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Azote financiero 9/11
Los días en torno del 11 de septiembre de 2008 van a ser recordados en oprobio. La velocidad a la que se colapsaron tantas de las más prestigiosas instituciones financieras de Estados Unidos debería quedar profundamente grabada en la mente de la población norteamericana; porque lo quieran admitir o no, esa semana aleccionadora, desastrosa y agonizante representó un giro drástico en la hegemonía financiera de Estados Unidos.
Todo lo que queda es un enorme cráter en el desacreditado cimiento financiero de la nación.
Considere el icono financiero de 154 años de antigüedad, Lehman Brothers. Este respetado gigante bancario sobrevivió la Guerra Civil Norteamericana, las dos guerras mundiales y la Gran Depresión. Pero el viernes 12 septiembre este banco de inversiones (el cuarto banco más grande de Estados Unidos) empezó a fallar. Para el siguiente lunes en la mañana, se había convertido en la bancarrota corporativa más grande de la historia del mundo. El impacto de este significativo evento repercutió a través de todos los sistemas. Los inversionistas de Lehman y sus socios comerciales estaban desangrándose monetariamente, y la bolsa de valores mundialmente se fue a pique. El Dow Jones dio su mayor caída en un día desde aquella mañana siete años antes, cuando dos aeroplanos de pasajeros se estrellaron contra los edificios del World Trade Center [“Zona Cero”] en el corazón del distrito financiero de New York.
En sí mismo, el fracaso financiero de $600 mil millones de Lehman Brothers fue un evento significativo, pero Lehman no se vino abajo solo. Después de una reunión de emergencia a puerta cerrada, auspiciada por la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro ese fin de semana, se anunció que Merrill Lynch, otro aquejado gigante de Wall Street, también dejaría de existir como una compañía independiente.
Ese mismo lunes en la mañana, se anunció también que la compañía de seguros más grande del mundo, American International Group (aig), había fallado en asegurar fondos para cubrir sus pérdidas de miles de millones de dólares. Para el martes en la noche, la situación se había vuelto tan espantosa que la Reserva Federal anunció que compraría el 80 por ciento de la compañía para mantenerla a flote.
Todos estos eventos sísmicos ocurrieron en la secuela de lo que quizás fue el shock más grande de todos: El lunes 8 de septiembre el gobierno de Estados Unidos anunció la nacionalización de Fannie Mae [Fani Mei] y Freddie Mac [Fredi Mac] por la cantidad de $5,2 billones—el apoderamiento corporativo más grande en la historia de las finanzas.
La semana entorno al 11 septiembre de este año vendrá a ser un punto de giro más significativo que el que ocurrió siete años antes.
Fue un anuncio severo y estruendoso al mundo entero, de que el sistema económico norteamericano había pasado el punto de no retorno. Y cuando la economía de Estados Unidos caiga, el mundo que conocemos actualmente quedará radicalmente transformado.
Reunión a puerta cerrada estilo “Mafia”
El fin de semana del 11 septiembre pasado presenció la movilización de banqueros más intensa de la historia. De acuerdo al reporte de Scotsman, la asamblea de banqueros y expertos financieros del mundo en las oficinas de la Reserva Federal en New York parecía una “escena de un mitin de jefes de la Mafia” (16 de septiembre).
Todos los personajes de renombre estaban presentes: Richard Fuld, presidente y jefe ejecutivo de Lehman Brothers; John Mack, dirigente de Morgan Stanley; Jamie Dimon de JP Morgan Chase; Vikram Pandit de Citigroup; Lloyd Blankfein de Goldman Sachs; Bob Diamond, jefe de Barclays Capital; y los ejecutivos mayoritarios de Mellon Bank y el Royal Bank of Scotland.
Aguardándolos estaba Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal; Hank Paulson, Secretario del Tesoro de EE UU; y el presidente de New York Fed, Tom Geithner. “Fue Geithner quien le dio inicio a la junta, dándole a la crema y nata de Wall Street el susto de sus vidas” (Ibíd.).
Su orden del día era clara: averiguar cómo salvar su propio pellejo, y detener el colapso financiero antes de que el sistema bancario de Estados Unidos sucumbiera completamente.
