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iStock.com/filipefrazao

¿Está mal asesinar niños? La izquierda no está segura

La falla fatal en la ideología de la tolerancia

Hakani tuvo una de las infancias más traumatizantes imaginables. Ella nació en 1995 en Brasil dentro de la tribu Suruwahá. Su nombre significa “sonrisa”, pero ella tuvo pocas oportunidades para eso.

A los 2 años de edad, ella no podía caminar o hablar. La costumbre de la tribu era clara. Los ancianos declararon que ella no tenía alma y debía morir.

En lugar de seguir la costumbre, sus padres se suicidaron. Su hermano de 15 años trató de enterrarla viva. Pero ella seguía llorando, y alguien la desenterró.

Su abuelo la hirió con una flecha, pero estaba tan triste que también cometió suicidio.

Sin embargo, Hakani sobrevivió; así que la tribu la abandonó. Ella vivió como un animal por tres años, permaneciendo viva porque uno de sus hermanos le conseguía comida. Su herida estaba infectada. Ella creció increíblemente delgada, y todavía no podía caminar.

Entonces su hermano la trajo a Edson y Marcia Suzuki, una pareja misionera. Ellos la rescataron, la cuidaron y le brindaron ayuda médica. Antes de un año, ella pudo caminar y hablar. Y pronto fue capaz de asistir a la escuela.

Lo que le sucedió a Hakani causó indignación. La fiscalía pública brasileña decidió actuar. Pero la indignación no fue contra aquellos que habían tratado de asesinar a Hakani. Fue contra sus rescatadores. El fiscal recomendó que todos los no nativos fueran prohibidos de las tierras de la tribu Suruwahá, haciendo imposible rescatar a otro niño.

¿Deberíamos permitir que tribus indígenas asesinen niños? Aunque usted no lo crea, la respuesta a esta pregunta es controversial.

Se cree que alrededor de 20 tribus siguen esta práctica, asesinando niños discapacitados, nacidos de madres solteras o gemelos.

En 2007, legisladores brasileños introdujeron una ley para terminar con el asesinato de niños en las comunidades tribales. Se llamó la Ley de Muwaji, tomado del caso de una madre quien rehusó asesinar a su hija discapacitada en 2005. La ley requiere que el gobierno proteja a bebés vulnerables. Como escribió Foreign Policy: “Eso inmediatamente creó tensiones entre aquellos que defienden los derechos humanos universales, que priorizan al individuo, y aquellos que apoyan el relativismo cultural, que favorecen la libertad de las comunidades a organizarse a sí mismas de acuerdo a sus propios códigos morales” (9 de abril).

Se demoró ocho años para pasar la ley por la cámara baja de la legislatura. Y todavía no pasa a la cámara alta.

Que cualquiera pueda justificar dichas prácticas es pasmoso; pero ellos lo hacen. Foreign Policy parafraseó a un antropólogo anónimo del gobierno diciendo que “el asesinato de niños entre los pueblos indígenas debe ser entendido en el contexto del increíblemente duro entorno del Amazonas”. La Fundación Nacional Indígena de Brasil dijo que incluso hablar del asesinato de niños “es en muchos casos un intento para incriminar y expresar prejuicio contra los pueblos indígenas”.

El periódico brasileño Folha de S. Paulo escribió que algunos antropólogos argumentan que “la muerte de bebés es parte de la identidad cultural de esas poblaciones indígenas, y que las personas blancas no tienen que entenderlo”.

Un antropólogo realmente dijo que al salvar a Hakani, los Suzukis “se interpusieron en el camino de la realización de un práctica cultural llena de significado”.

Bienvenido a la lógica (si extrema) conclusión del relativismo moral: Si una tribu piensa que asesinar a un niño está bien, ¿quiénes somos nosotros para no estar de acuerdo? Tenemos que entender de dónde vienen ellos.

Esta es la conclusión lógica de personas que creen que la tolerancia es lo único absolutamente bueno, y la intolerancia está mal. Pero algunas cosas, como asesinar niños, son maldad, ¡y estas acciones no deben tolerarse!

Esa es la razón por la que Trompeta advierte contra la tolerancia del mal, ya sea por el asesinato de niños o algo más sutil.

Occidente también está destruyendo a sus niños. Estamos dividiendo y re-dividiendo sus familias, permitiéndoles involucrarse en el incontrolable uso de drogas, permitiéndoles dar rienda suelta al sexo ilícito y animándolos a experimentar con la transexualidad.

Cada niño muerto es una tragedia. Pero Brasil tiene poco menos de un millón de personas indígenas, muchos de los cuales no practican el asesinato de niños. Muchos más niños están siendo destruidos en Occidente por nuestra inmoralidad.

“Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado”, le dice Dios dice a aquellos que le sirven (Isaías 58:1). Dios quiere que todos vivan una vida llena de felicidad. Él se vale de sus siervos para advertir a cualquiera que escuche contra los pecados que corrompen y destruyen a sus hijos.

Los Suzukis salvaron más que solamente la vida de Hakani. En 2005, dos familias Suruwahá siguieron su ejemplo y pidieron ayuda médica para sus hijos en lugar de asesinarlos de acuerdo a la costumbre.

El mensaje de Trompeta puede salvar a alguien del pecado, la causa raíz de toda miseria y sufrimiento. Pocos están respondiendo a ese mensaje actualmente. Pero la Biblia revela que Dios está ejecutando un plan a largo plazo para salvar a más que aquellos que responden a este mensaje hoy. Él tiene un plan para salvar al mundo entero. Dios no tolerará nuestra malvada forma de vida y el sufrimiento que ésta trae sobre nosotros. Él pronto la terminará—y entonces establecerá un mundo lleno de esperanza y felicidad. 

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