a todas las personas una “verdad supremamente importante” sobre transigir. “A veces, ya sea en secuestros terroristas o en el manejo de la Palabra de Dios, las tentaciones tienden a arrastrarnos”, escribió. “Frecuentemente he sido presionado a transigir—‘sólo un poco’—con la verdad de Dios… ¿No estaría bien transigir “sólo un poquito” en algún ‘punto menor y sin importancia’?”. Él respondió: “[S]i comenzamos a transigir con la verdad de Dios, aunque sea de la manera más pequeña y leve”, puede conducir a la destrucción. “Hay un sorprendente paralelo en el reciente secuestro” en Entebbe, escribió él (Las Buenas Noticias, diciembre de 1976).

La comprensión del Sr. Armstrong sobre los peligros de la transigencia estaba enraizada en las enseñanzas de la Biblia. El salmista dijo: “Felices son los íntegros… No transigen con el mal y andan sólo en sus caminos [de Dios]” (Salmos 119:1-3, Nueva Traducción Viviente).

El legado de Yonatan “Yoni” Netanyahu es el de negarse a “transigir con el mal” y la voluntad de dar su vida para evitar hacerlo. El de él es un legado de integridad. El general Sholomo Gazit, jefe de la Dirección de Inteligencia Militar durante la Operación Jonathan, dijo: “Es, por supuesto, difícil saber cómo habría continuado Yoni y qué alturas habría alcanzado en cualquier curso que hubiera seguido: ya sea militar o académico. Pero cualquiera que haya sido el rumbo, todos hemos perdido a uno de los jóvenes más maravillosos, prometedores y sobresalientes de Israel”.

Cada uno de nosotros podría beneficiarse de seguir el ejemplo estelar de Jonathan Netanyahu, convirtiéndonos en individuos de integridad, valentía ilimitada y sacrificio conmovedor. 

Boletín, AD