Como ya lo sabemos, esa reunión fracasó. Un contacto para Trompeta dentro de Lehman reportó que se hizo un trato con Barclays, apresurado a último momento por los reguladores del Reino Unido; aparentemente les preocupaba que las pérdidas de Lehman fueran tan horrendas como para poner en peligro crítico la posición financiera de Barclays, empeorando la amenaza al sistema bancario del Reino Unido. Luego, JP Morgan Chase y Goldman Sachs resistieron exitosamente la presión de la Reserva Federal para que extendieran líneas de crédito a la compañía de seguros AIG, de manera que la Reserva misma se vio forzada a usar sus propios fondos menguantes para apuntalar las operaciones de la aseguradora.
Irreparable
La crisis que afronta Estados Unidos no tiene precedente. Pero el motivo de preocupación no es el hecho de que un par de bancos quebraron.
“Aproximadamente una vez cada 10 años se produce una crisis bancaria grave en algún lado del mundo”, escribió Jeremy Warner para el periódico New Zealand Herald (5 de agosto). Luego, “cada 30 o 40 años” se produce una verdaderamente grande como la Gran Depresión, o el colapso de la bolsa en 1973-74, que presenció una caída del 45 por ciento del índice Dow.
La preocupación esta vez es que lo que está ocurriendo es mucho más grande; un evento singular de cada 80 o 100 años, o peor.
El profesor Nouriel Roubini, economista y catedrático de universidad (un hombre a quien Barron’s alguna vez comparó con el profeta Jeremías, cuyas advertencias a la antigua Israel fueron ignoradas) está advirtiendo que lo peor está por venir.
De acuerdo a Roubini, una recesión está por darles el tiro de gracia a cientos de bancos. Viendo a los bancos en Estados Unidos, “de los bancos regionales de tamaño mediano, por lo menos la tercera parte están en aprietos” y la mitad de este grupo pudieran caer en bancarrota, dijo él a Barron’s. Él también advirtió que los bancos grandes como Citigroup y Bank of America van hacia el colapso también, aunque el gobierno de EE UU pudiera intervenir para tratar de mantenerlos a flote.
Esta ya no es una crisis de “subprime” [hipotecas de riesgo], dijo él en julio pasado. “Esta es una crisis del entero sistema financiero del subprime”.
Hasta ahora, las pérdidas totales combinadas aceptadas suben a más de medio billón de dólares [500 con 9 ceros]. Pero esta cifra pudiera ser solamente parte de lo que viene, y no incluye el costo de la quiebra de Lehman, ni los cientos de miles de millones que costará la nacionalización de Fannie y Freddie, ni los $85 mil millones que la Reserva gastó en AIG, ni el costo de recapitalizar a la Corporación Federal de Seguro de Depósitos [fdic] cuando ésta quede abrumada.
La crisis bancaria de Estados Unidos bien pudiera estar ahora cerca de su masa crítica, el punto donde la caída de unos tumba a los demás. Los banqueros están perdiendo la habilidad de frenarlo, como lo comprueban los colapsos de Lehman, Merrill y AIG. La caída de los bancos causa pérdidas en otras instituciones (muchas de la cuales ya están financieramente inestables), provocando más remates y ventas de descuento de activos, añadiendo mayor estrés al sistema. Así es como otros bancos fallan, causando un círculo vicioso.
“La anglosfera entera de los sistemas de la banca y la economía están en implosión”, escribió Jim Willie, autor de la publicación Hat Trick Letter. “Estados Unidos, el Reino Unido, (...) Irlanda, Australia y Nueva Zelanda están sufriendo de sistemas bancarios críticamente heridos, encabezados por los mercados hipotecarios” (7 de agosto). Canadá no está en mejor situación.
De seguro, el Departamento de Tesoro y la Reserva Federal implementarán una serie de soluciones aparentemente ingeniosas. Desafortunadamente, cualquier parche que fabriquen estos organismos va a ser como ponerle un curita o apósito a una herida que requiere cirugía mayor. De hecho, el sistema económico entero está agonizante.
Engáñame una vez, oprobio tuyo...
[“... Engáñame la segunda vez, oprobio mío”, dice un dicho popular].Cuando la actual crisis bancaria comenzó en junio del año pasado [2007], hasta los analistas más pesimistas estuvieron prestos a decir que si las condiciones no se deterioraran, los inversionistas extranjeros estarían muy dispuestos a acudir al rescate y aprovechar la oportunidad de comprar acciones en los prestigiosos bancos de Estados Unidos.
Y los analistas estaban en lo correcto. A medida que la crisis bancaria se profundizó los bancos visitaron (sombrero en mano) a los inversionistas extranjeros, y estos aprovecharon la oportunidad de comprar tajadas multimillonarias de las instituciones financieras de Estados Unidos: El gobierno de China compró un 10 por ciento de Morgan Stanley; el gobierno de Emiratos Árabes Unidos compró un 4,9 por ciento de Citigroup; el de Singapur, un 10 por ciento de Merrill Lynch. Otros inversionistas extranjeros gastaron miles de millones más, acaparando trozos de estas compañías y de otras instituciones financieras, tales como Bear Stearns.
Pero algo salió mal. Las instituciones financieras norteamericanas pronto se tornaron en cálices envenenados. Los bancos de Estados Unidos no eran tan saludables como los habían pintado las agencias calificadoras; consecuentemente, sus estados de cuentas y cotización de acciones continuaron cayendo en picada.
Ahora, los inversionistas internacionales están pagando por el desatino de sus inversiones impulsivas. Merrill Lynch quedó indefenso ante un apoderamiento forzado por Bank of America después que supo que su trato con el grupo Korean Asset Management Corporation se deshizo. Cuando los inversionistas salen quemados, otros se vuelven muy cautelosos para no cometer el mismo error.
Esa fue una de las razones (y quizás la principal) que el gobierno federal tuvo para apoderarse de Fannie Mae y de Freddie Mac; Estados Unidos no podía darse el lujo de quemar a sus inversionistas extranjeros otra vez.
Los inversionistas extranjeros, incluyendo a los gobiernos de China, Japón, Rusia y algunas naciones de Oriente Medio, le habían prestado a Fannie y Freddie más de $1,3 billones. Tan sólo China y Japón le prestaron más de $600 mil millones a los gemelos de crédito hipotecario.
Estos son los mismos prestamistas que anualmente le facilitan al gobierno federal de Estados Unidos cientos de miles de millones de dólares, a fin de que este pueda funcionar. El periódico Wall Street Journal resaltó que, antes de decidir nacionalizar estas dos compañías, el Departamento del Tesoro recibió una ráfaga de llamadas de Asia de parte de furiosos y preocupados inversionistas.
Brad Setser, un colega en geoeconomía del Concilio en Relaciones Exteriores, le dijo al periódico Washington Times: “Sospecho que este es el primer caso en que los bancos centrales acreedores en el extranjero ejercieron presión para forzar al gobierno de Estados Unidos a tomar decisiones que protegieran sus propios intereses” (9 de septiembre).
“Estados Unidos debe reconocer que su profundo endeudamiento en tiempos de crisis económica es especialmente peligroso”, escribió el New York Times. “El nivel y la estabilidad de las tasas de interés en Estados Unidos y del dólar ahora dependen de la buena voluntad de los bancos centrales y otros inversionistas extranjeros para seguirle prestando al país” (8 de septiembre; énfasis mío en todo).
¿Se fijó en esto? “El nivel y la estabilidad de las tasas de interés en Estados Unidos y del dólar ahora dependen de la buena voluntad de los bancos centrales y otros inversionistas extranjeros para seguirle prestando a Estados Unidos”. Esa es una declaración muy seria.
En realidad la situación es mucho peor que esto. Por ejemplo, en agosto del año pasado los oficiales del gobierno de China recalcaron cómo su país podría utilizar la masiva tenencia de sus Bonos del Tesoro de EE UU (cientos de miles de millones de dólares) como un arma política para influenciar a Estados Unidos. Un ministro del gabinete chino llegó incluso a decir que la deuda de Estados Unidos debería ser usada como un As de naipes para influenciar las pláticas comerciales. Otro oficial chino advirtió que China podría causar una caída del dólar si lo quisiera. La prensa china hizo referencia al almacenamiento de dólares en China como una “opción nuclear” capaz de destruir el dólar a voluntad.
El peligro de estar endeudado
Esta temible situación nos recuerda una profecía en Deuteronomio 28. Ahí está registrada la promesa de que una nación que guarda las leyes de Dios recibirá esta bendición: “Te abrirá [el Eterno] su buen tesoro (...) y prestarás a muchas naciones, y tú no pedirás prestado” (versículo 12). Tan reciente como la década de 1980, Estados Unidos era la nación acreedora más grande del mundo.
En aquel tiempo, gracias a la mala administración del gobierno, la deuda pública empezó a inflarse rápidamente. Mientras crecía desde el rango de medio billón hasta 3 billones, el editor en jefe de la Pura Verdad, Herbert W. Armstrong, advirtió que, “Estados Unidos y el mundo entero enfrentan un grave futuro económico causado por el peso del endeudamiento creciente” (carta, 25 de octubre, 1985).
Desde ese entonces la deuda se ha hinchado a casi $10 billones, sin contar el compromiso con el Social Security [seguro de retiro] y otras responsabilidades. En una sola generación Estados Unidos se ha convertido en la nación más endeudada del mundo. Está sufriendo de la maldición escrita en el versículo 44 de Deuteronomio 28.
Una enorme porción de esa deuda se tiene con naciones extranjeras, las cuales ya están sugiriendo que les gustaría lo más pronto posible retirar su dinero de este sistema norteamericano enfermizo y achacoso (sin poner totalmente en peligro sus inversiones).
A causa de su endeudamiento, ¡ahora esas naciones tienen el poder de decidir el futuro económico de Estados Unidos! El Economista Mayor del universo lo pone de esta manera: “El que pide prestado es sirviente del prestamista” (Proverbios 22:7). Estados Unidos se ha convertido en el sirviente de China y Japón y de todos los otros países que le prestan dinero.
Y nunca es conveniente que un sirviente disguste a su patrón. El gobierno federal tiene que mantener contentos a sus acreedores, aunque eso signifique que los contribuyentes norteamericanos injustamente tengan que pagar las pérdidas de los inversionistas. Esta es la razón por la que el Tesoro nacionalizó a Fannie y a Freddie, aun cuando esta acción duplicó la deuda pública y despertó graves dudas sobre la solvencia del gobierno federal.
Hace 10 años, el fallecido Tim Thompson, escritor financiero de Trompeta en aquellos tiempos, habló exactamente acerca de esta inevitabilidad. “En el nivel internacional, la fuerza del carácter es igual a la fuerza de la economía, ¡y ambos están en extrema carencia en Estados Unidos actualmente!”, escribió él. “Crecientemente, los inversionistas globales se están dando cuenta que invertir en Estados Unidos ha dejado de ser una inversión en fortaleza. Solamente existe una ilusión de fortaleza inyectada por el capital extranjero” (Trumpet, November 1998).
Quizás la revelación más grande de la actual crisis bancaria es el increíblemente frágil cimiento sobre el cual se construyó el sistema bancario de Estados Unidos. Los azotes históricos que sufrió en este septiembre han devastado irreparablemente su reputación de ser una inversión sólida.
“Hemos llegado a un punto de giro de la reciente historia económica”, escribió el diario National Post allá en marzo. “Somos testigos de una denigración literal de la comunidad financiera sin precedentes desde la Gran Depresión. Estamos experimentando una pérdida de confianza en nuestro juego capitalista de parte de los jugadores, que tendrá repercusiones profundas y duraderas” (19 de marzo).
Cuando tres de los cinco príncipes norteamericanos del mundo de altas finanzas (Bear Stearns, Lehman Brothers y Merrill Lynch) fallan juntos en cuestión de meses, es definitivamente una señal de que las finanzas globales han llegado al “punto de no retorno”, como lo dijo el Post.
Se le terminaron a Estados Unidos sus días de ser el rey de las finanzas.
“Una vez que se pierde la confianza”, continúa el Sr. Thompson, “la reacción es similar al efecto del adulterio en muchos matrimonios de hoy; las víctimas de tal traición comienzan a buscar una salida, y muchas veces se aprovechan de cualquier ventaja financiera antes de irse por la puerta de salida”.
El sistema financiero global aún depende lo suficiente de Estados Unidos, y ese efecto tardará un poco más de tiempo en suceder, pero pronto habrá una montaña de acciones nacionales a la venta, así como les sucedió a los gigantes de Wall Street.
El Sr. Thompson concluyó diciendo que, “inusitadamente, la nación se va a quedar totalmente pasmada cuando sea rechazada por todos los inversionistas del mundo”. Sólo vean lo que el mundo está diciendo de Estados Unidos hoy. El ambiente está maduro para que esta profecía estremecedora se convierta en realidad.
Hacia dónde están huyendo los inversionistas
Como fue el caso después del 11 de septiembre de 2001, el mundo se ha tornado diferente. Solamente que esta vez, en vez de que el mundo esté apoyando a Estados Unidos, el colapso de la banca estadounidense está creando amargura, resentimiento.
El mundo le está dando la espalda a Estados Unidos, y la confianza financiera está retornando a un poder de antaño.
Un Estados Unidos desmoronándose deja solamente una alternativa. Los nuevos poderes en Asia son demasiado nuevos y faltos de experiencia, además que los inversionistas parecen no estar dispuestos a confiar en China comunista. La búsqueda de liderazgo económico está una vez más enfocándose hacia Europa.
El euro es ahora la moneda de opción para 320 millones de personas. Incluyendo a las economías que están conectadas al euro, 500 millones de personas ahora dependen de esa moneda. El valor total de euros en circulación ahora excede el valor total de dólares en circulación. Y el porcentaje de euros en las reservas de los bancos centrales ha estado continuamente incrementándose (principalmente a expensas del dólar) desde su introducción como moneda en 1999. Incluso Alan Greenspan, anterior director del Banco de la Reserva Federal, abiertamente reconoció en septiembre del año pasado que era “absolutamente concebible que el euro vaya a remplazar al dólar como la moneda de reserva, o que vaya a estar a la par con este”.
Pero lo más importante es que la profecía en la Biblia indica que Europa dominará las finanzas mundiales y el comercio, mas sólo por un corto tiempo.
Apocalipsis 13:16-17 habla de la venidera potencia dinámica en Europa que controlará totalmente las economías globales. A medida que Estados Unidos se derrumba, esa será la siguiente superpotencia que aparece en el escenario mundial.
Allá en 1984, Herbert W. Armstrong, editor en jefe de la revista La Pura Verdad, escribió diciendo que una crisis bancaria masiva en Estados Unidos podría “repentinamente causar que las naciones en Europa se unieran como una nueva potencia mundial mayor que la Unión Soviética o que Estados Unidos” (carta a los colaboradores y miembros, 22 de julio de 1984). Eso fue dicho hace 24 años, antes que la Unión Europea tuviera su presente estructura, y antes de que el acuerdo monetario del euro siquiera existiera.
Continuó el Sr. Armstrong: “Y a la vez esto podría repentinamente producir la Gran Tribulación”, usando el término bíblico para el tiempo de sufrimiento sin paralelo que concluirá esta era del hombre. “Y luego eso nos llevará rápidamente al Segundo Advenimiento de Cristo, y al fin de este mundo como lo conocemos”.
Aún ahora, la unión de las naciones europeas está cumpliendo la profecía en la Biblia, la cual dice que por un breve tiempo (justo antes del retorno de Cristo) Europa dominará el comercio mundial y las finanzas. Esté al pendiente del cumplimiento de esta profecía a medida que se desenvuelve ante sus propios ojos.
El colapso bancario espectacular de Estados Unidos impulsó al mundo hacia el cumplimiento de esta profecía. La economía global tiene un gran cráter, y Europa está por rellenarlo y tomar su lugar en la historia. ▪